Extracto del libro autobiográfico del marinero Jaime Espinoza.
” El Deseo de Vivir “, año 2003
Estuve unos meses, en la Escuela de Ingeniería, en la cual perdí el incentivo, al enterarme que mi futuro sería permanecer constantemente bajo cubierta; por esa razón decidí pedir el traslado al Centro de Telecomunicaciones Quinta Normal en Santiago, para posteriormente regresar a estudiar electricidad.
En mi permanencia en esta base había una difusión de panfletos subversivos y otros de apoyo al gobierno, los cuales circulaban entre su personal, clandestinamente. Llegaron a mis oídos muchos rumores sobre un posible golpe de estado y era factible una posible guerra civil; yo escuchaba el descontento, el miedo y la curiosidad de saber qué iba a ocurrir, pero nadie se atrevía a decir o sugerir alguna manifestación.
Se empezó a crear en mí una gran preocupación, la idea de que algún día llegara la orden de disparar y matar a otro chileno me atormentaba, algunas veces pensando me decía a mí mismo, yo no puedo hacerlo he sido entrenado para proteger mi gente y sin pensarlo, daría mi vida por mi patria.
Durante este tiempo la preocupación y los rumores de un golpe de estado, continuaban; empecé a planear una posible reunión donde todos pudiéramos hablar de nuestras inquietudes ya que nosotros éramos soldados chilenos, servidores de la patria y nuestra opinión también debía tener un valor; opté por preguntarle a toda persona que me encontraba en la base, si les gustaría asistir a una reunión para discutir sobre la situación actual del país; la gran mayoría me contesto que sí , por lo tanto decidí y les comuniqué que la fecha sería el 2 de julio a las seis de la tarde, en la cafetería de la base.
Al comenzar la reunión, me extrañó ver un suboficial, dos sargentos, cabos y marineros; todos teníamos la curiosidad de qué iba a ocurrir y cuál sería nuestra posición, además querían saber que se podía hacer; al comenzar la reunión, todo era un completo desorden éramos cerca de treinta personas hablando todos al mismo tiempo en pequeños grupos; no había quien la dirigiera; decidí tomar papel y lápiz, me subí a una mesa y tomé la palabra diciendo: “Su atención por favor, estamos todos reunidos por una misma razón, no sabemos si se aproxima un golpe de estado y cuál va a ser nuestro proceder, si vamos a obedecer las órdenes o vamos a tratar de evitar una matanza entre chilenos”.
Se oyeron varias opiniones uno de ellos sugirió cercar la base y no permitir que nadie entrara o saliera; otro opinó llamar a la prensa para informarles sobre nuestra posición; otro sugirió que se realizara una guía de planteamiento, otro gritó traigamos al almirante Cabezas para informarle de nuestra posición. La reunión fue un completo desorden, ya que todo el mundo quería hablar al mismo tiempo y opinar, pero nadie quería escuchar; así fue como terminó, sin haber llegado a ningún acuerdo, pero se aprobó realizar otra reunión.
A la una de la madrugada del día siguiente, 3 de julio de 1973, me encontraba durmiendo en mi cama cuando cuatro soldados me despertaron alumbrándome en la cara con dos potentes luces, encañonándome sentía lo helado de dos cañones de pistolas, una a cada lado de la frente de mi cabeza, me gritaron, ¡ no te muevas!, si te mueves, te volamos los sesos; después de quitarme las cobijas que cubrían mi cuerpo para ver que estaba desarmado, me ordenaron que me levantara lentamente y que colocara las manos sobre mi cabeza, de dos tirones me quitaron la camisa y el pantalón de la pijama, me dejaron ,con mis calzoncillos luego me esposaron me pusieron una capucha en mi cabeza y me llevaron a una sala a donde me sentaron, Allí me quitaron la capucha y me dirigieron un potente foco de luz a mi cara, que me enceguecía y me impedía ver sus rostros, y lo que había a mi alrededor; yo tiritaba del susto y del frío, era la primera vez en mi vida que me encontraba en una situación como ésta.
Inmediatamente comenzó el interrogatorio:
INTERROGADOR: ¿Cómo te llamas?.
JAIME: Marinero segundo, Jaime Espinoza.
INTERROGADOR: ¿Sabes por qué te trajeron a esta sala? .
JAIME: No, no sé.
INTERROGADOR: Ayer tú asististe a una reunión.
JAIME: Si, Señor.
INTERROGADOR: Fue una reunión subversiva.
JAIME: Sí, estuve en la reunión, pero no era subversiva.
INTERROGADOR: Entonces, ¿ qué objetivo tenía?.
JAIME: La verdad, es que estamos todos medio asustados por una posible guerra civil.
INTERROGADOR: ¿Quiénes estaban en la reunión?.
JAIME: Personal de la base.
INTERROGADOR: Dime los nombres de los que asistieron a la reunión
JAIME: Fue un grupo de personas, algunos de ellos nunca los había visto.
INTERROGADOR: Necesito nombres, dame todos los nombres de las personas que asistieron.
JAIME: (Yo no quería comprometer a nadie y me quedé en silencio pensando). De pronto recibo un golpe que era un rodillazo al costado derecho que me hizo caer del asiento. En el piso me dieron un culatazo en mi espalda y dos patadas, e inmediatamente me agarraron y me sentaron de nuevo en la silla.
INTERROGADOR: No tengo ningún problema en refrescarte la memoria.
Nuevamente, dame los nombres
JAIME: Con voz entrecortada respondí. Estaba el marinero Pérez, el marinero González y parte del personal.
INTERROGADOR: ¿Quiénes son tus contactos aquí y fuera de la base?.
JAIME: No conozco ni he recibido órdenes de nadie.
INTERROGADOR: Nuevamente y por última vez, quiero que me digas, ¿Quién citó y dirigió la reunión?.
JAIME: Yo cité a la reunión, pero nadie la dirigió.
INTERROGADOR: He interrogado a varios y todos me dijeron que tú eras el que dirigió la reunión.
JAIME: Ya le dije y no voy a inventar nombres. (Inmediatamente recibí en la cabeza sobre la oreja derecha el impacto de un culatazo, seguido de una serie de culatazos y patadas, por todo mi cuerpo; sentí algo caliente que me corría por el cuello; era la sangre que salía de la herida en mi cabeza).
INTERROGADOR: ¿Has tenido reuniones con políticos ?, ¿ Conoces a Carlos Altamirano ? (secretario general del Partido Socialista)?.
JAIME: No, no conozco a nadie ni nunca he tenido ninguna afiliación política, ni he pertenecido a ningún partido.
INTERROGADOR: ¿Pero, por qué ellos dicen que te conocen?.
JAIME: No sé porque lo dicen, yo no conozco a nadie. Mi única intención es evitar una matanza entre chilenos y una posible guerra civil.
INTERROGADOR: Tú, como soldado, no estás supuesto a pensar, sino a obedecer las órdenes de los superiores.
El interrogatorio duró toda la noche hasta la madrugada, con intervalos de 5 a 10 minutos, los que terminaban arrojándome un balde de agua fría, para continuar con el interrogatorio.
Al terminar, me pasaron el pantalón y la camisa, una vez vestido, me pusieron la capucha, me agarraron de ambos brazos entre las axilas y me metieron a un camión, cerrado lo deduje por el sonido de las puertas sin saber yo a dónde me llevaban
Por mi mente comenzaron a pasar una serie de temores y preguntas sin respuestas. Estaba atemorizado por mis pensamientos. ¿Cuál sería mi destino?; ¿a dónde me llevarían?; ¿cuánto tiempo duraría mi detención?; ¿saldría vivo del sitio al que me llevaban ?; ¿ qué delito había yo cometido para ser tratado como un criminal?. Durante todo el tiempo que duró el viaje fue una constante tortura psicológica.
DETENIDO EN LA CARCEL DE LOS MARINOS, SILVA PALMA EN VALPARAISO
Después de un viaje que fue cerca de dos horas, pero que a mí me pareció una eternidad, al llegar siempre esposado y encapuchado me introdujeron a un cubículo de concreto de aproximadamente 1x 1 x 1 metros, que después de muchos años por mis compañeros de infortunio supe que le tenían un apodo era el submarino, usado para los castigos extremos.
Estaba tan asustado, que en mi cerebro pasaban toda clase de pensamientos, nuevamente empezaba a atormentarme; ¿con quién me estaban confundiendo?; ¿con quién me estaban asociando?; con esas dudas y con los dolores que sentía en todo el cuerpo, por los golpes recibidos y por la incómoda posición en que me encontraba, sentía que el concreto se incrustaba en mis huesos; cambiando constantemente de posición pero siempre con las piernas y rodillas dobladas sin poder moverme, así permanecí todo el día hasta que oscureció; avanzada la noche me sacaron completamente tullido, por la posición fetal en que me encontraba; tuve que apoyarme con las manos en el piso, balancearme y agarrarme de la murallita de ese pequeño calabozo para sostenerme parado debido a que no podía caminar; al momento me encapucharon y me agarraron de los hombros.
Me llevaron a un cuarto, para continuar con los interrogatorios; nuevamente tenía los focos de luz potente en mi rostro que me enceguecían; con los gritos, las groserías, los culatazos, las patadas y las amenazas, me atemorizaban a tal extremo que a veces no hallaba que decir; me hicieron las mismas preguntas sobre nombres de personas totalmente desconocidas para mí, aparentemente contactos políticos o miembros pertenecientes a grupos revolucionarios. Los interrogatorios eran realizados por diferentes personas, a las que distinguía por su tono de voz, quienes me hacían las mismas preguntas en diferente forma, para hacerme caer en alguna mentira.
Al terminar el interrogatorio, sin obtener la información que ellos deseaban obtener, nuevamente fui encerrado en el “submarino”, donde permanecí hasta el día siguiente. En ese lapso de tiempo que estuve detenido, muchas cosas pasaban por mi mente; me preguntaba sobre mi futuro incierto; la causa de mi detención; el tiempo que duraría preso; si saldría con vida y en qué condiciones; me hacía toda clase de preguntas, pero sin encontrarles una respuesta que me pudiera satisfacer, que me tranquilizara, que me dejara dormir o descansar, con el paso del tiempo aumentaban los dolores en mi cuerpo y mi incertidumbre se incrementaba cada vez más.
Durante mi encierro en el “submarino”, dos veces me sacaron por un período de cerca de treinta minutos para no tullirme; la alimentación consistía en sándwichs; pan de molde con dos trocitos delgados de chancho, y un jarrito de agua. Para no enloquecerme y buscar la paz conmigo mismo, pensaba en los ratos agradables que había pasado con mis amigos, en los juegos y picardías que había vivido en mi niñez, y en los ratos agradables que había vivido con mi familia; momentos que en esta situación tenían un increíble valor, porque me permitían soportar el martirio que estaba viviendo, siempre añorando la libertad.
Después del segundo día de encierro en el “submarino”, durante el interrogatorio, reafirmé todo lo dicho el día anterior; aparentemente perdieron un poco de interés al no conseguir la información que ellos querían; un interrogador me hablo al oído amenazándome, “vas a permanecer detenido en este centro de detención pero mucho cuidado con decirle a alguien acerca de lo ocurrido, porque te hacemos desaparecer”.
Las interrogaciones sufridas que me hacían eran similares a las de este orden:
INTERROGADOR: ¿Cuál es tu filiación política? .
JAIME: Señor, yo no tengo ninguna filiación política.
INTERROGADOR: No mientas, hemos sabido que perteneces al Partido Comunista.
(Esta vez recibí una fuerte patada en la canilla, la que sentí que me la habían partido)
JAIME: Le digo que yo no soy comunista ni pertenezco a ningún grupo político.
INTERROGADOR: Tus compañeros ya hablaron y todos dijeron que eras un líder comunista, que seguías instrucciones de Carlos Altamirano.
JAIME: No conozco a ese señor, es la primera vez que lo oigo nombrar.
(Ahora recibí un golpe de puño en el pecho que me hizo caer del asiento) .
INTERROGADOR: No te hagai el hueón, sabis que es el secretario del Partido Socialista.
JAIME: Señor, le repito que no sé quién es,… no conozco a ese señor.
INTERROGADOR: Aclara de una vez por todas, algunos de tus compañeros dicen que eres mirista y otros que eres comunista, pero todos están de acuerdo que eres un elemento peligroso, que estás alterando el orden público.
JAIME: No sé de qué compañeros usted me habla; mis únicos compañeros son los marinos tanto en Punta Arenas como aquí en Valparaíso
INTERROGADOR: Dame las direcciones donde hacías las reuniones
JAIME: No puedo darle ninguna dirección yo no he dirigido ni asistido a ninguna reunión de carácter político.
INTERROGADOR: Ya,… pronto vamos a saber si estás diciendo la verdad.
En el calabozo, a veces solo, nos mirábamos con los compañeros de infortunio; existía el temor de hablar y de que hubiera un infiltrado entre nosotros tratando de conseguir información. Viviendo en esta situación se desconfía de todos.
Después de la primera semana se calmaron conmigo pero pude ver otros marinos que estaban corriendo la misma suerte mía y en peores condiciones, a algunos los traían alzados por los brazos con su cabeza caída hacia abajo, en esas condiciones los metían al “submarino”, yo sufría y me dolía ver estas escenas; nunca, ni siquiera en mis pesadillas, me imagine esta clase de maltrato, menos aún, entre chilenos.
Parte de mi familia vive en el campo en un lugar llamado El Carmen de Codigua. Son gente bonachona que le hacen honor a este dicho: “cuando viaja por Chile, y usted pide un vaso de leche, le dan la vaca”. Aprendí que entre chilenos éramos amigos y teníamos que ayudarnos, ese era mi concepto de ciudadano; esto que ahora estaba viviendo, era nuevo para mí; me costaba aceptarlo, pensaba que era un sueño, una pesadilla de la cual quería despertar, pero lamentablemente era una realidad.
Uno de los marinos recién llegado, difícilmente podía caminar, mi litera se encontraba por encima de su cama; cuando se sacó los zapatos me quedé mirándole sus pies; sin decir ninguna palabra, presintió que lo estaba mirando y volteó la cabeza hacia arriba, me miró a los ojos, yo le hice un gesto de dolor haciendo una mueca y arrugando los ojos, él respondió diciéndome, “me cagaron los pies, durante el interrogatorio uno de los verdugos sostenía un clavo con un alicate y me lo metía entre las uñas de los dedos de los pies”; yo me imaginaba el dolor que tiene que haber sentido, estaban rojos hinchados con líneas negras en el centro de las uñas. Le respondí diciéndole, “ahora entiendo tu forma de caminar”; levantando su pie con las manos para mirar el daño más de cerca me dice nos detuvieron anoche a mí y a otro amigo, no sé qué hicieron con él pues no era marino, se queda mirándome y me pregunta, ¿y a ti que te hicieron?, yo viéndole las heridas causadas por la tortura, me inspiró confianza, y entonces me puse a conversar con él. En voz baja le dije, “a mí me trajeron de la Quinta Normal en Santiago, no sabía de este lugar, dicen que es la cárcel de los marinos, a mí me han sacado la chucha tres veces a puras patadas, culatazos, rodillazos y puñetes, todavía estoy adolorido, me están acusando de sedición”; el muchacho que tenía el pelo negro crespo responde, yo estoy pagando los platos rotos por mi amigo, él es simpatizante de la U.P. (Unidad Popular) y piensan que yo soy un infiltrado en la Armada; seguimos conversando cuando se podía, después de unos días se lo llevaron, jamás lo volví a ver, fue un desaparecido más.
Al cabo de una semana me permitieron comunicarme con mi familia, pude informarles a donde me encontraba, para no aumentar su preocupación, les informé que me encontraba bien.
Después de unos días la mayoría del tiempo lo pasaba afuera, se me permitió salir al patio y caminar por sus alrededores; pude apreciar que este centro de detención era como una pequeña fortaleza, estaba ubicado en una colina y tenía una hermosa vista a la bahía. Aquí pasaba gran parte del día, a veces podíamos ver los nuevos infortunados, unos se quedaban otros se los llevaban de vuelta, ¿a dónde?, nadie sabía, solamente podíamos imaginarlo, a algunos de ellos nunca los volvimos a ver .Comúnmente prendían la radio para oír música y nunca olvidaré la canción llamada “Killing me softly with his song;” en ese año la tocaban 4 a 5 veces al día.
En mi permanencia en el Silva Palma, siempre supuse que lo más grave que me podía haber sucedido, es que me hubieran terminado con mi carrera en la Armada; nunca me imaginé los tormentos que sufriría en los próximos dos años en los campos de concentración.
En agosto de 1973 a cuatro marinos se nos informó, por medio del sargento de guardia, que debíamos prepararnos para presentarnos en la Fiscalía Militar de Valparaíso, fuimos acompañados por el sargento, caminando libremente por la calle y luego tomando un microbús, para llegar a nuestro destino.
Grande fue nuestra sorpresa cuando al llegar se nos informó que habíamos sido declarados reos comunes y que deberíamos ser trasladados a la cárcel pública de Valparaíso, inmediatamente los gendarmes nos encadenaron como si fuéramos criminales, esposados de las manos y con cadenas que iban dentro del pantalón hasta los tobillos, con grillos a los pies, lo cual nos permitía solamente dar pasos cortos.
Extracto del libro autobiográfico ” El Deseo de Vivir “. Año 2003
Mientras éramos trasladados en un camión cerrado, me sentía tan denigrado, tan humillado, tan incierto de lo que me ocurriría, todo lo cual aumentaba mi tormento.
Luego de un viaje de veinte minutos, llegamos a un edificio viejo de altas paredes, al detenerse el vehículo procedimos a bajar lentamente era muy incómodo caminar con las cadenas, nos hicieron pasar al lugar de recepción para los admitidos o nuevos reos, terminado todo el procedimiento y después de darnos unas frazadas nos dirigieron al interior, pasamos unas rejas de metal viejas, descoloridas por los años y por las manos sucias que tantas veces las habían tocado pareciendo más que una pintura, era cúmulo de grasa y de suciedad.
A mi lado caminaba Julio Gajardo otro marino preso, también acusado de sedición, , juntos seguíamos al guardia; cuando éste abrió las puertas del pabellón, sufrí una de las impresiones más fuertes de mi vida, mis ojos y mi boca se abrieron, se me cayó la mandíbula, nunca me imaginé que seres humanos pudieran vivir en estas condiciones, era otro mundo, ni en mis pesadillas había soñado que algún día estaría visitando un lugar como éste, todo era completamente nuevo y traumatizante para mí.
Después de treinta años, cuando volví a encontrarme con mi amigo Julio, en Nueva York, riéndose me decía; oye Lolo , nunca me voy a olvidar de la expresión de tu rostro cuando entramos al pabellón, sufriste un ataque de asombro y de pánico.
El gendarme que nos guiaba hacia el interior nos mostró las celdas a donde deberíamos quedarnos, algunas de ellas sin cama o litera, solo un montón de basura y desperdicios, húmedas y malolientes, daban la apariencia de que las habían usado más de una vez para orinar, el solo hecho de pensar que este lugar sería mi sitio de estadía, aumentaba mi tormento.
Apenas tuve la oportunidad le envié una carta a mi padre informándole de mi traslado a este recinto penitenciario, y que no entendía porqué, si ya no pertenecía a la Armada ¿cuál había sido mi delito? para estar en este lugar tan denigrante.
Con el pasar de los días, llegaron dos marinos conocidos del Silva Palma, inmediatamente procedí a saludarlos y darles “la bienvenida”, hablamos con un gendarme para conseguirles literas; limpiamos una celda en el tercer piso y nos instalamos los cuatro marineros, ahora nos sentíamos más protegidos.
Tenía yo 18 años, y estaba en una cárcel de alta seguridad, era la primera vez que me veía preso; pude apreciar el poco respeto por la vida humana, convivir con el estrato más bajo, el lumpen de la sociedad, allí la vida no valía nada; en varias oportunidades pude observar que algunos detenidos heridos eran llevados al hospital, por haber participado en riñas por cosas banales; se vivía en una permanente tensión en la que cualquier problema o discusión, por pequeño que fuera, terminaban en peleas, dando como resultado reclusos heridos o muertos.
Los más fuertes tenían otro prisionero de amante quien le servía de novia, le cocinaba y le realizaba todas las funciones de su señora, la que era muy cuidada, con ataques de celos que rayaban en la esquizofrenia.
Este es el bajo mundo que no se conoce, que se ve en ciertas películas que quieren mostrar el lumpen de la sociedad, uno piensa que es el mundo de unos desgraciados que son como la ralea humana; pero desgraciadamente sólo se vive cuando se está en él, o mejor, cuando se tiene la desgracia de caer en él; pero ¿ por qué caer tan bajo?; sólo por disentir de las creencias de unos oportunistas de turno, que amparados en un uniforme se creen los dueños del país y de sus habitantes, muchas veces coartando la libertad de opinión y de expresión, como si no viviéramos en un país libre y democrático, adonde había quedado olvidada la más mínima dignidad de una persona, ya que éramos tratados como animales con castigos físicos y psicológicos; no nos merecíamos ese trato no sólo como chilenos sino como seres humanos; ese era un ejemplo de la degradación a la cual puede llegar una persona; pero, ¿por qué?,; esta pregunta me la hacía muchas veces, era simplemente porque pensaban que yo era un elemento peligroso, infiltrado o estaba allí porque me oponía al golpe militar, donde mi posición siempre fue de evitar una guerra entre ciudadanos, cuando en los interrogatorios trataba de decirlo no me creían y me callaban de un golpe, ya que siempre querían que yo dijera lo que ellos querían oír, aunque ello no fuera cierto, eran las “verdades voluntarias”.
Afortunadamente a la semana siguiente llegaron otros diez marinos; los recibimos como reciben los náufragos a los que los van a rescatar, caminaban desorientados aún no se recuperaban de la impresión mirando a su alrededor, cuando les salimos al encuentro dándoles un abrazo de bienvenida, nosotros recordábamos nuestro primer día y sabíamos que nunca nos olvidaríamos; ahora éramos 14 y posiblemente seríamos un grupo de respetar, a los ojos de las pandillas que existían en la cárcel.
El capitán de gendarmería viendo que éramos catorce marineros, decidió organizarnos en el teatro de la cárcel, la cual quedaba cruzando la cancha de futbol al otro lado del pabellón tenía una puerta doble con barrotes redondos de metal, al ingresar tenía corridas de tablones a lo largo del salón con cabida para cerca de doscientos detenidos, parecía un edificio abandonado por muchos años, todo lleno de polvo y tierra, era difícil determinar cuándo fue la última vez que había funcionado para un evento; el baño era impresionante su estado nauseabundo, el excremento y los orines habían percudido las paredes de azulejo que ya no eran blancas, el excremento se había secado a través de los años y se había vuelto como una pintura negra y café oscura, nos daba escalofrío el solo hecho de pensar que teníamos que limpiarlos para poder usarlos, tuvimos que buscar pedazos de metal y de madera que eran muy difícil de encontrar y armarnos de valor para raspar toda la pudrición acumulada por varios años; con unas camisetas nos cubrimos la nariz y la boca para dar comienzo a la dura tarea que nos tomó muchas horas, mientras raspábamos tratábamos de aguantar la respiración, o de respirar lo mínimo posible , haciendo turnos debido a que la putrefacción nos generaba náuseas y vómitos; pero teníamos que hacerlo ya que ésta sería nuestra vivienda por un período incierto de tiempo.
Después de haber terminado la limpieza de todo el teatro, trajimos las literas del pabellón y las armamos en el escenario, poco a poco nos íbamos organizando; al mismo tiempo conseguimos por parte de los demás reclusos y de los guardias elementos para nuestro uso diario; los marinos que vivían en la zona le pedían a su familia lo más necesario, como una cocinilla a parafina, una pequeña radio para informarnos de lo que ocurría en el exterior, víveres para cocinar y algunas cosas que negociábamos con los demás reos.
Todos los días comíamos el mismo “menú”, es decir, “porotos con riendas”; con hambre o sin hambre era todo lo que nos daban en la cárcel, algunas veces cocinábamos algunos alimentos que llevaban los familiares, nos turnábamos pero yo lo hacía más a menudo , siempre me gustó cocinar desde que mi abuela a los 14 años me llevo hacia la cocina y me dijo, ponga atención le voy a enseñar a hacer unas sopas y unos estofados ,en caso que algún día se case y su mujer no sepa cocinar ,entonces no pasará hambre, mi abuela fue muy sabia.
Pasaban los días, y de vez en cuando se escuchaban balazos, especialmente en la noche, vivíamos en la incertidumbre de nuestro destino. Por las visitas y la radio oíamos de algunas manifestaciones de personas que se reunían para protestar por el maltrato y captura de los marinos capturados; estas eran las consignas que la gente gritaba en las calles “El pueblo unido, jamás será vencido” y “Marino torturado el pueblo está a tu lado”
El día 11 de Septiembre por la mañana, abrí los ojos, eran casi las siete; prendí el radio pequeño que teníamos para escuchar las noticias; me llamó la atención porque escuche la palabra “ESCULAPIO; decidí cambiar de estación, para mi sorpresa todas las emisoras transmitían música clásica ,la que era interrumpida con una frase que decía así: “ESCULAPIO”, “ESCULAPIO”, “ESCULAPIO”; después continuaba la música clásica; me sorprendió al punto que empecé a despertar a mis compañeros y decirles lo que estaba ocurriendo, estábamos todos curiosos pensando que podría ser una contraseña, seguimos buscando emisoras, en ese mismo momento empezamos a escuchar ráfagas de ametralladora y disparos en diferentes direcciones, acompañados con gritos y alaridos de personas, nos quedamos mirando y comprendimos que era el momento que todos temíamos, era el golpe de estado ejecutado por los militares; uno de los marinos insistía en buscar una emisora que estuviese transmitiendo, finalmente encontró una y oímos en la radio Magallanes las palabras del Presidente Salvador Allende pidiéndole al pueblo que se quedara en sus casas ,que no saliera a las calles, que las fuerzas armadas lo habían traicionado, que se habían revelado y querían asumir el poder de gobierno, pero que el pagaría con su vida la lealtad a su pueblo, antes de cortarse la comunicación se escuchó la voz de un locutor diciendo que la radio estaba siendo atacada por aviones con misiles, se escuchaban las explosiones, después, quedó todo en silencio ,empezamos a sentir una sensación de miedo y temor, manifestábamos diferentes opiniones por lo que fuera a ocurrir.
Solamente meses después vine a entender que ESCULAPIO era la palabra clave que habían usado las fuerzas Armadas para iniciar el golpe de estado contra el presidente Allende.
Eran cerca de las nueve de la mañana cuando llegó un guardia abriendo el candado y soltando las cadenas, acompañado de un pelotón de infantes de marina, gritando y vociferando amenazas, ¡ Todo el mundo afuera!, ¡Afuera chuchas de su madre o los vamos acribillar aquí mismo!; nos agarraron de las camisas y nos jalaron hacia afuera a la vez que nos daban patadas, culatazos y empujones, nos pusieron a los catorce marineros en contra de la pared del patio de la cárcel, allá nos esperaban un teniente y un sargento.
MURALLA DE FUSILAMIENTO A DONDE FUIMOS COLOCADOS LOS 14 MARINOS DETENIDOS
El sargento nos mandó a alinear de espaldas contra la pared.
Enseguida se dirige al teniente, se le cuadra en saludo militar y le dice: Aquí están todos, mi teniente.
El teniente dirigiéndose al pelotón de infantes de marina les grita y les da la orden ¡Preparen armas!. ¡! APUNTEN!!
En ese momento aparece el capitán de gendarmería encargado de la cárcel, con otra persona que tenía una correa sobre los hombros y le colgaba un objeto, (luego nos dimos cuenta que era una cámara), le hizo un ademán con la mano al fotógrafo para que se detuviera, al mismo tiempo seguía caminando hacia donde estábamos, gritando ¡Mi teniente!; éste, voltea su cabeza y empieza a caminar para encontrarse con el capitán, se dieron el saludo militar y alcanzamos a oír el siguiente diálogo, ya que aunque estaban un poco lejos, los dos estaban muy irritados y hablaban en voz alta. El teniente le dice: “Vamos a fusilarlos a todos éstos marinos, ya que están acusados de sedición y traición a la Armada; ellos nos iban a matar a nosotros”; el capitán de gendarmería responde: “ No los puede fusilar, ya no son militares, ellos fueron declarados reos comunes y están bajo mi responsabilidad, si los van a fusilar tienen que hacerlo fuera de mi recinto, en este momento hay más de trescientos testigos que están viendo lo que ocurre desde el pabellón, además necesita traer una autorización judicial, para sacarlos de aquí”; señalando al señor de la cámara, le dijo: “ este señor es un reportero de la revista VEA y está aquí para sacarles una foto a los detenidos”.
El teniente, sumamente frustrado e indignado con el capitán, da la orden de bajar las armas y retroceder para la foto, el capitán alza la mano hacia el reportero quien se acerca rápidamente y nos saca la foto que adjunto.
El teniente da la orden de que nos lleven de vuelta al teatro, vociferando que regresaría a buscarnos.
¡ El capitán de gendarmería nos había salvado la vida ¡.
Los infantes se acercaron y nuevamente con patadas, puños y culatazos nos empujaron al teatro de la prisión, algunos de nosotros rodamos por el piso debido a las patadas que nos daban en la espalda y en las piernas. Nos maltrataron con un odio de enemigos; con el tiempo supimos que les habían informado que nuestros planes era matarlos a ellos, claro, por eso eran tan verdugos.
A la vez que éramos arrojados, empujados hacia el interior ahora caminábamos lentamente sin rumbo, algunos se dirigieron a sus literas otros continuaban caminando con la cabeza agachada, como mirando el piso. Por un lapso de tiempo, no pronunciamos palabra alguna, solo un silencio sepulcral, durante varios minutos interminables que parecieron horas, pensando solamente en que vendrían a buscarnos para un inminente fusilamiento; un sentimiento de infortunio se había apoderado de nosotros, al alzar nuestros ojos nos quedamos mirándonos, alzamos nuestros brazos y nos abrazamos fuertemente demostrando el amor y la hermandad que nos unía en ese momento, a la vez que nuestros ojos rojos y mojados sellaran la vivencia de ese momento; nos despedimos en silencio; la emoción, las lágrimas y el sentimiento de impotencia de no poder defender nuestras vidas, de no volver a ver nuestros seres queridos no nos dejaban pronunciar palabra alguna, lo único que podíamos hacer era esperar la muerte, ¡qué larga espera, qué angustia, qué nervios!, yo quería despertar de esta pesadilla rehusaba creer que era una realidad , queríamos aprovechar cada momento, eternizar el instante, parar el reloj, qué tormento tan espantoso, qué lucha existencial; vi a un compañero escribiendo, le pregunte, ¿ qué haces?, me queda mirando y con lágrimas en los ojos me contesta , le escribo una carta a mi esposa para que cuide a mis hijos y un mensaje para mis padres, aparentemente todos teníamos la misma necesidad y buscábamos con que escribir.
En ese momento, dos reos, uno de ellos el Guatelapi, habían atravesado corriendo el patio de la cárcel; desde las ventanas del pabellón habían observado todo nuestro drama; se acercaron poniendo ambas manos y la cara en contra de los barrotes de la puerta, y nos preguntaron, ¿qué podemos hacer por ustedes?, ¿cómo podemos ayudarlos?; dejaron de ser malos o antisociales ahora lo más importante es que éramos chilenos en necesidad, para hacer un gesto de bondad; por un momento se olvidaron de nuestras diferencias y emergió la calidad humana; no estábamos tan solos, noté que ellos, arriesgando su integridad física, habían venido a ofrecernos su ayuda; lo único que se nos ocurrió fue decirles, necesitamos papel y lápiz. el Guatelapi ordenándole al otro reo le dice, dile a los otros que los colecten rápido y los traes, inmediatamente dio la media vuelta corriendo hacia el pabellón, mientras el Guatelapi nos decía ,nosotros estábamos mirando por las ventanas sin saber qué hacer, milicos culiados se los querían hechar,(matar) nosotros guardamos silencio, pero respondimos moviendo la cabeza en forma afirmativa y haciendo gestos con el rostro como presintiendo nuestro final; él percibe que no es un momento para dialogar y vuelve su cuerpo mirando el pabellón y alza sus brazos en signo que está esperando a la vez que camina lentamente, de vuelta casi al instante aparece el otro reo corriendo y en sus manos traía una cantidad de lápices y papeles; ese gesto humano jamás lo olvidare.
Tomé un papel y un lápiz y proseguí a escribir la que en ese momento pensé sería mi última carta, para despedirme de mis familiares; debían saber que los pensaba en mis últimos momentos y que los amaba; en esa angustia me di cuenta de que los necesitaba y que no estaba anímicamente solo; le escribí la carta de despedida a mi padre, la cual él la conservó y me la devolvió para incluirla en el presente libro. Decía así:
Querido Papá:
Te escribo estas líneas, pues en este momento desconozco mi destino, me encuentro en el Teatro de la Cárcel Pública de Valparaíso, junto a otros trece marineros.
Hace un momento atrás, vino un pelotón de infantes de marina y nos pusieron contra la pared, te digo que mi corazón saltaba a mil por hora.
Mientras el capitán de gendarmería discutía con el teniente infante, nos tenían apuntados con los fusiles; ese momento era como una agonía; después nos agarraron a patadas, culatazos y golpes y nos metieron de vuelta al teatro.
Oye viejito, yo creo que nos iban a fusilar, ahora no sé que va a pasar; por eso te escribo estas líneas. Hace un momento atrás, nos abrazamos y lloramos, como despidiéndonos, contando los minutos que nos quedan de vida.
Papá, perdóname si no fui el hijo que tú esperabas tener, pero yo no tengo nada de qué avergonzarme; mi único delito, el querer evitar o revelarme a una matanza entre chilenos; recuerdo que cuando estaba en la Marina, le dije al oficial, yo pienso que si llega la orden de matar a otro chileno, no lo voy a hacer y su respuesta fue: usted como soldado no está supuesto a pensar, sino a obedecer
Papá, como marino, me enseñaron a amar a mi patria, a emocionarme al oír el Himno Nacional y a sentirme orgulloso al ver mi bandera y de ser chileno, pero nunca me prepararon para disparar contra un compatriota.
No sé lo que va a ocurrir, pero tengo miedo, nunca pensé que mi vida iba a terminar así. Papá, los quiero, dile a todos que siempre los recuerdo, un abrazo y cariños a todos.
Tu hijo Jaime.
ORIGINAL DE LA CARTA ENVIADA POR JAIME ESPINOZA A SU PADRE, DESPIDIENDOSE DE EL Y DE SUS FAMILIARES , CUANDO PENSABA QUE AL DIA SIGUIENTE LO IBAN A FUSILAR EN EL PAREDON .
Hubiera necesitado muchas palabras para expresar lo que sentía en esos momentos y lo que sentía muchas veces cuando estaba detenido, lo quiero resumir en una sola palabra, sentía miedo, miedo a la vida, miedo a seguir viviendo en esa continua agonía; pero me sobreponía y sentía un tremendo miedo a la muerte, no quería morir pero tampoco quería seguir viviendo en esa pesadilla; recapacitaba y me decía no puedo morir sin haber llegado a cumplir los objetivos y sueños que como toda persona yo los había tenido en mi niñez y en mi juventud; el tratar de conseguirlos me daba una fuerza inconmensurable y una energía adicional para no entrar en derrota y seguir aferrado a la vida, me trataba de motivar a mí mismo de que cada día que pasaba, pensaba con optimismo, a veces en forma ilusa, me traería un mejor futuro y que podría realizar los sueños que me había trazado, pero los sueños, sueños son y años después, cuando ya estaba libre es que me vine a dar cuenta que esas detenciones y el tiempo pasado en las cárceles y en los campos de concentración, me habían marcado para siempre; la misma sociedad me cerraría las puertas y no dejaría que yo cristalizara mis sueños de juventud; pero por lo menos había realizado lo que más ansiaba en esos momentos de detención, mi libertad.
Durante toda la noche nadie pronunció palabra alguna, existía un silencio fúnebre, ¿sería el silencio de la muerte?; nos habíamos despedido de nuestros seres queridos y de nosotros mismos ya que no sabíamos si era la última noche de nuestra existencia. Para mi sorpresa, no vinieron a sacarnos esa noche, esa eterna y horrible noche yo no dormía pensando que en cualquier momento escucháramos los gritos con la orden de salir para llevarnos al paredón de fusilamiento; es horrible vivir en ese estado de desesperación.
Al otro día al abrir los ojos todos nos mirábamos como alzando los hombros, levantando las cejas, y moviendo la cabeza hacia un costado, eran gestos de dudas y de interrogación sobre nuestro incierto destino, pero había que seguir viviendo, y estábamos felices de vivir un día más.
Algunos de los reos comunes nos vinieron a visitar, cruzaron la cancha y también en un tono alegre y sonriendo nos decían, “chucha de la que se salvaron’’, ellos habían estado pendientes de nosotros haciendo apuestas si lográbamos sobrevivir esa noche, en un signo de admiración y de agradecimiento con la vida, nos saludábamos dándonos la mano; para celebrar nos invitaron a una “pichanga”, así fue como empezamos a organizarnos y a practicar este deporte tan querido para todos; la cancha era de tierra dura, totalmente ausente de cualquier vestigio de pasto verde, si es que alguna vez lo tuvo, una caída significaba quedar todo raspado y muchas veces sangrando, pero no importaba lo importante era jugar, mover la pelota, correr y tratar de producir goles, yo personalmente nunca fui uno de los mejores, pero disfrutaba participando. Los partidos de futbol servían para relajarnos y olvidarnos por un momento de nuestra situación.
En una tarde me encontraba al costado de la cancha observando el partido de futbol y nos quedamos viendo con el Guatelapi, nos saludamos y empezamos a conversar, él mostraba cierto interés o admiración por nosotros, debido a que se había enterado por medio de las noticias y rumores que nosotros nos íbamos a robar los buques de la Armada , claro comparando con los robos que ellos hacían, éstos eran muy insignificantes con relación al nuestro; ahora nosotros éramos considerados como unos ladrones pero unos héroes para él; ahora estando frente a mí, tenía la curiosidad de saber cómo nos habíamos organizado para cometer semejante delito; se comentaba que esa era la razón por la cual nos habían encarcelado; le conté la verdad, que por un presunto golpe militar al gobierno todos estábamos acusados de sedición y motín en contra de la Armada
Unas semanas después llegó otro grupo de marinos a la cárcel, la mayoría se conocían y se saludaban de abrazo, yo era el único que no conocía a nadie; aunque nunca les pregunté, pienso que en más de una ocasión alguno de ellos sospechó que yo era un infiltrado en el grupo, a veces me miraban en forma extraña, y era lógico, ¿cómo se explicaban la subversión o el motín de una sola persona, ahora me sentía como enemigo de los dos bandos, era un castigo mental; algunas veces les expliqué mi situación pero para mi interior siempre pensé que les quedaban una serie de dudas.
DETENIDO EN EL CAMPO DE CONCENTRACION DE ISLA RIESCO
El campo de concentración Isla Riesco o Melinka, ubicado en los llanos de Colliguay, estaba rodeado por una doble reja de alambre de púas con paredes de 4 a 5 metros de altura y con torres de vigilancia cada 50 metros; nos advirtieron que el espacio entre las dos rejas era un campo minado, interconectado por un sistema de alarmas que sonaría cuando algún detenido intentara pasar los umbrales de la prisión; lo cual hacía imposible que fructificara cualquier intento de fuga. Estaba ubicado en un valle, rodeado por una serie de montañas. El campo de concentración comprendía un área rectangular aproximada de 400metros de largo por 200 metros de ancho. Isla Riesco o Melinka estos son los nombres de unas islas ubicadas en el sur de Chile donde el clima es muy frío, además, por su topografía son de muy difícil acceso, con el tiempo supe que le dieron este nombre para que nuestros familiares no insistieran en visitarnos
Las construcciones eran de madera con piso de tierra en forma de U; se componía de líneas de 12 celdas en cada extremo, acomodando seis prisioneros en cada una de ellas con literas que también estaban alineadas en forma de U, todas conectadas, pero cada celda con su puerta; en cada litera se encontraba una frazada y una toalla. En la parte posterior de la base de la U, estaban ubicados los sanitarios que era una línea de cajones de madera seguidos, sin ninguna división, sin techo o pared alguna, por lo que no había ninguna privacidad; nosotros los marinos habíamos superado en gran parte el pudor y la vergüenza, pero para los presos políticos recién llegados, era traumatizante aceptar estas condiciones, no habiendo ninguna otra alternativa, comúnmente había varias personas al (unísono), realizando sus necesidades fisiológicas; se carecía de papel sanitario, usando diarios o papel de revistas otorgadas por los soldados, no faltaban las bromas, en más de una ocasión nos dijimos que como nos limpiábamos con tantas noticias y letras teníamos un” poto educado”.
Al otro extremo estaban ubicados los comedores; consistían en varias mesas largas de madera, a cada lado tenían bancas también de madera.
Alejado de los comedores; había un tanque grande plástico redondo llamado pipa, que contenía agua potable, de éste nos abastecíamos para el uso diario del agua para beber o para asearnos.
Al lavarnos el cuerpo, se trataba de hacerlo lo más rápido posible debido al frío de la época y al lugar donde nos encontrábamos, otro factor importante era que había que dejar agua para el resto de los detenidos. Yo particularmente, lo hacía por partes, desnudando mi torso primero, lavándome con un trapo con jabón y refregándome para enjuagarme rápidamente, después me lavaba la parte inferior usando la misma técnica. Viviendo en estas condiciones, rápidamente teníamos que buscar la mejor forma de adaptación.
Habían pasado dos días de mi permanencia en este recinto, en el mes de noviembre de 1973, muy temprano en la mañana fueron dos soldados a la celda, se dirigieron a mí, y me ordenaron que saliera, inmediatamente accedí y empecé a caminar con dirección a donde ellos tenían la base, me llevaron a una sala, me sentaron en una silla mirando hacia unas luces, me esposaron, y después prendieron más luces que me enceguecieron, luego de un breve lapso de tiempo comenzaron con el interrogatorio.
INTERROGADOR: Dime tu nombre.
JAIME: Jaime Espinoza.
INTERROGADOR: ¿Tú eras marino?.
JAIME: Si señor,
INTERROGADOR: ¿Sabes porque estás aquí?.
JAIME: No señor,
INTERROGADOR: Bueno nosotros tenemos un grave problema contigo.
JAIME: No entiendo.
INTERROGADOR: Tú estás acusado de sedición y motín.
JAIME: Si señor.
INTERROGADOR: Ahí está el problema, nadie hace un motín o una sedición estando solo, hasta ahora te niegas a entregar los nombres de los que te seguían y de tus contactos.
JAIME: Pero siempre he dicho la verdad.
INTERROGADOR: Tengo la lista de los que te conocen y todos ellos ya testificaron que tú eras el líder, por lo tanto no me hagas perder mi paciencia.
JAIME: Yo siempre he dicho que en la reunión, todos hablábamos y todos opinaban.
INTERROGADOR: Ahh,… y me vas a negar que algunos de tus contactos no están aquí contigo. (Enseguida sentí una patada en mi pecho que volcó la silla hacia atrás y yo rodé por el piso, enseguida me dio dos patadas en el estomago y me aplastó la cara con la bota; yo no podía respirar y tenía ganas de vomitar).
INTERROGADOR: (Gritando), ¡Estoy cansado de tus mentiras tú crees que estamos para el hueveo tuyo!,… esta es tu última oportunidad dame los nombres o te vamos a fusilar ahora mismo.
JAIME : No quiero inventar nombres, no quiero mentir.
INTERROGADOR : Ok, como quieras, es tu vida,… métanle plomo.
Solo sentí que me pusieron la capucha sobre la cabeza que me alzaron por los brazos y a rastras me llevaron hacia afuera para subirme a un vehículo abierto sin puertas ,sentí subir a los soldados, encendieron el motor del vehículo y arrancaron, yo iba sentado al centro porque sentía los hombros de ellos a cada lado, el viaje duró cerca de cinco minutos, detuvieron el vehículo y procedieron a bajarme, me tomaron por los brazos y me hicieron caminar unos 20 metros, nos detuvimos me hicieron girar y procedieron a quitarme la capucha, mientras los dos infantes de marina caminaban alejándose de mí con rumbo al vehículo, me di cuenta que era un jeep, del cual bajo un teniente, que se dirigía caminando hacia mí, yo sentía que me iba a caer y que mis piernas no podían sostener mi cuerpo; presentí que me iban a fusilar, era el fin de mi existencia , eran miles de pensamientos pasando por mi mente, en eso el teniente da la orden de ¡preparen armas!. Observé que los tres soldados sacaban una bala de su cartuchera y cargaban el fusil; mi mente rehusaba creer lo que estaba viviendo, diciéndome que esto no es verdad, estoy viviendo un sueño, una pesadilla, me negaba a aceptar la realidad; en ese momento el teniente se encuentra al lado mío, dirijo mi vista hacia él y me dice con un tono autoritario ¡allá!, ¡mira allá!, apuntando con su dedo índice y su brazo estirado hacia los fusiles que estaban siendo cargados, ahora el teniente estaba hombro con hombro, solo que los dos estábamos mirando para los lados opuestos, y de una forma sarcástica me dice suavemente: “La verdad es que no quiero matarte, eres un muchacho joven y los otros que te acompañaban, unos están aquí en el recinto, los otros andan disfrutando de su libertad y tú aquí como hueón pagando con tu vida, nosotros le vamos a decir a tu familia que te dejamos en libertad y no hemos vuelto a saber de ti, ok; ¿ya te acordaste de los nombres?”; yo estaba temblando del nerviosismo, con mi voz entrecortada le contesté, mi teniente yo siempre les he dicho la verdad, ¿ por qué no me quieren creer?, ¡se lo juro por Dios!; el teniente hizo unas muecas con la cara como dudando de mi respuesta, gira y caminando lentamente me da la espalda, alejándose unos pasos de mí, en alta voz, dice: ¡APUNTEN!; los tres soldados alzaron sus fusiles apuntando a mi cuerpo; en ese momento unas lágrimas rodaron por mis mejillas, me estaba despidiendo de esta vida, moría sin haber cometido delito alguno, por no querer matar a mi gente, me habían enseñado que entre chilenos nos queríamos; recordé cómo mi padre cuando íbamos al campo a todo el mundo le gritaba, ¿cómo está pariente?; se vivía con ese cariño y esa hermandad, me acordé de todos esos momentos en que se reunían en la casa de campo donde mi padre se había criado junto al abuelo Raimundo, la prima Ana Rojas y su hermano el tío Sergio; el primo Alberto Peralta, el tío Rubén Ampuero, Vito Carreño y Alfredo Silva llegaban con “chuicos” de 15 litros de vino, y víveres para consumir durante su estadía, mandaban a los primos jóvenes a buscar un cordero, mientras otros encendían el carbón y empezaba la alegría, y si alguien pasaba por el camino, no podía seguir sin brindar con ellos y si se quedaba, mejor todavía, ¡ese amor! era el que corría por mis venas y ahora pagaba con este precio, con mi vida, por ese amor que mi familia me había enseñado a darle a mis hermanos chilenos.
Ahora me encontraba frente a mis verdugos, a la misma vez que me preguntaba: ¿qué sentirían ellos por dentro?; ¿estarían sufriendo?; ¿me iban a quitar la vida sin ningún remordimiento?; ¿cómo podrían lidiar después con su conciencia?; ¿ cómo justificarían ante ellos mismos el asesinato que iban a cometer contra mí?; si yo no les había hecho ningún daño, pero ahí los tenía apuntándome con los fusiles; les dirigí la que consideré mi última mirada, viendo los cañones que dispararían quitándome la vida: cerré los ojos y me encomendé a Dios.
Esperando la orden de fuego, el teniente sabe que estoy tiritando y muerto de miedo, se vuelve a acercar a mí, cada paso que daba era una tortura, una agonía, mi mente rehusaba creer lo que estaba viviendo, sintiendo cada vez más la cercanía de mi muerte; suavemente me vuelve preguntar: ¿te acordaste de los nombres?, levanté mi cabeza, lo quedé mirando con mis ojos empapados en lágrimas y con lo que me quedaba de mis fuerzas terminé diciéndole: “ya le dije la verdad”, esta vez él se queda mirándome, haciendo un gesto de conformidad y exclamando, “es tu vida, tú lo quisiste así”; caminando y alejándose da la orden de ¡FUEGO!.
Escuché el tronar de los fusiles que sonaron como un cañón y alcancé a decir, ¡Dios mío perdóname!, cerré mis ojos y apreté mi cuerpo tratando de sentir las heridas por las balas, a la vez me movía suavemente sin sentir dolor, ¿estaré muerto, pero, porque no me caigo?, aunque mis piernas temblaban aún estaba de pie ,cuando escucho las risotadas de los soldados, comencé a entender que esto era un juego para ellos, eran balas de salva, el teniente rápidamente se acercó a mí diciéndome, “hoy día fueron de salva ,pero jamás vas a decir ninguna palabra de lo ocurrido, si alguna vez me entero que has hablado, van a ser reales, ¿ entendiste?”; apenas me salía la voz y le conteste, ¡ sí mi teniente!; dirigiéndose a los soldados con un movimiento de la cabeza indicando donde yo estaba, se acercaron y nuevamente me encapucharon; procedieron a tomarme de los brazos y dirigirme hacia el jeep; caminaba como un autómata, cuánto tiempo tomaría para superar esta experiencia; todavía cuando la recuerdo, se me crispa la piel y algunas lágrimas corren por mi rostro.
Mucho tiempo después, encontrándome de nuevo detenido en la Cárcel Pública de Valparaíso, conversando con mis compañeros, supe que los simulacros de fusilamiento era una técnica muy utilizada; sin embargo varios presos habían muerto de un ataque al corazón; el cadáver se lo habían entregado a los familiares, en el certificado de defunción aparecía, “Causa de muerte: Deceso natural, falleció de un ataque al corazón”.
En mi regreso al campo de concentración perdí conciencia del viaje y del tiempo, mi mente estaba confusa, no tenía capacidad de razonar pero recordaba el rostro del oficial, era un teniente joven, no pasaría de los 30 años, con unos ojos negros y una mirada penetrante que expelía odio y rabia como una bestia salvaje completamente irracional y carente completamente de la más mínima prueba de bondad y de cariño?; ¿cómo un ser puede llevar esa doble personalidad con caracteres tan diametralmente opuestos?; ¿ por qué el uniforme militar que llevaba puesto lo envalentonaba y le hacía cometer actos contra su propia conciencia y contra sus principios morales?; todo esto lo hubiera justificado si hubiéramos estado en guerra con otra nación que hubiera amenazado la seguridad de nuestro país y estuviéramos defendiendo la soberanía nacional ,defendiendo nuestra gente y esta tierra que nos vio nacer, pero éramos hermanos chilenos, yo no era un enemigo.
Nuevamente sentí que me tomaron por los hombros me llevaron a la misma sala, me sacaron las esposas y la capucha, el oficial se me acerca y me dice nuevamente no te olvides lo que te dije luego indicando con la mano me ordena que regresara a mi celda, mientras caminaba me sentía muerto en vida. Mis compañeros al verme me preguntaron si estaba bien, yo hice un ademan con la cabeza afirmando que sí, sin pronunciar palabra alguna me tendí en mi litera, sin ánimo de salir o hacer algún tipo de actividad. Me tomó varios días para superar este estado tan complejo que me invadía, mis compañeros preocupados seguían preguntándome cómo estaba y qué me pasaba, lo único que les dije es que había sufrido un fuerte interrogatorio y que necesitaba mi espacio; ellos comprendieron y no me volvieron a preguntar absolutamente nada.
Poco a poco fui superando este estado, saliendo a caminar alrededor del campo, como lo hacían otros detenidos. Me fui dando cuenta que había mucha gente intelectual como el doctor Fisher, quien había sido el brazo derecho del doctor Kaplan, el cardiólogo que realizó el primer trasplante de corazón en Chile; el químico y biólogo doctor Walter Gaete, había varios profesores universitarios, uno de ellos era el doctor Francisco de la Fuente.
Conversar con estas personas yo lo encontraba sumamente interesante, su forma de expresarse era muy respetuosa y elocuente, lo hacían con distinción y profundos conocimientos, no eran las palabras costumbristas que usábamos a diario con mis compañeros , ellos eran un mar de sabiduría, siendo yo tan joven, a mis 19 años, consideraba un privilegio poder socializarme con personas tan distinguidas, eminencias intelectuales; la mayoría de las veces lo que hacía era escuchar y aprender, pero a la misma vez me preguntaba, ¿cuál sería el delito que estas personas habrían cometido para tenerlos detenidos en estas condiciones?, yo tampoco me atrevía a preguntar, presumía que por sus ideas políticas; dialogando con ellos es que resolvimos solicitar al sargento de guardia que por medio de los familiares nos consiguieran juegos de damas y de ajedrez, para tener un medio de entretenimiento y diversión y eventualmente organizar un campeonato. El ajedrez fue muy importante para mí porque fue la ayuda sicológica que necesitaba para poder desprenderme de la cruel realidad y del estado depresivo que me embargaba. Me dediqué de tres a cuatro horas al día a practicar y mejorar el juego, aprendiendo nuevas aperturas. Me di cuenta que era un juego muy interesante de estrategias ilimitadas y de un gran estímulo al cerebro; nadie podía imaginar que trece años más tarde estaría recibiendo un pequeño reconocimiento por representar a la compañía de aviones Fairchild Republic en New York donde trabajábamos seis mil personas; allá por primera vez me tocó jugar contra maestros, marcando con reloj y escribiendo mis jugadas, me sentí orgulloso sin dejar de pensar donde lo había aprendido.
Los guardias e interrogadores nos tenían prohibido hablar y comentar con los demás detenidos sobre las torturas que recibíamos; sin embargo, a pesar de la prohibición, igual los amigos más cercanos lo hacíamos, para desahogarnos; en ello estábamos influenciados por las historias que nos contaban los recién llegados; algunos habían recibido descargas eléctricas en los testículos, a otros les aplicaban el sistema de submarino que consistía en que el detenido sufría una inmersión en toneles de agua, casi hasta la asfixia; algunos no aguantaron y murieron al estallárseles los pulmones; un detenido jurando vengarse nos contó cómo a su hermana la habían violado con un perro, lo que le generó una gonorrea, ya que estos animales comúnmente son portadores de esta enfermedad; a otro compañero le habían aplicado corriente en las canillas, sistema comúnmente conocido como la “parrilla”; era muy común ver a prisioneros con los brazos heridos, con señales de quemaduras de cigarrillo, algunas curándose, otras aún en carne viva.
En la medida que avanzaba el tiempo, habían momentos de resignación tratando de hacer la vida lo más llevadera posible, por lo menos dos o tres veces por semana oíamos las ráfagas de ametralladora y la explosión de granadas, era como una advertencia para el que tuviera alguna idea de escaparse; en uno de los partidos de futbol, de una patada demasiado fuerte, la pelota fue a dar en medio de las dos rejas donde presuntamente estaba minado, pedimos ayuda a los soldados, pero ellos se negaron diciendo que tenían que traer escaleras porque el campo minado era muy peligroso. Esa noche, aproximadamente después de dos horas de habernos acostado y suponiendo que todos estaban durmiendo, se escuchó en medio del silencio una explosión muy cercana a nuestra celda seguida de ráfagas y disparos; uno de nuestros compañeros se empezó a quejar que su pierna le dolía, una esquirla le había penetrado y estaba sangrando; procedimos a gritar para pedir ayuda porque teníamos un compañero herido, al llegar los soldados lo llevaron a la enfermería; el sargento nos dio una explicación diciendo que un conejo había cruzado el campo minado provocando la explosión al cual ellos respondieron con disparos temiendo que algún prisionero estaba tratando de escaparse.
Era común observar cómo nuevos detenidos llegaban al campo, como también era común ver compañeros que se los llevaran por un lapso de tiempo para más tarde regresar en condiciones parecidas a la que yo regresé, después de haber sido sometidos a interrogatorios, pero también hubo detenidos que al llevárselos jamás regresaron; su destino fue incierto y desconocido para nosotros, pues nadie se atrevía a preguntar.
Quisiera mencionar nuestro menú de todos los días, durante meses: el típico desayuno, un jarro de té con un pan, el almuerzo eran frijoles cocidos en agua con un té y un pan y la cena era un pan y un jarro de té; pero un día todo cambió debido a la denuncia y a la presión de nuestros familiares, visitando todos los organismos existentes de los derechos humanos, fue que tuvimos la visita de La Cruz Roja Internacional; ese día, los cambios fueron diametralmente opuestos, en el trato de soldado a prisionero como también en el menú diario. Un caso excepcional fue el del teniente González que nos saludaba como grandes amigos dándonos golpecitos en la espalda en forma amistosa e informándonos que nuestras familias estaban bien y que nos enviaban saludos; nosotros nos mirábamos sorprendidos de tanta atención y respeto sin atrevernos a informar a la Cruz Roja que la realidad era muy distinta a esa falsa cordialidad. Sin embargo lo que más disfrutamos fue el cambio del menú diario, todos recibimos un cuarto de pollo asado, puré, ensalada y postre. La comida fue nuestra delicia pidiéndoles a los integrantes de la Cruz Roja que por favor nos volvieran a visitar para disfrutar una vez más esta cena de gala.
Durante la visita de la Cruz Roja Internacional, nuestro propósito era el de encontrarnos solos con los miembros de este organismo, para informarles la realidad de nuestra situación; ellos tuvieron que insistir para que esto pudiera ser posible, lo cual fue finalmente aceptado de mala gana, por las autoridades del recinto; en esa breve charla, pudimos informarles de nuestra calidad de prisioneros y de la carencia de los objetos básicos para nuestra higiene personal; les informamos sobre las desapariciones de personas que sacaban para interrogatorios y que nunca regresaron; de las torturas que recibimos y del maltrato que nos daban; yo personalmente, por el temor y el miedo a una posible venganza, opté por guardar silencio, en ese momento, no sabía si estaba actuando bien o mal; era una lucha interna entre el desahogo de poder decir la verdad de las torturas, que había recibido o el posible castigo que me darían, como me lo había prometido el teniente en el simulacro de fusilamiento; pensé que si guardaba silencio, tenía una mayor posibilidad de seguir con vida, por tal razón decidí callar la verdad.
Aprovechamos la oportunidad para darles a conocer, no sólo la situación en que vivíamos, sino también informarles de algunas necesidades como pelotas de futbol y de voleibol y si fuera posible recibir algunas encomiendas y noticias de familiares. Los detenidos que aún tenían heridas sangrantes o muestras físicas de castigo, fueron escondidos, los visitadores de la Cruz Roja, no supieron que existían; nosotros tampoco nunca supimos cuál fue el resultado del informe oficial que rindió la Cruz Roja a la prensa y a los organismos nacionales e internacionales.
La visita de la Cruz Roja tuvo una gran influencia en nuestro estado anímico, ya no nos sentíamos tan abandonados y perdidos en la existencia, por lo menos sabían dónde estábamos, posteriormente algunos de los detenidos recibieron correos y alguna pequeña encomienda enviada por sus familiares la cual era revisada minuciosamente para asegurarse que no contenía nada que pudiera ser usado como un arma, lo que nunca me enteré, fue cómo la Cruz Roja supo de nuestra existencia.
Una semana después tuvimos otra grata sorpresa al recibir correo y una encomienda de la Cruz Roja donde nos enviaban una pelota de futbol y una pelotas de voleibol, más otros artículos de uso diario como jabón, champú, cepillo de dientes y pasta dental. Nuestros ojos estaban llenos de felicidad, ¡habían cumplido con su palabra!
Pero ahora nos faltaba la red de voleibol, empezamos a pensar cómo la podríamos fabricar, otra vez comunicándonos con los soldados de guardia, les solicitamos que necesitábamos algo que fuera como una cuerda larga; ellos nos respondieron que verían lo que encontrarían disponible; más tarde regresaron con un rollo de alambre de púas diciendo que era lo único que podían aportar; nos dimos a la tarea de sacar una por una las puntas dobladas de los alambres sin tener herramientas y buscando de alguna forma con un pedazo de madera o una piedra para destorcer las puntas; nos fuimos turnando en esta ardua faena hasta llegar a tener dos alambres largos libres de púas, amarrando cada extremo en las celdas adyacentes; ahora nos faltaba la malla; nuevamente vinieron las ideas, necesitábamos más camisetas y trapos viejos para deshilachar o hacer largas cuerdas para ir trenzando y amarrando como un telar de araña. Cuando finalmente terminamos de hacer esta obra todos nos sentíamos satisfechos de haberlo logrado y lo bautizamos con el primer partido. Yo por ser alto, delgado y atleta, fui uno de los mejores. Ya mi tiempo estaba dividido entre el ajedrez, practicar karate y jugar al fútbol o al voleibol; mi tiempo lo distribuía en todas estas actividades.
Siempre tratábamos de tener la mente ocupada, para no pensar en nuestras familias, muchas de las cuales estarían aguantando hambre, ya que la mayoría de los detenidos eran el sostén económico del hogar. Pasábamos la tarde realizando las mismas actividades; nunca se nos permitió recibir la visita de ningún familiar, quizás muchos de ellos no sabían a donde nos encontrábamos, si estábamos vivos, muertos o desaparecidos. Cuando salí de esta prisión, supe que mi familia me había buscado por todas partes, hasta en los anfiteatros, en otros centros de reclusión; quizás su situación y desesperanza era peor que la mía; siempre la misma respuesta, aquí no está y no sabemos nada de esa persona.
En una mañana nos encontrábamos alineados y reunidos en frente de cada respectiva celda, como lo hacíamos todos los días para cantar el himno nacional, y entre el grupo de detenidos se encontraba un hombre bajo de estatura con una joroba muy pronunciada , en esta ocasión estaba atrasado y solamente lo estábamos esperando a él, para cantar el himno nacional; el jorobado salió de su celda y caminando se alineó con el resto de detenidos; el sargento de guardia le grita con voz alta ¡ yo no tolero los atrasos o es que necesitas una escolta especial para que te despiertes!, el jorobado responde ¡es que no me siento bien!; el sargento le grita, ¡te vas a sentir mucho mejor si te despertamos a patadas ¡ , al parecer a este hombre le molestaron las palabras del sargento pues les dijo ¡claro, si los amaestraron para abusar de las personas, ¡ el sargento le da orden, ¡ te callas o te mando callar; ! aparentemente el jorobado entre su malestar y la amenaza del sargento siguió hablando diciendo, !Ustedes disfrutan golpeando a la gente!, ¡nosotros no somos criminales!. En ese momento se le acercaron los soldados quienes le entraron a culatazos y patadas haciéndolo rodar por la tierra, aun entre los golpes el jorobado les gritaba ¡perros culiados!, ¿acaso ustedes no son chilenos?, yo sentía que se me destrozaba el alma por no poder ayudarlo y decirle que se callara, en medio de las risas de los soldados, lo pusieron a girar, sobre su joroba, le daban vueltas como a un trompo, hasta que perdió sus fuerzas físicas y espirituales; ahora se le escuchaba el sollozo de hombre que lloraba su desgracia, los soldados alzaron su cuerpo dejando ver la mancha oscura de sangre en su camiseta, causada por el castigo tan brutal en su joroba, pienso que todos los que fuimos testigos de este severo castigo, jamás se nos olvidara; era un hombre incapacitado de defenderse y quería desahogar su frustración por medio de las palabras, pero por el contrario recibió una dura golpiza; finalmente los soldados se lo llevaron arrastrando su cuerpo, el sargento terminó diciendo, ¡no voy a soportar ninguna clase de rebeldía, y que esto les sirva de ejemplo!; también escuché que alguien anda con intenciones de suicidarse, que esa persona no se haga problemas, que nos diga quién es que nosotros le solucionamos ese deseo rápidamente; a partir de ese momento me quede pensando, teníamos un infiltrado entre nosotros, tenía que ser uno de los presos políticos y estaba pasando toda la información de lo que ocurría entre nosotros, en mis conversaciones había oído de este hombre que andaba tan frustrado y deprimido , que había expresado en más de una ocasión sus intenciones de quitarse la vida, ahora había llegado a los oídos de los soldados, de ahora en adelante tendríamos que tener cuidado con los comentarios.
Uno de los legados que heredé de mi padre fue una característica que lo distinguía de los demás, él siempre ha sido, y aun con sus 86 años todavía lo es, de ser el alma de la fiesta y de tener un buen sentido del humor, yo al igual que él, siempre encontraba la forma de producir un momento alegre y hacer reír a los que estaban alrededor mío, aunque muchas veces me llamaron payaso o hazmerreir y me daban diferentes calificativos tratando de opacar esta cualidad, pero que para otros en estos momentos nos traía tantas alegrías, muchas veces me callaba con tristeza, otras veces me daba pena y me mordía la lengua para no decir un chiste.
Pero esa noche estábamos todos alegres, el ambiente estaba para bromas; en un tono de exclamación le digo al Guatón Aranguiz, que en ese momento se estaba desnudando para acostarse, ¡hey guatón!, chucha compadre, me he dado cuenta que no tienes ni un pelito en el poto, y cuando te veo se me para la “tula”; todos respondieron con risas y silbidos de admiración para el gordo; inmediatamente el guatón se ruborizó y contestó: ¿ no tenís a quien hueviar?, le respondí, que tal si voy para tu cama y te doy un brochasito, pero así suavecito a lo pintor?, total los muchachos no le van a contar a nadie, ¿verdad muchachos?; de inmediato se escucharon las risotadas, y exclamando dijeron, ¡ noo a nadie ¡, uno de ellos añadió, ¡nosotros morimos “piola”!; Alonso, otro de mis compañeros, dijo en voz alta, ¡yo no digo nada, pero después voy yo, me lo dejas lubricadito!; era una atmosfera de picardía y risas, lo simpático era decir brutalidades y estupideces, solamente se escuchaban risas y más risas, casi gritando el Guatón Aranguiz exclamó, ¿ ustedes no tienen a quien huebiar?; estábamos todos en una risa general, cuando de forma imprevista y de una patada, abren la puerta, con la poca claridad de la noche, se ven las siluetas de los soldados disparando sus ametralladoras, parecían lenguas de fuego, con los focos alumbraban el interior de la celda y gritaban: ¡Los dos maricones para afuera!, ¡salgan afuera o los sacamos a todos!, rápidamente me levanté de mi litera y caminé hacia ellos diciendo, ¡ mi sargento solamente estábamos bromeando, pero cuando estuve a la entrada de la celda, recibí un culatazo en mi cara, que me reventó la boca y me aflojó los cuatro dientes delanteros superiores; caí a la tierra, inmediatamente, entraron a la celda, me agarraron de los pies y me arrastraron hacia afuera, luego me dieron patadas y culatazos, me desgarraron mi camiseta y mi pantaloncillo, dejándome totalmente desnudo; recuerdo que entre los golpes trataba de explicarles que era sólo un juego de palabras y que el Guatón era inocente, pero a las patadas y a los gritos, me mandaban callar, no querían oír nada ni les interesaban mis explicaciones, era una gritería espantosa; como pude, me puse de pie y después gritaron , !que salga el otro maricón!, el Guatón Aranguiz , sin tener culpa ninguna, tuvo que identificarse, el cual también fue golpeado y maltratado en la misma forma, hasta dejarlo desnudo.
Uno de los soldados gritó, bueno, si estaban calientes, nosotros los vamos a enfriar, van a seguir mis instrucciones; ¡ a correrrr!,! a correrrr!, ¡a correrrr!, a la misma vez que gritaban, disparaban sus ametralladoras, de sus cañones salían como llamas de fuego en la oscuridad; los dos comenzamos a correr, como lo habíamos hecho en nuestro tiempo de adiestramiento en la escuela de grumetes, pero ahora estábamos corriendo como dos locos, en dirección, donde nos alumbraban con los focos, sentíamos que las balas pasaban por nuestras cabezas; no sabíamos que nos iban hacer, a momentos apagaban los focos, era una noche oscura, la única iluminación era la tenue luz de las estrellas y los fogonazos de las ametralladoras; al momento se escuchó la orden: ¡tierraaa!…! tierraaa!…; rápidamente nos dejamos caer, quedando estirados con la cara contra la tierra; inmediatamente uno de ellos corriendo se acerca y vociferó, ¡noo!…, ¡así noo!…, cuando decimos tierra, ¡tiene que ser de piquero!, con la cabeza y las manos primero, o si no a las malas les vamos a enseñar cómo se hace, nosotros conocíamos los picaderos ,eran los castigos que nos daban cuando estábamos aprendiendo infantería, pero nunca lo habíamos hecho desnudos y descalzos nuestros pies ya estaban adoloridos por las piedrillas del terreno.
Luego escuchamos,¡ nueva orden!, ¡a pararse!, ¡a correr!, ¡a correr rápido!; los soldados corrían detrás nuestro siguiéndonos y disparando cerca de nuestros pies, las piedrecillas y la tierra que saltaban nos azotaban, los tobillos y las piernas; ello nos obligaba a correr más rápido; de repente gritan: ¡tierraaa!…, ¡tierraaa!…ya; esta vez me tiré de picada, arrastrándome, sintiendo que las piedrecillas, la tierra y la arena se incrustaban en mi cuerpo desnudo convirtiéndolo en una llama de ardor; seguían gritando con instrucciones casi inmediatas,¡pararse!…!,sentarse!…,¡pararse!…,¡acorrer!…,¡acorrer!…,!sentarse!, !pararse!…,!a correr!…; al sentarnos con la rapidez exigida, quedaban también las nalgas y las piernas raspadas y brotando sangre; tenía los pies tan adoloridos que apenas soportaban mi cuerpo, corriendo nos dirigen hacia una alambrada; esta clase de barrera formaba parte de una cancha de obstáculos como entrenamiento en la infantería de las fuerzas armadas; consiste en enterrar cerca de 20 estacas gruesas, en dos líneas paralelas a una distancia de 2 metros de ancho, cada estaca separada por un pie ( 30 centímetros) de distancia; luego se clavan los alambres de púas encima de cada estaca de un extremo al otro lado; la persona que cruce este obstáculo tiene que pasar lo más apegado al piso que se pueda, para evitar que los alambres de púas le causen heridas en la cabeza, la espalda o las piernas ; al llegar a este obstáculo nos gritan, ¡tierraaa!…, ¡tierraaa!…, ¡vaamos!, ¡vaamos!, apoyados en las rodillas y en los codos arrastrándonos por debajo de la alambrada hasta el otro lado, ! vamos yaa!, gritaban al mismo tiempo que seguían disparando y vomitando fuego de las ametralladoras; sentía mi cuerpo encendido, adolorido y raspado hasta mis genitales, también estaba asustado por esta crueldad, pero había que continuar si queríamos seguir con vida; mientras me arrastraba, las piedrillas se me incrustaban en mis codos, en los antebrazos y en las rodillas, tratando de seguir las ordenes de cruzar rápido no podía evitar las puntas de los alambres que me raspaban y con el movimiento se me abrían heridas en la espalda dejándome como líneas de fuego, aun así tenía que seguir rápido, lo más rápido posible pegado a la tierra no podía detenerme; en un momento escuché la voz llorosa y entrecortada de mi compañero que me decía: ¡chucha!! ya no doy más!, yo le respondí: ¡ánimo Guatón!, ¡Vamos compadre! que ya casi terminamos, puta perdóname compadre, es mi culpa, pero sigamos hueón, ¡vamos!,! vamos!, le daba ánimo, aunque yo en mi interior sentía que mis fuerzas y mi espíritu también se debilitaban, pero a la misma vez sentía el remordimiento y el pesar de haberle causado este sufrimiento, aunque no lograba entender el porqué de todo esto, el soldado que había escuchado la conversación se había dado cuenta perfectamente, que esto solo era una broma y no había ninguna mala intención en la picardía nuestra, pero existen esas personas que cambian el significado de alguna situación para denunciar y sentirse importantes a cambio del sufrimiento ajeno.
Cruzar la alambrada se me hizo una eternidad, con los dientes apretados de la rabia, de sentir mi orgullo herido e impotente para rebelarme y el dolor que ya lo sentía en todo mi cuerpo, avanzaba emitiendo gemidos y maldiciones; por fin llegamos al final de la alambrada, inmediatamente nos pusimos de pie, no acabábamos de hacerlo, cuando nuevamente oímos los gritos acompañados del fuego de las ametralladoras, ¡a correrrr!…, ¡ a correr!…;¡ al poozooo!, ¡ rápido para el pozo! , alumbrándonos con las linternas indicándonos la dirección a seguir.
El pozo quedaba cerca de las pipas de agua los soldados corriendo y con los disparos, nos dirigieron al centro del campo, cerca de un pozo que tenía aproximadamente dos metros de diámetro y tres metros de profundidad; este pozo lo habíamos excavado, con el fin de extraer agua, pero como sólo se encontró greda, salía una agua lechosa de color café y espesa, se había abandonado su objetivo inicial, convirtiéndose en un pozo para desperdicios, contenía un poco más de la mitad de su contenido putrefacto; a veces veíamos cómo los soldados arrojaban restos de comida y basura, y nosotros en la noche para no tener que ir tan lejos a los cajones de baño y no dejar el mal olor en la tierra donde transitábamos durante el día, orinábamos en el pozo, por el olor fétido, al pasar junto a él, los prisioneros escupíamos; algunos lo utilizaban para vomitar, cuando la comida se les indigestaba; por lo tanto contenía una mezcla de excremento y putrefacción, en el que hervían los gusanos, flotaban los elementos descompuestos y volaban unas moscas negras a su alrededor.
Al llegar al borde del pozo, nos detienen y nos gritan, ahora a refrescarse, vamos para adentro, vamos…vamos…; yo doy un salto con las manos arriba, pensando en la profundidad y el excremento; alcancé a hundirme cubriendo parte de mi rostro , irguiéndome tan pronto mis pies tocaron el fondo; enseguida levanté mi cabeza a flote escupiendo y limpiando mis ojos ,el Guatón, de un empujón cayó a mi lado, hundiéndose más, porque era más bajito que yo, quedando con los gusanos hasta el cuello; me imaginé que estaba empinado en los dedos de sus pies pues no hacía nada más que escupir; el borde de los excrementos me llegaba a los hombros; inmediatamente gritan, ¡tres segundos para hundir las cabezas o se las volamos!, cuento uno, dos, lleno mis pulmones de aire, cierro mis ojos, aprieto mi nariz con una mano y con la otra cubro mi rostro, doblo mis piernas y me hundo; en el lapso de tiempo que estuve sumergido, muchas imágenes de mi vida pasaron como fotografías por mi mente, una vez más no quería morir pero esto era horrendo, era indescriptible; a la misma vez vuelvo a la realidad, no siento al Guatón Aranguiz a mi lado, señal de que el Guatón no se había hundido; al sentir que mis pulmones estallaban porque no podía resistir más sin respirar, saqué la cabeza y emergí a la superficie, sólo para escuchar los gritos de los soldados y los gritos de mi compañero; al Guatón, lo amenazaban de muerte, de volarle la cabeza de un disparo, pero a éste ya nada le importaba, no paraba de reír y llorar, era una risa mecánica, involuntaria, les gritaba insultos y groserías a los soldados, ¡mátenme chuchas de su madre!, ¡qué están esperando!, ¡perros culiao!…., había perdido su sanidad, había perdido la razón y el juicio; pensé para mí que el Guatón se había vuelto loco; inmediatamente le tiraron una soga para sacarlo y apuntándome a mí con la linterna y gritándome ,!y voz conchetumadre ¡húndete o te volamos la cabeza!; nuevamente tomé aire para hundirme y aguantar la respiración ,cuando estaba sumergido sentí los pies del guatón que me rozaban supuse que lo estaban alzando fuera del hoyo, nuevamente tuve que sacar la cabeza para tomar aire, al abrir mis ojos con la luz de las linternas pude ver como lo sacaban arrastrado, pero de un grito escuché la orden, ¡hunde la cabeza otra vez!, esta acción la repetí tres veces, cada vez que emergía, de mi cabeza caía la suciedad y el excremento; dentro de mí sentía un inmenso dolor de pena y arrepentimiento, de haberle causado a un amigo esta tragedia, yo era el único culpable, por el solo hecho de querer reír y hacer reír a mis compañeros, pero, ¡qué caro pagaba esta osadía!, me trataba de reconfortar con el hecho de que fuera una locura pasajera, un ataque de nervios, me imaginaba que lo vería mañana en su sano juicio y curado de sus heridas. .
Al emerger, por última vez, me ordenaron ¡agarra la soga! La cual estaba colgando y ellos la alumbran con sus potentes focos de luz, al obedecer me arrastraron fuera del hoyo; con gritos y una risa burlesca me dicen, ¡ya te enfriaste!, Jaa..jaa.. ¡Se te pasaron las ganas de culiar! Jaaa..jaa..; mis oídos no estaban aptos para escuchar semejantes burlas después de este castigo y todavía les quedaba el valor para mofarse de mi situación,; ¿eran totalmente inmunes al sufrimiento humano?. Mientras caminaba de vuelta al cuarto lo hacía como un autómata, se caían los gusanos y desperdicios de mi cabeza y de mi cuerpo, el cual sentía como una brasa ardiente especialmente en mis heridas; me sentía ,como un ser perdido, es como estar ausente en vida, es difícil encontrar las palabras para describir este sufrimiento humano.
Una vez en el interior, frente a mi litera, no me atreví a acostarme, pues estaba aún cubierto con toda clase de basura que se adherían a mi cuerpo ensangrentado; temblaba del dolor y de la rabia, estaba herido en lo más íntimo de mi ser, en la dignidad humana que tiene toda persona; tomé una camiseta, volví a salir de la celda y comencé a limpiarme, lo hice lo mejor que pude, pero tuve que repetir esta limpieza pues la primera camiseta quedo empapada; después de un rato tratando de quitarme lo asqueroso y la suciedad, quedando el olor maloliente, pensando en esperar hasta la mañana siguiente, para bañarme y limpiarme, no quería dejar esa pudrición y hediondez en mi lecho; me apoyé suavemente en la pared de tablas, doblé mis piernas y me senté en el piso de tierra; era un silencio absoluto, mis compañeros que aún estaban despiertos, pero no se atrevían a decir nada ni a preguntar nada, probablemente por no herir en ese momento mis sentimientos o por temor a que los soldados estuvieran escuchando.
Permanecí un largo tiempo sentado con mis brazos alrededor de mis piernas encogidas, y mi cabeza apoyada en mis rodillas; lentamente me fui acostando de lado para quedar encogido, utilizando mi brazo para apoyar mi cabeza; mi mente era un desorden emocional, me sentía humillado, despojado de toda dignidad humana; fui entrando en un estado de desolación y tristeza, ya no quería seguir viviendo, había perdido todo incentivo por la vida, recordé cuando era niño y mi madre y mi abuela me llevaban a la Iglesia y me hablaban de Dios, me decían que no hiciera cosas malas porque Él me estaba mirando desde el Cielo; mi abuela tenía el dicho, !Dios castiga pero no a palos!, ¿ cómo yo podía creer esto, encontrándome en estas circunstancias?; me era difícil creer que existiera un Dios; yo no era una persona que visitaba la Iglesia ni creía en milagros pero tampoco creía merecer un castigo semejante y me quede pensando, dirigí mi vista al cielo y con mis ojos aguados en lágrimas le dije, ¿ si en realidad Tu existes? y Tu eres el creador, !, Tú me diste la vida, ahora te la doy de vuelta, no quiero seguir viviendo, quiero cerrar mis ojos y nunca más volverlos a abrir, te lo pido de corazón, si Tú en realidad existes, escucha mi ruego, ya no quiero seguir viviendo , sentía como las lágrimas corrían por mi rostro, le estaba entregando mi vida.
Cerré los ojos y quedé adormilado; perdí la noción del tiempo, cuando de pronto vi que de la penumbra se me acercaban tres figuras como flotando en el aire, solamente podía distinguirlas de la cintura para arriba; venían cubiertas como con un velo de novia que cubría su rostro, pero podía ver el color de los velos, que se iluminaban en la oscuridad, eran amarillo, rosado y azul , al estar frente a mí la primera alzó sus manos y abriendo el velo amarillo hacia los lados me mostró su rostro angelical de mujer y me dice, ¡yo soy Fe!; seguida del velo rosado quien también abre su velo y con una sonrisa me dice, ¡yo soy Caridad!; la tercera continúa con el mismo accionar y me dice, ¡yo soy Esperanza!; eran tres mujeres con unos rostros bellísimos que describían todo lo hermoso que podría imaginarme de este mundo; reflejaban tantos sentimientos juntos que entré como en un éxtasis de alegría y de gozo espiritual.
Cuando la primera, la del vestido amarillo, me quedo mirando con unos ojos los cuales reflejaban una gran dulzura y con una leve sonrisa me habló, ¡yo soy Fe, tienes que tener fe en ti, tienes que aprender a tener fe en la vida, fe en tus actos para poder sobrepasar todos los obstáculos que se te presenten en la vida; el hombre no nace hombre, el hombre se forja en el camino, a través de todos los problemas y las barreras que debe vencer ; si tú tienes fe en ti mismo, nadie puede quebrantar tu poder; debes tener fe toda la vida, no importa lo duro o imposible que parezca el problema, nunca debes darte por vencido; la fe no se compra ni se regala, tampoco te la pueden quitar es tuya, tú no puedes perder la fe; ella te debe acompañar en todos tus actos por el resto de tus días; ten fe en ti mismo y siempre estaré contigo!.
La segunda dama; Caridad, con su velo rosado, reflejaba tanta dulzura en su sonrisa y en su forma de mirar ,que no era necesario que hablara, sentía que me invadía una energía positiva indescriptible , me habló con bondad y con cariño y me dijo: ¡aprende a aceptar y a convivir con los seres humanos, todos pertenecen a este mundo, aprende a aceptarlos, porque no hay dos iguales, por más injusto que parezca lo que estás viviendo, ayuda a los necesitados, tienes que entender que todos tienen diferentes destinos; entiende y acepta las diferencia de acciones y sentimientos, no los culpes, todos son humanos, comparte con ellos lo mejor que puedas, acepta y entiende todo sentimiento , aunque te parezca injusto el castigo todos en algún momento van asumir sus acciones, entiéndelos, no tienen la culpa, ellos también sufren, pero les toca actuar, convive, ten sentimientos, entiéndelos, piensa en ellos, compréndelos!.
Me habló la tercera virgen, Esperanza, con su velo azul, su mirada y su rostro reflejaba una humildad y una paz eterna, me dijo: ¡ nunca debes darte por vencido, siempre existe una esperanza en toda situación, Tienes que tener la esperanza que quizás algún día te acuerdes de este mal momento, nadie puede quitarte la esperanza, en todo problema que encuentres en la vida hay una esperanza de solucionarlos y seguir adelante por más difícil que parezca el camino, yo soy tu esperanza, eso es lo que tú debes tener dentro de ti, es lo último que no debes perder; la esperanza existe en cada uno de nosotros, es el sentimiento más hermoso de cada ser humano para solucionar todo; la esperanza te da vida cuando te sientas muerto, algún día te acordaras, porque no sabes lo que te depara el destino; ten confianza en ti, recuerda que no hay ningún sufrimiento eterno, siempre hay un mañana y podrás recordar éste momento , la esperanza siempre debe vivir en ti; no puedes perderme, siempre estaré contigo!.
Es importante para mi decir esto porque no puedo repetir las palabras literalmente exactas, es imposible de encontrar las que ellas usaron para darme este mensaje de amor, pero lo entendía perfectamente en la forma como estas damas se turnaban para hablarme, cada frase concordaba con el siguiente mensaje, yo movía mi cabeza mirando sus rostros y escuchaba como poseído por algo que estaba por encima de mi voluntad, me lo decían por frases separadas, estando todo sincronizado, para darme el regalo de la vida con una infinita energía, cada vez que lo recuerdo siento que para mí fue algo celestial, divino, espiritual o no sé cómo llamarlo; quisiera añadir diciendo que pienso que todos debemos tener un ángel lo difícil es despertarlo o encontrarlo, son muchos los testimonios de personas que han estado al borde de la muerte ,en peligro, y han sobrevivido para contar su experiencia con algo sublime, para mí este mensaje me ha guiado durante toda mi vida.
Al amanecer al día siguiente cuando abrí los ojos me sentía adolorido, tullido, y mi cuerpo doblado en la tierra aun tiritaba, me enderecé, tomé una toalla jabón y champú y me dirigí a las pipas de agua para quitarme el mal olor, lavarme las heridas y tratar de evitar alguna infección, ¡pero quería vivir!; había despertado con un nuevo incentivo, no importaba lo que me hicieran, quería seguir viviendo, en mi mente aún estaban las imágenes de estas tres vírgenes que ahora al recordarlas eran una inspiración divina y me producían una sonrisa de bienestar y deseos de seguir viviendo.
Al llegar a la celda, Jaime Salazar, uno de mis compañeros conocido como el Mente me preguntó: ¿estás bien Lolo?, yo sólo le contesté, sí; entendieron que quería estar sólo, me quedé tendido en mi litera, meditando acerca de mi mensaje, hasta que llegó la hora del desayuno, al regresar nuevamente me tendí en la litera, no quería hacer mis ejercicios de karate, no quería jugar ajedrez, solamente quería recordar mi aparición; mis amigos Mejicano y el Negro Gómez que dormían en diferentes celdas, se habían enterado que yo había sido uno de los afectados por el picadero de la noche anterior y llegaron a buscarme a mi celda, al verlos me levanté de mi cama con la intención de saludarlos estirando mi mano, pero el Mejicano era una persona muy afectuosa se me acerca y me da un abrazo diciendo, ¿como estai lolito?, yo le contesto, bien compadre; mientras abrazaba al Mejicano, me quedo mirando al negro Gómez quien estaba parado al lado nuestro con sus brazos cruzados, preguntándome, ¿ y vos hueón no vai a hacer los ejercicios?, hablándoles a los dos les digo que me perdonen por hoy porque me siento adolorido debido a que quedé un poco maltratado por el castigo de anoche, el Mejicano me queda mirando, alza su brazo derecho abrazándome y me dice, ¡está bien compadrito, pero si necesitas algo me buscas, yo le contesto, gracias compadre, el negro Gómez se despide diciendo, ok Lolo descansa; el negro Gómez no era demostrativo ,el ocultaba sus sentimientos, yo sabía que existía un cariño especial entre nosotros pero yo lo entendía y aceptaba su forma de ser.
Nuevamente me volví a tenderme en mi cama para seguir meditando, me hablaba y me dije, voy a luchar hasta el final, esperanza tenía razón, si logro sobrevivir de esta experiencia, después puedo recordar lo duro que fue; estaba optimista, seguro que saldría avante, fue como volver a nacer.
Esa aparición me marcó para el resto de mis días, me salvó la vida, porque volvió a renacer en mí la esperanza por vivir, la esperanza de que algún día saldría de este infierno, pero para ello necesitaba un impulso adicional y ese impulso llegó del más allá; no lo sé, lo único que sé es que salí fortalecido de esa aparición y con nuevos ánimos de continuar luchando por mi supervivencia y por salvar mi vida; creo que existe un más allá y que nos suministra esa voz de aliento en el momento que más lo necesitamos, que nos da una fuerza adicional superior cuando estamos al borde del desfallecimiento.
Durante los días siguientes tenía un debate mental en contarles sobre la aparición a mis compañeros o callarme, pero si callaba me sentía egoísta por no compartir algo tan significativo para el estado anímico, puede que ellos también entiendan el mensaje, me preguntaba por qué yo quería que mis compañeros sintieran este mensaje de vida, quería compartir con ellos, para que tuvieran más fe en sí mismos y más esperanza, la que necesitaban en la situación en que nos encontrábamos; estando en una noche de silencio decidí tomar la palabra y les conté la aparición que tuve con las tres vírgenes, quería que ellos recibieran esa fuerza adicional y celestial; pero sin excepción todos se quedaron en silencio, sin decir palabra alguna hasta el otro día, que noté que me miraban diferente, creyeron que me estaba volviendo loco y me trataban con pena y compasión.
Pensé en contarle a una persona Evangélica que estaba en nuestro grupo, al que nosotros precisamente por esa razón le decíamos el Hermano Nelson Córdova; pensé que posiblemente él podía entenderme y valorizar el mensaje, pero también guardo silencio; al pasar los días sentía que la reacción era colectiva, me trataban con pena, aunque yo sin darme cuenta andaba como ausente; al llegar la noche tendido en mi cama miré hacia el cielo con frustración y me pregunté, ¿qué puedo hacer?, quiero ayudar pero nadie me cree, después de un lapso de tiempo tuve la respuesta, “ese mensaje era solamente para mí”, nunca más volví a mencionarle nada a nadie sobre la aparición; me la guardé hasta hoy día que la comparto con todos ustedes.
Después de esta experiencia han pasado más de treinta años y nunca he sido un hombre religioso, ni nunca he vuelto a molestar ni a pedir nada, por lo contrario, hay ciertos momentos que he sentido una infinita alegría y me he sentido tan dichoso, tan agradecido de estar con vida y de tener una familia, el hecho de ver mis hijos nacer, de verlos crecer, cuando he conseguido ciertos logros materiales que nunca pensé llegar a tener, he mirado al cielo y con una sonrisa de satisfacción, de todo corazón le he dado las gracias al creador y a mis tres ángeles.
Después de estar detenido seis meses en Isla Riesco en Colliguay, cada cierto tiempo el sargento encargado gritaba los nombres de las personas que tenían que preparar sus cosas porque debían ser trasladados, como no sabíamos para dónde, solamente especulábamos, posiblemente a un nuevo recinto de detención, o probablemente los llamaban porque les iban a dar la libertad; era un tormento que continuamente teníamos, no sabíamos si la llamada de nuestro nombre era para bien o para mal, si alegrarnos o entristecernos; era una incertidumbre que nos acompañaba, cuando nos formaban para que el sargento, sacando la lista del bolsillo llamara los nombres preseleccionados; con el tiempo nos enteramos que debido a las condiciones tan inhumanas en que nos tenían, había intervenido la Cruz Roja Internacional y poco a poco los llamados eran trasladados a otros centros de detención.
Estaba sumido en mis pensamientos, cuando llega la orden de preparar nuestras cosas, ya que íbamos a ser trasladados dentro de una hora, mis compañeros y yo dialogábamos, los soldados nos habían compartido un mínimo de información para tranquilizarnos ya que éramos marinos y los soldados eran infantes de marina, esa simpatía se llamaba chilenismo, era normal, éramos hermanos de nuestra tierra, nunca nos imaginamos que seríamos divididos por diferencias sociales, por política, por ideologías, por ambiciones de poder y más que todo por influencias extranjeras; nadie nunca nos había preparado para vivir estos momentos; pero esta vez nos habían dicho en forma precavida que éramos trasladados a un mejor centro de detención.
PRESO EN EL CAMPO DE CONCENTRACION DE PUCHUNCAVI
Puchuncaví es un pequeño poblado que está situado en la parte central de Chile, a una hora de Valparaíso.
UBICACIÓN DEL CAMPO DE PUCHUNCAVI
Este centro de detención lo habían construido, reformando un grupo de casas de veraneo de este famoso balneario, en el cual los primeros detenidos estaban siendo forzados a instalar los postes y a rodearlo con alambres de púas, también construir las torres de vigilancia y otros trabajos diversos.
El balneario había sido construido en el gobierno del presidente Allende; era una serie de viviendas con pabellones tipo A, con departamentos, para que los trabajadores del gobierno pasaran sus fines de semana durante el verano; cada pabellón tenía 40 metros de largo, dividido en cuartos para cada familia.
Nuestra rutina diaria era la siguiente:
7.00 Levantada
7.30 Himno Nacional
8.00 Desayuno con avena caliente y pan.
Seguidamente nos daban instrucciones de trabajo para asegurar la privacidad de este nuevo campo de concentración.
12.0 Almuerzo con carne, estofado y sopa caliente
Por la tarde lavábamos la ropa, para lo cual nos suministraban jabón, o realizábamos más actividades deportivas.
17:00 Onces con sándwiches y té caliente.
17:30 a 18:00 Actividades deportivas internas o lectura, con libros suministrados por la administración.
18:30 Acostarse.
Con el nuevo régimen, fue cambiada completamente su infraestructura y de un lugar veraniego pasó a ser un campo de concentración para albergar a los presos políticos, contrarios del nuevo gobierno; pero habían interrogatorios y torturas; se veían llegadas y traslados de prisioneros, mientras nos tenían trabajando afuera, podíamos distinguir algunas acciones y movimientos con los detenidos, para lograr una mayor seguridad y evitar la fuga de los presos, fueron instaladas cercas de alambre, similares a las que existían en el campo de concentración de Isla Riesco. Había un poste cada tres metros, en la parte superior tenía enrollados una doble alambrada de púas, con torres de vigilancia, cada 50 metros, de 8 metros de altura, desde donde se alcanzaba a divisar el pueblo de Puchuncaví, ya que estaba ubicado en el borde del mismo nombre.
Algunos de los detenidos hacían hoyos bien profundos para luego instalar los postes, pisotearlos y asegurarlos para que quedaran extra firmes, toda esta labor era supervisada por los guardias, no podíamos avanzar hasta que ellos revisaran y así poder continuar después de la inspección, otros reclusos pintaban las cabañas y los pabellones; al final del día había que limpiar y organizar las herramientas y lavar las brochas.
Uno de los detenidos en el proceso de limpieza de las brochas, después de sacudirla tratando de quitarle el máximo de agua para secarla, se le ocurrió pasarla por una reja de alambres escribiendo las letras M.I.R. …lo que a simple vista no se veía nada porque era de día, pero al llegar la noche con la luz de los focos gigantes las letras se podían distinguir como una sombra. Inmediatamente fue informado el oficial de guardia el cual dio instrucciones al sargento, que enseguida llegó corriendo con un pelotón de soldados dando gritos de salir afuera de las cabañas y correr hacia la cancha de futbol, el mismo terreno liso de tierra color amarillenta con piedrillas, duro como el concreto; es común encontrar este tipo de terreno en Chile. A gritos nos daban las órdenes de correr rápido, a la vez que los soldados nos daban culatazos y patadas, corriendo a nuestro lado y gritando, ¡apúrense!, ¡corran comunistas culeados!; momentos como éste nos tomaba de sorpresa; la gran mayoría de nosotros, en nuestras mentes nos preguntábamos, qué de malo habíamos hecho para haber causado este tipo de reacción y maltrato.
Al estar todos agrupados el sargento dirigiéndose a nosotros en alta voz, nos grita: “aparentemente aún les queda el espíritu de revolucionarios, quiero saber quién o quiénes escribieron la sigla MIR en la reja”; hubo un momento de silencio, casi todos nos quedamos mirando y nos hicimos la misma pregunta , ¿ a quién chúcha se le ocurrió escribir estas letras, cuando este grupo de izquierdistas revolucionarios eran los más buscados y odiados por los militares y la oposición?, ahora entendíamos la gravedad de esta situación y el castigo que nos esperaba; como el silencio continuaba y el culpable no se delató, el sargento dijo: “aunque haya sido uno sólo, todos pagan por él ”, alzando su brazo derecho y luego apuntando hacia la izquierda de él grita: “a correr!, a correr!”; nuevamente esta acción va acompañada de culatazos, patadas y empujones, después de unos segundos se escucha la segunda orden, “!tieerraaa!!”; ya estábamos familiarizados con esta maniobra, nos estaban dando un picadero; ¡Pararse!, inmediatamente como movidos por un resorte, nos erguíamos; no terminábamos de pararnos cuando recibíamos la siguiente orden de: ¡A correr!, salíamos inmediatamente, los más lentos recibían de nuevo la orden acompañada de culatazos, patadas e insultos; en seguida oíamos el grito de ¡sentarse!, lo hacíamos casi automáticamente, no había lugar para el cansancio; nos repetían la orden de correr, levantarse, sentarse; así durante unos 30 minutos. Estábamos cansados, raspados, maltratados, transpirados y tendidos con la cara pegada contra la tierra, oliendo el polvo levantado por este picadero, cuando el sargento dice: “esto es lo que yo opino del comunismo”, procedió a bajarse el cierre de su pantalón para sacarse el pene y empezó a orinarse mientras caminaba por encima de nuestros cuerpos, seguido por los soldados quienes inmediatamente repitiendo la misma acción; se orinaban por todos los lados apuntando con su orín a la cara y la cabeza nuestra, muchos de ellos con una risa burlesca. Este fue otro de los actos denigrantes y asquerosos muy difíciles de entender e imposible de olvidar.
Se me trasladó a este nuevo sitio de detención en abril de 1974; qué diferencia con el campo de concentración anterior; las condiciones sanitarias eran mucho mejores; había electricidad, agua, baños individuales y piezas mejor construidas en madera, la cual era más térmica, especialmente para la temporada de invierno; en forma alegre me habían dicho mis amigos, la comida era variada; al día siguiente de mi arribo, el sargento de guardia hizo el anuncio que teníamos derecho a tener visitas y que nos iban a proporcionar con papel y lápiz para escribir a nuestros familiares, esta noticia me llenó de alegría y optimismo, me regresaba el alma al cuerpo y no podía evitar tener una sonrisa en mi cara, de pensar en volver a ver a mi padre, a mi familia y por supuesto a mi novia Gina; había sido una larga e intensa espera, por primera vez en nueve meses, fui a buscar papel y lápiz y con mucho entusiasmo empecé a escribir comunicándoles que estaba bien y que tenía muchas ganas de verlos, pensando que algunos de los soldados o alguien que estuviera a cargo, fuera a leer mi carta para enterarse de la información que estábamos dando, no me atreví a hacer ningún comentario de los castigos y maltratos sufridos además esa noticia les causaría pena y sufrimiento; no mencioné nada al respecto, así pude comunicarme con mi familia mediante la carta que les envié, en ella les decía que estaba vivo y que permitían visitas, solamente los días domingo, que sería para mí una gran alegría volverlos a ver y que esperaría ansioso por una respuesta de ellos.
Poco después de una semana tuve respuesta de mi padre anunciando su visita para el domingo siguiente. Toda mi familia había vivido en la incertidumbre por nueve meses, yo nunca había dejado de pensar en ellos, mi ansiedad crecía día a día; hasta que finalmente llegó el encuentro, al vernos con mi padre, caminamos con los brazos abiertos hasta encontrarnos y abrazarnos fuertemente emocionados, con sus ojos bañados en lágrimas, me decía con voz entrecortada, tanto que le he pedido a Dios y a la Virgen que te cuidaran, he rezado mucho por ti y que le había hecho una “manda” a la Virgen de Lo Vásquez, que si me encontraba vivo, entraría de rodillas al templo, el cual es un largo camino pedregoso con escalinatas; con el tiempo me enteré que cumplió con su promesa , llegando con sus rodillas raspadas y ensangrentadas resistiendo el dolor hasta llegar; al interior del templo y a los pies de la estatua de la Virgen,; él le ofreció este sufrimiento a cambio de mi vida para demostrar su agradecimiento.
Lo sentí feliz de haber encontrado vivo a su hijo, ese amor por mí me emocionaba, este era mi padre que habiendo sido tan riguroso conmigo cuando era muchacho ahora me mostraba lo que yo significaba para él; cuando uno es niño muchas veces no entiende el comportamiento de los padres, llegamos a pensar que no nos quieren porque nos enseñan obediencia, buena conducta, disciplina, honestidad y responsabilidad, pero lentamente todo llega a su tiempo, y ahora estaba viviendo la segunda lección de amor de mi padre, la cual me lo demostraba con sus lágrimas salidas de lo más profundo de su ser, demostrando el amor que un padre tiene hacia su hijo, ésta era la escuela de la vida. Después abracé a mi madrastra con quien había tenido desavenencias en mi juventud, ella era una persona muy organizada y aseada, todos los días arreglaba la casa, se olía a limpieza, admiraba y saboreaba su forma de cocinar los típicos platos sureños, los dulces y los kuchens, como su origen es de la ciudad de Osorno, cocinaba con la influencia alemana, con el paso del tiempo llegué a quererla y a admirarla, por eso la llamo mamá, luego procedí a abrazar y besar apasionadamente a mi novia Gina, agradeciéndole su visita y con quien nos conocíamos desde temprana edad, al despedirme de ellos me sentía diferente, empezaba a recobrar el optimismo, ya no me sentía tan solo, esa noche me quede dormido con una alegre sonrisa.
Pasaba el tiempo y pensábamos si hasta ahora habíamos logrado sobrevivir sin haber sido ejecutados ¿cuál sería el próximo paso y cuánto tiempo más pasaríamos en estas condiciones?; ya teníamos desesperación por obtener la libertad; pero por el momento eso era imposible porque éramos considerados un peligro potencial para el nuevo régimen. Después de 2 meses en Puchuncaví, poco a poco los detenidos eran trasladados para la cárcel de Valparaíso, yo era uno de los últimos 12 marineros que quedábamos; una razón era que había logrado ser ayudante de cocinero, comía sabroso, me trataban con dignidad pero solo era ficticio y sólo pensar en llegar al recinto tan denigrable y asqueroso en medio de los antisociales me repugnaba la idea, pero no tenía alternativa, por ser ayudante de cocinero fui trasladado en el último grupo.
Finalmente llegó el momento, nos dieron la orden de empacar nuestras cosas, mientras lo hacía, hablaba con mis compañeros, ¡vamos hacerle una visita al Guatelapi!, ¡Si ¡vamos a ver los patos malos!. Al momento llegaron los soldados ordenando que saliéramos con nuestras cosas, primero nos esposaron con las manos adelante, esta vez éramos trasladados en un bus color verde oscuro, el cual se encontraba dentro del campamento frente a las cabañas, al subir al bus nos dieron orden de dejar nuestras cosas en los asientos y después sentarnos en el piso, cuando habíamos terminado, nos encapucharon (siempre lo hacían cuando nos cambiaban de un lugar a otro, así no sabíamos por dónde pasábamos ni a dónde nos dirigíamos); aunque en ese momento sabíamos, porque nos lo habían dicho que éramos trasladados a la Cárcel Pública de Valparaíso; ¿por qué volver a ese establecimiento, ahora como no éramos militares seríamos procesados como civiles?, ¿sería finalmente sentenciado por sedición y amotinamiento?, ¿sería condenado a pasar en la cárcel de 5 a 10 años?; por mi mente pasaban muchas preguntas pero siempre se quedaban sin respuesta.
Al iniciar el viaje nos dimos cuenta que no nos prohibieron hablar aunque esposados y encapuchados nos comunicábamos haciendo algún chiste o diciendo algo jocoso para quebrar el silencio, recuerdo uno de mis reclamos: ¡chuchas que está duro el piso!, y como no tengo poto, no tengo como amortiguar los saltos del bus!. Pasaron 20 minutos de viaje y olimos como a aceite quemado, entonces asumimos que íbamos cruzando las refinerías de ConCon, más tarde escuchamos los gritos y la euforia de mucha gente alegre, asumimos que pasábamos por el balneario de Reñaca, cuando el bus bajó su velocidad, doblando continuamente en cortas distancias, supusimos con mayor certeza que estábamos en Viña del Mar, conocíamos estos lugares debido a que en esta ciudad están las escuelas educacionales de los marinos; además estos balnearios son conocidos en todo el mundo formando parte del litoral chileno que siempre ha sido y será un atractivo en el turismo internacional; ahora me estaban llevando nuevamente a la cárcel pública; ¿sería el paso a mi libertad?; ¿estaría acercándome a un juicio final?; ….
Un día por la tarde, ya oscureciendo, me encontraba en mi celda cuando oí que los guardias gritaban mi nombre, ¡ Jaime Espinoza!, mi amigo Víctor Martínez (el “Perrito”), se asoma en el umbral de la puerta y me dice: Lolo, te están llamando hueón , Me pareció extraño, a la vez, que mis amigos en la celda me miraban curiosos; rápidamente me paré de mi cama y caminé hasta apoyarme en la reja del tercer piso y les respondí con un grito, ¡Aquí!; el guardia me responde,! baja con tus cosas!; al escuchar estas palabras, todos abrimos los ojos sorprendidos y quedamos mirándonos, el Mejicano interrumpe diciendo: conchetumadre estai libre; para mi, esa frase era como un imposible y no le puse atención, me di media vuelta y comencé a reunir mis pertenencias mientras que mis amigos al escuchar las palabras del guardia empezaron a llegar, el “Boleto” me preguntó, ¿te vas Lolito?, el “Negro” respondió: se va para la casa a echar “cachita”, Bernardo exclamó, ¿estai hueon?, son las mujeres que lo están esperando para cortarle los cocos, ellos se reían, yo estaba serio, confundido sin decir palabra alguna, no tenía humor, mi mente era un nudo de pensamientos, al poner mi ropa en una bolsita me enderecé, me quedé mirándolos y empecé a abrazar fuertemente a mis amigos, mientras ellos me decían, ¡cuídate Lolito!, ¡suerte compadre!, Carlos (el “Choro Alvarado”) me preguntó, ¿te vas libre Lolo?, no sé para donde voy, le respondí, no tengo idea porqué me llamaron, me dio un abrazo y me dijo: bueno, suerte compadre, Julio Gajardo me dio unas palmaditas en la espalda diciéndome: parece que hasta aquí llegamos juntos, escribe y manda frutas, Nelson Cordova (el “Hermano”), me abrazó y me dijo al oído: que Dios te acompañe Lolito.
A medida que caminaba y me despedía, sentía una mezcla de emociones, quizás éste era el día tan esperado, pero ¿por qué solamente yo y no mis amigos?, me sentía mal al dejarlos, no quería que fueran a pensar que en algún momento les había sido desleal, que aunque no habíamos llegado juntos, ahora éramos como una familia, pero ¿a dónde podrían llevarme?; al llegar frente a los guardias que me estaban esperando, les pregunté, ¿ me pueden decir adónde me llevan?, uno de ellos me respondió, no sabemos nada pero hay unos soldados esperándote, al escuchar esto, mi corazón aceleró el ritmo; caminamos por un pasillo, antes de llegar a la oficina, uno de ellos me ordenó dejar la bolsa en el piso y colocar las manos atrás, me pusieron las esposas y también la capucha negra sobre la cabeza, cuando me cubrieron la vista, sentí miedo y mi corazón aumentó los latidos; por mi mente volvieron a pasar las imágenes de los momentos tan horrendos que había vivido y que me tuvieron al borde de la muerte; le pregunté a los guardias: ¿por qué la capucha?, uno de ellos me contestó: esas son las ordenes, seguidamente me agarró por el brazo y me dijo: ¡camina!, después de unos pasos nos detuvimos para que nos abrieran la última puerta de barrotes que era la primera para entrar al recinto penal, caminando un corto lapso de tiempo me soltó del brazo, inmediatamente otra persona me preguntó mi nombre, al responderle me agarraron de los brazos ordenándome, ¡camina!; después de unos pasos, recibí una nueva orden, ¡detente, levanta un pie y baja la cabeza!, subí un escalón y casi alzándome me entraron a un vehículo y me sentaron, yo sabía que cuando efectuaban una acción de éstas, no permitían que el detenido hablara, tuve que mantener silencio, en mi imaginación me preguntaba, ¿dónde me llevan?, ¿qué van a hacer conmigo?, me decía “Dios mío no me abandones, si me has mantenido con vida hasta aquí, estoy a Tu disposición para realizar cualquiera de tus obras”, reaccionaba preguntándome, ¿alguien me habría acusado de nuevos cargos, me habrían confundido con otra persona?, pasaron unos minutos y el vehículo se detuvo, me ordenaron bajar, nuevamente obedecí la orden de caminar, escuché abrir y cerrar puertas, hasta que me sentaron en una silla, pasaron unos minutos y escuché una voz con acento extranjero que me preguntaba;
Interrogador: ¿Cómo te llamas?
Jaime: Jaime Espinoza
Interrogador: Cuáles son tus cargos
Jaime: Se me acusa por sedición y motín.
Interrogador: Tú estabas en el Centro de Telecomunicaciones en la Quinta normal en Santiago.
Jaime: Sí señor
Interrogador: Tú eras el líder comunista en Santiago y hacías reuniones para conseguir más integrantes
Jaime: No señor, como siempre lo he dicho, en la reunión todos dábamos opiniones para evitar matarnos entre chilenos.
Interrogador: ¿Cómo sabían que se iba a dar un golpe militar?
Jaime: Yo pienso que todo el país lo presentía.
Interrogador: Tú estabas en contacto con los otros marinos.
Jaime: No señor, siempre lo he dicho, yo no los conocía.
Interrogador : Ellos confesaron que te conocían.
Jaime: No señor, solamente los conocí estando preso.
Después de esta última pregunta hubo un momento de silencio, escuche el abrir de una puerta, luego sentí que me agarraron por los brazos, alzándome nuevamente me hicieron caminar para entrar probablemente al mismo vehículo en que me habían transportado a este lugar, después de un corto viaje nos detuvimos y procedieron a bajarme, luego oí el ruido del carro que se alejaba mientras me hacían caminar agarrado por los brazos, después de un corto lapso de tiempo nos detuvimos, me quitaron la capucha, al mirar alrededor me di cuenta que estaba en el interior de un edificio, después procedieron a sacarme las esposas, me entregaron la bolsa con mis cosas; uno de los soldados me ordenó, ¡sigue por este pasillo hasta el final, a mano izquierda hay una oficina de secretaría, entra, allá te están esperando!; yo no entendía nada, estaba totalmente confundido, quería creer que éste era el día tan esperado, pero no podía celebrar, también pensaba que quizás me habían traído solamente para entrevistarme con un alto oficial, probablemente éste era un edificio totalmente resguardado y era imposible escaparse, mientras caminaba no dejaba de imaginarme algo que fuera lo contrario a mi libertad, era demasiado increíble para aceptarlo, estaba sumido en estos pensamientos, cuando veo salir un hombre de la oficina a la cual me dirigía, me quedo mirándolo; no podía creer lo que mis ojos veían, era mi padre quien también me había visto y abría sus brazos caminando hacia mí, yo también los abrí, sin decir palabra, nos fuimos acercando, sentí que una emoción se apoderaba de mi ser, apreté mis dientes y arrugué los ojos para evitar las lágrimas; al chocar nuestros cuerpos nos abrazamos fuertemente y él me dice al oído, “estás en libertad”, ahora sí podía llorar de alegría y lo hacía en los hombros de mi padre a quien continuaba abrazando; después de un lapso de tiempo, él también emocionado me dijo, “ tienes que entrar a la oficina a firmar algunos documentos”, al ingresar me llamó la atención de ver un gran salón, en un rincón había un hombre uniformado de la Armada, y cerca de la puerta de entrada había un hombre vestido de civil sentado frente a un escritorio, al acercarnos me preguntó: ¿usted es Jaime Espinoza?, yo mirándolo a los ojos le contesté, sí señor, luego se dirige a mi padre y le dice, Don Eduardo, tengo que hacerle unas preguntas a su hijo, ¿ puede esperar afuera por favor?”, por supuesto, responde mi padre y procede a abandonar la sala cerrando la puerta, el hombre se queda mirándome y me dice, usted tiene que querer mucho a su papá, usted está libre por él, ha venido muchas veces a pedir y rogar por su libertad, hoy día tuvo un quiebre emocional haciéndonos la promesa con una pistola y que se mataría frente a nosotros; nos gritó que él nunca había sido arrestado y que ningún miembro de su familia había sido comunista, que toda su vida había vivido de su trabajo, actuando con honestidad, que su record era intachable terminando en un quiebre emocional; por su padre nos hemos contactado con el fiscal a cargo y se hizo una consideración especial, dejándolo que hoy salga bajo fianza, se va a mantener encerrado en su casa y una vez por semana deberá presentarse para firmar a la base más cercana; su padre se ha hecho responsable por usted. Después de firmar los respectivos documentos extendí mi brazo despidiéndome con un apretón de manos en agradecimiento por la información que me diera de mi padre y la consideración que tuvieron conmigo al dejarme en libertad.
Salimos los dos caminando de la fiscalía militar en Valparaíso; qué sensación tan hermosa, sentirse libre, ser dueño de la libertad es un privilegio que no se aprecia hasta que se pierde, me parecía que habían pasado tantos años que hasta el aire que respiraba lo olía diferente; aunque estaba oscuro, mi vista no se cansaba de mirar a los alrededores y hasta los sonidos de los vehículos al pasar eran música para mis oídos; me encontraba ensimismado en mis pensamientos cuando mi padre me pregunta: ¿qué quieres hacer?, yo le respondo, me encantaría ir a comer una buena comida de mariscos al lugar donde me llevabas cuando niño, “La Caleta el Membrillo”, vamos, me responde; en este lugar nos habíamos quedado algunos fines de semana y dormíamos en la camioneta, yo, algunas veces de día, otras en la noche, me paseaba por las orillas observando el romper de las olas en las rocas, me quedaba fascinado mirando como bailaban las algas marinas esperaba las cuatro de la madrugada para ver a los pescadores que se montaban en sus botes a remos y se internaban mar adentro; a veces les hablaba saludándolos, con la intención que me invitaran a pescar, yo soñaba que algún día, cuando fuera grande ,me compraría un botecito para salir a navegar y pescar, no había dudas que yo había nacido para ser un hombre de mar.
Cabo primero Mecánico artillero con 12 años de servicios
de la dotación del crucero O’higgins.
5.- Nombre del jefe del Dpto., en el que prestaba mis servicios:
Sub oficial Escanilla
6.- Fecha, lugar y hora app. de mi detención:
8 de agosto 1973 a las 15. 00 hrs.
8.- Causa y Cargos de mi detención:
Causa Rol N° 3926/1973 acusado de “Sedición y Motín”
9.- Características y Entorno de la Detención:
Estando embarcado en el crucero O”higgins que estaba atracado en Asmar Talcahuano, a la hora de haber cumplido con un día más de trabajo y pronto para irme franco, el sub oficial de división Escanilla me viene a buscar aduciendo que tenía que cumplir con una misión extraordinaria en el transporte que estaba atracado al lado del crucero O’hhigins , pero en vez de subir al buque me suben a una camioneta donde ya estaba sentado el cabo Arestey para posteriormente llevarnos a el centro de entrenamiento militar de infantería de marina, ubicado en una zona llamada las canchas, ahí nos estaba esperando un camión con personal de infantería de marina. Armados con ametralladoras, en el camión ya estaba una cantidad de detenidos y nos empezaron a tirar como paquetes al camión, para luego continuar el viaje hasta el centro de entrenamiento donde empezó la tortura; nos sacaron la ropa nos dejaron desnudos en el mes de agosto, el mes, más helado del año, nos pusieron en posiciones de tendidos las cuales consistieron en manos arribas abiertas apoyados en una pared y piernas abierta para luego empezar a golpearnos por todas las partes del cuerpo, luego empezó el submarino que consistió en sumergir nuestras cuerpos con la cabeza en dirección al fondo del tambor con agua con barro, al cual fui sumergido en repetidas oportunidades combinado con la introducción de medio cuerpo a un hoyo en la tierra, con la cabeza sumergida en el hoyo con el trasero al aire, durante todo el periodo de la tarde y noche hasta el otro día, rotando entre los diferentes métodos de tortura; al otro día nos vistieron y nos llevaron al cuartel de orden y seguridad ubicado en la base naval frente a la entrada Asmar de Talcahuano, durante todo ese periodo estuve incomunicado. El 10 de septiembre de1973 somos divididos en dos grupos, unos llevados a la isla Quiriquina y otros enviados a la cárcel de Talcahuano. En noviembre de 1973 soy trasladado a la cárcel de Talcahuano, el 9 de septiembre de 1975 soy nuevamente trasladado, esta vez a la cárcel de Concepción, en octubre de 1976 soy puesto en libertad.
Compartí la prisión con los otros marineros detenidos y operarios de Asmar. En la Isla Quiriquina con Juan Carlos Montecinos y unos cuantos más. En Talcahuano con Luis Jaramillo Astudillo, Henry Gómez (Q.E.P.D.), Humberto Lagos y muchos más y en Concepción, con Alberto Salazar (Q.E.P.D.), Silverio Lagos y un montón más.
Ya puesto en libertad empezó el hostigamiento de los servicios represivos del régimen que consistieron en detenciones esporádicas aduciendo que había que echarse el pollo (irse) al extranjero puesto que para ellos éramos enemigos en potencia por la preparación militar y técnica que cada uno de nosotros tenía.
El único nombre que me acuerdo fue el sub oficial del crucero O´higgins mecánico artillero Escanilla y el que estubo a cargo de toda las detenciones y torturas fue el capitán Kohler y los que llevaron a la práctica todas las torturas, los infantes de marina.
La represión se extendió a familiares; un tío llamado Arcadio Ortiz fue detenido y torturado en Tomé, mi primo Hernán Ortiz, también marino, fue detenido y torturado.
Los tribunales navales me condenaron por Sedición y Motín frustrado a 10 años de cárcel, pero en octubre de 1976 quedo en libertad.
El 24 de enero de 1977 viajé a Suecia Estocolmo como refugiado político donde he permanecido hasta hoy 4 de diciembre de 2017.
Grado al momento de mi detención: Mr.1º Electricista(IC)
Unidad a la que pertenecía al momento de mi detención: Patrullero Papudo.
Nombre del Comandante de la Unidad a la que pertenecía:
Jorge Martínez Busch (Q.E.P.D.)
Fecha, Lugar y Hora app. de detención: 21/08/1973, a bordo de La Papudo, 10 Hrs. de la mañana.
Causas y Cargos de la detención:
Causa rol 3926/73 Resolucion Nº 07994.
Un Breve Relato de mi Prisión en el Silva Palma.
Mi vida cambió para siempre la mañana del 21 de agosto de 1973. Estaba en Servicio en el Patrullero Papudo que se encontraba atracado al Molo de abrigo en Valparaíso, mas o menos a las 10 hrs de la mañana fui llamado para me presentara ante el comandante del Buque, Capitán Jorge Martinez Busch, al entrar al Camarote , el comandante me comunicó que estaba arrestado y sabían todo de mi persona , comenzó preguntándome si conocía al Senador Altamirano, Miguel Enríquez , Diputado Oscar Garreton, que nombrara amigos que sabían del plan zeta, si conocía al sargento Cárdenas….etc etc…..que era mejor contar la verdad y todo, si no sería peor para mi, mucha presión psicológica y amenaza, si fuí para Santiago a alguna reunión de políticos etc etc, después de un exhaustivo interrogatorio fui mandado para las siniestras celdas del Cuartel Silva Palma, en la salida del camarote me estaban esperando 4 agentes, todos caraspintadas, altos magros y armados de ametralladoras me condujeron en una camioneta color plomo, me agarraron de los brazos y me condujeron para fuera del navío, antes de entrar a la camioneta uno de los agentes me dio un golpe fuerte en el estómago, no conseguí ver si eran de alguna institución, estaba muy asustado.
Llegando a la cárcel Silva Palma me retiraron todos mis pertenencias; como cinturón, cordones de zapato, dinero documentos, etc etc todo bajo instrucción del comandante del Silva Palma con mas de dos soldados en una sala, para después conducirme para la celda, los militares todos con uniformes de combate sin distintivos, me pareció que las celdas del Silva Palma estaban subterráneas, en el calabozo que estuve era muy estrecho tenia una sola cama en pésimas condiciones, sin luz, muy helado, sin ventanas, solo una pequeña abertura en la puerta de fierro, un gran pasillo, al final estaban los sanitarios …..el colchón estaba en pésimas condiciones y pasaba mucho frio principalmente los pies yo tengo presión baja entonces era un martirio, también me dolía mucho mi columna vertebral, yo no se si fueron 6 dias o más, nunca supe, estaba muy oscuro y perdí la noción del tiempo, no conseguía dormir, ya que pensaba mucho en mi familia, ellos no sabían que estaba preso…..me sacaban como a las cuatro o cinco hrs de la mañana con la disculpa que tenia que ir al baño, generalmente tenia que ser muy rápido. Después de 6 días o mas incomunicado me sacaron para prestar declaración ante el fiscal militar, donde me interrogaron, muchas preguntas y tortura psicológica, pero al final quede en libre platica…Todos esos años sufrí mucho con la nostalgia de mi familia también se deterioro mi vinculo afectivo y social con mi familia, incluso mi padre falleció sin poder estar cerca de él, murió preguntando por mi……
Emigré para Brasil el año 1978 y desde esa fecha estoy viviendo en Brasil por razones políticas y económicas , daños sufridos y trastornos provocados por el golpe militar y el cierre de las puertas laborales.
Mi exoneración de la Armada de Chile el año 1973 tubo en mi opinión implicancias políticas es decir enmarcadas dentro de un proceso de destabilización política en contra del gobierno democrático por partes de las distintas fuerzas reaccionarias externas e internas quienes trataban de detener el desarrollo /avance del proceso del presidente Salvador Allende, proceso que tubo una serie de variantes que incluyeron entre otras conspiraciones dentro y fuera de los Cuarteles, sabotajes, boicots políticos y económicos, asesinatos políticos etc. en donde la oficialidad naval tubo una relevante participación y una fuerte y firme actitud de desacato y desprecio por el Presidente y su Gobierno.
La detención fue con violencia, siendo testigos de esto el personal de guardia del Papudo.
Identificación del Lugar y del personal del Interrogatorio: Cuatel Silva Palma
Tiempo de incomunicación: alrededor de 10 dias
El Golpe de estado me sorprende estando preso en el Cuartel Silva Palma.
Me tocó compartir prisión en el Silva Palma con los compañeros; marinero EL IC. Roberto Ivan Fuentes Fuentes, cabo Teodosio Cifuentes Rebolledo **(Q.E.P.D.), cabo EL. IC Pedro Blaset etc.
Quedo en libertad el 25 de octubre 1973 y el 1° der Noviembre me dieron de baja de la Institución.
El Comandante de “La Papudo”, jefe de José Orlando Díaz, escala en su carrera a comandante en jefe de la Armada.
Mi nombre es Mario Patricio Cordero Cedraschi, hijo de Blanca Rosa Cedraschi Irarrázabal y Mario Cordero Andrade, nací en la ciudad de Concepción en 1953. Mi hermana Rose Marie (Marietta), en 1950.
Este testimonio lo escribo en retrospectiva como si tuviese 15. Lo hago así, para descartar de inmediato falsas interpretaciones, sino más bien, con la intensión de mostrar mi persona, para salir del anomimato de estigmatización de; “ extremista, infiltrado, con intento de genocidio, marxista, comunista…etc”, que se me haya hecho en agosto de 1973, al igual como se hiciera con mis compañeros de armas.
Mi padre, un empleado de Huachipato, proveniente de una familia numerosa y conocida en la región, todos penquistas con tradición en el rubro de los metales y metalmecánica.
Mi madre nacida en Viña. Su padre Giuseppe Cedraschi Uberti, italiano proveniente de la comuna de Pavía de la región de Lombardía , se casa con María Irarrázabal Aros y fallece cuando yo tenía 6 meses y deja 5 hijas.
Nací y me crié junto a mis padres y hermana, en la Población Lorenzo Arenas 2 frente a la “Librería Condorito”. Mi hermana visitaba la escuela de niñas en Lorenzo Arenas 3 y yo la escuelita del barrio para los chicos. Mi profesora, la Srta. Luz, de risa amplia, dulce y mejillas rosadas sería quien me entregara sus conocimientos para el futuro.
La región me impregnó con su naturaleza y sus playas hermosas, sus frutos silvestres y sus ríos, los volantines y las ñeclas que se encumbraban en el azul intenso primaveral y las sierras ahumadas y el pan de Lota que nos vendían los pescadores en invierno y para qué olvidar las castañas y los piñones que nos traía la vecina de Lonquimay, los campamentos de verano que nos dábamos en la “desembocadura de Bío Bío” con esa arena negra que quemaba los pies y las escapadas de niños hacia los cerros de “Rocoto” en busca del “Maqui” , Mutillas y “Avellanas” , los “Coigues” y lo “Chupones” y un sinnúmero de frutos que nos servía la naturaleza, los camarones de los pajonales, las jaivas “los Pulgones” de la playa, el ulte, el cochayuyo, las machas, cholgas, el vino a destajo, el robalo que pescaban mis tíos desde las rocas y botes y que por la noche asábamos en las brazas junto a los pescadores que habitaban esas playas; Don Pedro y Don José, las galopadas a caballo por las orillas del Bío Bio… los partidos de futbol el fin de semana admirando al “Fernadez Vial” y yo patiando en la selección infantil de “Los Corta Palos”… ¡ que belleza de vida y que bellos recuerdos ahora!
Mi hermana visitaba por unos días a una tía en las Higueras, hermana de mi madre, la cual estaba casada con un descendiente de italiano que también trabajaba en Huachipato y fue a travéz del cual mi madre conoció a mi padre cuando mi abuelo se radicó por un tiempo en Concepción para realizar trabajos en una empresa de la región, él era técnico textil. Como mi hermana no estaba en casa, me metí a la cama de mis padres por la noche, aún no cumplía los 7 años, no quería dormir solo. Por la madrugada ya estaba despierto, cuando comienzan a vibrar los cristales de las ventanas y pensé que eran granizos que originaban ese ruido. Desperté a mis padres y con alarma se levantaron. Era el terremoto de mayo 1960, el más fuerte que se ha registrado en la historia sísmica, vivíamos en tercer piso, no podíamos descender, mi madre con ataque de nervios, algunos tirándose de los balcones y esos bloques que bailaban en el aire besándose el uno con el otro. Ésta fue la primera catarsis que viví con mis apenas casi 7 años. El recuerdo aún está latente. Vino el maremoto y las réplicas eran tan seguidas que estuvimos 3 meses de allegados en casas de familiares que vivían en los alrededores. Vino la calma, pero otros temporales se avistaban en el horizonte, la crisis matrimonial entre mis padres se avecinaba y provoca la segunda catarsis, que culmina con la emigración de nuestra madre a Santiago con nosotros ya en periodo de pubertad, pasamos a integrar el clan de la familia de mi madre, es decir, pasé de un sistema patriarcal a un matriarcado, donde las que tenían gran cuota de poder eran las mujeres. Algunas de ellas casadas, y algunos tíos y primos que pertenecían al personal de la Armada, 5 en total y que llegaban regularmente de visita a nuestra casa cuando estaban atracados sus buques en Talcahuano y que me llevaban de jóven a bordo de sus buques a beber algo en la cantina y mostrarme sus naves. Dos de ellos casados con hermanas de mi madre y que jubilaron en la Armada, uno de Sanidad y el otro de Artillería, el otro técnico electrónico casado con una prima, y sus dos hermanos que también pertenecían a la Armada.
Estando de vacaciones de verano el año 68 en la casa de mi tía en Gómez Carreño, Viña, que había sido hace poco construida. Mi tío, el sargento artillero que estaba esposado con la hermana mayor de mi madre, me pregunta con su sonrisa amplia: “Patricio, ¿porqué no te vienes a la Armada?” “Si quieres, ésta es la fecha de inscripción y puedes postular”…me dije, “ésta es la mía”. Partí a Santiago detrás del Poder que necesitaba de mi madre para postular por ser menor de edad (15) y me presenté ese verano a dar mis exámenes de admisión. Como estaba de vacaciones en casa de mis tíos es que anoté la dirección de ellos para que me llegara la respuesta de aceptación a su casa. Pasaban los días y me ponía impaciente ya que no llegaba correo con noticias. Pensé que a lo mejor me rechazaron porque mi tío, el de sanidad, detectó en mí antes una hepatitis que me trataron en el Hospital Naval en ese periodo. Mi tío, el artillero ya andaba navegando y un tanto decepcionado opté por tomar mi toalla e irme a la playa de Las Salinas a combatir mi frustración en la arena caliente. Cuando el sol caía, en mi caminata de regreso pensé: “me pasaré por la Escuela de Armamentos a preguntar el porqué no había recibido respuesta de rechazo”. Al llegar allí, ante mi pregunta el cabo de la guardia me dice: “Mire, ahí está en el tablero la lista de los aceptados”. Miré la lista y descubrí mi nombre…había registrado equivocadamente la dirección postal de mis tíos y era la razón de la falta de correo. Dí un brinco, lo abracé y salí corriendo, en tres días tenía que presentarme en la Escuela Naval. Viajé a Santiago a comunicarle a mi madre y a preparar una maleta con algo, no había recibido la carta por lo tanto no sabía las condiciones de presentación. Empaqué algo y partí al puerto a presentarme a la Escuela Naval. Yo era el único que llegaba con los pelos largos hasta el hombro… “el depista’o”. En la formación del patio interno de la Escuela, el cabo infante de marina Sánchez me pregunta de dónde vengo, le respondo, de Santiago. Me percato que esto es una mala señal y se produce un acto en que se me ridiculiza por el estado en que me presento. Al embarcarnos en el destructor Orella, allí está mi madre y mi tía, la del artillero, con sus pañuelitos anunciando el adíos. A bordo del Orella la primera medida es cortarme el pelo al “rape” como castigo por no respetar las normas de presentación. Destino, Isla Quiriquina. Allí sería mi instructor de infantería en la sexta división, el cabo infante de marina Sánchez.
Fiel a la tradición cristiano- católica que me diera mi madre, me inscribí para realizar mi primera comunión en la isla lo que me ayudó en parte evitar los picaderos y el exceso de maltratos en las instrucciones de infantería. Al finalizar estas instrucciones después de tres meses se produce la entrega de armas a los aprendices a marineros. Por primera vez el año 1969 son las madres las que entregan las armas a sus hijos para la defensa de la soberanía del país y bajo juramento de respetar la leyes, la constitución y la autoridad legítimamente constituida.
Como obtuve buenas calificaciones en la Escuela de Grumetes, es que se me premió con participar en el Crucero Internacional a bordo del Buque Escuela Esmeralda en viajes a Japón, Australia, Nueva Zelanda, Hawaii, Tahiti, Isla de Pascua.
Al retorno después de 6 meses de viaje en la Esmeralda en 1970, teniendo ya una relación contractual con la Armada, nos integramos a la realidad nacional, vacaciones y arreglos cosméticos a la nave. Llegó el mes de las elecciones y fuimos designados a la guarnición de Huasco. El triunfo de Allende no fué bien recibido por los oficiales. La verdad es que a esa edad, no se era indiferente a los acontecimientos políticos, eso sí, debido a mi temprana edad no tenía inclinaciones partidistas, creo que yo era mas bien el producto de una sociedad que venía en un proceso de cambios.
Viviendo ya en Santiago, antes de entrar a la Armada, las chicas que estudiaban por la mañana en el liceo, un día, se lo tomaron, al llegar por la tarde los varones tuvimos que hacernos cargo del establecimiento y permaneció tomado creo que por casi 3 meses apoyando la reforma universitaria. Ellas llegaban por la tarde con alimentos y la población del alrededor también se portó muy bien. Sacamos los bancos de los talleres, la música de la nueva ola salía de estos tocadiscos portátiles a baterías, estaba en plena pubertad. Después recibimos un establecimiento nuevo, vinieron las reformas; chicos con chicas en las clases, centro de alumnos…se acabaron los castigos físicos, etcétera…se vivía un clima de libertad.
En medio de este contexto social entré a la Armada y pienso que es debido a esto, que la mayoría de los integrantes de este proceso, son miembros que provienen de esa época, la década de los 60 y es la época en que en Chile; del 64 al 73 la participación ciudadana en política obtuvo la cifra más alta a travez de toda la historia de nuestro país.
Coincidiendo casi con la asunción de Allende al Gobierno, soy destinado a la Escuela de Ingeniería Naval debido a mi interés por cursar la especialidad en la rama de electricidad. Al iniciar el curso, uno debe firmar un contrato de prestación de servicios por 10 años para la Armada. Los estudios abarcaron desde el año1971 al 1972, en una época importantísima en lo que respecta al desarrollo político del país y a la participación de las FFAA en este proceso.
Como jóvenes marineros participamos en las dos paradas militares 71 y 72 ante Allende en Santiago, ante la autoridad máxima de las FFAA y otros desfiles en Valparaíso para el 21 de Mayo. Me integré a la “Banda de Guerra” y estaba en la gloria aprendiendo marchas y golpes de tambor (caja) en esos días soleados de las Salinas. Éramos queridos y apreciados por la población. Las actividades eran intensas, mucho deporte, competencias entre las Escuelas de Especialidades y mucho estudio, pero también teníamos ese relajo de bajar de la escuela en traje de baños a la “playa chica” de las Salinas, deleitar los bifes a lo pobre en la “Casa del Marino”, los ternos a la medida de la “Casa Urmax” , la entrada a los cines de películas prohibidas a mi edad y la bohemia del puerto por la noche.
Debo decir además que en la Escuela de Ingeniería Naval nos capacitábamos de excelente forma, con profesores civiles que provenían de las Universidades de la región, al igual que los instructores navales, de los cuales tengo un bello recuerdo.
Con el tiempo las cosas comenzaron a cambiar. El comandante Lautaro Sazo Lizana jugó un rol importante en la agitación política que se llevó a cabo en esta escuela. Comenzaron a prepararnos en antidisturbios, en el Cuartel de Infantería de Marina de las Salinas, nos entrenaban en el lanzamiento de granadas y nos metían dentro de una especie de iglú a soportar al máximo los gases lacrimógenos. Yo pensaba, bueno, normal, somos militares. Después se acompañaban estos entrenamientos con arengas en contra de partidos políticos de gobierno y del mundo civil. Es decir, se nos estaba también preparando mentalmente para enfrentar a la población. Comenzamos a cubrir labores policiales ante huelgas, demostraciones, protestas , etc. Nos alienaban con consignas en contra de los partidos de izquierda, de sindicatos…, el ámbito civil comenzó a tornarse en enemigo. Con metralleta en mano patrullabamos las calles del puerto en toque de queda. Creo que ahí comencé a tomar conciencia de lo que se avecinaba para el país. Me sometí a tratamiento médico porque el cuerpo y la cara se me llenó de excema por la mochila que comenzabamos a cargar. Se me autorizó a vestir de civil, porque mi rostro se tornó impresentable para vestir el uniforme.
Al terminar mi curso de especialidades con excelentes notas, me destinan a comienzos del 73 a la dotación de la Flota de la Escuadra, al buque Insignia, Crucero Prat, a trabajar en el Dpto. de Ingeniería en los talleres de Electricidad donde mi Jefe directo era el teniente Luis Sandino y nuestro comandante, Capitán de Navío, Maurice Poisson Eastman. Con los años me enteraría, que era primo de Don Agustín Edwards Eastman, dueño del El Mercurio. En la nave entablé amistad en el taller donde trabajábamos con el Marinero Electricista José Maldonado al cual ya conocía de vista desde la escuela de Ingeniería.
Incendio del Prat
Navegando por las costas del norte, cubría guardia nocturna en la sala de máquinas ante el turbogenerador y tableros eléctricos, me percaté que el extractor de aire posicionado en la parte superior de los tableros eléctricos estaba fuera de servicio. Personalmente comuniqué a los encargados de los talleres de electricidad, del peligro que esto encerraba al condensarce el vapor en la cablería, paneles y mamparos con la cosecuencia de la baja de aislamiento de los sistemas eléctricos por la humedad acumulada y pedía autorización para tomar medidas al respecto. No se le dió importancia a mi advertencia. Momentos después el Panel principal escupió fuego y desconecté todo el sistema dejando al crucero en completa oscuridad y a la deriva. Estuvimos bastante tiempo al garete, ya que el compás nautico electrónico se demoraba 4 horas en orientarse. Con el generador de emergencia se restableció al corto tiempo el alumbrado. El comandante y personal del departamento de ingeniería se hicieron presente en el salón de máquinas y les informé de la gravedad de la falla. Se desconectó y dejó fuera de servicio el interruptor de sobrecarga que se había quemado y propuse que se pusiera en servicio otro turbo generador. Entregué mi guardia y a los dias después en el puerto de Valparaíso, estando yo de franco, se produjo el incendio. El buque fué remolcado a Talcahuano donde comenzaron las reparaciones y pasé a integrar el equipo que se encargó para la renovación del tendido de cables eléctricos del buque hasta mi detención. Fué en este contexto en que me decidí en el mes de Julio del 73, por conducto regular, sin romper la verticalidad del mando, a pedir el retiro de la institución ante el Comandante Maurice Poisson Eastman.
Se me concedió la petición, a bordo, en su oficina, le expuse abiertamente mis discrepancias sobre las estructuras de mando, el mal trato dentro de la institución, de que yo consideraba que mis capacidades intelectuales daban para más, que me sentía limitado…etc, le solicité la baja de la Institución, elegí esta vía confiando en que atendería mi pedido y tratando de adelantarme al día en que llegara la insurreción en contra del Gobierno. Tuve coraje en esos momentos debido a que respetaba el conducto regular y depositaba la confianza en mi comandante para encontrar una salida legal a mi caso. El Comandante me preguntó si había leído a karl Marx, le respondí que nó, se alzó en cólera y me expulsó de su oficina tratandome de “marxista”, “que se vayan todos los marxistas y comunistas de aquí” me gritó. Después de este altercado, abandoné el camarote del comandante con la esperanza que se le diera curso a mi solicitud.
Como decía al principio, yo no tenía simpatías con ningún partido político, era mas bien una posición de respeto a la Constitución, a las leyes establecidas, de obediencia debida a la máxima autoridad del país, que es el Presidente de la República, eso era lo que nos habían enseñado nuestros propios oficiales, y al negarme a la idea de tener que quizás matar a gente de mi propio pueblo. Un golpe de estado no estaba estipulado en los contratos que yo había firmado con la Armada. Como expresa muy bien mi abogado en mi defensa, dice: “ Por rasonamiento común y convicción interna los reos pensaban que era justo y legítimo defender la institucionalidad política vigente. Desde el punto de vista jurídico estamos frente a un caso de “ no exigibilidad de otra conducta conforme a derecho”, ello porque los reos estaban convencidos de que las Fuerzas Armadas debían obediencia y sumisión jerárquica al poder civil existente.
El 6 de agosto, el comandante del crucero Prat, capitán de navío, Maurice Poisson Eastman, ordena formar a la tripulación en el molo e informa que se han detectado en Valparaíso, células extremistas infiltradas en las naves y espera que en su buque no haya ninguno de estos elementos. Después de la arenga del comandante Poisson en el molo, el marinero José Maldonado, se me acerca para decirme que había que hacer algo por los compañeros que estaban siendo detenidos en Valparaíso y me confiesa: “yo conosco a un civil de Asmar el cual tiene contactos con políticos”. Se refiere a Luis Jaramillo, al que yo no conocía, empleado civil de Asmar, quién organiza una reunión con civiles en el sector de “Las Higueras”. La reunión es confirmada, Maldonado tiene al parecer contactos con marineros del O’higgins y nos acercamos por la tarde a esa nave. Logramos reunirnos improvisadamente con algunos marineros fuera de la nave, por sorpresa me reencuentro con mi camarada de la Escuela de Grumetes y con el cual había navegado en la Esmeralda el año 1970, el marinero mecánico electrónico Silverio Lagos, a los otros no los conocía.
La reunión de “Las Higueras” sería la última reunión registrada de los marineros constitucionalistas para intentar frenar el golpe de Estado. Yo recuerdo:
“Era un día de invierno, lluvioso, frío, oscuro. Cuando abandonamos la nave con José Maldonado rumbo a esa reunión, nos rodeó un silencio, no intercambiamos palabra, creo que ya se nos había metido el horror en el cuerpo, solo una pregunta le hice presintiendo que el estado de derecho se desvanecía: “ ¿y si nos torturan?”…no hubo respuesta, alzamos el cuello de nuestros chaquetones para combatir el frío de la noche cuando abandonamos el molo de abrigo. Sentí en esa caminata que él también tenía miedo, era casado y pensaba en su esposa. Además era dificil de preveer la dimensión de la catástrofe que se nos venía encima, sentíamos que la muerte nos pisaba los talones.
Al llegar a la ciudad-puerto, entramos a un Bar y nos ubicamos en la barra encargando algo para beber… aire denso por el humo de cigarrillos y el televisor “Antu”que comenzaba el noticiero… “infiltración de extremistas en unidades de la Escuadra”…mi mochila se hacía cada vez más pesada…Ya, esa noche del 7 de agosto, no había camino de retorno, para mí, el futuro de Chile estaba echado”.
“Nos subimos a la citroneta que nos condujo a Las Higueras, nos vendaron la vista para no reconocer el camino, mi cabeza zumbaba por el movimiento y los efectos de los cigarrillos y el alcohol. Lo que tengo claro hasta hoy, es lo que habíamos acordado antes con José: Nuestra misión era ir allí a informar de las detenciones en Valparaíso, que se estaban haciendo en este momento públicas y de lo que estaba ocurriendo. Por otro lado, informarnos si habían posibilidades de que álguien interviniera para parar todo esto. Pensábamos que el Presidente de la República tenía los mecanismos inmediatos para frenar lo que se venía. Nosotros, no llevábamos ningún plan de toma de barcos, de matar a oficiales o algo por el estilo, se especuló sobre la posibilidad de neutralizar a los golpistas, pero a estas alturas esa era una alternativa imposible de realizar cuando ya las detenciones estaban en marcha.
Desconosco las conclusiones que habrán sacado ellos, los civiles, de esta reunión, para mí era un deber moral de ir allí…el retorno al buque esa noche, fue ir a enfrentar practicamente consciente la maquinaria que se nos venía encima.
El 8 de agosto, estabamos de guardia a bordo del crucero Prat . Por la tarde se dá alarma de incendio, una nave menor se quemaba atracada en puerto. En ese contexto, según testigos, es desembarcado del crucero Prat el marinero Maldonado en condición de detenido.
Maldonado cubría guardia conmigo, pero no lo encontraba y me puse a buscarlo en los lugares que frecuentan los electricistas cuando están de guardia, ni señas de José… me puse intranquilo. Partí a mi ropero a buscar mi chaquetón presintiendo que había llegado la hora, agosto es el mes mas frío. Abrí la caja de mis pertenencias y controlé todo lo que había, cerré todo y me fuí al salón de máquinas, ahí llegó alguien que no recuerdo y me dijo que tenía que presentarme a la oficina del Jefe del Departamento de Ingenieria de la Nave. Al llegar allí, el jefe del Dpto. sentado detrás de su escritorio ordena al Tte. ¿ Orellana? y me conduce a un camarote donde me esperaban oficiales de la inteligencia naval, que ya tenían en condición de detenido al colega electricista Mr. 1° Bernardo Carvajal. Nos obligaron a desembarcar de la nave y nos subieron a una Camioneta Chevrolet de la Base Naval. Pregunté a dónde nos llevaban, el oficial de la inteligencia desenfundó una pistola y amenazándonos, nos dijo que guardaramos silencio, que estabamos detenidos. Por momentos confié aún en el estado de derecho y llegué a pensar que nos conducirían a la Fiscalía Naval, pero el vehículo torció cerro arriba conduciéndonos al Fuerte Borgoño de la Infantería de Marina. Llegamos a la ciudadela en la parte de la cima del cuartel, donde nos aguardaba un batallón de Infantes de Marina en tenida de combate y mimetizados, me obligaron a desnudarme a punta de golpes de yataganes, culatazos, puntapiés, rodillazos y de puño, dándome un tratamiento de prisionero de guerra. Identifiqué desde el suelo que tenían al cabo Antonio Ruiz y al marinero Maldonado en unas casetas.
“ Me condujeron al interior de una caseta donde se encontraba el capitán infante de marina Köhler quién dirigía las torturas y vejámenes junto a un pelotón , le pedí que se respetara el fuero militar, ahí me colgaron de los pies y me sumergieron en un tambor con aguas servidas, me preguntaban por la reunión de las Higueras, que confesara que mataríamos a los oficiales, que me matarían y lanzarían mi cuerpo en “Tumbe” si no confesaba. Me golpeaban el tórax, estómago, espalda y nalgas con guantes mojados hasta el punto que me desmayaba, estaba bañado en sangre, me amenazaban de muerte si no denunciaba a colegas que tuviesen posiciones constitucionalistas. Reconocí haber estado en la reunión de las Higueras y en la del restaurante los Pingüinos en Valparaíso, después querían saber del lugar y los participantes, yo dije que no me recordaba porque andaba bajo los efectos del alcohol. Debía reconocer fotos de civiles que después me enteraría que eran de Altamirano, Garretón y Enríquez y así continuaron durante toda esa noche hasta la mañana del día siguiente. Posteriormente me mantuvieron detenido, aislado e incomunicado bajo fuerte protección armada durante 10 dias en el cuartel de “Orden y Seguridad” en la Base Naval de Talcahuano y me obligaron a repetir la declaración ante el Juez Naval, bajo amenazas de seguir torturándome si no lo hacía. En la fiscalía al prestar declaración, me encontré en la sala de espera, con los marinos que trajeron de Valparaíso, algunos venían con los oídos reventados, al parecer ya habían pasado por las manos de Köhler”.
Del Crucero Prat fuimos 7 los detenidos y dos desertaron para el tanquetazo. Debo decir que el Tte. Luis Sandino, llegó al cuartel de seguridad a preguntarme acompañado de un colega del departamento, “si yo estaba metido en esto”, le dije que sí…¿pero metido en qué? no sabía que responderle, ya había perdido el sentido de la realidad. Ahora a 45 años, en la retrospectiva, aún no se me ocurre qué debiera haberle dicho, quizás venía en un acto de buena voluntad a salvarme, pero sentí que era imposible que él me pudiese ayudar en ese momento, el capitán Köhler me tenía en sus garras y a lo mejor el Tte. no tenía idea de lo que se venía, me sentía en el fondo del pantano, no me atreví a decirle ayúdeme…le dije que sí…Me ofreció que escribiera una noticia a mi familia. Pensé después que producto de eso llegó mi hermana desde Santiago a la “Puerta de los Leones”, en la Base Naval de Talcahuano a reclamar por mi cuerpo. De él tengo un recuerdo humano.
Como aún no estabamos en dictadura, la presión para saber de nosotros iría cada día en aumento hasta que llegaron los abogados y me sacaron a la cárcel de Talcahuano para entrevistarnos con los abogados ante los cuales denunciamos el “mal trato”. Esto en Chile era desconocido hablar en forma pública de torturas, era regresar al medioevo. La tortura se instauraba con nosotros como una realidad futura.
El 3 de septiembre del 73 nos trasladan desde el cuartel de Orden y Seguridad de la Base Naval. A la salida me topo con el sargento Sanches que está de guardia en el cuartel y me regala una sonrisa. Nos llevan a la cárcel de Talcahuano en tránsito y desde ahí a la Cárcel de Chacabuco 70 en Concepción junto a otros marineros y operarios de Asmar. Allá nos pusieron en condición de aislamiento. El personal de prisiones nos dió buen trato y llegó el relajo, las visitas de las familias, la solidaridad y la logística aportada por los trabajadores y estudiantes de la zona. Nos pusieron a un Mocito a diposición, el “Chocolate” le llamaban por su color de piel, era el que nos traía “el rancho” y el café por las mañanas. Aquí comenzamos a conocernos entre los marinos del O’higgins y El Prat y a entablar lazos solidarios con los Operarios de Asmar y a compartir celdas.
El Golpe de Estado era inminente cuyas consecuencias eran dificiles de preveer. Los obreros y universitarios en las calles solidarizaban con nosotros, pero la represión iva en aumento y las esperanzas eran de que el “golpe” no ocurriera. A mi me tocó habitar la primera celda junto a otros 6 ó 7 cros. que estaba a mano derecha del pasillo de la entrada. Proseguían dos celdas, al fondo, las duchas y el WC y al otro extremo del pasillo, la celda de los castigados sin entrada de luz y murallas recubiertas de metal. De ahí provenían voces de congojo y ese olor pestilente.
A Maldonado se lo habían llevado a Valparaíso, pero el cabo Antonio Ruiz del Prat, pasó también a ocupar la primera celda con Víctor López también del Prat, El cabo Santiago Rojas del O’higgins y el marinero Guillermo Castillo. Al entrar a esa celda por primera vez, me encontré en un rincón un palo de escobillón. Para mí el ajedrez era un juego desconocido, pero al ver después de un par de días a Antonio Ruiz que dominaba este arte deportivo, me llamó la atención la belleza de esas figuras por lo que me inspiré y puse en práctica mis artes manuales para tallar a punta de cuchillo y formón las figuras del juego con este palo, estas herramientas no me acuerdo donde las obtuve. Tallando este ajedrez combatí la angustia dentro del hacinamiento en que vivíamos. Antonio con el tiempo me enseñó a mover las piezas, pero debo confesar que no me desarrollé en este arte como otros maestros que a futuro en otros patios carcelarios daban cátedra en jaque matte y quemaban las horas interminables del encierro. Carlos Alvarado era el de las jugadas magistrales, miraba el paisaje mientras el contrincante se desmembraba la cabeza en el contraataque. Tampoco puedo recordar al círculo de hierro que se enfrentaría en sendos combates de ajedrez mas tarde en el patio de la cárcel de Valpo. Duelos interminables….yo andaba en otra, mis capacidades no daban para vencer a estos gladiadores del tablero, recuerdo entre ellos también a José Maldonado, pero no quiero aventurar quienes poseían el mayor dominio de este arte. Retrocedo nuevamente para ubicarme en los pasillos de lo que fué y lo que ocurrió en la cárcel de Concepción. Ocurre el Golpe de Estado y “Chocolate”, el mocito que nos trajo el café tardío, nos dice que “permanezcamos juntitos para morir como hermanitos porque ha ocurrido algo grave”. Desde la reja de entrada observamos que la policía uniformada había tomado la cárcel, nuestro destino no estaba claro. Horas mas tarde llegó una escuadra de carabineros, fuertemente armados, al mando del Director Regional de Prisiones, el capitán Rodolfo Schmidling. Recuerdo que formamos en el patio y el cabo Aravena también detenido del Crucero O’higgins, en formación militar en el patio pequeño nos dió las órdenes para saludar a esa comitiva. Schmidling, informó que el Gbno. había sido derrocado y que teniamos que someternos a los acontecimientos, que todo con olor a UP estaba siendo encerrado y nos advirtió de no cometer intentos de fuga, que los culpables pagarían por sus delitos y que permaneceríamos encerrados sin derecho a visitas hasta nueva órden. Hasta un simulacro de fusilamiento nos dieron esa mañana. Posteriormente fuimos encerrados sin derecho a patio y vinieron los bandos y la música clásica en las transmisiones. El miedo se expandió en el cuerpo y las almas, La Muerte nos rondaba cada vez más cercana . Recuerdo cuando llegaba el oficial de prisiones por las noches, al escuchar la apertura de las rejas estábamos preparados, siempre había uno de guardia, uno despierto para enfrentar resistencia en caso de que nos vinieran a aniquilar. Venían a torturar a los castigados de la celda del fondo, presos comunes, en el pasillo, las duchas con agua fria que cortaba el cráneo, de los cortados en las celdas de castigo a los cuales les aplicaban sal con ají en las heridas, este lugar se transformó en el horror de los horrores…tortura física a los presos comunes y sicológica a nosotros. Lo peor es ver y escuchar las torturas de otro.
Comenzaron a llegar los primeros prisioneros politicos al inicio de la dictadura. No recuerdo el día, la semana y el mes cuando nos trasladan a la parte posterior de la Cárcel para incomunicar a los primeros condenados a muerte. Si mi recuerdo no me traiciona eran los Miembros del PC de la región de Lota; Isidoro Carrillo, Bernabé Cabrera, Danilo González, Vladimir Araneda. Con el golpe, el personal de prisiones fué cambiado. El Oficial, este grandote, de los ojos saltones fué el que nos comentó la muerte de los cuatro: “en el fusilamiento…se fueron tranquilos ”
Recuerdo que después de este acontecimiento nos retornaron a las celdas y posteriormente nos pasan al interior del recinto carcelario. Lo que sí recuerdo es que estuve en la celda que habitaba después de que los mataron y encontré en el centro de ella una cajetilla de cigarrillos marca Lucky Strike y las colillas apagadas en el piso, al parecer el último deseo antes de que los ejecutaran. El año 2015 pinté un cuadro en memoria a esta imágen del último deseo de Carrillo Q.E.P.D. y en memoria al Cabo Antonio Ruiz Q.E.P.D. colega del Prat, que habitó la misma celda. Después de 4 meses fuí traladado a la Cárcel de Valparaíso junto al marinero Victor López. En la estación de ferrocarriles de Concepción nos despidieron con sus pañuelitos mis tías Josefina y Lucy que vivían en la región, fieles y permanentes en sus visitas a la Cárcel. A estas alturas, ya los abogados que habían asumido nuestras defensas eran perseguidos. Por suerte egresaba como abogado Isidro Vásquez Mazuelo, miembro de la familia de la nueva pareja de mi madre en Santiago, Heriberto Blanco y tomó el caso mío y de Victor López. Al llegar a Valpso. pasando por la Penitenciaría de Santiago, nos introdujeron en una celda de la tercera galería donde estaban los presos políticos. Pero la población penal ya estaba encerrada. Supuestamente para nosotros en esta cárcel se encontraban los marinos que habían sido detenidos en este puerto y el sentimiento era de que no estaríamos solos. Al día siguiente cuando se abrieron las celdas comenzamos a preguntar a los presos políticos por los marinos constitucionalistas y me toqué con un ambiente de desconfianza, nadie respondía algo concreto, algunos decían que se los habían llevado a una isla, otros no contestaban, con el tiempo me dijeron que pensaban que eramos infiltrados del servicio de inteligencia. La realidad fué que los marinos detenidos en Valpso. habían sido trasladados a Isla Riesco ó Melinka, para construir con trabajo forzado el campo de concentración de Puchuncaví.
Como a los 4 meses retornó a la cárcel de Valparaíso el grupo de marineros que habían sido trasladados a Melinka. Ahí me reencuentro con Maldonado, Bernardo Carvajal, etc que habían sido trasladados antes de Thno. y se pegaron el paseo a Melinka y muchos marineros contingentes con los cuales habíamos iniciado nuestra carrera el 69 en la Quiriquina.
Fuí sometido a un proceso ilegal, la Causa 3926. La acusación que se me formuló originalmente, consistía en incumplimiento de deberes militares. El día 28 de septiembre de 1973, habiendo ya sucedido el golpe de estado, se cambió esta acusación y me declararon reo como autor del delito de sedición y motín, esta medida fué aplicada también a mis colegas de armas. En Mayo de 1976 se me condena como Autor del delito de Sedición a la pena de tres años de presidio, saliendo en “libertad” el 28 de Agosto de 1976 y quedando bajo control semanal por la Fiscalía Naval de Valparaíso. En la sala de control de la cárcel con mis maletas empacadas para salir en libertad por el atardecer, me la niegan porque dicen que tengo otro proceso por ley de control de armas, proceso que yo desconocía. Todos mis otros cros. salen en libertad, salvo los condenados a penas mayores. Mi hermana que esperaba afuera, partío a la fiscalía a aclarar el caso y a mí me derivaron nuevamente a pabellón y tuve que pedir asilo en una celda de cros. A mi hermana en la fiscalía le dijeron que el fiscal se había ido a casa por allá por Villa Alemana…al otro día me dejaron libre. Mi padre fallece tres meses antes de mi puesta en libertad.
Me cobijó en su casa la madre del marinero Claudio Espinoza, Sra. Eliana Torrecilla Q.E.P.D, una mujer de una tremenda fortaleza humana, el corazón del porte de un buque, de sonrisa amplia y contagiosa y el alma abierta al mundo, a pesar de los horrores que estábamos viviendo. No tengo palabras para agradecerle y llevo conmigo recuerdos inolvidables de los cerros en Recreo Alto.
Las depresiones me abordaron, no dormía, me iba a la roca feliz y escuchaba que el mar me llamaba, Chile estaba preso, me sentía mas libre en la cárcel, la idea del suicidio estaba cercana…trataba de leer, era imposible concentrarme…tomé contacto con la iglesia y me derivaron al sicólogo Dr. Castillo que trabajaba en terapias. Le expliqué mi problema de soledad y angustia…le pedí que me orientara, le dije que me sentía más libre en la cárcel porque podía hablar lo que quisiera y ahora el que me vé, dá vuelta la cara, ya no hay amigos, la gente tiene miedo, me sentía solo,…vencer el miedo es lo principal creo que me dijo: “mi consulta para el golpe fue destruida, allanada y mi familia se fué al exilio, yo me he quedado acá a cumplir mi labor para ayudar a los perseguidos”…le aconsejo, “reúnase con sus ex- camaradas y continúe lo que estaban haciendo en la cárcel”
Organizamos una cooperativa al estilo de la que teníamos en la cárcel de Valparaíso con otros cros. del proceso que habitaban en la región puerto y al interior, para poder seguir alimentando a nuestras familias, en coordinación con la Vicaría de la Solidaridad en Santiago. Nos organizamos un grupo y logramos sobrevivir un año y levantar esta cooperativa. En este contexto conocí a la que fuera mi amiga en esas circunstancias, la Dra. Patricia S.C., a la cual llevo en el alma por haber compartido conmigo ese mundo de aventuras y preocupaciones, de su solidaridad profesional con los desposeídos, un año que fue eterno y de destinos inciertos.
Paulatinamente los cros. de la cooperativa comenzaron a abandonar el país por las circunstancias obvias que se vivían.
En agosto del 77 me embarco rumbo a Bélgica, para continuar rumbo a Alemania. Mi hermana que aún permanecía en Chile siguió visitando a los marinos presos ahora en la penitenciaría de Santiago y sigue paralelamente recogiendo el cuerpo de su marido que repetidamente es detenido, torturado y lanzado a la calle. En 1978 abandona Chile rumbo a Suecia.
Maurice Poisson Eastman, ex comandante de mi nave que no me pasa a retiro cuando se lo solicité, fallece el 30 de Marzo del 2006.
Este testimonio lo escribo para agradecer a la gente que estuvo a mi lado en esos momentos dificiles, amigo(a)s y familiares como así a los abogados que intercedieron por nosotros y a un gran espectro de organizaciones e instituciones a nivel nacional como internacional. Escribo esto además, para mis 5 hijos que nacieron lejos de Chile y a mi familia alemana, a la familia de mi hermana en Suecia, para poder entregarles aquí una partecita de esta historia vivida.
Agradezco en forma especial a mi hermana que dió todo por lograr mi libertad y por las lágrimas que derramó nuestra madre por la diáspora a la que fuimos condenados hasta el dia de hoy.
En su edición anterior, Chile HOY publicó una entrevista al abogado Pedro Enríquez, en que se denunciaban las torturas a que han sido sometidos marineros y suboficiales de la Armada. En estas páginas incluimos entrevistas hechas por Alvaro Rojas, corresponsal de Chile HOY en Concepción, al sargento Cárdenas.
Estimamos que todos estos testimonios encierran tal gravedad, que hemos resuelto iniciar una campaña en contra de las torturas. Para ello, hemos pedido la opinión de dirigentes políticos y personalidades de todas las tendencias. Aquí reproducimos las que emitieron el ex Senador y candidato presidencial democratacristiano, Radomiro Tomic y el sacerdote Hernán Larraín, director de la revista “Mensaje”.
Sargento Cardenas:
“El Fiscal me dijo: ‘Si hay un golpe, no va a quedar vivo ningún líder de izquierda'”
Juan F. Cárdenas Villablanca, 37 años, sargento segundo, maquinista del destructor “Blanco Encalada” de la Armada Nacional de Chile, es un hombre alto, delgado, de pelo oscuro y gesto severo en el rostro. Casado con Regina Muñoz Vera, tiene dos hijos pequeños. Lleva 20 años de trabajo en la Marina. Ha cursado estudios superiores en Estados Unidos, donde fue felicitado y obtuvo los primeros lugares en su especialidad: máquinas. En este momento se encuentra recluido en el fuerte Silva Palma de Valparaíso, acusado junto a otros 47 marineros y civiles que trabajaban en ASMAR del delito de “sedición y motín”. Desde el día en que la Armada dio a conocer el pretendido cuadro subversivo que se habría detectado en su seno hasta el viernes pasado, fue imposible para sus abogados y para su esposa tomar contacto con el sargento Cárdenas, que si bien no estaba “oficialmente” incomunicado, en los hechos era mantenido alejado de todo contacto con civiles. La entrevista que sigue es producto del primer contacto de los abogados y de su esposa con el sargento Cárdenas.
Esta se realizó en un oscuro y frío rincón del fuerte Silva Palma o cuartel de orden y seguridad, nombre eufemístico que la Armada da a su presidio militar. Los abogados y la esposa del sargento no obtuvieron ninguna facilidad para entrevistarse con Cárdenas. Al contrario, se les ofreció el lugar más desagradable de la prisión naval, ubicado en un lugar abierto a todos los vientos, lo que sumado al hecho de que el cuartel Silva Palma se encuentra en un cerro relativamente elevado, hizo que tanto los abogados como el periodista y el mismo Cárdenas temblaran de frío a los pocos minutos.
Luego de los saludos, la primera frase que dijo Cárdenas fue la siguiente: “estoy más firme que nunca”. Ch. H.: ¿Cuándo fue detenido y en qué circunstancias? J.F.C.: Fui detenido el seis de agosto, a las tres de la madrugada, en el “Blanco Encalada”, aquí en Valparaíso. Me condujeron a la Escuela de Infantería de Marina de Las Salinas (Regimiento Miller) en Viña del Mar. Allí comenzaron a flagelarme y torturarme durante todo el resto de la noche (desde las tres hasta las ocho o nueve de la mañana del día seis). Ch. H.: ¿Qué tipo de flagelación sufrió? J.F.C.: Me colgaron de una cruz de madera con las manos y los brazos amarrados con cordeles. Es difícil explicar. Estaba así (abre las manos y piernas)…, me pusieron como en cruz, pero con las piernas tan abiertas que la intención que tenían era de rajarme. Allí comenzaron a golpearme en todo el cuerpo, especialmente los genitales.
Me llevaban con la consigna de declarar todo lo que ellos me habían dicho que dijera. A todo esto, yo no había dicho nada. En esa entrevista con el fiscal me limité a señalar que que había sido flagelado nuevamente. Me decían que no había cumplido con las instrucciones que me habían dado para que me declarara culpable. Desde ese día no me dejaron dormir. Cada quince minutos me despertaban para darme algunos golpes, así estuve toda la noche del domingo. Ch. H.: ¿Quiénes eran los que lo flagelaban? J.F.C.: Todos eran oficiales del cuerpo de infantes de marina. Ch. H.: ¿No había soldados? J.F.C.: No, soldados, no. Ch. H.: ¿Qué ocurrió el lunes 13? J.F.C.: Me llevaron ante el fiscal Jiménez para carearme con otros marineros. Dije solamente que nos oponíamos al golpe de Estado y que no secundaríamos a nadie que lo intentara. Volví a insistir en que había sido flagelado y que quedara constancia en el proceso de mis declaraciones. El fiscal se negó. Le dije que no necesitaba probar que había sido flagelado ya que él podía ver las señales en mi cuerpo y en el de los otros marineros. También le dije que a esta altura ya mi cuerpo no resistía más y que intentaría suicidarme si las flagelaciones seguían y que estaba recibiendo golpes nada más que en la cabeza. El fiscal sólo me cambió el lugar de detención.
A todo esto, en Talcahuano los trabajadores estaban agitados. El Comando Comunal se entrevistó el domingo con el almirante Paredes, y éste le manifestó: “en la Armada no se tortura a nadie”. Al parecer, el almirante no había sido informado de la forma en que fueron tratados los marineros en la misma base naval. Los abogados, por su parte, iniciaban los contactos posibles para lograr hablar con sus defendidos, hasta que gracias a la presión de masas lograron hacerlo.
Continúa Cárdenas: El lunes en la noche me siguieron dando junto con los otros. Esa noche me sacaron a unos allanamientos a casas (se trata del allanamiento al departamento de los hermanos Vergara en el centro de Concepción); querían que yo reconociera a esos muchachos, niños diría yo. Me negué, porque no los había visto en mi vida y porque vi que eran muy jóvenes, tendrían unos 16 ó 17 años. Incluso me carearon con ellos.
El martes al mediodía fui conducido nuevamente a la Fiscalía Naval. El fiscal ordenó que me llevaran a la Isla Quiriquina.
A esa altura, ya Cárdenas se había transformado en una pieza fundamental para el juicio.
Después me aplicaron corriente eléctrica. Nadie me interrogaba. La corriente era más o menos alta, con los estremecimientos que me produjo me zafé un brazo (el izquierdo). Ch. H.: ¿Y después? J.F.C.: Cuando vieron que estaba mal me bajaron, me vendaron los ojos y me metieron en un ataúd. Ch. H.: ¿En un ataúd? J.F.C.: Sí, en un ataúd. Lo vi, porque antes que me pusieran la venda en los ojos estaba puesto en el piso. Una vez dentro me hicieron rodar por una pendiente. Me amenazaron de muerte y me decían que no querían gastar una bala en un m… como yo. Después de eso me tomaron de los pies y me metieron en un pozo, que al parecer era séptico por el olor. Allí me sostenían hasta que no podía respirar. Al salir del pozo por tercera o cuarta vez me desmayé. Me hicieron levantar a puntapiés. Ch. H.: ¿Quiénes lo flagelaban? J.F.C.: Oficiales. Cuando vi todo esto supuse que con vida no salía de ésta, así que me saqué la venda de los ojos y vi como 20 infantes de marina que cuidaban el lugar. Al ver que me saqué la venda me golpearon de tal manera que perdí el conocimiento por cuatro horas a lo menos. Me di cuenta que había pasado tanto tiempo porque ya estaba oscuro cuando desperté (cuando me saqué la venda estaba claro y cuando desperté era de noche). Apenas volví en mi comenzaron a golpearme otra vez, especialmente con patadas en la cabeza, porque ya no tenía lugar del cuerpo donde me pudieran pegar. Luego me colgaron otra vez en la cruz y me aplicaron la electricidad. Al mediodía del seis trajeron a Blasert y Lagos, quienes fueron sometidos al mismo tratamiento. A ellos lograron hacerles firmar documentos que decían que el líder del movimiento subversivo era yo. Ch. H.: ¿Cuánto tiempo estuvo usted en Las Salinas? J.F.C.: Desde las tres de la mañana del lunes seis, hasta tarde en la noche del mismo día. Ch. H.: ¿Cuándo lo sacaron de allí? J.F.C.: En la noche del mismo día nos llevaron a Silva Palma. Muchos marineros que puedo mencionar y que están dispuestos a declarar en mi favor, me vieron ingresar en pésimas condiciones al cuartel. La idea de los oficiales era escarmentar con nosotros a todos los que se oponen al golpe en la Armada. Ch. H.: ¿Qué pasó en la Armada? J.F.C.: Me llevaron a la enfermería, el enfermero al verme, dijo: “Yo no me meto en este forro, este hombre debe ser visto por un médico, me niego a atenderlo”. Tampoco quiso atender a Blaset y Lagos, insistió en que él no se metería en ese forro. A pesar de que el enfermero se negó a atendernos, el encargado de la prisión no nos quiso llevar al Hospital Naval para evitar la difusión de los hechos.
También me sometieron a una tortura que consiste en ponerlo a uno en el filo de una banca, de espaldas y comenzar a cargarlo por la cabeza y los pies, como un balancín. Sentía que me molía la columna vertebral. Ch. H.: ¿Qué pasó al día siguiente? J.F.C.: Fui conducido ante un oficial de apellido Bilbao de grado de comandante. Este era el fiscal administrativo. Me dijo, entre otras cosas, algunas que no olvidaré nunca: “en el caso de un golpe de Estado, no va a quedar vivo ningún líder de izquierda”. Ch. H.: Luego, ¿qué pasó? J.F.C.: Desde el martes 7 hasta el viernes 10, a las 21 horas, fui mantenido en el Silva Palma. Todos los días me sacaban del lugar para someterme a torturas que no detallo, porque consistían más o menos en lo mismo que he relatado. El mismo viernes, a las 21 horas, y en forma muy sigilosa, me sacaron del cuartel custodiado por numerosos infantes de marina, armados como para combate. También viajaban conmigo los otros tres detenidos, nos llevaron a Carriel Sur, en Concepción, en avión. Cuando llegamos nos subieron a un jeep grande, nos hicieron tendernos en el piso de a tres, luego hicieron tenderse a otros tres encima nuestro, boca abajo y cruzados con nosotros. Luego pusieron otros dos encima de la “ruma”. Finalmente, se sentaron encima unos doce cosacos. Fuimos conducidos a un campamento de los infantes de marina que queda cerca del fuerte Borgoño. Cuando nos bajaron comenzaron a golpearnos de inmediato. El detenido Pedro Lagos quedó con traumatismo encéfalo craneano y perdió el conocimiento. A un marinero de apellido Salazar le reventaron los oídos. Fuimos sumergidos en un charco de mugre. Eramos pateados durante las flagelaciones. El artillero Salazar ubicó a uno de los flageladores, llamado Luis Guerrero. Pedro Lagos ubicó a otro, cuyo sobrenombre era “Cara de Pato”. A un hombre de la Escuela de Ingeniería le fueron voladas las muelas a patadas con encías y todo (este hombre quedó posteriormente en libertad por falta de méritos). Ch. H.: ¿Quién dirigía las operaciones? J.F.C.: El capitán Koeller. Nos arengaba por las supuestas irregularidades del Gobierno.
Es necesario señalar que el viernes los abogados de Cárdenas ya habían intentado hablar con él y que había sido negado sistemáticamente el permiso por el fiscal. Ch. H.: ¿Qué ocurrió después? J.F.C.: En la tarde del sábado me llevaron en andas a declarar ante el fiscal Jiménez.
La presión civil y las torturas asustaron a los mandos medios de la Armada, que no quisieron que el sargento Cárdenas fuera visto, ya que éste mostraba los estragos causados por las sesiones de flagelaciones y torturas a que fue sometido. Por ello fue enviado a la isla Quiriquina. Ch. H.: ¿Recuerda otros detalles? J.F.C.: El capitán Koeller me dio numerosas ocasiones para que me fugara. Así podían matarme. Una vez estaba sentado y solo. Pensé inmediatamente en la posibilidad de huir, pero me contuve cuando vi entre unas ramas a unos soldados con una ametralladora. Entre ellos estaba el capitán Koeller.
Es necesario aclarar que Koeller es el mismo que llevó las tropas a allanar COSAF en Penco y MARCO CHILENA.
INFORMACIÓN SOBRE LA DETENCION Y TORTURA DE BERNARDO CARVAJAL SEPÚLVEDA
DATOS DE IDENTIFICACION
NOMBRE: Bernardo
APELLIDOS: Carvajal Sepúlveda
FECHA DE NACIMIENTO: 18 de Abril de 1949
ESTADO CIVIL: Casado
NACIONALIDAD: Chilena
PROFESIÓN: Electricista (Pd)
ANTECEDENTES POLÍTICOS Y SOCIALES AL MOMENTO DE LA DETENCIÓN
Sin antecedentes políticos, sociales ni gremiales
DATOS DE LA DETENCIÓN:
FECHA DE LA DETENCIÓN: 08 de Agosto de 1973
LUGAR DE APREHENSIÓN: Lugar de trabajo: Talcahuano, Chile. Crucero Prat.
TESTIGOS DE LA DETENCIÓN: Si hubo, marinero 1° Electricista Mario Cordero Cedraschi
ORGANISMO QUE REALIZÓ LA DETENCIÓN: Armada de Chile
CARACTERÍCTICAS DE LA PRIVACIÓN DE LA LIBERTAD:
Detenido sin juicio, a disposición de un tribunal militar. ROL 3926/73
RESULTADO: Condena de presidio a 3 años
FECHA DE LIBERTAD: 06 de Septiembre de 1976
ORGANISMOS QUE CONOCIERON LOS HECHOS:
Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Cruz Roja Internacional, ACNUR, Vicaría de la solidaridad, etc.
RECINTOS D E RECLUSIÓN:
Cuartel Borgoño: (Infantería de Marina) Talcahuano, detenido desde el 08 de Agosto de 1973 hasta el 09 de Agosto de 1973 en calidad de incomunicado con sesiones de tortura.
Cuartel Rodríguez: (Infantería de Marina) Talcahuano, desde el 10 de Agosto hasta el 10 de Septiembre de 1973, incomunicado. Todo antes del golpe de estado.
Isla Quiriquina: (Escuela de Grumetes) Talcahuano. Desde el 10 de Septiembre de 1973 hasta Octubre de 1973.
Cuartel Silva Palma: (prisión de la marina, recinto naval) Desde Octubre de 1973 a Noviembre de 1973.
Cárcel pública de Valparaíso: Noviembre de 1973 a Diciembre de 1973.
Isla Riesco o Melinka: (Campo de Concentración) Diciembre de 1973 a Abril de 1974.
Puchuncaví: (Campo de Concentración de la Armada de Chile) Desde Abril de 1974 a Julio de 1974.
Cárcel pública de Valparaíso: Desde Julio de 1974 a Septiembre de 1976 de donde me dieron la libertad.
TIEMPO TOTAL DE PRIVACIÓN DE LA LIBERTAD: 3 Años, 1 Mes, 18 Días, Desde el 08 de Agosto de 1973 al 26 de Septiembre de 1976.
MI SECUESTRO Y TORTURA
ENERO DE 1973: Un grupo de aproximadamente 18 marinos, fuimos trasladados desde la escuela de Ingeniería Naval al crucero Prat, la mayoría egresados con el título de especialista en electricidad de poder. Ya éramos profesionales. Nuestras edades iban desde los 20 a 24 años aproximadamente, por lo tanto teníamos muchos sueños e ilusiones. Por supuesto no estábamos ajenos a la situación política del país y opinábamos como todo el mundo lo hacía: las colas, el desabastecimiento, el mercado negro, etc. La mayoría de nosotros defendíamos al gobierno, nos dábamos cuenta de quienes eran los causantes de ese caos; empresarios, gente de la alta sociedad, porque no querían que los trabajadores (comunistas para ellos) estuvieran gobernando el país. Y por supuesto Estados Unidos fomentaba en la oficialidad adentro y afuera de la armada la programación de un golpe de estado en forma totalmente abierta.
Existía en el interior de la fuerza una fuerte deliberación interna, encabezada por los altos mandos, apoyados por la inteligencia naval. Se efectúan procedimientos para seguir e identificar al personal que defiende la constitución o simplemente simpatizantes del gobierno mientras ellos pregonan un golpe de estado.
A partir de Julio – Agosto de 1973, altos oficiales de la armada, con el argumento de que se gestaba un plan subversivo, comienza a detener y a torturar marinos para obligarlos a confesar que se conspiraba contra la armada apoyados por políticos de la época.
Fue así entonces que el día 08 de Agosto de 1973, aproximadamente a las 19:30 horas, entra al taller de electricidad del crucero Prat, un oficial y me pide que lo acompañe, llegamos a una oficina donde había un grupo de oficiales. Uno de ellos era el teniente primero JAEGGER, tenía una carpeta en la mano, supuse era la mía. Me dijo que lo acompañara donde el comandante del buque, siempre acompañados por los otros oficiales. Fuimos hasta el camarote del comandante, hablaron algo entre ellos. Entretanto otro oficial traía al marinero primero, también electricista, Mario Cordero. Después nos condujeron a una camioneta que estaba esperando afuera del buque. Este vehículo consta de tres corridas de asientos, atrás había dos oficiales sentados, nos hicieron sentar en el asiento del medio. JAEGGER se sentó junto al chofer, Mario estaba muy nervioso, me preguntaba que estaba pasando y a dónde íbamos. Yo le respondía que no sabía. Enseguida los oficiales sacaron sus armas y nos apuntaron en la cabeza y nos dijeron que guardáramos silencio. Sinceramente yo no entendía nada, en ese momento me hacía muchas preguntas y no tenía respuestas. Hasta ese momento yo estaba tranquilo pero me fui asustando cuando vi el camino de bosque por el cual íbamos, la oscuridad era total. Pensé Nos van a matar!!… pero …¿Por qué?… Comencé a tener la idea de lanzarme del vehículo, pero no tenía ninguna posibilidad… llegamos a un claro donde habían muchos infantes de marina con el rostro pintado, junto las luces de otros vehículos, se veía muy aterrador. Había unas casetas de madera de 2×2 más o menos y distantes unas de otras.
Los oficiales y el chofer se bajaron del vehículo, quedamos solos adentro esperando algún tipo de desenlace. JAGGER hablaba con otro oficial que al parecer estaba a cargo . Asombrados por lo que veíamos, se acercaron algunos infantes de marina que rodearon el vehículo, abrieron las puertas y nos sacaron. Nos agarraban de todos lados, ropa, cabellos, manos, piernas, nos tiraron abajo y comenzó la fiesta para ellos, nos golpearon con los fusiles, las manos, los pies, nos insultaron, después nos hicieron apoyarnos con los brazos extendidos y las piernas abiertas en la muralla de una caseta y nos revisaron buscando no sé qué cosa, tal vez en sus mentes enfermas, pensaban que llevábamos armas. Yo preguntaba porque estábamos siendo tratados de esa manera, pero era peor porque los golpes e insultos se multiplicaban. Se llevaron a Mario al interior de una caseta, yo quedé esperando afuera apoyado en la pared y me vigilaban algunos soldados con la orden de abrir fuego si yo intentaba escapar.
Desde allí sentía los gritos de dolor de Mario, lo estaban torturando, lo cual me puso muy mal y lo peor era que no sabía por qué. Todo me parecía tan injusto. Estaba con mis pensamientos cuando escuché ¡¡ Hagan pasar al siguiente!! Los guardias me dicen que corra, yo no quise hacerlo y seguí caminando y recibí muchos golpes por esto, pero no los sentía ya, seguí caminando, tal vez el nerviosismo y la bronca que llevaba era la causa de no sentir dolor. Cuando entré en la habitación había muchos soldados con el rostro pintado, al igual que sus armas. Uno de ellos me dijo que me desnudara. Recuerdo el frío de esa noche, Agosto era terrible, ya no podía controlar mi cuerpo, temblaba entero, la única manera de parar ese descontrol de mi cuerpo era cuando me golpeaban, los golpes me daban calor , no temblaba y no sentía dolor.
Me preguntaban nombres de mis contactos políticos, me sorprendía todo eso pues nunca los tuve, sencillamente nunca se dieron a conocer ni tuve charla alguna con ellos. Como mis respuestas no les gustaban , seguían golpeándome. Optaron por traerme a Mario para que viera como había quedado, me decían que yo iba a quedar peor si no hablaba. Miré un instante a mi compañero, solo brevemente para que no me afectara y lo que vi me dejó muy impresionado, su rostro ensangrentado con una palidez mortal y todo mojado y una mirada llena de odio el cual transmitía. Agaché la cabeza para no verlo más, seguramente él ya no sentía dolor pero sí mucho odio, era tan intensa su ira que casi escupiéndole el rostro al oficial verdugo le gritó ¡¡ Mueran los Oficiales!! . Lo miré y lo vi tan decidido que produjo en mí un efecto contrario a lo que ellos esperaban. Dentro de mi sentí una sensación tan extraña, alegría, felicidad de ver a mi compañero tan decidido y valiente, algo que ellos no esperaban. Las cosas les estaban saliendo mal porque en vez de doblegarnos, nos fortalecían, esa era mi alegría y satisfacción.
Esta vez cambiaron la técnica conmigo, me ataron las manos a la espalda, los soldados me izaron y me introdujeron en un tambor de 200 litros de agua cabeza abajo la cual topaba el fondo. Con las manos atadas a la espalda, los soldados agarrándome las piernas, me desesperaba, era una sensación horrible. Cuando estaba casi ahogado me izaban para pedirme nombres, contactos, etc. Como mi respuesta era negativa, volvían a zambullirme y cada vez era más tiempo dentro del agua. Mi desesperación era tan grande que en un momento logre zafar de las ataduras y de los soldados, ellos trataban de agarrarme para ponerme otra vez dentro del tambor nuevamente y yo luchaba con todas mis fuerzas, tiraba patadas y golpes de puño, mordía. Era una situación desesperada. Yo desnudo defendiéndome y los soldados tratando de agarrarme . De repente una voz de mando les pide a los soldados que se retiren , saca el seguro de su arma y me apunta. Viendo lo que se me venía , me dije “debo luchar para sobrevivir, me acordé de mi familia, mi mujer y mis dos hijos, uno de tres meses y otro de cinco años, no podía dejarlos a la deriva , debía luchar.
Le dije al oficial: “Ustedes no van a poder meterme adentro del tambor nuevamente, déjenme meterme solo”… El oficial aceptó y eso me alegró porque me di cuenta de que el oficial era un tarado.
Esta vez metí los brazos primero, mi cabeza ya no tocaba fondo y mis manos ya no estaban atadas a la espalda, era otra sensación, más llevadera, menos desesperante. Después de un rato largo en que los soldados me izaban y me zambullían nuevamente y como yo iba con las manos libres y adelante con lo cual me podía apoyar, se aburrieron.
Después comenzó la tortura psicológica, iban a matar a mi familia si no cooperaba, sabían donde vivía.
Como yo no tenía contactos con ningún político, querían saber quiénes eran mis amigos en el buque y no queriendo comprometer a nadie, inventé un apellido Garcés y además di el nombre de Carlos Barroillet. Yo sabía que Carlos se había retirado de la armada mucho tiempo atrás y estaba viviendo en otro país junto a sus hermanos.
Con esto me dejaron tranquilo y me ordenaron ponerme la ropa. Recuerdo no poder hacerlo, mi rostro a pesar de no poder verlo lo tenía todo inflado y sangraba en forma abundante por la boca, nariz y oídos, era un desastre. Un soldado que me vigilaba, ya era un hombre mayor me dijo: “Hijo trate de vestirse pronto”. Estas palabras en medio de todo lo irracional, me emocionaron y solo atine a mover la cabeza en señal afirmativa.
Me separaron junto a un grupo de marinos, éramos más o menos seis, nos hicieron formar en línea, uno al costado de otro con las manos en la cabeza frente a un pelotón de fusilamiento, pude ver de reojo a mi lado estaba Antonio Ruiz, que también era del buque, yo solo lo conocía de vista en ese momento pero después nos hicimos muy amigos.
En ese momento deseé que las balas me dieran muerte enseguida, no quería quedar herido. Gritaron ¡¡Fuego!! Y no pasó nada, me di cuenta que estaban actuando, era otra forma de tortura psicológica ya que el susto, el nerviosismo y el miedo se quedaron por mucho tiempo.
Más tarde nos subieron a un camión tirados en el piso uno encima del otro y todos los soldados sentados encima de nosotros. Nos trasladaron a unas oficinas que estaban en otro sector, al llegar nos bajaron del vehículo y nos tendieron en el piso boca abajo, nos llamaban de a uno para interrogarnos. Nuevamente lo mismo, esta vez el que dirigía todo, era el capitán Cohen, estaban también los oficiales Bustos, Letelier, Luna, Alarcón, Tapia, Maldonado. Algunos estaban sentados detrás de un escritorio, dejaron una pistola encima de la mesa, seguramente como carnada , que ridículos y torpes eran. Dos oficiales estaban al lado mío, cuando me preguntaban algo y no les complacía mi respuesta, me quemaba con un cigarrillo distintas partes de mi cuerpo o me agarraban a bofetadas, también tenían una madera delgada como una regla con la cual me golpeaban el rostro ¡¡Como dolía eso!! , yo sangraba por todos lados, mi hombro izquierdo quemaba de dolor, estaba todo magullado cuando amaneció.
Nos pararon en línea de nuevo frente a una muralla pintada de blanco. Después de un rato comenzó a salir el sol y nos pegaba en la nuca, la luz solar comenzó a reflejarse en la pared y esta al rebotar hacia nosotros nos ponía en una situación crítica. Después de una noche de tortura había que soportar esto, estábamos muy agotados.
En un momento nos dieron permiso para orinar y no pude hacerlo, a pesar de tener ganas no podía, me dolía la vejiga y no podía orinar.
Después nos dieron un tazón con café, entonces pensé que significaba que nos querían con vida.
Era mediodía cuando nos llevaron a declarar a la fiscalía. El fiscal un tal comandante Villegas, me amenazó con mandarme de vuelta al centro de tortura porque le dije que el apellido Garcés lo había inventado para que no siguieran torturándome, igual que el nombre de Carlos Barroillet.
Fui trasladado al cuartel Rodríguez en calidad de incomunicado junto a 18 marinos más .
Nuestra detención y tortura estremeció al país, organizaciones sociales, políticas y culturales junto a nuestras valerosas familias salieron a defendernos y a aclarar que las acusaciones en nuestra contra eran todas falsas y que nos imputaban cosas que no eran ciertas.
Primero se nos acusa de incumplimiento de deberes militares y después cambian la carátula de acusación y se nos acusa de sedición y motín frustrado.
Después de algunos días de incomunicación, dan de baja a la mayor parte de los marinos enviándolos a la cárcel de Talcahuano. Quedamos solo cuatro en cuartel Rodríguez. José Maldonado, Juan Carlos Montecinos, Maximiliano Domínguez y yo, Bernardo Carvajal.
Fuimos enviados a la Isla Quiriquina la tarde del 10 de Septiembre de 1973. Cuando llegamos a la isla cerca de las 22:00 horas, la escuela de grumetes salía con armamento de guerra hacia Talcahuano. Supuse que era el comienzo del golpe de estado…
Al día siguiente comenzó la gran pesadilla en Chile. Los que tenían dudas con respecto a las torturas, comienzan a experimentarlas en carne propia, el golpe de estado que denunciábamos, se hizo realidad y de paso queda al descubierto quienes eran los verdaderos amotinados y sediciosos y quienes defendíamos las leyes, las instituciones democráticas y la constitución.
A partir del 11 de Septiembre de 1973, se marca el inicio de nuevas vejaciones, se nos denuncia como traidores a la institución, se nos mantiene aislados en diferentes campos de concentración y cárceles, se nos mantiene como desaparecidos y aislados, dependiendo mucho del oficial de turno que estuviera a cargo. Ese era el trato que recibimos, tortura y más tortura como juguetes de los más sádicos oficiales e infantes de marina…
El día 13 de septiembre de 1973, me detienen bordo del destructor Blanco Encalada y me conducen al fuerte Borgoño para ser sometido a torturas, posteriormente me trasladan a la Isla Quiriquina donde me encuentro con mi contingente Bernardo Carvajal del crucero Prat ya detenido. Al mes siguiente me traladan al recinto- prisión, Silva Palma en Valparaíso y me uno al grupo de detenidos de la Escuadra siendo posteriormente trasladado a los campos de concentración de la Zona. Cuando se dicta mi condena, junto a Alberto Salazar (Q.E.P.D) fuimos trasladados a la cárcel de Concepción, pasando por la Penitenciaría de Santiago y la cárcel de Talcahuano.
El marinero constitucionalista Luis Ayala Herrera recibe en la Escuela de Grumetes en 1969 el arma de las manos de su madre para la defensa del País y bajo juramento defender la Constitución, las Leyes y a la Autoridad legítimamente constituida. Juramento que cumplió al pié de la letra, y fuera condenado por su lealtad a estos principios que regían La República.
La madre de Luis Ayala sería en la antesala del golpe una de la mujeres que representaría, lo que se podría llamar, los primeros ” Comités por la Defensa de los Derechos Humanos” en Chile.