Bosquejo y descripción de la función que cumplieron los espacios en el Cuartel Silva Palma.
77 días en el Silva Palma
Por Jaime Salazar
Madrugada del Martes 11 de Septiembre, 1973, Cuartel (cárcel) Almirante Silva Palma, Valparaíso, Chile.
“Esculapio… esculapio… esculapio”, repetía en forma ininterrumpida la radio a pilas que un marinero manipulaba. Esto nos despertó – en la celda grande (dormitorio) del cuartel – antes de la cotidiana diana. “¡Chucha; algo esta pasando!”, dijo un cabo artillero. “¡Dale mas volumen!”, gritó un marinero llevándose una mano a su oreja como una antena. “Las radios de Valparaíso están fuera del aire”, dijo otra voz desde no se donde. Alguien encendió la luz y apresuradamente nos levantamos de nuestras literas. “Es una clave radial de los golpistas¡ espetó alguien.
El ruido de las literas y de los cuerpos deslizándose; levantándonos todos a la vez, produjo un efecto zafarrancho. Sobre todo cuando los del tercer y segundo nivel se lanzaron al piso para vestirse. “Parece que llegó la hora”, me dice Ernesto Zúñiga brincando al piso desde la cama contigua y esquivando a los compañeros que bajaban por su lado. Mirándome con preocupación y con los ojos bien abiertos, Zúñiga se ponía la camisa.
Al encender mas receptores, logramos sintonizar estaciones de Santiago. Se amenazaba con uso de la fuerza si no se acataban las ordenes de los militares golpistas. “¡Cresta! Se esta produciendo un alzamiento militar” (lo que estaba ocurriendo nos daba la razón en nuestras denuncias, pero al mismo tiempo sería nuestra desgracia y tal vez la pena de muerte). La situación elevo mi adrenalina, mis sentidos se agudizaron al máximo debía prepararme para acción.
El cuartel disponía de tres celdas colectivas una de ellas la grande con 7 literas triple y las otras pequeñas de tres literas triples cada una. En cada una dellas había marineros de nuestro grupo; alrededor de 30 mas o menos repartidos en las tres celdas. Un mes antes cuando se inicio la represión de la armada contra los marineros anti golpistas de nuestro grupo, las celdas estaban saturadas de prisioneros, con gente pernoctando en los pisos, pasillos, incluso dos prisioneros por cama!
Todo esto dramatizaba la situación que estábamos viviendo allí en el Cuartel Silva Palma, cárcel naval de la Armada de Chile en Valparaíso, lugar con una vista panorámica del puerto. Estaba compuesto por una parte de construcción solida hormigón armado y/o mampostería en su frontis y construcción de madera en la parte de atrás en donde estaban las instalaciones del personal de planta , comedores y otras dependencias todo ello rodeado de unos cuidados jardines dispuestos en terrazas que nosotros mismos manteníamos. Todo esto sobre un cerro a unos 30 metros de altura sobre la bahía de Valparaíso.
El cuartel Silva Palma llamado de orden y seguridad, era el lugar donde la armada mantenía detenidos a todo el personal que cometía faltas a la disciplina. Ahora era usado para mantener bajo arresto a gran cantidad de marineros que nos oponíamos a un golpe de estado que nuestros propios oficiales propiciaban.
Los marineros anti golpistas habíamos descubierto que la oficialidad de la armada, coludidos con personalidades de derecha planificaban un golpe de estado y para ello realizaban preparativos. Descubrimos reuniones conspirativas, sabotajes a la infraestructura del Estado, falta de respeto a la autoridad de gobierno, discursos golpistas Etc. Nosotros, como personal subalterno no podíamos seguir el conducto regular para denunciar esta situación, ello habría sido ingenuo ya que la mayoría de oficiales estaban en la conjura. Por lo tanto acudimos a informar a las autoridades de gobierno, ministros, senadores y políticos que nos merecían confianza.
La armada de Chile inicio la represión muchos meses antes en contra de su propio personal, aquellos que no estábamos por un golpe de estado, mientras los oficiales planificaban e implementaban el golpe de estado lo cual hoy esta documentado con las declaraciones de los mismos golpistas y documentos desclasificados del congreso de los EEUU. Y por supuesto los testimonios de muchos conciudadanos.
En el mes de Junio fue detenido el cabo Julio Gajardo en la base aeronaval del Belloto, Quilpué, posteriormente el 28 de Julio empezó la represión en la escuela de ingeniería de Viña del Mar y el 6 de agosto se inicio la represión en los buques de la escuadra y la base naval de Talcahuano. Yo fui detenido junto a una gran cantidad de sargentos, cabos y marineros que habíamos denunciado a la oficialidad de la armada por estar complotando contra el gobierno y el orden constitucional de la república. Nos habíamos reunido con algunos políticos susceptibles a nuestros reclamos, mientras que los oficiales golpistas se reunían con políticos que querían romper el orden constitucional de nuestra república. Había sido arrestado un mes antes en el caso conocido por “sedición o motín” contra Juan Cárdenas y otros. En mi caso, sin ver a un juez o fiscal, sin orden de arresto, fui detenido el 6 de agosto desde mi unidad: el Crucero Latorre junto a Luis Ayala 21 , Juan Dotte 21, Rodolfo Claros 20, Sebastián Ibarra 22 y David Valderrama 21 de las divisiones antiaéreas. Además fueron detenidos los cabos Pedro Blaset 23 y José Lagos 25, ambos electricistas del departamento de maquinas. Durante 5 días fui mantenido incomunicado, pensando que mis camaradas podrían estar bien. Solo vi al soldado que me llevaba la comida o que me llevaba al baño .
La brumosa noche del 10 de Agosto de 1973 fue testigo de nuestros traslados “toma todas tus cosas que te vas “ ordeno el soldado IM. mientras manipulaba su fusil hacia mi pecho, fui sacado del cuartel ahora sin vendas en mis ojos por lo que pude mirar mi entorno, una construcción de madera de la cual salí al fresco de la noche. Luego de unos pasos una escalera de concreto o piedras hacia abajo, un túnel oscuro, una terraza y la cónica luz del alumbrado publico, otra escalera hacia la calle en donde había un camión celular, rodeado de marineros armados con fusiles de reglamento steyr. Fui introducido en un camión celular en donde ya tenían a mis camaradas Pedro Lagos 29 , Alberto Salazar 27, Ernesto Zúñiga 21 y Juan Cárdenas 38. Con todos ellos nos reunimos en Santiago con el Senador Carlos Altamirano y Miguel Enríquez líder del Mir. para denunciar a la oficialidad golpista de la Armada que en forma descarada a veces implementaba los preparativos de un Golpe de Estado. Además, en el camión habían otras personas como mi contingente Oscar Carvajal y un operario de apellido Cisternas. Durante todo el operativo de traslado fuimos custodiados por personal armado, desde el aeródromo del Belloto. Fuimos llevado vía aérea hasta Concepción en donde fuimos recibidos por un destacamento de soldados de la infantería de marina a cargo del capitán Luis Koehler. Fuimos trasladados en un camión amontonados, como sacos, todo esto bajo el abuso y maltrato de los soldados. Esa misma noche fuimos torturados por la infantería de marina y su capitán Luis Koehler en el fuerte Borgoño de Talcahuano.
Esa noche fue una de las noches mas terribles, además solo se nos permitió dormir unos pocos minutos siempre rodeados y hostigados por soldados .
El día Sábado 11 de agosto fuimos llevados antes el fiscal el cual uso todas las informaciones grabada en el tormento para ser usada como elemento de prueba. Este tipejo jamás reparo en nuestra condición física. Algunos no podíamos caminar , con nuestras caras hinchadas y moradas y los ojos rojos. Mi contingente Oscar Carvajal con sus oídos reventados casi no podía oír, Juan Cárdenas con su hombro fuera de lugar, Pedro Lagos con su cara irreconocible, su boca parecía una “rosa roja ardiente” todo para luego permanecer incomunicados por semanas mas allá de los plazos legales y violando nuestros derechos constitucionales y humanos.
*En Talcahuano, nos interrogaron sin venda y estuvieron a cargo en forma de hecho, los Señores Koehler, el capitán Bunster, los tenientes Jaeger, Letelier, Luna, Alarcón, Tapia, Maldonado y Letich. Nos hacían decir lo que ellos querían en grabadora y pegándonos culatazos por todos lados y nos decían: “Tienen que hablar lo mismo donde el fiscal”. Y el fiscal nos preguntaba “Se siente mal, si les han hecho algo, díganme”. Llegábamos machucados. Apenas si podíamos hablar, otros no podían andar, otros con conmoción cerebral no podían venir a declarar. *(extracto de carta al presidente Allende de la cual fui coautor).
En la base naval de Talcahuano desde el 6 al 17 de Agosto de 1973 estuvimos sometidos al arbitrio de la infantería de marina (IM) la cual nos tuvo en diferentes lugares de detención e incomunicación. El Lunes 13 de Agosto en la noche nos tomaron a todos y a golpes y empujones nos llevaron al molo 500 y nos embarcaron en el transbordador Meteoro con rumbo a la Isla Quiriquina allí nos tuvieron unos días en la enfermería. Estuvimos tan custodiados que hasta cuando íbamos al toilette teníamos a un grumete que nos apuntaba con su fusil. “quieres que cage de miedo, no lo conseguirás ya que cuando me apuntan me pongo estítico, por lo tanto apunta pa’otro lado” le dije al custodio, este me contesto “mi teniente me dijo que no le quitáramos los ojos de encima”… huevon, la enfermería esta rodeada de guardias, y además estamos en una isla”. “Déjame cagar tranquilo y cierra la puerta huevón” le respondí. Ya no me importaba que me volvieran a patear. El viernes en la tarde custodiados por gran cantidad de soldados armados se nos saco de la isla y se nos embarco en el destructor Orella. Al subir por las redes a bordo fue impactante para mi ver cuando un tripulante del destructor, Raul, se abalanzó sobre Alberto Salazar, su hermano, estrechándose en un gran abrazo, ante la mirada atónita de oficiales y tripulación. Allí se dispuso algunas literas para nosotros pero cada cierto tiempo alguien nos gritaba “!! tirémoslos al agua!! tirémoslos al agua!!” despertándonos a cada rato. Llegamos a Valparaíso en la mañana del Sábado 18 de Agosto directo a la oficina del Fiscal Villegas quien nos mantuvo la incomunicación por algunas semanas mas.
Yo y mis camaradas éramos contrarios a un golpe de estado y por ende defensores del orden constitucional. Además me sentía identificado con un gobierno que lo veía como mío. Aunque este no era perfecto, representaba las aspiraciones de mi familia y de mi pueblo. Además no importando el gobierno de turno, habíamos jurado por la legalidad constitucional de la república. Yo había jurado el 21 de Mayo del 1969 en la Escuela de Grumetes de la Armada de Chile.
En los últimos días de Septiembre y cuando todos habíamos salido de las incomunicaciones, es decir estábamos en libre platica, el sargento Juan Cárdenas propuso redactar algunas cartas en las que participe como coautor. Un compañero con buena letra fue nuestro escribiente. Enviamos misivas al Cardenal, al Presidente Allende y otras personalidades de la vida política de nuestro país; fue una carta en que todos los que allí estábamos plasmamos ideas.
El día martes 11 de Septiembre al salir de las celdas y subir por las escaleras de piedra con rumbo al patio y los comedores, lo cual hicimos con precaución y ansias, pudimos ver desde nuestra ubicación en altura algunos eventos en el puerto. Una mirada nos bastó para darnos cuenta de lo que pasaba: destacamentos de marineros con vestimentas de combate (mezclillas, fornitura, cascos y fusil), barricadas con marinos armados en la avenida Altamirano, alrededor de la aduana y en calles principales. Vimos que la escuadra que se suponía debía estar en las operaciones Unitas con los norteamericanos estaba de regreso en la bahía. Algunas unidades maniobraban sus cañones amenazantemente en dirección de los cerros de Valparaíso. Helicópteros navales hacían vuelos rasantes sobre algunos grupos de personas y con sus altoparlantes repetían que regresaran a sus casas y que se respetarían los derechos de los trabajadores.
Al mismo tiempo un destacamento de cosacos armados con fusiles HK se apostó en el cuartel. También un pequeño destacamento de BT . (buzos tácticos) a cargo del teniente Gaete, a los cuales Ernesto, Rodolfo y yo conocíamos pues habíamos tomados los exámenes para ser buzos tácticos a fines del año anterior. Observamos como el transporte Maipo, barco de la Compañía Sudamericana de Vapores, atracaba en el molo de abrigo delante del crucero Latorre y de la Esmeralda. Al principio no entendimos esto por ser inusual, pero días después fuimos testigos de como estos barcos se usaron como siniestras prisiones flotantes. Con gran desilusión pude percatarme que obviamente se estaba consolidando un golpe de estado y la oficialidad de la armada al igual que en otros momentos de nuestra historia republicana arrastraba la institución no en defensa de los legítimos intereses de la nación sino de los intereses económicos de la derecha chilena. Tenia claro que si el golpe resultaba exitoso, la situación para los que estaban conmigo se tornaría fatal, según nos habían sugerido algunos oficiales y soldados de la infantería de marina del cuartel.
La formación rutinaria de las 8 am en el patio principal del recinto fue muy tensa para mi y los demás acusados de sedición. Sentía un gran nerviosismo. Éramos unos 30 (otros 14 ya estaban en la cárcel publica de Valparaíso, además de un numero indeterminado de compañeros que vivían similar situación en el puerto de Talcahuano.) Esa mañana soleada, con una vista panorámica del puerto vimos el drama que se vivía en Valparaíso y el resto de nuestro Chile. Abel Osorio (oficial de Mar) secundado por los suboficiales Carvajal y León llamó a la calma y planteo que estaban esperando instrucciones del alto mando, que por lo tanto como marinos debíamos seguir nuestra rutina. Y realizar las tareas habituales .
Posteriormente esa mañana mientras realizábamos nuestras tareas de limpieza y trabajos de mantención seguimos escuchando la única frecuencia clara que captábamos… Radio Magallanes, a nuestro presidente y sus últimas palabras. Me impresiono mucho su determinación en aquel momento definitivamente dramático, su temple, su claridad, su valentía, y su gran liderazgo. En el aire se respiraba una inmensa amargura, pensaba en mi familia y su gran dolor, ellos eran partidarios del gobierno popular y que ahora perderían al presidente y tal vez su hijo.
A la hora del rancho (almuerzo) en que siempre se participaba con chistes risotadas y una gran algarabía, ese día fue completamente diferente, hasta el “mexicano” Ernesto Zúñiga que siempre nos hacia reír no dijo nada. Comimos en total silencio, solo algunos escuetos suspiros. Creo que cada cual pensaba en sus familias o amigos. Nadie hablo, nadie dijo nada, y lo recuerdo muy bien pues Nelson Córdova y yo éramos los rancheros en esa ocasión.
Aquella misma tarde la realidad nos golpeó de frente. Vimos camiones cargados de prisioneros con rumbo al molo de abrigo los cuales eran bajados a gritos y golpes. Vimos prisioneros tirados en el concreto como sacos y luego introducidos a patadas y culatazos al transporte Maipo o a la Esmeralda. Prisioneros empezaron a llegar a nuestro cuartel, otros llevados a la Academia de Guerra Naval, edificio contiguo y conectado al lugar en que estábamos. Todos fuimos testigo de como el teniente Benavides portando una carabina M1 escoltaba prisioneros desde la academia de Guerra naval, edificio contiguo, hasta nuestro cuartel. Este tipejo arrogante hacia gala de su poder y maquiavelismo, golpeando a mujeres y hombres mayores.
Fue un día lleno de un dramatismo y la angustia de no saber lo que ocurría en el resto del país ni con nuestros seres queridos ya que los golpistas controlaban todos los medios. En la medida que transcurría el día, nuestros carceleros sufrían una transformación. Nos empezaron a tratar con crueldad. La idea de fusilamiento rondaba en la boca de los cosacos, algunos de los cuales gritaban “se siente olor a pólvora” aduciendo que los fusilamientos llegarían pronto.
Aquella tarde vimos como el transporte cubano Playa Larga levantó anclas y sigilosamente se hizo a la mar pasando muy cerca del crucero Prat. Luego se escuchó un cañonazo disparado desde una de las unidades de la armada. El sonido retumbo en toda la bahía. Al poco tiempo aparecieron helicópteros que empezaron a sobrevolar la bahía y hacer hostigamiento sobre el mercante cubano, comandado por Thales Godoy.
El destructor chileno Blanco Encalada al mando del comandante Julio inicio la persecución del transporte cubano. Se produjo una escaramuza en alta mar fuera de las 12 millas. Se realizaron disparos que no impidieron que los cubanos siguieran su curso hacia la libertad. Tiempo después sabríamos que el Playa Larga había atracado en el Callao Perú, con daños pero sin bajas.
Aquella tarde antes del encierro habló el carcelero Sargento IM. Sanhueza. En una alocución llena de odio planteó que se había ofrecido voluntario para interrogar a los upelientos (partidarios de la coalición de Allende Unidad Popular), y que el se haría cargo de hacernos la vida difícil. Además hacia gala de que tenia la “mano pesada”. El día anterior, este vil personaje nos trataba de “hijos míos”.
Dentro de las celdas platicamos sobre nuestras opciones. Era la noche mas larga que recordamos. Según las informaciones, seriamos fusilados. En una de las celdas pequeñas el compañero (hermano) Córdova leyó algunos pasajes de su biblia referente a hacerse invisible y luego dio su bendición a sus camaradas ante la posible ejecución. Otros desarmaron partes de las literas para proporcionarse partes metálicas para ser usados en la defensa. En la celda grande donde yo estaba, pensábamos que si esa noche se abría la celda a deshora, atacaríamos con las piedras, fierros y algunos cuchillos que teníamos a mano y trataríamos de revertir la situación. Aunque las posibilidades eran pocas, haríamos difícil el trabajo de los cosacos. En esa misma idea el marinero Juancho (Fernández) planteo que debíamos dormir vestidos “por si las moscas” y además debíamos poner nuestro nombre en papelitos dentro de la ropa interior y calcetines ya que seria mas fácil que se nos identificara en el caso que se nos fusilara. Muchos así lo hicimos. Escribí mi nombre en unos cuatro pequeños papelitos y los repartí en mi camisa, uno en cada pie y el otro en mi calzoncillo Después nos dimos un gran abrazo de despedida lo cual fue muy emocionante para los que allí estábamos. Acto seguido Ernesto Zúñiga planteó que debíamos morir con las botas puestas a lo que se replico que debíamos ensayar algunas consignas antes de morir como “Que viva el presidente Allende”, “Abajo los traidores” y “Que viva Chile”.
Esa noche fue la mas largas que tenga memoria. Pensé mucho en mi familia y las palabras de mi padre de que en la historia de los trabajadores el sacrificio de algunos abonaría el camino de los que vendrán y de que si me llega la hora de morir estaré en el lado correcto de la historia, junto a mis camaradas, junto a los míos.
Ernesto dormía en la cama continua; platicamos hasta muy tarde, repitiendo varias veces que debíamos morir dignamente. Algunos se quedaron guardando la puerta. Recuerdo que “Juancho” y otros hicieron la primera guardia. Desperté muchas veces con sobresaltos para escuchar la voz amigable de un camarada “tranquilo Jimmy …no pasa nada”. Aunque nada pasó esa noche, el rumor perduraría durante los 9 meses posteriores en que la infantería de marina fue nuestro carcelero .
Al día siguiente en la formación de las ocho de la mañana, se nos catalogó de prisioneros de guerra. Fue en ese momento que alguien menciono a la docena de compañeros que una semana antes habían sido enviados a la cárcel del puerto y de los cuales no sabíamos su situación.
El efecto inmediato del drama que vivíamos se acentuó con la desparición de todos nuestros abogados, ya que empezaron a ser perseguidos, se nos despojó de todos los diarios, revistas y libros que teníamos.
Los días posteriores nos mostró una Armada de Chile que se ensaño con su propio pueblo. El Cuartel Silva Palma se transformó en un antro del dolor, el mal trato se generalizó. Se habilitaron celdas pequeñas para incomunicación en el techo del edificio, a la vez, la Academia de Guerra Naval; un edificio contiguo, empezó a ser usada como cámara de torturas. Por problemas de capacidad (creo) se trasladaban prisioneros entre los dos edificios. Es por ello que muchas veces vimos a oficiales como el teniente Benavides hacer esta tarea, hombres o mujeres con sus manos en la nuca bajando por las escaleras y dicho oficial golpeándolos con sus pies o con una carabina Garant M1. Como fue el caso del suboficial electrónico Treviño de la escuela de telecomunicaciones, el venia con su uniforme desgarrado de los símbolos y grados , el teniente venia detrás de él insultándolo y golpeándolo hasta introducirlo en una de las celdas del techo del cuartel.
Creo que al segundo o tercer día se nos ordenó sacar mesas, sillas y algunos utensilios desdel comedor de marineros lo cual nos tocó a Nelson Córdova y yo, ya que éramos los rancheros; teníamos que servir el rancho o comida. Al rato fueron traídas un grupo de mujeres prisioneras las que fueron encerradas en el comedor. En la tarde tuvimos que regresar los utensilios al comedor y al hacerlo logre entablar un dialogo con las compañeras (luego de romper el hielo), les dije que nosotros también estábamos prisioneros y que éramos los marineros anti golpistas. Ellas me dijeron que venían de la Esmeralda , donde habían sido torturadas y algunas de ellas violadas. Además habían escuchado que a nosotros se nos había fusilado en la mañana del 11 septiembre.
El día Viernes 14 de Septiembre en la tarde se empezaron a oír disparos por lo que se nos ordenó que nos dirigiéramos a nuestras celdas o dormitorios mientras nuestros carceleros corrían con sus HKs a tomar posiciones detrás de los muros donde se parapetaron. Los disparos se intensificaron para luego transformarse en un tremendo traqueteo de armas automáticas. Escuchábamos los diálogos de los cosacos que se gritaban unos a otro “disparen hacia allá abajo”, “en el techo de los arsenales”, luego sentíamos que se disparaba en dirección de nuestra posición. Ellos estaban en el techo de nuestra celda. Algunos de nosotros nos preparamos mentalmente para un rescate que pensamos que venia ya que la noche anterior escuchamos en una radio argentina que el general Prat venia desde el sur con unos regimientos leales lo que causó una gran algarabía y un uuurrraaa por el general constitucionalista .
De pronto vimos que algunos compañeros se encaramaron como gatos para mirar por un agujero que había entre unos bloques de cristal, cuando el cabo Ramírez espeto “Bájense de allí huevones! Una bala puede atravesar fácilmente los bloques de vidrios!!”. Queríamos ver la llegada de los compañeros..
En esta situación, los marineros anti golpistas constitucionalistas estuvimos hasta el 22 de Octubre. En mi caso, desde el 6 de agosto. Fueron 77 días que marcaran mi vida por siempre. Posteriormente se nos trasladó a la cárcel publica de Valparaíso en donde se nos condenó en primera instancia a penas altísimas en un proceso lleno de irregularidades. El juez naval pedia mas de 20 años de cárcel para Juan Cárdenas, 15 años para los que nos reunimos con el Senador Altamirano y 10 para el grueso de mis camaradas . La corte a la larga reduciría las penas pero en los años posteriores, seguiríamos un camino de cárceles y campos de concentraciones por cinco años mientras nuestro querido país se sumía en una larga noche de terror que duraría 17 años.
El año 78, estando en la penitenciaria de Santiago, luego de pasar por diferentes lugares de reclusión, se produjo la amnistía por lo cual los últimos 8 marinos, el sargento de maquinas Juan Cárdenas, cabo radiotelegrafista Pedro Lagos, cabo artillero Alberto Salazar, cabo artillero Juan Roldan , cabo electricista Pedro Blaset, marinero artillero Sergio Fuentes, marinero mecánico artillero Jaime Salazar y marinero mecánico artillero Ernesto Zúñiga, obtuvimos la libertad tras 4 años 8 meses 15 días de cárcel (1976 días). A los pocos días de la amnistía la mayoría de mis camaradas tuvieron que abandonar el país. En el Chile de 1978 había que tener cojones para quedarse en el país, con una dictadura sangrienta, que no nos quería para nada.
Los que se quedaron lo hicieron a riesgo de sus vidas como Alberto Salazar y Ernesto Zúñiga, ejemplares y queridos camaradas que ofrendaron sus vidas en la lucha contra la dictadura. Los demás fueron hostigados por las fuerzas represivas. Luis Rojo fue detenido por la CNI en Viña del Mar tras lo cual busco refugio en Australia, Carlos García también fue detenido y enviado a prisión por mas de 10 años. En mi caso, luego de un mes salí a California aprovechando la visa que Jimmy Carter me proporcionó para radicarme en California en donde he permanecido hasta ahora, construido mi vida y una hermosa familia junto a mi compañera-esposa norteamericana por 38 años que con amor y sabiduría ha sabido apoyarme en los traumas y resaltar las virtudes de mi experiencia.
Jaime Salazar Ex-marinero mecánico artillero – U4631
En Oakland California
Extracto sobre el Silva Palma, del Libro Auto Biográfico que escribiera el marinero Jaime Espinoza, ” El Deseo de Vivir “, año 2003
DETENIDO EN LA CARCEL DE LOS MARINOS, SILVA PALMA EN VALPARAISO
Después de un viaje que fue cerca de dos horas, pero que a mí me pareció una eternidad, al llegar siempre esposado y encapuchado me introdujeron a un cubículo de concreto de aproximadamente 1x 1 x 1 metros, que después de muchos años por mis compañeros de infortunio supe que le tenían un apodo era el submarino, usado para los castigos extremos.
Estaba tan asustado, que en mi cerebro pasaban toda clase de pensamientos, nuevamente empezaba a atormentarme; ¿con quién me estaban confundiendo?; ¿con quién me estaban asociando?; con esas dudas y con los dolores que sentía en todo el cuerpo, por los golpes recibidos y por la incómoda posición en que me encontraba, sentía que el concreto se incrustaba en mis huesos; cambiando constantemente de posición pero siempre con las piernas y rodillas dobladas sin poder moverme, así permanecí todo el día hasta que oscureció; avanzada la noche me sacaron completamente tullido, por la posición fetal en que me encontraba; tuve que apoyarme con las manos en el piso, balancearme y agarrarme de la murallita de ese pequeño calabozo para sostenerme parado debido a que no podía caminar; al momento me encapucharon y me agarraron de los hombros.
Me llevaron a un cuarto, para continuar con los interrogatorios; nuevamente tenía los focos de luz potente en mi rostro que me enceguecían; con los gritos, las groserías, los culatazos, las patadas y las amenazas, me atemorizaban a tal extremo que a veces no hallaba que decir; me hicieron las mismas preguntas sobre nombres de personas totalmente desconocidas para mí, aparentemente contactos políticos o miembros pertenecientes a grupos revolucionarios. Los interrogatorios eran realizados por diferentes personas, a las que distinguía por su tono de voz, quienes me hacían las mismas preguntas en diferente forma, para hacerme caer en alguna mentira.
Al terminar el interrogatorio, sin obtener la información que ellos deseaban obtener, nuevamente fui encerrado en el “submarino”, donde permanecí hasta el día siguiente. En ese lapso de tiempo que estuve detenido, muchas cosas pasaban por mi mente; me preguntaba sobre mi futuro incierto; la causa de mi detención; el tiempo que duraría preso; si saldría con vida y en qué condiciones; me hacía toda clase de preguntas, pero sin encontrarles una respuesta que me pudiera satisfacer, que me tranquilizara, que me dejara dormir o descansar, con el paso del tiempo aumentaban los dolores en mi cuerpo y mi incertidumbre se incrementaba cada vez más.
Durante mi encierro en el “submarino”, dos veces me sacaron por un período de cerca de treinta minutos para no tullirme; la alimentación consistía en sándwichs; pan de molde con dos trocitos delgados de chancho, y un jarrito de agua. Para no enloquecerme y buscar la paz conmigo mismo, pensaba en los ratos agradables que había pasado con mis amigos, en los juegos y picardías que había vivido en mi niñez, y en los ratos agradables que había vivido con mi familia; momentos que en esta situación tenían un increíble valor, porque me permitían soportar el martirio que estaba viviendo, siempre añorando la libertad.
Después del segundo día de encierro en el “submarino”, durante el interrogatorio, reafirmé todo lo dicho el día anterior; aparentemente perdieron un poco de interés al no conseguir la información que ellos querían; un interrogador me hablo al oído amenazándome, “vas a permanecer detenido en este centro de detención pero mucho cuidado con decirle a alguien acerca de lo ocurrido, porque te hacemos desaparecer”.
Las interrogaciones sufridas que me hacían eran similares a las de este orden:
INTERROGADOR: ¿Cuál es tu filiación política? .
JAIME: Señor, yo no tengo ninguna filiación política.
INTERROGADOR: No mientas, hemos sabido que perteneces al Partido Comunista.
(Esta vez recibí una fuerte patada en la canilla, la que sentí que me la habían partido)
JAIME: Le digo que yo no soy comunista ni pertenezco a ningún grupo político.
INTERROGADOR: Tus compañeros ya hablaron y todos dijeron que eras un líder comunista, que seguías instrucciones de Carlos Altamirano.
JAIME: No conozco a ese señor, es la primera vez que lo oigo nombrar.
(Ahora recibí un golpe de puño en el pecho que me hizo caer del asiento) .
INTERROGADOR: No te hagai el hueón, sabis que es el secretario del Partido Socialista.
JAIME: Señor, le repito que no sé quién es,… no conozco a ese señor.
INTERROGADOR: Aclara de una vez por todas, algunos de tus compañeros dicen que eres mirista y otros que eres comunista, pero todos están de acuerdo que eres un elemento peligroso, que estás alterando el orden público.
JAIME: No sé de qué compañeros usted me habla; mis únicos compañeros son los marinos tanto en Punta Arenas como aquí en Valparaíso
INTERROGADOR: Dame las direcciones donde hacías las reuniones
JAIME: No puedo darle ninguna dirección yo no he dirigido ni asistido a ninguna reunión de carácter político.
INTERROGADOR: Ya,… pronto vamos a saber si estás diciendo la verdad.
En el calabozo, a veces solo, nos mirábamos con los compañeros de infortunio; existía el temor de hablar y de que hubiera un infiltrado entre nosotros tratando de conseguir información. Viviendo en esta situación se desconfía de todos.
Después de la primera semana se calmaron conmigo pero pude ver otros marinos que estaban corriendo la misma suerte mía y en peores condiciones, a algunos los traían alzados por los brazos con su cabeza caída hacia abajo, en esas condiciones los metían al “submarino”, yo sufría y me dolía ver estas escenas; nunca, ni siquiera en mis pesadillas, me imagine esta clase de maltrato, menos aún, entre chilenos.
Parte de mi familia vive en el campo en un lugar llamado El Carmen de Codigua. Son gente bonachona que le hacen honor a este dicho: “cuando viaja por Chile, y usted pide un vaso de leche, le dan la vaca”. Aprendí que entre chilenos éramos amigos y teníamos que ayudarnos, ese era mi concepto de ciudadano; esto que ahora estaba viviendo, era nuevo para mí; me costaba aceptarlo, pensaba que era un sueño, una pesadilla de la cual quería despertar, pero lamentablemente era una realidad.
Uno de los marinos recién llegado, difícilmente podía caminar, mi litera se encontraba por encima de su cama; cuando se sacó los zapatos me quedé mirándole sus pies; sin decir ninguna palabra, presintió que lo estaba mirando y volteó la cabeza hacia arriba, me miró a los ojos, yo le hice un gesto de dolor haciendo una mueca y arrugando los ojos, él respondió diciéndome, “me cagaron los pies, durante el interrogatorio uno de los verdugos sostenía un clavo con un alicate y me lo metía entre las uñas de los dedos de los pies”; yo me imaginaba el dolor que tiene que haber sentido, estaban rojos hinchados con líneas negras en el centro de las uñas. Le respondí diciéndole, “ahora entiendo tu forma de caminar”; levantando su pie con las manos para mirar el daño más de cerca me dice nos detuvieron anoche a mí y a otro amigo, no sé qué hicieron con él pues no era marino, se queda mirándome y me pregunta, ¿y a ti que te hicieron?, yo viéndole las heridas causadas por la tortura, me inspiró confianza, y entonces me puse a conversar con él. En voz baja le dije, “a mí me trajeron de la Quinta Normal en Santiago, no sabía de este lugar, dicen que es la cárcel de los marinos, a mí me han sacado la chucha tres veces a puras patadas, culatazos, rodillazos y puñetes, todavía estoy adolorido, me están acusando de sedición”; el muchacho que tenía el pelo negro crespo responde, yo estoy pagando los platos rotos por mi amigo, él es simpatizante de la U.P. (Unidad Popular) y piensan que yo soy un infiltrado en la Armada; seguimos conversando cuando se podía, después de unos días se lo llevaron, jamás lo volví a ver, fue un desaparecido más.
Al cabo de una semana me permitieron comunicarme con mi familia, pude informarles a donde me encontraba, para no aumentar su preocupación, les informé que me encontraba bien.
Después de unos días la mayoría del tiempo lo pasaba afuera, se me permitió salir al patio y caminar por sus alrededores; pude apreciar que este centro de detención era como una pequeña fortaleza, estaba ubicado en una colina y tenía una hermosa vista a la bahía. Aquí pasaba gran parte del día, a veces podíamos ver los nuevos infortunados, unos se quedaban otros se los llevaban de vuelta, ¿a dónde?, nadie sabía, solamente podíamos imaginarlo, a algunos de ellos nunca los volvimos a ver .Comúnmente prendían la radio para oír música y nunca olvidaré la canción llamada “Killing me softly with his song;” en ese año la tocaban 4 a 5 veces al día.
En mi permanencia en el Silva Palma, siempre supuse que lo más grave que me podía haber sucedido, es que me hubieran terminado con mi carrera en la Armada; nunca me imaginé los tormentos que sufriría en los próximos dos años en los campos de concentración.
En agosto de 1973 a cuatro marinos se nos informó, por medio del sargento de guardia, que debíamos prepararnos para presentarnos en la Fiscalía Militar de Valparaíso, fuimos acompañados por el sargento, caminando libremente por la calle y luego tomando un microbús, para llegar a nuestro destino.
Grande fue nuestra sorpresa cuando al llegar se nos informó que habíamos sido declarados reos comunes y que deberíamos ser trasladados a la cárcel pública de Valparaíso, inmediatamente los gendarmes nos encadenaron como si fuéramos criminales, esposados de las manos y con cadenas que iban dentro del pantalón hasta los tobillos, con grillos a los pies, lo cual nos permitía solamente dar pasos cortos.
Un Breve Relato de mi Prisión en el Silva Palma.
Fecha, Lugar y Hora app. de detención:
21/08/1973, Navio Papudo. 10 Hrs de la mañana
Mi vida cambió para siempre la mañana del 21 de agosto de 1973. Estaba en Servicio en el Patrullero Papudo que se encontraba atracado al Molo de abrigo en Valparaíso, mas o menos a las 10 hrs de la mañana fui llamado para me presentara ante el comandante del Buque, Capitán Jorge Martinez Busch, al entrar al Camarín , el comandante me comunicó que estaba arrestado y sabían todo de mi persona , comenzó preguntándome si conocía al Senador Altamirano, Miguel Henríquez , Diputado Oscar Garreton, que nombrara amigos que sabían del plan zeta, si conocía al sargento Cárdenas….etc etc…..que era mejor contar la verdad y todo, si no sería peor para mi, mucha presión psicológica y amenaza, si fuí para Santiago a alguna reunión de políticos etc etc, después de un exhaustivo interrogatorio fui mandado para las siniestras celdas del Cuartel Silva Palma, en la salida del camarín me estaban esperando 4 agentes, todos de caras pintadas, altos magros y armados de ametralladoras me condujeron en una camioneta color plomo, me agarraron de los brazos y me condujeron para fuera del navío, antes de entrar a la camioneta uno de los agentes me dio un golpe fuerte en el estómago, no conseguí ver si eran de alguna institución, estaba muy asustado.
Llegando a la cárcel Silva Palma me retiraron todos mis pertenencias; como cinturón, cordones de zapato, dinero documentos, etc etc todo bajo instrucción del comandante del Silva Palma con mas de dos soldados en una sala, para después conducirme para la celda, los militares todos con uniformes de combate sin distintivos, me pareció que las celdas del Silva Palma estaban subterráneas, en el calabozo que estuve era muy estrecho tenia una sola cama en pésimas condiciones, sin luz, muy helado, sin ventanas, solo una pequeña abertura en la puerta de fierro, un gran pasillo, al final estaban los sanitarios …..el colchón estaba en pésimas condiciones y pasaba mucho frio principalmente los pies yo tengo presión baja entonces era un martirio, también me dolía mucho mi columna vertebral, yo no se si fueron 6 dias o más, nunca supe, estaba muy oscuro y perdí la noción del tiempo, no conseguía dormir, ya que pensaba mucho en mi familia, ellos no sabían que estaba preso…..me sacaban como a las cuatro o cinco hrs de la mañana con la disculpa que tenia que ir al baño, generalmente tenia que ser muy rápido. Después de 6 días o mas incomunicado me sacaron para prestar declaración ante el fiscal militar, donde me interrogaron, muchas preguntas y tortura psicológica…