Información donada por el periodista Jorge Escalante.
Querid@s compañer@s:
Con pena me he enterado que el Campo de Prisioneros que la Marina instaló en la zona de Colliguay, se ha terminado llamando “Isla Riesco”, cediendo tal vez al error de algunos que sostienen que “Melinka” fue el campo de Puchuncaví.
Si bien la Armada de palabra y para despistar a los familiares lo llamó también Isla Riesco y Operativo X, el nombre oficial que acreditan documentos de la Fiscalía Naval de la época, es “Melinka”.
Valoro el tremendo esfuerzo realizado por quienes se preocuparon que este Sitio de Memoria finalmente se hiciera realidad. Pero lamento profundamente el error. Sobre todo porque avala otro tremendo error: creer que Puchuncaví fue el “Melinka”.
Puchuncaví se abrió cuando se cerró Melinka en Colliguay, si no recuerdo mal en abril o mayo de 1974.
Guardo un documento de la Fiscalía Naval enviado al SICAJSI, donde se pide mi traslado desde MELINKA a la Fiscalía Naval en abril de 1974. El documento lo tengo en mi casa y se los enviaré mañana para fundamentar mi opinión.
Creo que la Memoria Histórica debe ser lo más apegada a la realidad, porque fue lo que vivimos. He sentido pena por este error, porque yo estuve ahí al igual que tantos otros compañeros. No logro entender el error, y haré mis humildes esfuerzos para ver si se puede reparar cambiando la placa y el registro en el Consejo de Monumentos Nacionales.
Esta discusión la gané en el estamento del Estado donde trabajo: El Programa de Derechos Humanos hoy dependiente de la Subsecretaría de Derechos Humanos. Aquí se pretendía dar como como oficial que fue el campo de Puchuncaví el que se llamó Melinka. Con el documento al que hice referencia logré corregir el error. Y sobre todo con la fecha del documento.
En fin compañeros, felicito a quienes lograron que este Sitio de Memoria se hiciera realidad. Hubiese estado en Valpo. o hubiese sabido antes, habría dado la pelea para corregir el error a tiempo.
DETENIDO EN EL CAMPO DE CONCENTRACION DE ISLA RIESCO
Extracto sobre “Melinka”, del Libro Auto Biográfico que escribiera el marinero Jaime Espinoza, ” El Deseo de Vivir “, año 2003
El campo de concentración Isla Riesco o Melinka, ubicado en los llanos de Colliguay, estaba rodeado por una doble reja de alambre de púas con paredes de 4 a 5 metros de altura y con torres de vigilancia cada 50 metros; nos advirtieron que el espacio entre las dos rejas era un campo minado, interconectado por un sistema de alarmas que sonaría cuando algún detenido intentara pasar los umbrales de la prisión; lo cual hacía imposible que fructificara cualquier intento de fuga. Estaba ubicado en un valle, rodeado por una serie de montañas. El campo de concentración comprendía un área rectangular aproximada de 400metros de largo por 200 metros de ancho. Isla Riesco o Melinka estos son los nombres de unas islas ubicadas en el sur de Chile donde el clima es muy frío, además, por su topografía son de muy difícil acceso, con el tiempo supe que le dieron este nombre para que nuestros familiares no insistieran en visitarnos
Las construcciones eran de madera con piso de tierra en forma de U; se componía de líneas de 12 celdas en cada extremo, acomodando seis prisioneros en cada una de ellas con literas que también estaban alineadas en forma de U, todas conectadas, pero cada celda con su puerta; en cada litera se encontraba una frazada y una toalla. En la parte posterior de la base de la U, estaban ubicados los sanitarios que era una línea de cajones de madera seguidos, sin ninguna división, sin techo o pared alguna, por lo que no había ninguna privacidad; nosotros los marinos habíamos superado en gran parte el pudor y la vergüenza, pero para los presos políticos recién llegados, era traumatizante aceptar estas condiciones, no habiendo ninguna otra alternativa, comúnmente había varias personas al (unísono), realizando sus necesidades fisiológicas; se carecía de papel sanitario, usando diarios o papel de revistas otorgadas por los soldados, no faltaban las bromas, en más de una ocasión nos dijimos que como nos limpiábamos con tantas noticias y letras teníamos un” poto educado”.
Al otro extremo estaban ubicados los comedores; consistían en varias mesas largas de madera, a cada lado tenían bancas también de madera.
Alejado de los comedores; había un tanque grande plástico redondo llamado pipa, que contenía agua potable, de éste nos abastecíamos para el uso diario del agua para beber o para asearnos.
Al lavarnos el cuerpo, se trataba de hacerlo lo más rápido posible debido al frío de la época y al lugar donde nos encontrábamos, otro factor importante era que había que dejar agua para el resto de los detenidos. Yo particularmente, lo hacía por partes, desnudando mi torso primero, lavándome con un trapo con jabón y refregándome para enjuagarme rápidamente, después me lavaba la parte inferior usando la misma técnica. Viviendo en estas condiciones, rápidamente teníamos que buscar la mejor forma de adaptación.
Habían pasado dos días de mi permanencia en este recinto, en el mes de noviembre de 1973, muy temprano en la mañana fueron dos soldados a la celda, se dirigieron a mí, y me ordenaron que saliera, inmediatamente accedí y empecé a caminar con dirección a donde ellos tenían la base, me llevaron a una sala, me sentaron en una silla mirando hacia unas luces, me esposaron, y después prendieron más luces que me enceguecieron, luego de un breve lapso de tiempo comenzaron con el interrogatorio.
INTERROGADOR: Dime tu nombre.
JAIME: Jaime Espinoza.
INTERROGADOR: ¿Tú eras marino?.
JAIME: Si señor,
INTERROGADOR: ¿Sabes porque estás aquí?.
JAIME: No señor,
INTERROGADOR: Bueno nosotros tenemos un grave problema contigo.
JAIME: No entiendo.
INTERROGADOR: Tú estás acusado de sedición y motín.
JAIME: Si señor.
INTERROGADOR: Ahí está el problema, nadie hace un motín o una sedición estando solo, hasta ahora te niegas a entregar los nombres de los que te seguían y de tus contactos.
JAIME: Pero siempre he dicho la verdad.
INTERROGADOR: Tengo la lista de los que te conocen y todos ellos ya testificaron que tú eras el líder, por lo tanto no me hagas perder mi paciencia.
JAIME: Yo siempre he dicho que en la reunión, todos hablábamos y todos opinaban.
INTERROGADOR: Ahh,… y me vas a negar que algunos de tus contactos no están aquí contigo. (Enseguida sentí una patada en mi pecho que volcó la silla hacia atrás y yo rodé por el piso, enseguida me dio dos patadas en el estomago y me aplastó la cara con la bota; yo no podía respirar y tenía ganas de vomitar).
INTERROGADOR: (Gritando), ¡Estoy cansado de tus mentiras tú crees que estamos para el hueveo tuyo!,… esta es tu última oportunidad dame los nombres o te vamos a fusilar ahora mismo.
JAIME : No quiero inventar nombres, no quiero mentir.
INTERROGADOR : Ok, como quieras, es tu vida,… métanle plomo.
Solo sentí que me pusieron la capucha sobre la cabeza que me alzaron por los brazos y a rastras me llevaron hacia afuera para subirme a un vehículo abierto sin puertas ,sentí subir a los soldados, encendieron el motor del vehículo y arrancaron, yo iba sentado al centro porque sentía los hombros de ellos a cada lado, el viaje duró cerca de cinco minutos, detuvieron el vehículo y procedieron a bajarme, me tomaron por los brazos y me hicieron caminar unos 20 metros, nos detuvimos me hicieron girar y procedieron a quitarme la capucha, mientras los dos infantes de marina caminaban alejándose de mí con rumbo al vehículo, me di cuenta que era un jeep, del cual bajo un teniente, que se dirigía caminando hacia mí, yo sentía que me iba a caer y que mis piernas no podían sostener mi cuerpo; presentí que me iban a fusilar, era el fin de mi existencia , eran miles de pensamientos pasando por mi mente, en eso el teniente da la orden de ¡preparen armas!. Observé que los tres soldados sacaban una bala de su cartuchera y cargaban el fusil; mi mente rehusaba creer lo que estaba viviendo, diciéndome que esto no es verdad, estoy viviendo un sueño, una pesadilla, me negaba a aceptar la realidad; en ese momento el teniente se encuentra al lado mío, dirijo mi vista hacia él y me dice con un tono autoritario ¡allá!, ¡mira allá!, apuntando con su dedo índice y su brazo estirado hacia los fusiles que estaban siendo cargados, ahora el teniente estaba hombro con hombro, solo que los dos estábamos mirando para los lados opuestos, y de una forma sarcástica me dice suavemente: “La verdad es que no quiero matarte, eres un muchacho joven y los otros que te acompañaban, unos están aquí en el recinto, los otros andan disfrutando de su libertad y tú aquí como hueón pagando con tu vida, nosotros le vamos a decir a tu familia que te dejamos en libertad y no hemos vuelto a saber de ti, ok; ¿ya te acordaste de los nombres?”; yo estaba temblando del nerviosismo, con mi voz entrecortada le contesté, mi teniente yo siempre les he dicho la verdad, ¿ por qué no me quieren creer?, ¡se lo juro por Dios!; el teniente hizo unas muecas con la cara como dudando de mi respuesta, gira y caminando lentamente me da la espalda, alejándose unos pasos de mí, en alta voz, dice: ¡APUNTEN!; los tres soldados alzaron sus fusiles apuntando a mi cuerpo; en ese momento unas lágrimas rodaron por mis mejillas, me estaba despidiendo de esta vida, moría sin haber cometido delito alguno, por no querer matar a mi gente, me habían enseñado que entre chilenos nos queríamos; recordé cómo mi padre cuando íbamos al campo a todo el mundo le gritaba, ¿cómo está pariente?; se vivía con ese cariño y esa hermandad, me acordé de todos esos momentos en que se reunían en la casa de campo donde mi padre se había criado junto al abuelo Raimundo, la prima Ana Rojas y su hermano el tío Sergio; el primo Alberto Peralta, el tío Rubén Ampuero, Vito Carreño y Alfredo Silva llegaban con “chuicos” de 15 litros de vino, y víveres para consumir durante su estadía, mandaban a los primos jóvenes a buscar un cordero, mientras otros encendían el carbón y empezaba la alegría, y si alguien pasaba por el camino, no podía seguir sin brindar con ellos y si se quedaba, mejor todavía, ¡ese amor! era el que corría por mis venas y ahora pagaba con este precio, con mi vida, por ese amor que mi familia me había enseñado a darle a mis hermanos chilenos.
Ahora me encontraba frente a mis verdugos, a la misma vez que me preguntaba: ¿qué sentirían ellos por dentro?; ¿estarían sufriendo?; ¿me iban a quitar la vida sin ningún remordimiento?; ¿cómo podrían lidiar después con su conciencia?; ¿ cómo justificarían ante ellos mismos el asesinato que iban a cometer contra mí?; si yo no les había hecho ningún daño, pero ahí los tenía apuntándome con los fusiles; les dirigí la que consideré mi última mirada, viendo los cañones que dispararían quitándome la vida: cerré los ojos y me encomendé a Dios.
Esperando la orden de fuego, el teniente sabe que estoy tiritando y muerto de miedo, se vuelve a acercar a mí, cada paso que daba era una tortura, una agonía, mi mente rehusaba creer lo que estaba viviendo, sintiendo cada vez más la cercanía de mi muerte; suavemente me vuelve preguntar: ¿te acordaste de los nombres?, levanté mi cabeza, lo quedé mirando con mis ojos empapados en lágrimas y con lo que me quedaba de mis fuerzas terminé diciéndole: “ya le dije la verdad”, esta vez él se queda mirándome, haciendo un gesto de conformidad y exclamando, “es tu vida, tú lo quisiste así”; caminando y alejándose da la orden de ¡FUEGO!.
Escuché el tronar de los fusiles que sonaron como un cañón y alcancé a decir, ¡Dios mío perdóname!, cerré mis ojos y apreté mi cuerpo tratando de sentir las heridas por las balas, a la vez me movía suavemente sin sentir dolor, ¿estaré muerto, pero, porque no me caigo?, aunque mis piernas temblaban aún estaba de pie ,cuando escucho las risotadas de los soldados, comencé a entender que esto era un juego para ellos, eran balas de salva, el teniente rápidamente se acercó a mí diciéndome, “hoy día fueron de salva ,pero jamás vas a decir ninguna palabra de lo ocurrido, si alguna vez me entero que has hablado, van a ser reales, ¿ entendiste?”; apenas me salía la voz y le conteste, ¡ sí mi teniente!; dirigiéndose a los soldados con un movimiento de la cabeza indicando donde yo estaba, se acercaron y nuevamente me encapucharon; procedieron a tomarme de los brazos y dirigirme hacia el jeep; caminaba como un autómata, cuánto tiempo tomaría para superar esta experiencia; todavía cuando la recuerdo, se me crispa la piel y algunas lágrimas corren por mi rostro.
Mucho tiempo después, encontrándome de nuevo detenido en la Cárcel Pública de Valparaíso, conversando con mis compañeros, supe que los simulacros de fusilamiento era una técnica muy utilizada; sin embargo varios presos habían muerto de un ataque al corazón; el cadáver se lo habían entregado a los familiares, en el certificado de defunción aparecía, “Causa de muerte: Deceso natural, falleció de un ataque al corazón”.
En mi regreso al campo de concentración perdí conciencia del viaje y del tiempo, mi mente estaba confusa, no tenía capacidad de razonar pero recordaba el rostro del oficial, era un teniente joven, no pasaría de los 30 años, con unos ojos negros y una mirada penetrante que expelía odio y rabia como una bestia salvaje completamente irracional y carente completamente de la más mínima prueba de bondad y de cariño?; ¿cómo un ser puede llevar esa doble personalidad con caracteres tan diametralmente opuestos?; ¿ por qué el uniforme militar que llevaba puesto lo envalentonaba y le hacía cometer actos contra su propia conciencia y contra sus principios morales?; todo esto lo hubiera justificado si hubiéramos estado en guerra con otra nación que hubiera amenazado la seguridad de nuestro país y estuviéramos defendiendo la soberanía nacional ,defendiendo nuestra gente y esta tierra que nos vio nacer, pero éramos hermanos chilenos, yo no era un enemigo.
Nuevamente sentí que me tomaron por los hombros me llevaron a la misma sala, me sacaron las esposas y la capucha, el oficial se me acerca y me dice nuevamente no te olvides lo que te dije luego indicando con la mano me ordena que regresara a mi celda, mientras caminaba me sentía muerto en vida. Mis compañeros al verme me preguntaron si estaba bien, yo hice un ademan con la cabeza afirmando que sí, sin pronunciar palabra alguna me tendí en mi litera, sin ánimo de salir o hacer algún tipo de actividad. Me tomó varios días para superar este estado tan complejo que me invadía, mis compañeros preocupados seguían preguntándome cómo estaba y qué me pasaba, lo único que les dije es que había sufrido un fuerte interrogatorio y que necesitaba mi espacio; ellos comprendieron y no me volvieron a preguntar absolutamente nada.
Poco a poco fui superando este estado, saliendo a caminar alrededor del campo, como lo hacían otros detenidos. Me fui dando cuenta que había mucha gente intelectual como el doctor Fisher, quien había sido el brazo derecho del doctor Kaplan, el cardiólogo que realizó el primer trasplante de corazón en Chile; el químico y biólogo doctor Walter Gaete, había varios profesores universitarios, uno de ellos era el doctor Francisco de la Fuente.
Conversar con estas personas yo lo encontraba sumamente interesante, su forma de expresarse era muy respetuosa y elocuente, lo hacían con distinción y profundos conocimientos, no eran las palabras costumbristas que usábamos a diario con mis compañeros , ellos eran un mar de sabiduría, siendo yo tan joven, a mis 19 años, consideraba un privilegio poder socializarme con personas tan distinguidas, eminencias intelectuales; la mayoría de las veces lo que hacía era escuchar y aprender, pero a la misma vez me preguntaba, ¿cuál sería el delito que estas personas habrían cometido para tenerlos detenidos en estas condiciones?, yo tampoco me atrevía a preguntar, presumía que por sus ideas políticas; dialogando con ellos es que resolvimos solicitar al sargento de guardia que por medio de los familiares nos consiguieran juegos de damas y de ajedrez, para tener un medio de entretenimiento y diversión y eventualmente organizar un campeonato. El ajedrez fue muy importante para mí porque fue la ayuda sicológica que necesitaba para poder desprenderme de la cruel realidad y del estado depresivo que me embargaba. Me dediqué de tres a cuatro horas al día a practicar y mejorar el juego, aprendiendo nuevas aperturas. Me di cuenta que era un juego muy interesante de estrategias ilimitadas y de un gran estímulo al cerebro; nadie podía imaginar que trece años más tarde estaría recibiendo un pequeño reconocimiento por representar a la compañía de aviones Fairchild Republic en New York donde trabajábamos seis mil personas; allá por primera vez me tocó jugar contra maestros, marcando con reloj y escribiendo mis jugadas, me sentí orgulloso sin dejar de pensar donde lo había aprendido.
Los guardias e interrogadores nos tenían prohibido hablar y comentar con los demás detenidos sobre las torturas que recibíamos; sin embargo, a pesar de la prohibición, igual los amigos más cercanos lo hacíamos, para desahogarnos; en ello estábamos influenciados por las historias que nos contaban los recién llegados; algunos habían recibido descargas eléctricas en los testículos, a otros les aplicaban el sistema de submarino que consistía en que el detenido sufría una inmersión en toneles de agua, casi hasta la asfixia; algunos no aguantaron y murieron al estallárseles los pulmones; un detenido jurando vengarse nos contó cómo a su hermana la habían violado con un perro, lo que le generó una gonorrea, ya que estos animales comúnmente son portadores de esta enfermedad; a otro compañero le habían aplicado corriente en las canillas, sistema comúnmente conocido como la “parrilla”; era muy común ver a prisioneros con los brazos heridos, con señales de quemaduras de cigarrillo, algunas curándose, otras aún en carne viva.
En la medida que avanzaba el tiempo, habían momentos de resignación tratando de hacer la vida lo más llevadera posible, por lo menos dos o tres veces por semana oíamos las ráfagas de ametralladora y la explosión de granadas, era como una advertencia para el que tuviera alguna idea de escaparse; en uno de los partidos de futbol, de una patada demasiado fuerte, la pelota fue a dar en medio de las dos rejas donde presuntamente estaba minado, pedimos ayuda a los soldados, pero ellos se negaron diciendo que tenían que traer escaleras porque el campo minado era muy peligroso. Esa noche, aproximadamente después de dos horas de habernos acostado y suponiendo que todos estaban durmiendo, se escuchó en medio del silencio una explosión muy cercana a nuestra celda seguida de ráfagas y disparos; uno de nuestros compañeros se empezó a quejar que su pierna le dolía, una esquirla le había penetrado y estaba sangrando; procedimos a gritar para pedir ayuda porque teníamos un compañero herido, al llegar los soldados lo llevaron a la enfermería; el sargento nos dio una explicación diciendo que un conejo había cruzado el campo minado provocando la explosión al cual ellos respondieron con disparos temiendo que algún prisionero estaba tratando de escaparse.
Era común observar cómo nuevos detenidos llegaban al campo, como también era común ver compañeros que se los llevaran por un lapso de tiempo para más tarde regresar en condiciones parecidas a la que yo regresé, después de haber sido sometidos a interrogatorios, pero también hubo detenidos que al llevárselos jamás regresaron; su destino fue incierto y desconocido para nosotros, pues nadie se atrevía a preguntar.
Quisiera mencionar nuestro menú de todos los días, durante meses: el típico desayuno, un jarro de té con un pan, el almuerzo eran frijoles cocidos en agua con un té y un pan y la cena era un pan y un jarro de té; pero un día todo cambió debido a la denuncia y a la presión de nuestros familiares, visitando todos los organismos existentes de los derechos humanos, fue que tuvimos la visita de La Cruz Roja Internacional; ese día, los cambios fueron diametralmente opuestos, en el trato de soldado a prisionero como también en el menú diario. Un caso excepcional fue el del teniente González que nos saludaba como grandes amigos dándonos golpecitos en la espalda en forma amistosa e informándonos que nuestras familias estaban bien y que nos enviaban saludos; nosotros nos mirábamos sorprendidos de tanta atención y respeto sin atrevernos a informar a la Cruz Roja que la realidad era muy distinta a esa falsa cordialidad. Sin embargo lo que más disfrutamos fue el cambio del menú diario, todos recibimos un cuarto de pollo asado, puré, ensalada y postre. La comida fue nuestra delicia pidiéndoles a los integrantes de la Cruz Roja que por favor nos volvieran a visitar para disfrutar una vez más esta cena de gala.
Durante la visita de la Cruz Roja Internacional, nuestro propósito era el de encontrarnos solos con los miembros de este organismo, para informarles la realidad de nuestra situación; ellos tuvieron que insistir para que esto pudiera ser posible, lo cual fue finalmente aceptado de mala gana, por las autoridades del recinto; en esa breve charla, pudimos informarles de nuestra calidad de prisioneros y de la carencia de los objetos básicos para nuestra higiene personal; les informamos sobre las desapariciones de personas que sacaban para interrogatorios y que nunca regresaron; de las torturas que recibimos y del maltrato que nos daban; yo personalmente, por el temor y el miedo a una posible venganza, opté por guardar silencio, en ese momento, no sabía si estaba actuando bien o mal; era una lucha interna entre el desahogo de poder decir la verdad de las torturas, que había recibido o el posible castigo que me darían, como me lo había prometido el teniente en el simulacro de fusilamiento; pensé que si guardaba silencio, tenía una mayor posibilidad de seguir con vida, por tal razón decidí callar la verdad.
Aprovechamos la oportunidad para darles a conocer, no sólo la situación en que vivíamos, sino también informarles de algunas necesidades como pelotas de futbol y de voleibol y si fuera posible recibir algunas encomiendas y noticias de familiares. Los detenidos que aún tenían heridas sangrantes o muestras físicas de castigo, fueron escondidos, los visitadores de la Cruz Roja, no supieron que existían; nosotros tampoco nunca supimos cuál fue el resultado del informe oficial que rindió la Cruz Roja a la prensa y a los organismos nacionales e internacionales.
La visita de la Cruz Roja tuvo una gran influencia en nuestro estado anímico, ya no nos sentíamos tan abandonados y perdidos en la existencia, por lo menos sabían dónde estábamos, posteriormente algunos de los detenidos recibieron correos y alguna pequeña encomienda enviada por sus familiares la cual era revisada minuciosamente para asegurarse que no contenía nada que pudiera ser usado como un arma, lo que nunca me enteré, fue cómo la Cruz Roja supo de nuestra existencia.
Una semana después tuvimos otra grata sorpresa al recibir correo y una encomienda de la Cruz Roja donde nos enviaban una pelota de futbol y una pelotas de voleibol, más otros artículos de uso diario como jabón, champú, cepillo de dientes y pasta dental. Nuestros ojos estaban llenos de felicidad, ¡habían cumplido con su palabra!
Pero ahora nos faltaba la red de voleibol, empezamos a pensar cómo la podríamos fabricar, otra vez comunicándonos con los soldados de guardia, les solicitamos que necesitábamos algo que fuera como una cuerda larga; ellos nos respondieron que verían lo que encontrarían disponible; más tarde regresaron con un rollo de alambre de púas diciendo que era lo único que podían aportar; nos dimos a la tarea de sacar una por una las puntas dobladas de los alambres sin tener herramientas y buscando de alguna forma con un pedazo de madera o una piedra para destorcer las puntas; nos fuimos turnando en esta ardua faena hasta llegar a tener dos alambres largos libres de púas, amarrando cada extremo en las celdas adyacentes; ahora nos faltaba la malla; nuevamente vinieron las ideas, necesitábamos más camisetas y trapos viejos para deshilachar o hacer largas cuerdas para ir trenzando y amarrando como un telar de araña. Cuando finalmente terminamos de hacer esta obra todos nos sentíamos satisfechos de haberlo logrado y lo bautizamos con el primer partido. Yo por ser alto, delgado y atleta, fui uno de los mejores. Ya mi tiempo estaba dividido entre el ajedrez, practicar karate y jugar al fútbol o al voleibol; mi tiempo lo distribuía en todas estas actividades.
Siempre tratábamos de tener la mente ocupada, para no pensar en nuestras familias, muchas de las cuales estarían aguantando hambre, ya que la mayoría de los detenidos eran el sostén económico del hogar. Pasábamos la tarde realizando las mismas actividades; nunca se nos permitió recibir la visita de ningún familiar, quizás muchos de ellos no sabían a donde nos encontrábamos, si estábamos vivos, muertos o desaparecidos. Cuando salí de esta prisión, supe que mi familia me había buscado por todas partes, hasta en los anfiteatros, en otros centros de reclusión; quizás su situación y desesperanza era peor que la mía; siempre la misma respuesta, aquí no está y no sabemos nada de esa persona.
En una mañana nos encontrábamos alineados y reunidos en frente de cada respectiva celda, como lo hacíamos todos los días para cantar el himno nacional, y entre el grupo de detenidos se encontraba un hombre bajo de estatura con una joroba muy pronunciada , en esta ocasión estaba atrasado y solamente lo estábamos esperando a él, para cantar el himno nacional; el jorobado salió de su celda y caminando se alineó con el resto de detenidos; el sargento de guardia le grita con voz alta ¡ yo no tolero los atrasos o es que necesitas una escolta especial para que te despiertes!, el jorobado responde ¡es que no me siento bien!; el sargento le grita, ¡te vas a sentir mucho mejor si te despertamos a patadas ¡ , al parecer a este hombre le molestaron las palabras del sargento pues les dijo ¡claro, si los amaestraron para abusar de las personas, ¡ el sargento le da orden, ¡ te callas o te mando callar; ! aparentemente el jorobado entre su malestar y la amenaza del sargento siguió hablando diciendo, !Ustedes disfrutan golpeando a la gente!, ¡nosotros no somos criminales!. En ese momento se le acercaron los soldados quienes le entraron a culatazos y patadas haciéndolo rodar por la tierra, aun entre los golpes el jorobado les gritaba ¡perros culiados!, ¿acaso ustedes no son chilenos?, yo sentía que se me destrozaba el alma por no poder ayudarlo y decirle que se callara, en medio de las risas de los soldados, lo pusieron a girar, sobre su joroba, le daban vueltas como a un trompo, hasta que perdió sus fuerzas físicas y espirituales; ahora se le escuchaba el sollozo de hombre que lloraba su desgracia, los soldados alzaron su cuerpo dejando ver la mancha oscura de sangre en su camiseta, causada por el castigo tan brutal en su joroba, pienso que todos los que fuimos testigos de este severo castigo, jamás se nos olvidara; era un hombre incapacitado de defenderse y quería desahogar su frustración por medio de las palabras, pero por el contrario recibió una dura golpiza; finalmente los soldados se lo llevaron arrastrando su cuerpo, el sargento terminó diciendo, ¡no voy a soportar ninguna clase de rebeldía, y que esto les sirva de ejemplo!; también escuché que alguien anda con intenciones de suicidarse, que esa persona no se haga problemas, que nos diga quién es que nosotros le solucionamos ese deseo rápidamente; a partir de ese momento me quede pensando, teníamos un infiltrado entre nosotros, tenía que ser uno de los presos políticos y estaba pasando toda la información de lo que ocurría entre nosotros, en mis conversaciones había oído de este hombre que andaba tan frustrado y deprimido , que había expresado en más de una ocasión sus intenciones de quitarse la vida, ahora había llegado a los oídos de los soldados, de ahora en adelante tendríamos que tener cuidado con los comentarios.
Uno de los legados que heredé de mi padre fue una característica que lo distinguía de los demás, él siempre ha sido, y aun con sus 86 años todavía lo es, de ser el alma de la fiesta y de tener un buen sentido del humor, yo al igual que él, siempre encontraba la forma de producir un momento alegre y hacer reír a los que estaban alrededor mío, aunque muchas veces me llamaron payaso o hazmerreir y me daban diferentes calificativos tratando de opacar esta cualidad, pero que para otros en estos momentos nos traía tantas alegrías, muchas veces me callaba con tristeza, otras veces me daba pena y me mordía la lengua para no decir un chiste.
Pero esa noche estábamos todos alegres, el ambiente estaba para bromas; en un tono de exclamación le digo al Guatón Aranguiz, que en ese momento se estaba desnudando para acostarse, ¡hey guatón!, chucha compadre, me he dado cuenta que no tienes ni un pelito en el poto, y cuando te veo se me para la “tula”; todos respondieron con risas y silbidos de admiración para el gordo; inmediatamente el guatón se ruborizó y contestó: ¿ no tenís a quien hueviar?, le respondí, que tal si voy para tu cama y te doy un brochasito, pero así suavecito a lo pintor?, total los muchachos no le van a contar a nadie, ¿verdad muchachos?; de inmediato se escucharon las risotadas, y exclamando dijeron, ¡ noo a nadie ¡, uno de ellos añadió, ¡nosotros morimos “piola”!; Alonso, otro de mis compañeros, dijo en voz alta, ¡yo no digo nada, pero después voy yo, me lo dejas lubricadito!; era una atmosfera de picardía y risas, lo simpático era decir brutalidades y estupideces, solamente se escuchaban risas y más risas, casi gritando el Guatón Aranguiz exclamó, ¿ ustedes no tienen a quien huebiar?; estábamos todos en una risa general, cuando de forma imprevista y de una patada, abren la puerta, con la poca claridad de la noche, se ven las siluetas de los soldados disparando sus ametralladoras, parecían lenguas de fuego, con los focos alumbraban el interior de la celda y gritaban: ¡Los dos maricones para afuera!, ¡salgan afuera o los sacamos a todos!, rápidamente me levanté de mi litera y caminé hacia ellos diciendo, ¡ mi sargento solamente estábamos bromeando, pero cuando estuve a la entrada de la celda, recibí un culatazo en mi cara, que me reventó la boca y me aflojó los cuatro dientes delanteros superiores; caí a la tierra, inmediatamente, entraron a la celda, me agarraron de los pies y me arrastraron hacia afuera, luego me dieron patadas y culatazos, me desgarraron mi camiseta y mi pantaloncillo, dejándome totalmente desnudo; recuerdo que entre los golpes trataba de explicarles que era sólo un juego de palabras y que el Guatón era inocente, pero a las patadas y a los gritos, me mandaban callar, no querían oír nada ni les interesaban mis explicaciones, era una gritería espantosa; como pude, me puse de pie y después gritaron , !que salga el otro maricón!, el Guatón Aranguiz , sin tener culpa ninguna, tuvo que identificarse, el cual también fue golpeado y maltratado en la misma forma, hasta dejarlo desnudo.
Uno de los soldados gritó, bueno, si estaban calientes, nosotros los vamos a enfriar, van a seguir mis instrucciones; ¡ a correrrr!,! a correrrr!, ¡a correrrr!, a la misma vez que gritaban, disparaban sus ametralladoras, de sus cañones salían como llamas de fuego en la oscuridad; los dos comenzamos a correr, como lo habíamos hecho en nuestro tiempo de adiestramiento en la escuela de grumetes, pero ahora estábamos corriendo como dos locos, en dirección, donde nos alumbraban con los focos, sentíamos que las balas pasaban por nuestras cabezas; no sabíamos que nos iban hacer, a momentos apagaban los focos, era una noche oscura, la única iluminación era la tenue luz de las estrellas y los fogonazos de las ametralladoras; al momento se escuchó la orden: ¡tierraaa!…! tierraaa!…; rápidamente nos dejamos caer, quedando estirados con la cara contra la tierra; inmediatamente uno de ellos corriendo se acerca y vociferó, ¡noo!…, ¡así noo!…, cuando decimos tierra, ¡tiene que ser de piquero!, con la cabeza y las manos primero, o si no a las malas les vamos a enseñar cómo se hace, nosotros conocíamos los picaderos ,eran los castigos que nos daban cuando estábamos aprendiendo infantería, pero nunca lo habíamos hecho desnudos y descalzos nuestros pies ya estaban adoloridos por las piedrillas del terreno.
Luego escuchamos,¡ nueva orden!, ¡a pararse!, ¡a correr!, ¡a correr rápido!; los soldados corrían detrás nuestro siguiéndonos y disparando cerca de nuestros pies, las piedrecillas y la tierra que saltaban nos azotaban, los tobillos y las piernas; ello nos obligaba a correr más rápido; de repente gritan: ¡tierraaa!…, ¡tierraaa!…ya; esta vez me tiré de picada, arrastrándome, sintiendo que las piedrecillas, la tierra y la arena se incrustaban en mi cuerpo desnudo convirtiéndolo en una llama de ardor; seguían gritando con instrucciones casi inmediatas,¡pararse!…!,sentarse!…,¡pararse!…,¡acorrer!…,¡acorrer!…,!sentarse!, !pararse!…,!a correr!…; al sentarnos con la rapidez exigida, quedaban también las nalgas y las piernas raspadas y brotando sangre; tenía los pies tan adoloridos que apenas soportaban mi cuerpo, corriendo nos dirigen hacia una alambrada; esta clase de barrera formaba parte de una cancha de obstáculos como entrenamiento en la infantería de las fuerzas armadas; consiste en enterrar cerca de 20 estacas gruesas, en dos líneas paralelas a una distancia de 2 metros de ancho, cada estaca separada por un pie ( 30 centímetros) de distancia; luego se clavan los alambres de púas encima de cada estaca de un extremo al otro lado; la persona que cruce este obstáculo tiene que pasar lo más apegado al piso que se pueda, para evitar que los alambres de púas le causen heridas en la cabeza, la espalda o las piernas ; al llegar a este obstáculo nos gritan, ¡tierraaa!…, ¡tierraaa!…, ¡vaamos!, ¡vaamos!, apoyados en las rodillas y en los codos arrastrándonos por debajo de la alambrada hasta el otro lado, ! vamos yaa!, gritaban al mismo tiempo que seguían disparando y vomitando fuego de las ametralladoras; sentía mi cuerpo encendido, adolorido y raspado hasta mis genitales, también estaba asustado por esta crueldad, pero había que continuar si queríamos seguir con vida; mientras me arrastraba, las piedrillas se me incrustaban en mis codos, en los antebrazos y en las rodillas, tratando de seguir las ordenes de cruzar rápido no podía evitar las puntas de los alambres que me raspaban y con el movimiento se me abrían heridas en la espalda dejándome como líneas de fuego, aun así tenía que seguir rápido, lo más rápido posible pegado a la tierra no podía detenerme; en un momento escuché la voz llorosa y entrecortada de mi compañero que me decía: ¡chucha!! ya no doy más!, yo le respondí: ¡ánimo Guatón!, ¡Vamos compadre! que ya casi terminamos, puta perdóname compadre, es mi culpa, pero sigamos hueón, ¡vamos!,! vamos!, le daba ánimo, aunque yo en mi interior sentía que mis fuerzas y mi espíritu también se debilitaban, pero a la misma vez sentía el remordimiento y el pesar de haberle causado este sufrimiento, aunque no lograba entender el porqué de todo esto, el soldado que había escuchado la conversación se había dado cuenta perfectamente, que esto solo era una broma y no había ninguna mala intención en la picardía nuestra, pero existen esas personas que cambian el significado de alguna situación para denunciar y sentirse importantes a cambio del sufrimiento ajeno.
Cruzar la alambrada se me hizo una eternidad, con los dientes apretados de la rabia, de sentir mi orgullo herido e impotente para rebelarme y el dolor que ya lo sentía en todo mi cuerpo, avanzaba emitiendo gemidos y maldiciones; por fin llegamos al final de la alambrada, inmediatamente nos pusimos de pie, no acabábamos de hacerlo, cuando nuevamente oímos los gritos acompañados del fuego de las ametralladoras, ¡a correrrr!…, ¡ a correr!…;¡ al poozooo!, ¡ rápido para el pozo! , alumbrándonos con las linternas indicándonos la dirección a seguir.
El pozo quedaba cerca de las pipas de agua los soldados corriendo y con los disparos, nos dirigieron al centro del campo, cerca de un pozo que tenía aproximadamente dos metros de diámetro y tres metros de profundidad; este pozo lo habíamos excavado, con el fin de extraer agua, pero como sólo se encontró greda, salía una agua lechosa de color café y espesa, se había abandonado su objetivo inicial, convirtiéndose en un pozo para desperdicios, contenía un poco más de la mitad de su contenido putrefacto; a veces veíamos cómo los soldados arrojaban restos de comida y basura, y nosotros en la noche para no tener que ir tan lejos a los cajones de baño y no dejar el mal olor en la tierra donde transitábamos durante el día, orinábamos en el pozo, por el olor fétido, al pasar junto a él, los prisioneros escupíamos; algunos lo utilizaban para vomitar, cuando la comida se les indigestaba; por lo tanto contenía una mezcla de excremento y putrefacción, en el que hervían los gusanos, flotaban los elementos descompuestos y volaban unas moscas negras a su alrededor.
Al llegar al borde del pozo, nos detienen y nos gritan, ahora a refrescarse, vamos para adentro, vamos…vamos…; yo doy un salto con las manos arriba, pensando en la profundidad y el excremento; alcancé a hundirme cubriendo parte de mi rostro , irguiéndome tan pronto mis pies tocaron el fondo; enseguida levanté mi cabeza a flote escupiendo y limpiando mis ojos ,el Guatón, de un empujón cayó a mi lado, hundiéndose más, porque era más bajito que yo, quedando con los gusanos hasta el cuello; me imaginé que estaba empinado en los dedos de sus pies pues no hacía nada más que escupir; el borde de los excrementos me llegaba a los hombros; inmediatamente gritan, ¡tres segundos para hundir las cabezas o se las volamos!, cuento uno, dos, lleno mis pulmones de aire, cierro mis ojos, aprieto mi nariz con una mano y con la otra cubro mi rostro, doblo mis piernas y me hundo; en el lapso de tiempo que estuve sumergido, muchas imágenes de mi vida pasaron como fotografías por mi mente, una vez más no quería morir pero esto era horrendo, era indescriptible; a la misma vez vuelvo a la realidad, no siento al Guatón Aranguiz a mi lado, señal de que el Guatón no se había hundido; al sentir que mis pulmones estallaban porque no podía resistir más sin respirar, saqué la cabeza y emergí a la superficie, sólo para escuchar los gritos de los soldados y los gritos de mi compañero; al Guatón, lo amenazaban de muerte, de volarle la cabeza de un disparo, pero a éste ya nada le importaba, no paraba de reír y llorar, era una risa mecánica, involuntaria, les gritaba insultos y groserías a los soldados, ¡mátenme chuchas de su madre!, ¡qué están esperando!, ¡perros culiao!…., había perdido su sanidad, había perdido la razón y el juicio; pensé para mí que el Guatón se había vuelto loco; inmediatamente le tiraron una soga para sacarlo y apuntándome a mí con la linterna y gritándome ,!y voz conchetumadre ¡húndete o te volamos la cabeza!; nuevamente tomé aire para hundirme y aguantar la respiración ,cuando estaba sumergido sentí los pies del guatón que me rozaban supuse que lo estaban alzando fuera del hoyo, nuevamente tuve que sacar la cabeza para tomar aire, al abrir mis ojos con la luz de las linternas pude ver como lo sacaban arrastrado, pero de un grito escuché la orden, ¡hunde la cabeza otra vez!, esta acción la repetí tres veces, cada vez que emergía, de mi cabeza caía la suciedad y el excremento; dentro de mí sentía un inmenso dolor de pena y arrepentimiento, de haberle causado a un amigo esta tragedia, yo era el único culpable, por el solo hecho de querer reír y hacer reír a mis compañeros, pero, ¡qué caro pagaba esta osadía!, me trataba de reconfortar con el hecho de que fuera una locura pasajera, un ataque de nervios, me imaginaba que lo vería mañana en su sano juicio y curado de sus heridas. .
Al emerger, por última vez, me ordenaron ¡agarra la soga! La cual estaba colgando y ellos la alumbran con sus potentes focos de luz, al obedecer me arrastraron fuera del hoyo; con gritos y una risa burlesca me dicen, ¡ya te enfriaste!, Jaa..jaa.. ¡Se te pasaron las ganas de culiar! Jaaa..jaa..; mis oídos no estaban aptos para escuchar semejantes burlas después de este castigo y todavía les quedaba el valor para mofarse de mi situación,; ¿eran totalmente inmunes al sufrimiento humano?. Mientras caminaba de vuelta al cuarto lo hacía como un autómata, se caían los gusanos y desperdicios de mi cabeza y de mi cuerpo, el cual sentía como una brasa ardiente especialmente en mis heridas; me sentía ,como un ser perdido, es como estar ausente en vida, es difícil encontrar las palabras para describir este sufrimiento humano.
Una vez en el interior, frente a mi litera, no me atreví a acostarme, pues estaba aún cubierto con toda clase de basura que se adherían a mi cuerpo ensangrentado; temblaba del dolor y de la rabia, estaba herido en lo más íntimo de mi ser, en la dignidad humana que tiene toda persona; tomé una camiseta, volví a salir de la celda y comencé a limpiarme, lo hice lo mejor que pude, pero tuve que repetir esta limpieza pues la primera camiseta quedo empapada; después de un rato tratando de quitarme lo asqueroso y la suciedad, quedando el olor maloliente, pensando en esperar hasta la mañana siguiente, para bañarme y limpiarme, no quería dejar esa pudrición y hediondez en mi lecho; me apoyé suavemente en la pared de tablas, doblé mis piernas y me senté en el piso de tierra; era un silencio absoluto, mis compañeros que aún estaban despiertos, pero no se atrevían a decir nada ni a preguntar nada, probablemente por no herir en ese momento mis sentimientos o por temor a que los soldados estuvieran escuchando.
Permanecí un largo tiempo sentado con mis brazos alrededor de mis piernas encogidas, y mi cabeza apoyada en mis rodillas; lentamente me fui acostando de lado para quedar encogido, utilizando mi brazo para apoyar mi cabeza; mi mente era un desorden emocional, me sentía humillado, despojado de toda dignidad humana; fui entrando en un estado de desolación y tristeza, ya no quería seguir viviendo, había perdido todo incentivo por la vida, recordé cuando era niño y mi madre y mi abuela me llevaban a la Iglesia y me hablaban de Dios, me decían que no hiciera cosas malas porque Él me estaba mirando desde el Cielo; mi abuela tenía el dicho, !Dios castiga pero no a palos!, ¿ cómo yo podía creer esto, encontrándome en estas circunstancias?; me era difícil creer que existiera un Dios; yo no era una persona que visitaba la Iglesia ni creía en milagros pero tampoco creía merecer un castigo semejante y me quede pensando, dirigí mi vista al cielo y con mis ojos aguados en lágrimas le dije, ¿ si en realidad Tu existes? y Tu eres el creador, !, Tú me diste la vida, ahora te la doy de vuelta, no quiero seguir viviendo, quiero cerrar mis ojos y nunca más volverlos a abrir, te lo pido de corazón, si Tú en realidad existes, escucha mi ruego, ya no quiero seguir viviendo , sentía como las lágrimas corrían por mi rostro, le estaba entregando mi vida.
Cerré los ojos y quedé adormilado; perdí la noción del tiempo, cuando de pronto vi que de la penumbra se me acercaban tres figuras como flotando en el aire, solamente podía distinguirlas de la cintura para arriba; venían cubiertas como con un velo de novia que cubría su rostro, pero podía ver el color de los velos, que se iluminaban en la oscuridad, eran amarillo, rosado y azul , al estar frente a mí la primera alzó sus manos y abriendo el velo amarillo hacia los lados me mostró su rostro angelical de mujer y me dice, ¡yo soy Fe!; seguida del velo rosado quien también abre su velo y con una sonrisa me dice, ¡yo soy Caridad!; la tercera continúa con el mismo accionar y me dice, ¡yo soy Esperanza!; eran tres mujeres con unos rostros bellísimos que describían todo lo hermoso que podría imaginarme de este mundo; reflejaban tantos sentimientos juntos que entré como en un éxtasis de alegría y de gozo espiritual.
Cuando la primera, la del vestido amarillo, me quedo mirando con unos ojos los cuales reflejaban una gran dulzura y con una leve sonrisa me habló, ¡yo soy Fe, tienes que tener fe en ti, tienes que aprender a tener fe en la vida, fe en tus actos para poder sobrepasar todos los obstáculos que se te presenten en la vida; el hombre no nace hombre, el hombre se forja en el camino, a través de todos los problemas y las barreras que debe vencer ; si tú tienes fe en ti mismo, nadie puede quebrantar tu poder; debes tener fe toda la vida, no importa lo duro o imposible que parezca el problema, nunca debes darte por vencido; la fe no se compra ni se regala, tampoco te la pueden quitar es tuya, tú no puedes perder la fe; ella te debe acompañar en todos tus actos por el resto de tus días; ten fe en ti mismo y siempre estaré contigo!.
La segunda dama; Caridad, con su velo rosado, reflejaba tanta dulzura en su sonrisa y en su forma de mirar ,que no era necesario que hablara, sentía que me invadía una energía positiva indescriptible , me habló con bondad y con cariño y me dijo: ¡aprende a aceptar y a convivir con los seres humanos, todos pertenecen a este mundo, aprende a aceptarlos, porque no hay dos iguales, por más injusto que parezca lo que estás viviendo, ayuda a los necesitados, tienes que entender que todos tienen diferentes destinos; entiende y acepta las diferencia de acciones y sentimientos, no los culpes, todos son humanos, comparte con ellos lo mejor que puedas, acepta y entiende todo sentimiento , aunque te parezca injusto el castigo todos en algún momento van asumir sus acciones, entiéndelos, no tienen la culpa, ellos también sufren, pero les toca actuar, convive, ten sentimientos, entiéndelos, piensa en ellos, compréndelos!.
Me habló la tercera virgen, Esperanza, con su velo azul, su mirada y su rostro reflejaba una humildad y una paz eterna, me dijo: ¡ nunca debes darte por vencido, siempre existe una esperanza en toda situación, Tienes que tener la esperanza que quizás algún día te acuerdes de este mal momento, nadie puede quitarte la esperanza, en todo problema que encuentres en la vida hay una esperanza de solucionarlos y seguir adelante por más difícil que parezca el camino, yo soy tu esperanza, eso es lo que tú debes tener dentro de ti, es lo último que no debes perder; la esperanza existe en cada uno de nosotros, es el sentimiento más hermoso de cada ser humano para solucionar todo; la esperanza te da vida cuando te sientas muerto, algún día te acordaras, porque no sabes lo que te depara el destino; ten confianza en ti, recuerda que no hay ningún sufrimiento eterno, siempre hay un mañana y podrás recordar éste momento , la esperanza siempre debe vivir en ti; no puedes perderme, siempre estaré contigo!.
Es importante para mi decir esto porque no puedo repetir las palabras literalmente exactas, es imposible de encontrar las que ellas usaron para darme este mensaje de amor, pero lo entendía perfectamente en la forma como estas damas se turnaban para hablarme, cada frase concordaba con el siguiente mensaje, yo movía mi cabeza mirando sus rostros y escuchaba como poseído por algo que estaba por encima de mi voluntad, me lo decían por frases separadas, estando todo sincronizado, para darme el regalo de la vida con una infinita energía, cada vez que lo recuerdo siento que para mí fue algo celestial, divino, espiritual o no sé cómo llamarlo; quisiera añadir diciendo que pienso que todos debemos tener un ángel lo difícil es despertarlo o encontrarlo, son muchos los testimonios de personas que han estado al borde de la muerte ,en peligro, y han sobrevivido para contar su experiencia con algo sublime, para mí este mensaje me ha guiado durante toda mi vida.
Al amanecer al día siguiente cuando abrí los ojos me sentía adolorido, tullido, y mi cuerpo doblado en la tierra aun tiritaba, me enderecé, tomé una toalla jabón y champú y me dirigí a las pipas de agua para quitarme el mal olor, lavarme las heridas y tratar de evitar alguna infección, ¡pero quería vivir!; había despertado con un nuevo incentivo, no importaba lo que me hicieran, quería seguir viviendo, en mi mente aún estaban las imágenes de estas tres vírgenes que ahora al recordarlas eran una inspiración divina y me producían una sonrisa de bienestar y deseos de seguir viviendo.
Al llegar a la celda, Jaime Salazar, uno de mis compañeros conocido como el Mente me preguntó: ¿estás bien Lolo?, yo sólo le contesté, sí; entendieron que quería estar sólo, me quedé tendido en mi litera, meditando acerca de mi mensaje, hasta que llegó la hora del desayuno, al regresar nuevamente me tendí en la litera, no quería hacer mis ejercicios de karate, no quería jugar ajedrez, solamente quería recordar mi aparición; mis amigos Mejicano y el Negro Gómez que dormían en diferentes celdas, se habían enterado que yo había sido uno de los afectados por el picadero de la noche anterior y llegaron a buscarme a mi celda, al verlos me levanté de mi cama con la intención de saludarlos estirando mi mano, pero el Mejicano era una persona muy afectuosa se me acerca y me da un abrazo diciendo, ¿como estai lolito?, yo le contesto, bien compadre; mientras abrazaba al Mejicano, me quedo mirando al negro Gómez quien estaba parado al lado nuestro con sus brazos cruzados, preguntándome, ¿ y vos hueón no vai a hacer los ejercicios?, hablándoles a los dos les digo que me perdonen por hoy porque me siento adolorido debido a que quedé un poco maltratado por el castigo de anoche, el Mejicano me queda mirando, alza su brazo derecho abrazándome y me dice, ¡está bien compadrito, pero si necesitas algo me buscas, yo le contesto, gracias compadre, el negro Gómez se despide diciendo, ok Lolo descansa; el negro Gómez no era demostrativo ,el ocultaba sus sentimientos, yo sabía que existía un cariño especial entre nosotros pero yo lo entendía y aceptaba su forma de ser.
Nuevamente me volví a tenderme en mi cama para seguir meditando, me hablaba y me dije, voy a luchar hasta el final, esperanza tenía razón, si logro sobrevivir de esta experiencia, después puedo recordar lo duro que fue; estaba optimista, seguro que saldría avante, fue como volver a nacer.
Esa aparición me marcó para el resto de mis días, me salvó la vida, porque volvió a renacer en mí la esperanza por vivir, la esperanza de que algún día saldría de este infierno, pero para ello necesitaba un impulso adicional y ese impulso llegó del más allá; no lo sé, lo único que sé es que salí fortalecido de esa aparición y con nuevos ánimos de continuar luchando por mi supervivencia y por salvar mi vida; creo que existe un más allá y que nos suministra esa voz de aliento en el momento que más lo necesitamos, que nos da una fuerza adicional superior cuando estamos al borde del desfallecimiento.
Durante los días siguientes tenía un debate mental en contarles sobre la aparición a mis compañeros o callarme, pero si callaba me sentía egoísta por no compartir algo tan significativo para el estado anímico, puede que ellos también entiendan el mensaje, me preguntaba por qué yo quería que mis compañeros sintieran este mensaje de vida, quería compartir con ellos, para que tuvieran más fe en sí mismos y más esperanza, la que necesitaban en la situación en que nos encontrábamos; estando en una noche de silencio decidí tomar la palabra y les conté la aparición que tuve con las tres vírgenes, quería que ellos recibieran esa fuerza adicional y celestial; pero sin excepción todos se quedaron en silencio, sin decir palabra alguna hasta el otro día, que noté que me miraban diferente, creyeron que me estaba volviendo loco y me trataban con pena y compasión.
Pensé en contarle a una persona Evangélica que estaba en nuestro grupo, al que nosotros precisamente por esa razón le decíamos el Hermano Nelson Córdova; pensé que posiblemente él podía entenderme y valorizar el mensaje, pero también guardo silencio; al pasar los días sentía que la reacción era colectiva, me trataban con pena, aunque yo sin darme cuenta andaba como ausente; al llegar la noche tendido en mi cama miré hacia el cielo con frustración y me pregunté, ¿qué puedo hacer?, quiero ayudar pero nadie me cree, después de un lapso de tiempo tuve la respuesta, “ese mensaje era solamente para mí”, nunca más volví a mencionarle nada a nadie sobre la aparición; me la guardé hasta hoy día que la comparto con todos ustedes.
Después de esta experiencia han pasado más de treinta años y nunca he sido un hombre religioso, ni nunca he vuelto a molestar ni a pedir nada, por lo contrario, hay ciertos momentos que he sentido una infinita alegría y me he sentido tan dichoso, tan agradecido de estar con vida y de tener una familia, el hecho de ver mis hijos nacer, de verlos crecer, cuando he conseguido ciertos logros materiales que nunca pensé llegar a tener, he mirado al cielo y con una sonrisa de satisfacción, de todo corazón le he dado las gracias al creador y a mis tres ángeles.
Después de estar detenido seis meses en Isla Riesco en Colliguay, cada cierto tiempo el sargento encargado gritaba los nombres de las personas que tenían que preparar sus cosas porque debían ser trasladados, como no sabíamos para dónde, solamente especulábamos, posiblemente a un nuevo recinto de detención, o probablemente los llamaban porque les iban a dar la libertad; era un tormento que continuamente teníamos, no sabíamos si la llamada de nuestro nombre era para bien o para mal, si alegrarnos o entristecernos; era una incertidumbre que nos acompañaba, cuando nos formaban para que el sargento, sacando la lista del bolsillo llamara los nombres preseleccionados; con el tiempo nos enteramos que debido a las condiciones tan inhumanas en que nos tenían, había intervenido la Cruz Roja Internacional y poco a poco los llamados eran trasladados a otros centros de detención.
Estaba sumido en mis pensamientos, cuando llega la orden de preparar nuestras cosas, ya que íbamos a ser trasladados dentro de una hora, mis compañeros y yo dialogábamos, los soldados nos habían compartido un mínimo de información para tranquilizarnos ya que éramos marinos y los soldados eran infantes de marina, esa simpatía se llamaba chilenismo, era normal, éramos hermanos de nuestra tierra, nunca nos imaginamos que seríamos divididos por diferencias sociales, por política, por ideologías, por ambiciones de poder y más que todo por influencias extranjeras; nadie nunca nos había preparado para vivir estos momentos; pero esta vez nos habían dicho en forma precavida que éramos trasladados a un mejor centro de detención.
Julio Gajardo, me contactó con Luis Cerpa quien también estuvo detenido en este campo de concentración. Después de una larga conversación me envió una carta y me concedió el derecho de publicar estos dibujos hechos por él durante su estadía en este recinto.
La búsqueda de “Isla Riesco”, “Melinka” u “Operativo X”, por Jaime Espinoza.
Me subí al vehículo y mientras manejaba me deleitaba mirando los alrededores, tenía un largo camino que recorrer, no conocía la ruta pero preguntando como ir a Casablanca, podría llegar sin perderme, una vez ahí me sería fácil recordar; hacían tres años que no venía por esos lados y por supuesto
no quería que me faltara la gasolina como en esa ocasión, paré en una gasolinera para llenar el tanque con combustible, no sabía del tiempo que andaría viajando por las montañas, nuevamente me sentía con optimismo, pero primero trataría de contactarme con Félix, quizás en estos pasados tres años habría escuchado algo que me diera alguna pista, yo le había enviado un correo electrónico antes de salir de Nueva York, anunciando mi visita, pero no había tenido respuesta; después de una hora de viaje llegue a Casablanca y continué camino hacia Colliguay.
Subí las montañas del camino de tierra que son extremadamente empinadas, al llegar a la cima me detuve para sacar unas fotografías del valle y del camino que se divisaba como una serpiente, al continuar y pasar el cementerio del pueblo sabía que estaba cerca, cada vez que veía un camino o un desvío, me detenía a investigar algo que me había llamado la atención la vez pasada; era una vertiente natural que corría por la cima de las montaña y bajaba por las quebradas formando pozas, a la orilla del camino, entrando del pueblo, había una, me detuve a investigar, el lugar estaba cercado con una reja de alambres cubierto con maleza y enredaderas, con una entrada, al ingresar el piso era todo de tierra, piedras, y rocas por la orilla, por donde corría el agua, estaba a la sombra de unos árboles altos, al otro lado de la poza se veía el inicio de otra colina, por los troncos y asientos se podía considerar que era el balneario del pueblo, decidí continuar y parar en el restaurante de la tía de Félix , me baje a preguntar por él, me dijeron que no estaba que probablemente estaba en la casa de un familiar que quedaba más adelante, que preguntara por la familia Olivares Martínez; después de visitar cuatro casas, desistí y me concentré en manejar por diferentes caminos llegando más lejos que la vez pasada, luego me devolví y estacioné frente a esos portones del camino que estaban con cadena y candado, me colgué un pequeño bolso con dos botellas de agua y me puse a caminar bajo el sol ardiente, pero esta vez venía mejor preparado, me había comprado un gran sombrero de paja, para que me protegiera de los rayos del sol, después de unos minutos sentía que me corrían las gotas de sudor por el cuerpo, poco a poco mi camisa se iba impregnando con mi transpiración dejando ver unas manchas oscuras, pero esto no importaba, el deseo y la ansiedad de encontrar esa parte de mi pasado era la mayor motivación.
Después de una hora pensé que ese no era el lugar y opté por regresar, nuevamente me estaba frustrando, ¿por qué habían dicho Colliguay, si no había nada que se asemejara al valle que andaba buscando?, aun recordaba las lomas, los cerros y las montañas a la distancia, eso estaba latente como una foto en mi cerebro, cuando vi la hora, eran cerca de las dos de la tarde, entonces, decidí volver al pueblo y buscar comida, en el camino había un letrero que anunciaba los especiales del día, me detuve y entré a una casa, era de adobe pintada de azul con el aspecto campestre, pero a un costado estaba abierto y tenía cinco mesas, tres de ellas estaban ocupadas, tome asiento y rápidamente una joven me atendió preguntándome amablemente que quería comer, después de ordenar, comer y mirar los alrededores, se presiente que la gente sabe que soy un forastero, al pagar la cuenta le pregunté a la joven si había algún teléfono público o servicio de internet en el pueblo, para mi sorpresa me dijo que al pasar la laguna y antes de llegar al cementerio había una casa rodante con antenas en el techo y que allí tenían servicio de internet, le agradecí la información y me fui derecho al lugar con la intención de contactarme con Félix; encontré el lugar sin dificultad, al llegar y golpear la puerta me abrió un joven adulto de unos 22 años, le pregunté por curiosidad cuánto cobraba por el minuto, me dijo 500 pesos la hora ( para mí era un dólar), yo abrí los ojos sorprendido por lo barato, y le digo fantástico, ¿ puedo pasar?, adelante me dice, tome asiento y apenas el me dio acceso al internet, le envié un mensaje a Félix diciéndole que estaba en ese lugar y que lo andaba buscando por el pueblo, que al frente del restaurante de su tía había una laguna, que ahí lo esperaría, aproveché para revisar mi correo para ver si me había contestado alguno de mis mensajes, pero no había nada, envié otros correos cerré la página del computador, me levanté y fui a pagarle al encargado por los servicios; al salir decidí buscar por los caminos de este extremo del pueblo.
Busque durante un rato largo y nuevamente desistí; regresé a la laguna o balneario del pueblo, cansado, frustrado y deprimido, ingresé al lugar donde habían como unas diez personas y unos niños bañándose, me senté en un tronco, al lado de un hombre viejo que estaba sentado con su vista perdida observando los alrededores, yo aún sumido en mis pensamientos repasaba en mi mente todo lo recorrido. ¿Dónde podría quedar este lugar?, ¿dónde estará que no lo puedo hallar?; me quedé mirando al viejo y le pregunto, ¿usted es de esta zona?, el me mira y contesta, sí y no, lo quedo mirando y le digo, ¿ cómo?, bueno dice, es que vengo muchos años a este lugar, pero conozco muy bien esta zona; yo, un poco frustrado por toda esta búsqueda le dije, mire, esto es lo que ocurre, en el año 1973 yo pertenecía a la Armada,…no sé por qué motivo, o quizás por desahogarme, empecé a narrarle toda mi historia, mi dura experiencia, él solamente me escuchaba, y por último le digo, por rehusarme a la idea de una guerra civil y matarnos entre nosotros fui acusado de sedición y motín, fui castigado, torturado y me tuvieron en un Campo de Concentración, pensé que se encontraba por estos lugares, estoy escribiendo un libro y quería regresar al lugar donde me tuvieron prisionero pero estoy cansado y frustrado, llevo mucho tiempo buscándolo y no he podido lograr nada, hubo un momento de silencio, de pronto él se quedó mirándome y me dice: yo sé dónde está ese lugar; yo abrí mis ojos y un escalofrío corrió por mi cuerpo, me quedé en silencio, entonces continuó diciendo: en esos años, mi hijo y yo éramos conejeros, cazábamos por todas estas montañas, y después viajábamos al pueblo a venderlos en las tiendas y restaurantes, nosotros no sabíamos del golpe militar, en ese tiempo nos encontrábamos caminando y poniendo lazos en las alturas de estos cerros, cuando escuchamos ráfagas de ametralladora, nos llamó la atención, en un principio pensábamos que pudiera ser un ejercicio militar y por curiosidad nos fuimos acercando, al llegar a un lugar nos dimos cuenta que de un camión bajaban personas encapuchadas y con las manos atadas atrás, los alineaban en unos canales que había frente a un gran hoyo, los hacían arrodillarse, los apuntaban y con ráfagas de ametralladora los mataban, después venía una máquina excavadora y empujaba los cuerpos en el hoyo, mientras él hablaba, yo sentía como unas descargas eléctricas que corrían por mi cuerpo y me producían escalofríos, pero no quería interrumpirlo, él continuó diciendo, como nosotros no sabíamos lo que estaba ocurriendo, estábamos al descubierto, de pronto uno de los soldados nos vio y nos delato gritando, ¡nos están mirando!, extendiendo su brazo y apuntándonos con un dedo de su mano, inmediatamente reaccionaron disparando y enviaron a un grupo de ellos detrás nuestro, yo le grité a mi hijo, ¡corramos!, instintivamente soltamos los conejos y empezamos a correr asustados, corríamos desesperados por el temor que nos alcanzaran con las balas y nos mataran, seguimos por las montañas, hasta quedar sin aliento, como yo me conocía esta zona pudimos escapar, pasamos la noche en un escondite preguntándonos qué era lo que estaba pasando; al otro día, cautelosamente quisimos bajar a nuestra casa pero los soldados nos estaban esperando, nuestra única salvación era quedarnos en las montañas, y así lo hicimos, pasaban los días y en las noches bajábamos a las tiendas del pueblo, como los dueños nos conocían, nos daban alimento y víveres para sobrevivir, y volvíamos a subir, en las frías noches de invierno cuando la temperatura baja hasta los cinco grados bajo cero, buscábamos refugio en los hornos de barro, donde los leñadores hacen carbón, muchas veces estuvimos a punto de morir asfixiados por el humo, pero, nos moríamos congelados afuera o tratábamos de soportar el humo, nuestra vestimenta no era apropiada, pero teníamos que andar liviano para poder correr, estuvimos casi un año arrancando por las montañas, hasta que decidimos integrarnos en otros pueblos con diferentes nombres, nos contactamos con nuestras familias diciéndoles que no dijeran nada, que no hicieran comentarios con nadie de que nos habían visto, es una larga historia, pero aquí estamos.
Yo estaba sorprendido que hubiera tenido la confianza de contarme todo, y también estaba impactado por lo horrible de su experiencia, yo le digo: la verdad que es un milagro que ustedes hayan sobrevivido, pero yo he buscado por todo este pueblo y por sus alrededores sin poder encontrar nada que se asemeje al lugar donde me tuvieron prisionero, él sonríe y me dice: es que la subida para llegar al valle es por el otro lado, por un pueblo llamado Quilpué, por aquí también se llega pero hay que caminar mucho, yo le digo, si usted viene conmigo yo le pago por su día, está bien me contesta, ¿ cuándo quiere ir?, yo le digo mañana estoy comprometido pero puede ser pasado mañana, muy bien me contesta y ¿dónde nos juntamos?, yo me quedo pensando y le digo ¿usted tiene algún medio de transporte? , no! me contesta, yo llego aquí en el microbús, y ahora estoy esperando el próximo que me lleve de regreso, bueno, si usted gusta yo lo llevo de regreso, él contesta, si no es molestia para usted, le digo, por el contrario, usted se me apareció como un ángel, me sentía tan frustrado, ésta es la tercera vez que vengo y he recorrido todo el pueblo buscando alguna señal, él añade diciendo, lo que pasa es que el lugar pertenece a Colliguay y está en la cima de la montaña, yo me sentía tan feliz que le pregunté si tenía hambre, me contestó, un poco, cuando un chileno dice, un poco, o más o menos, eso significa que sí, entonces lo invité a comernos un asado, vamos a celebrar, usted me ha alegrado el día le dije, él me sugirió que el día de la cita podríamos juntarnos en la plaza de Quilpué, yo estuve de acuerdo pero no sabía dónde era, entonces me dijo, yo le voy a indicar cómo llegar y usted me deja ahí y después yo tomo locomoción para mi casa, está bien le contesté, no quería preguntarle donde vivía o presionarlo de ninguna forma, éramos extraños pero habíamos simpatizado por el sufrimiento de nuestras experiencias.
El pueblo de Quilpué me gustó, se veía mucha actividad, algunos de sus restaurantes tenían las mesas afuera y era muy limpio, nos detuvimos en uno de ellos, nos sentamos y le dije al mesero que me trajera la lista de los vinos, había motivo para celebrar y tomarnos un buen vino chileno, estábamos en el país ideal, porque hasta el “bigoteado” es bueno, alzamos nuestras copas nos quedamos mirando y repetimos a la misma vez, ¡salud!, , le pregunté curioso, cuando usted me dijo que había un gran hoyo con dos canales donde echaban los cuerpos, yo trato de imaginarme como era, él me dice, ¿usted tiene un lápiz?, sí le digo, lo busco en mi bolso y se lo entrego, él toma una servilleta pero yo le digo, espere un poco, llamé al mesero y le pedí un papel para escribir, apenas lo tuvo en sus manos empezó a dibujar un diagrama, e hizo un círculo que representaba un hoyo grande y profundo, las dos líneas eran los dos canales o surcos que habían escarbado a los lados, era donde ponían la gente de rodillas y las ametrallaban para después echarlas al hoyo arrastradas con la máquina excavadora, me repitió este hecho exactamente como la primera vez vez; el dibujo es el que ustedes ven a continuación.
Nos sirvieron nuestra parrillada de carnes y nos mantuvimos conversando durante toda la cena, quizás por el efecto del vino y de recordar momentos tan dolorosos se emocionó y me pidió que lo disculpara; ver llorar a una persona de cerca de 80 años es muy penoso, a mí me dolía en el alma, yo le puse una mano en su hombro y le dije no tiene de que disculparse todos somos humanos, yo he derramado muchas lágrimas recordando lo mío, lo importante es que Dios nos mantiene con vida para seguir adelante, después me dijo llamarse Raúl, que se contactaría con su hijo para que nos acompañara, sería fabuloso le contesté, nos dimos los números de teléfono y decidimos que la hora de la cita sería a las nueve de la mañana, como estábamos casi al frente de la plaza de Quilpué, nos despedimos.
Regresé a la casa de mi hermano en Santiago, rápidamente entré en la computadora y usé el teléfono para llamar y contarles a mis amigos, Julio Gajardo, me dijo conocer personas de la Brigada de Derechos Humanos y algunos de ellos eran detectives y dedicados a la investigación de diferentes casos, ¡perfecto!, le contesté, y quedamos de acuerdo que nos reuniríamos al día siguiente; Víctor López me contactó con un ex marino que vive en Quilpué, llamado Luis Jorquera, quien se interesó en subir con nosotros, un momento después al terminar con las comunicaciones, tenía una sensación de satisfacción, pero también estaba intrigado por lo que pudiera ser el desenlace de estas reuniones, al otro día me reuní con Julio y nos dirigimos a la oficina de Derechos Humanos, donde me presentó a Nelson Jofré y otros detectives, a quienes les conté de mi hallazgo, del viejito conejero Raúl y de su historia sobre el gran hoyo donde los soldados con una máquina excavadora, empujaban los cuerpos de los detenidos, después de acribillarlos, que él aseguraba saber dónde estaba, después de una larga conversación habíamos quedado de acuerdo para juntarnos dos días después, ellos se quedaron mirándome y uno de ellos me dice, nos disculpa un momento, vamos a hablar con nuestros superiores, ¡ por supuesto!, les respondí, Julio se despidió de mí diciéndome, si alguien puede ayudarte son ellos, porque esta organización se encarga de hacer todas estas investigaciones, nos dimos un abrazo y deseándome buena suerte se marchó. Unos minutos más tarde los detectives se acercaron y Nelson me pregunta, ¿ a qué hora y dónde se va a reunir con esta persona?, yo le contesté, quedamos de reunirnos con Don Raúl, mañana a las nueve de la mañana en la plaza de Quilpué, muy bien me dice, nosotros lo vamos acompañar, pero por curiosidad, ¿qué clase de vehículo usted maneja?, yo le digo, ando en un Toyota Four Runner 4×4, perfecto!, me responde, el camino de esas montañas son de tierra y con curvas muy empinadas; nos despedimos respetuosamente y abandoné la oficina.
Ahora me invadía una curiosidad, y la idea de que se lograra ubicar esta fosa común , era espantoso pensar que habían hecho un gran hoyo para acribillar y sepultar los cuerpos de chilenos, quienes nunca tuvieron la oportunidad de defenderse, jamás tuvieron un juicio, ¿cuál había sido el delito para pagar con su vida?, ¿su ideología?; esto me producía un gran dolor sin poder entender, ¿dónde habían aprendido a planificar este sistema de exterminación masiva?; ¿cómo se prepara la mente para matar a un compatriota?; ¿ por cuánto tiempo habían estado planificando todos esos campos de concentración?; todas eran preguntas sin respuesta, es frustrante, penoso y afecta al sistema nervioso, opté por bloquear mi mente, esperar el próximo día y no pensar más.
Esa noche me desperté varias veces no pude dormir tranquilo, decidí levantarme eran las seis de la mañana, no podía dejar de imaginarme la llegada a ese lugar, me bañé, me puse ropa liviana preparándome para una larga caminata, no quise esperar más; salí de la casa, me subí al auto y partí con rumbo a Quilpué, de acuerdo al mapa había desde Casablanca un camino o desvío en forma diagonal, un poco más adelante de la entrada a Colliguay, la vez anterior para no cruzar por los pueblos, había optado regresar por la carretera principal que pasaba acercándose a Viña del Mar y Valparaíso. Eran las ocho y media cuando llegué, tenía tiempo para tomar desayuno y comprar agua, me estacioné y me senté en una de las mesas de una cafetería frente a la plaza, mirando sus árboles y jardines, desde aquí podía distinguir cuando ellos vinieran y ser ubicado sin problemas, el primero en llamarme a mi celular fue Luis Jorquera, le pregunté dónde estaba y como andaba vestido, en unos minutos nos estábamos saludando y dándonos un abrazo, estaba tan interesado y curioso como yo de visitar el lugar y lógicamente conocer al viejito conejero, habían pasado unos minutos después del horario que habíamos acordado y él no llegaba, Luis me sugirió diciendo, quizás se arrepintió, la verdad que no me extrañaría, le respondo, haber guardado esas memorias como un secreto por tantos años y haber encontrado la confianza en mí, para contármelo, la verdad es que me sorprendió, no había terminado de decir lo último cuando veo su figura al otro lado de la calle, en la plaza mirando los alrededores como buscándome, inmediatamente, retirando la silla hacia atrás, me paré, alcé mi brazo moviendo mi mano y le grité a todo pulmón, ¡ Don Raúl¡, él se queda mirándome y responde alzando su brazo; ver su apariencia humilde y limpio, su paso lento pero seguro, me producía alegría, yo caminé a su encuentro, para expresarle mi amistad le di un abrazo a la vez que me dice, disculpe mi atraso, y continua diciendo que el microbús anterior no le paró y tuvo que esperar media hora más hasta que pasara el próximo, yo le dije, no se preocupe lo importante es que está aquí; al llegar a la mesa le presenté a Luis y le pregunté qué quería comer, él respondió alzando sus hombros y abriendo sus ojos, me di cuenta que no sabía, era lógico, con sus ingresos económicos jamás había visitado un lugar de estos, llamé a la señorita que nos atendía y le pedí que le dijera lo que había para comer; en ese momento Nelson me llamó para decirme que estaba próximo a llegar, muy bien, le dije, aquí te estamos esperando y le dije el nombre de la cafetería donde estábamos, entonces quedé mirando a Don Raúl diciéndole, hay una gente que quiere acompañarnos, ellos son detectives que llevan un caso de los Derechos Humanos, noté en su semblante como un poquito de preocupación y continué diciéndole, lo que ocurre es que ellos estuvieron haciendo averiguaciones en un lugar y quieren saber si es el mismo que usted conoce, él me responde, yo sé que anduvo gente allá arriba, lo que ocurre es que no han buscado en el lugar donde estaba el hoyo, me sorprendió su respuesta al decirme que estaba enterado de la investigación; al llegar su sandwich deje que lo disfrutara mientras conversaba con Luis, cuando escucho una voz que dice, ¡ Don Jaime ¡, ¡sí señor!, contesté y me paro de la silla, era Nelson y Palmira otro detective que lo acompañaba, después de saludarnos y presentarnos agregamos más sillas y nos sentamos alrededor de la mesa, inmediatamente Nelson se dirigió a Don Raúl preguntándole:
NELSON: ¿Usted conoce esta zona?
RAUL: Sí
NELSON: ¿Cómo usted llega allá arriba, cuál es su ruta?
RAUL: Yo puedo llegar de muchas formas porque no tengo transporte, solamente lo hago con mis pies, pero con vehículo hay acceso solamente por una vía.
NELSON: Arrastrando su silla hacia atrás, abre su bolso , se pone de pie, saca un mapa y lo extiende en la mesa vecina invitándolo a mirar los caminos y la zona, un momento después de intercambiar información Nelson se queda mirándonos y nos dice, ok, estamos listos para partir, esto era lo que yo quería escuchar, luego se dirige a mí diciéndome, es la misma ruta, don Raúl se va a venir conmigo para verificar el camino, tú sígueme, está bien le respondí; continuamos por la carretera pavimentada, hasta salir del pueblo y luego al doblar en un camino de tierra, tuvimos que reducir la velocidad , era un camino rural en mal estado, entre tierra, piedras y hendiduras.
Nos fuimos acercando hasta llegar a una ladera de la montaña donde ambos lados estaban cubiertos por vegetación y muchos árboles, nos detuvimos en un lugar donde había un portón de fierro con grandes marcos de metal que estaban cerrados con unas grandes cadenas y un gigantesco candado, Nelson se detuvo, se bajó del vehículo y me dijo que esa era la entrada, que lo esperara, porque tenía que hablar con la persona encargada de cuidar y conseguir la llave del candado. Al regresar lo acompañaba una señora quien por el semblante de su cara demostraba estar disgustada, abrió el gran candado que unía las cadenas, todos se subieron a mi carro, prendí el motor y lo puse en marcha, al pasar lentamente frente a la señora observé que tenía el rostro enojado y la mirada seria dirigida hacia las ventanas mirando a los que íbamos en el interior del carro, nos internamos y por el espejo retrovisor pude apreciar que cerró las puertas poniendo las cadenas de vuelta, nos encontramos subiendo cuestas y curvas muy empinadas , donde el peso de nuestro cuerpo se estrellaba con el respaldar del asiento a la vez que se levantaban las nubes de polvo con el olor a tierra, exactamente como yo lo recordaba, poco a poco íbamos subiendo hasta llegar a una gran altura, casi en la cima de las montañas, después de conducir cerca de diez minutos llegamos hasta otro portón de madera, Don Raúl dijo, ahora tenemos que caminar, detuve el carro apagué el motor, me colgué mi maquina filmadora, les ofrecí botellas de agua , dentro de mí era una mezcla de emociones, me sentía poseído por las sensaciones de no saber si reír o llorar y los latidos de mi corazón se aceleraron, ahora estaba cumpliendo mi deseo de encontrarme con el pasado.
Don Raúl emprendió la marcha al frente y todos caminamos en silencio y rápido por cerca de treinta minutos, como ansiosos por llegar, de pronto de a poco se fueron abriendo los picos de las montañas dejando ver el valle, divisé los cerros adyacentes, sin decirnos nada; yo tomé diferente dirección, mi respiración estaba agitada, aceleré mi paso quería llegar al lugar donde habían instalado las cabañas en forma de U; primero tenía que pasar por donde habían instalado el comedor, más allá el dormitorio de los soldados, y en el centro, el pozo donde fui arrojado esa noche con el guatón Aranguiz; pero el escenario estaba cambiado, habían plantado muchos árboles de eucaliptus por todos lados, ¿con qué objeto?, era obvio que lo habían hecho para desubicar y distorsionar el paisaje original , todos buscábamos huellas, rastros de lo que había sido “Isla Riesco”, el Campo de Concentración, caminé sin detenerme hasta encontrarme en el lugar donde viví, pude ubicarme porque al amanecer y salir de la celda lo primero que veía desde el valle era la parte más baja de las montañas que nos rodeaban, esa impresión la tenía grabada en mi mente; al llegar quería gritar de alegría, pero por el contrario, una mezcla de emociones se apodero de mí y un par de lágrimas rodaron por mis mejillas y mirando hacia el cielo dije con voz suave, gracias por haberme dejado vivir, gracias por devolverme la vida, gracias por dejarme llegar aquí, ahora entiendo tantas cosas, ahora puedo decir que soy hombre al encontrarme con mi pasado, ahora entiendo que no se puede ser feliz sin un sufrimiento, no se puede tener un arco iris sin lluvia, ahora entiendo el mensaje de vida que me dieran las tres vírgenes, Fe, Caridad y Esperanza, de esta manera quería eternizar este momento, de esta manera quería encontrarme, solo con mis pensamientos, nadie podía entender mi comportamiento.
Un momento después, buscaba con mi vista a mis acompañantes pero no podía verlos por los árboles y lo crecido de los arbustos de la zona, seguí caminando en la dirección opuesta a la usada para llegar, después me detuve para escuchar algún ruido, a lo lejos escuche unas voces y caminé en esa dirección hasta encontrarlos, estaban detenidos mirando las huellas o hendiduras que dejaran las ruedas de los camiones, que ahora estaban cubiertas por un pasto color amarillento, superficies donde por la lluvia y los años mostraban sus cavidades, pero Don Raúl no estaba con ellos, opté por preguntarles, ellos me dijeron que caminaba de un lado para otro, entonces a todo pulmón grité su nombre, ¡ Don Raúl ¡, todos nos quedamos en silencio esperando respuesta, después de unos segundos oímos que nos decía, ¡ aquíii!, inmediatamente procedimos a caminar en dirección donde venía la voz, apenas lo diviso le pregunto, ¿ se acuerda dónde estaba el hoyo? , él continuaba moviéndose, caminando y mirando los alrededores y responde, con todos estos árboles que afectan la visibilidad es difícil calcular la distancia, yo y mi hijo estábamos allá arriba de ese cerro, estirando su brazo y apuntando con el dedo índice de su mano, nos muestra la cima de un cerro adyacente, allá nos encontrábamos cuando los soldados nos vieron y nos empezaron a disparar; todos nos quedamos mirando asombrados, tratando de imaginar el susto y el miedo que deben haber sentido cuando se es buscado para ser aniquilado, mi cerebro asociaba mis situaciones vividas y entendía perfectamente lo que ellos sintieron, ahora todos caminábamos observando las distintas huellas que delataban la existencia de este campo de concentración el cual, la Armada de Chile, hasta hoy día lo ha negado, ¿por qué?, ¿ con qué objeto negar?, cuando los detectives llevaron a cabo una investigación que determinó que este lugar está dentro de un fundo que pertenece a los señores Matte Larraín y ellos como dueños reconocieron que este terreno fue facilitado a la Armada para recibir detenidos, por las siguientes razones:
Primero: porque se trataba de un lugar estratégico.
Segundo: porque nadie podía ingresar y tener acceso a este lugar de afuera, por tratarse de un recinto privado.
Tercero: Está exactamente a mil metros sobre el nivel del mar y con solo una vía de entrada y salida, controlada por los infantes de marina y también por la fuerza aérea desde la ahora ex Base Aeronaval El Belloto.
En esta fotografía está Luis Jorquera y el autor Jaime Espinoza en la cima de las montañas donde estaba ubicado el Campo de Concentración Isla Riesco.
Este campo de concentración estaba ubicado en el fundo LLIU LLIU en el sector de Colliguay de la ciudad de Quilpué.
Las coordenadas son: SUR 33”08.259, OESTE 071”12.259
Después de 35 años aún se pueden apreciar los caminos de los camiones, excavaciones y bases de concreto.
Aquí se pueden apreciar los pozos construidos dentro del campamento
Antes de publicar esta información decidí contactarme con los detectives para pedirles su autorización y esta fue su respuesta:
Estimado Jaime,
He leído detenidamente tus memorias…debo señalar algunas apreciaciones…..efectivamente me correspondió dirigir la casi totalidad de las investigaciones judiciales que fueron radicadas en la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Valparaíso, junto a las Ministros Gabriela CORTI ORTIZ y después la Ministra Srta. Eliana QUEZADA MUÑOZ, entre otros Ministros, durante varios años y continuidad de otros casos emblemáticos que me correspondió dirigir, desde el año 1991 hasta el año 2008, siendo el primer caso de investigación y el primero en democracia, el homicidio del ex canciller ORLANDO LETELIER DEL SOLAR, hecho ocurrido en U.S.A., y finalizando con el homicidio del ex Presidente de la República EDUARDO FREI MONTALVA, hecho ocurrido en 1982, y finalicé además, con uno de los casos más complejos y largos de esclarecer, donde afecta a militares chilenos y uruguayos, estos últimos extraditados, procesados y condenados en nuestro país, por el secuestro y homicidio del bioquímico y ex agente de la DINA EUGENIO BERRIOS SAGREDO, eliminado en la República Oriental de Uruguay.
Indudablemente que investigar estos casos trae costos, sobre todo al interior de mi Institución. Es por ello que estoy trabajando hace algún tiempo en un libro que estará enfocado a contar la verdad policial, hechos que no están en los procesos judiciales. En relación a tu historia, puedo citar una verdad, que fue escondida durante años, la denominada “Isla Riesco”, un centro de detención ilegal y clandestina, que fue ubicada gracias a detenidos que lograron identificarlo porque eran de la zona, donde divisaban el Cerro La Campana y años después en nuestras investigaciones nos contactaron algunos baqueanos de la zona, pirquineros y cazadores de conejos que recorrían la zona encontrándose con este centro de detención a los altos de las montañas, logrando identificarla, comprobando que estaba al interior del Fundo de propiedad de la familia MATTE LARRAIN. La geografía del fundo, es principalmente montaña a 1.000 m.s.n.d.m., y rodeada de acantilados, el lugar fue elegido como un lugar estratégico de operación de los Infantes de marina, donde ocuparon unas tres hectáreas al interior del Fundo. Este fundo tiene un ingreso por Colliguay de Quilpué y otro acceso por la localidad de Limache, son más de mil hectáreas. Dicho Fundo tiene su historia, fue intervenido en su oportunidad por la reforma agraria en el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalba, y su dueño con una cercanía al gobierno militar dio las facilidades al mando de la Armada para que ingresara personal de la Armada, siendo abordada por camiones militares, helicópteros y una pista de aterrizaje para pequeños aviones, de la ex Base Aeronaval El Belloto, instalando así un CENTRO DE DETENCION ILEGAL y CLANDESTINO, donde llegaron primero los 50 marinos que se sublevaron de la Escuadra en pleno gobierno del presidente Salvador Allende, quienes estuvieron primero detenidos en la Academia de Guerra, es decir el centro de detención comenzó a formarse con antelación al gobierno militar, luego al comenzar el gobierno de facto, se sumaron los primeros 100 detenidos, primero llegaron los profesores de las Universidades Santa María, Universidad Católica y de la Chile de Playa Ancha, estudiantes del Liceo Industrial de Viña y de Valparaíso y de algunos colegios de varias ciudades de la zona, luego comenzaron a llegar importantes dirigentes políticos, sindicales, gremiales, de juntas de vecinos de la zona de interior. Llegaron cuando había buen clima, la construcción de las instalaciones, que fueron alrededor de 50 cabañas en forma de “U”, donde dormían al comienzo alrededor de 12 personas por cabañas, fueron construidas al comienzo por los propios marinos detenidos, luego debieron construir más cabañas con los profesores de las universidades y otros civiles. Todo el perímetro del centro de detención, contaba con un doble cerco de malla y entre ellas instalaron minas por si intentaban huir, o ante algún rescate y por fuera del perímetro instalaron puestos estratégicos con subametralladoras, siempre pensaron en un posible rescate. Cuando trasladaban detenidos dentro del fundo privado de los MATTE LARRAIN, lo hacían en camiones de los Infantes de Marina y la huella o ruta al interior estaba sindicada con piedras pintadas de color blanco, prepararon una pista de aterrizaje para helicópteros y para aviones pequeños de la Base Aeronaval El Belloto, el helicóptero subía una vez a la semana con uno y hasta dos médicos de dotación del Hospital Naval (ambos también entrevistados), rápidamente a los meses comenzaron a enfermarse los detenidos porque se encontraron con un clima adverso, cuando comenzaron los fríos, a una altura de 1.000 metros, s.n.d.m. a la intemperie habían bajas temperaturas, y fuertes vientos y cuando comenzaron los fríos comenzaron también las frecuentes neblinas, lo que les impedían salir de sus cabañas por seguridad. Construyeron varios pozos, uno era para hacer sus necesidades biológicas, para lo cual se debían sentar sobre un tronco el que atravesaba todo su ancho, y varios pozos más donde quemaban todos los desechos de las comidas y otros desperdicios, modus operandi muy usual en la Infantería de Marina. Cuando descubrimos definitivamente este lugar contra la voluntad de su dueño, ya que pusieron problemas a los DETECTIVES para su ingreso, logramos conseguir una orden de ingreso de la fuerza pública, por la Ministro de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Valparaíso Sra. GABRIELA CORTI ORTIZ, quien fue la primera jueza en indagar los casos de DD.HH. ocurridos en la V Región. Y así logramos ingresar con GPS y fijar todos los puntos que íbamos a explorar, los que una vez fotografiados, filmados, se le hizo un informe completo a la Ministro, para luego constituirse junto al Secretario de la Corte y el equipo de Detectives y Peritos del Laboratorio de Criminalística de la Policía Civil en el lugar. Luego de esta observación del sitio del suceso, ordenó contactar a otras reparticiones públicas para apoyarnos de geomensores, geólogos e Ingenieros en Minas de SERNAGEOMIN, arqueólogos de la Universidad de Chile, Médicos Patólogos Forenses del Servicio Médico legal, y luego con la Oficina de DD.HH. del Ministerio del Interior, para que estos últimos contrataran una empresa privada para constituirse en el lugar con máquinas excavadoras y retroexcavadoras, donde el Sr. MATTE dueño del Fundo, hizo todo lo posible para impedir este trabajo, sin embargo, la Ministra luego de entrevistarlo decretó estas diligencias donde trabajamos durante 3 meses y medio, los meses de enero, febrero, marzo y parte de abril, se excavaron todas las fosas que encontramos mucha evidencia de desechos, de literas de las cabañas, pero en honor a la verdad….ninguna evidencia de restos humanos, incluso arriesgando nuestras vidas, se revisaron los acantilados y lugares accidentados, y no obstante haber establecido que no hubo eliminación de personas en dicho lugar, sin embargo, la Armada de Chile, nunca reconoció como un centro de detención, que fue insostenible, ya que logramos entrevistar a decenas de marinos que estuvieron involucrados en estos hechos, los médicos navales, celadores, guardianes, interrogadores en la Academia de Guerra, conductores de los vehículos militares que trasladaban los detenidos, más de 100 marinos que trabajaron en la Base Aeronaval de El Belloto, casi todos sus superiores, todos reconocieron este centro de detención y otro denominado “MELINKA”. A diferencia en Quillota donde sí descubrimos que hubo muchos casos gravísimos de muertes como el denominado “Asalto a la Patrulla Militar”, donde eliminaron a varias personas civiles de la zona, donde sus autores materiales fueron personal oficial y subalternos (cuadro permanente) de la Escuela de Caballería y del Regimiento de Ingenieros de esa ciudad, utilizando granadas y fusiles de guerra, logrando confesiones de algunos de sus autores.
En honor a la verdad, debo señalar que hubo mucha resistencia en estos últimos años en mi Institución para investigar estos casos, principalmente de los altos mandos, sin embargo, a la luz de tanta evidencia que proporcionábamos en nuestros informes policiales, prevaleciendo imparcialidad, objetividad y profesionalismo, sólo en los casos ocurridos en la V Región de Valparaíso, hubo entrevistas a más de 800 uniformados y civiles, por los casos de violaciones de los DD.HH. que ocurrió en un determinado periodo de nuestra historia cívica, fue una gran experiencia, porque desentrañamos lo más secreto que estaba guardada celosamente. Sin embargo no fue fácil, hubo costos, como te señalo anteriormente, investigar estos casos durante el período que me correspondió trabajar estas materias, al comienzo fuimos solo dos Detectives, pero luego que pasaban los años, se fueron dilucidando organigramas, estructuras, modus operandi, órdenes superiores, pactos, compromisos, y por otra parte más jueces investigando hechos de muertes, de detenidos desaparecidos, más Ministros con dedicación exclusiva, más decretos de investigar, indudablemente tengo opinión propia de cuáles fueron las posturas que adoptaron los Directores Generales de la Policía Civil, me refiero del Sr. NELSON MERY FIGUEROA, ARTURO HERRERA VERDUGO y del actual MARCOS VASQUEZ MEZA, con quienes tuve conversaciones privadas respecto a estas materias, indudablemente hay situaciones impresentables, las que citaré en mi libro a su turno, pues la mitad de mi carrera policial, la dediqué a investigar delitos de muerte, de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos.
Atentos saludos
Nelson Jofré