Extracto sobre Punchuncaví, del Libro Auto Biográfico que escribiera el marinero Jaime Espinoza, “El Deseo de Vivir”, año 2003
Después de estar detenido seis meses en Isla Riesgo en Colliguay, cada cierto tiempo el sargento encargado gritaba los nombres de las personas que tenían que preparar sus cosas porque debían ser trasladados, como no sabíamos para dónde, solamente especulábamos, posiblemente a un nuevo recinto de detención, o probablemente los llamaban porque les iban a dar la libertad; era un tormento que continuamente teníamos, no sabíamos si la llamada de nuestro nombre era para bien o para mal, si alegrarnos o entristecernos; era una incertidumbre que nos acompañaba, cuando nos formaban para que el sargento, sacando la lista del bolsillo llamara los nombres preseleccionados; con el tiempo nos enteramos que debido a las condiciones tan inhumanas en que nos tenían, había intervenido la Cruz Roja Internacional y poco a poco los llamados eran trasladados a otros centros de detención.
Estaba sumido en mis pensamientos, cuando llega la orden de preparar nuestras cosas, ya que íbamos a ser trasladados dentro de una hora, mis compañeros y yo dialogábamos, los soldados nos habían compartido un mínimo de información para tranquilizarnos ya que éramos marinos y los soldados eran infantes de marina, esa simpatía se llamaba chilenismo, era normal, éramos hermanos de nuestra tierra, nunca nos imaginamos que seríamos divididos por diferencias sociales, por política, por ideologías, por ambiciones de poder y más que todo por influencias extranjeras; nadie nunca nos había preparado para vivir estos momentos; pero esta vez nos habían dicho en forma precavida que éramos trasladados a un mejor centro de detención.
PRESO EN EL CAMPO DE CONCENTRACION DE PUCHUNCAVI
Puchuncaví es un pequeño poblado que está situado en la parte central de Chile, a una hora de Valparaíso.
UBICACIÓN DEL CAMPO DE PUCHUNCAVI
Este centro de detención lo habían construido, reformando un grupo de casas de veraneo de este famoso balneario, en el cual los primeros detenidos estaban siendo forzados a instalar los postes y a rodearlo con alambres de púas, también construir las torres de vigilancia y otros trabajos diversos.
El balneario había sido construido en el gobierno del presidente Allende; era una serie de viviendas con pabellones tipo A, con departamentos, para que los trabajadores del gobierno pasaran sus fines de semana durante el verano; cada pabellón tenía 40 metros de largo, dividido en cuartos para cada familia.
Nuestra rutina diaria era la siguiente:
7.00 Levantada
7.30 Himno Nacional
8.00 Desayuno con avena caliente y pan.
Seguidamente nos daban instrucciones de trabajo para asegurar la privacidad de este nuevo campo de concentración.
12.0 Almuerzo con carne, estofado y sopa caliente
Por la tarde lavábamos la ropa, para lo cual nos suministraban jabón, o realizábamos más actividades deportivas.
17:00 Onces con sándwiches y té caliente.
17:30 a 18:00 Actividades deportivas internas o lectura, con libros suministrados por la administración.
18:30 Acostarse.
Con el nuevo régimen, fue cambiada completamente su infraestructura y de un lugar veraniego pasó a ser un campo de concentración para albergar a los presos políticos, contrarios del nuevo gobierno; pero habían interrogatorios y torturas; se veían llegadas y traslados de prisioneros, mientras nos tenían trabajando afuera, podíamos distinguir algunas acciones y movimientos con los detenidos, para lograr una mayor seguridad y evitar la fuga de los presos, fueron instaladas cercas de alambre, similares a las que existían en el campo de concentración de Isla Riesco. Había un poste cada tres metros, en la parte superior tenía enrollados una doble alambrada de púas, con torres de vigilancia, cada 50 metros, de 8 metros de altura, desde donde se alcanzaba a divisar el pueblo de Puchuncaví, ya que estaba ubicado en el borde del mismo nombre.
Algunos de los detenidos hacían hoyos bien profundos para luego instalar los postes, pisotearlos y asegurarlos para que quedaran extra firmes, toda esta labor era supervisada por los guardias, no podíamos avanzar hasta que ellos revisaran y así poder continuar después de la inspección, otros reclusos pintaban las cabañas y los pabellones; al final del día había que limpiar y organizar las herramientas y lavar las brochas.
Uno de los detenidos en el proceso de limpieza de las brochas, después de sacudirla tratando de quitarle el máximo de agua para secarla, se le ocurrió pasarla por una reja de alambres escribiendo las letras M.I.R. …lo que a simple vista no se veía nada porque era de día, pero al llegar la noche con la luz de los focos gigantes las letras se podían distinguir como una sombra. Inmediatamente fue informado el oficial de guardia el cual dio instrucciones al sargento, que enseguida llegó corriendo con un pelotón de soldados dando gritos de salir afuera de las cabañas y correr hacia la cancha de futbol, el mismo terreno liso de tierra color amarillenta con piedrillas, duro como el concreto; es común encontrar este tipo de terreno en Chile. A gritos nos daban las órdenes de correr rápido, a la vez que los soldados nos daban culatazos y patadas, corriendo a nuestro lado y gritando, ¡apúrense!, ¡corran comunistas culeados!; momentos como éste nos tomaba de sorpresa; la gran mayoría de nosotros, en nuestras mentes nos preguntábamos, qué de malo habíamos hecho para haber causado este tipo de reacción y maltrato.
Al estar todos agrupados el sargento dirigiéndose a nosotros en alta voz, nos grita: “aparentemente aún les queda el espíritu de revolucionarios, quiero saber quién o quiénes escribieron la sigla MIR en la reja”; hubo un momento de silencio, casi todos nos quedamos mirando y nos hicimos la misma pregunta , ¿ a quién chúcha se le ocurrió escribir estas letras, cuando este grupo de izquierdistas revolucionarios eran los más buscados y odiados por los militares y la oposición?, ahora entendíamos la gravedad de esta situación y el castigo que nos esperaba; como el silencio continuaba y el culpable no se delató, el sargento dijo: “aunque haya sido uno sólo, todos pagan por él ”, alzando su brazo derecho y luego apuntando hacia la izquierda de él grita: “a correr!, a correr!”; nuevamente esta acción va acompañada de culatazos, patadas y empujones, después de unos segundos se escucha la segunda orden, “!tieerraaa!!”; ya estábamos familiarizados con esta maniobra, nos estaban dando un picadero; ¡Pararse!, inmediatamente como movidos por un resorte, nos erguíamos; no terminábamos de pararnos cuando recibíamos la siguiente orden de: ¡A correr!, salíamos inmediatamente, los más lentos recibían de nuevo la orden acompañada de culatazos, patadas e insultos; en seguida oíamos el grito de ¡sentarse!, lo hacíamos casi automáticamente, no había lugar para el cansancio; nos repetían la orden de correr, levantarse, sentarse; así durante unos 30 minutos. Estábamos cansados, raspados, maltratados, transpirados y tendidos con la cara pegada contra la tierra, oliendo el polvo levantado por este picadero, cuando el sargento dice: “esto es lo que yo opino del comunismo”, procedió a bajarse el cierre de su pantalón para sacarse el pene y empezó a orinarse mientras caminaba por encima de nuestros cuerpos, seguido por los soldados quienes inmediatamente repitiendo la misma acción; se orinaban por todos los lados apuntando con su orín a la cara y la cabeza nuestra, muchos de ellos con una risa burlesca. Este fue otro de los actos denigrantes y asquerosos muy difíciles de entender e imposible de olvidar.
Se me trasladó a este nuevo sitio de detención en abril de 1974; qué diferencia con el campo de concentración anterior; las condiciones sanitarias eran mucho mejores; había electricidad, agua, baños individuales y piezas mejor construidas en madera, la cual era más térmica, especialmente para la temporada de invierno; en forma alegre me habían dicho mis amigos, la comida era variada; al día siguiente de mi arribo, el sargento de guardia hizo el anuncio que teníamos derecho a tener visitas y que nos iban a proporcionar con papel y lápiz para escribir a nuestros familiares, esta noticia me llenó de alegría y optimismo, me regresaba el alma al cuerpo y no podía evitar tener una sonrisa en mi cara, de pensar en volver a ver a mi padre, a mi familia y por supuesto a mi novia Gina; había sido una larga e intensa espera, por primera vez en nueve meses, fui a buscar papel y lápiz y con mucho entusiasmo empecé a escribir comunicándoles que estaba bien y que tenía muchas ganas de verlos, pensando que algunos de los soldados o alguien que estuviera a cargo, fuera a leer mi carta para enterarse de la información que estábamos dando, no me atreví a hacer ningún comentario de los castigos y maltratos sufridos además esa noticia les causaría pena y sufrimiento; no mencioné nada al respecto, así pude comunicarme con mi familia mediante la carta que les envié, en ella les decía que estaba vivo y que permitían visitas, solamente los días domingo, que sería para mí una gran alegría volverlos a ver y que esperaría ansioso por una respuesta de ellos.
Poco después de una semana tuve respuesta de mi padre anunciando su visita para el domingo siguiente. Toda mi familia había vivido en la incertidumbre por nueve meses, yo nunca había dejado de pensar en ellos, mi ansiedad crecía día a día; hasta que finalmente llegó el encuentro, al vernos con mi padre, caminamos con los brazos abiertos hasta encontrarnos y abrazarnos fuertemente emocionados, con sus ojos bañados en lágrimas, me decía con voz entrecortada, tanto que le he pedido a Dios y a la Virgen que te cuidaran, he rezado mucho por ti y que le había hecho una “manda” a la Virgen de Lo Vásquez, que si me encontraba vivo, entraría de rodillas al templo, el cual es un largo camino pedregoso con escalinatas; con el tiempo me enteré que cumplió con su promesa , llegando con sus rodillas raspadas y ensangrentadas resistiendo el dolor hasta llegar; al interior del templo y a los pies de la estatua de la Virgen,; él le ofreció este sufrimiento a cambio de mi vida para demostrar su agradecimiento.
Lo sentí feliz de haber encontrado vivo a su hijo, ese amor por mí me emocionaba, este era mi padre que habiendo sido tan riguroso conmigo cuando era muchacho ahora me mostraba lo que yo significaba para él; cuando uno es niño muchas veces no entiende el comportamiento de los padres, llegamos a pensar que no nos quieren porque nos enseñan obediencia, buena conducta, disciplina, honestidad y responsabilidad, pero lentamente todo llega a su tiempo, y ahora estaba viviendo la segunda lección de amor de mi padre, la cual me lo demostraba con sus lágrimas salidas de lo más profundo de su ser, demostrando el amor que un padre tiene hacia su hijo, ésta era la escuela de la vida. Después abracé a mi madrastra con quien había tenido desavenencias en mi juventud, ella era una persona muy organizada y aseada, todos los días arreglaba la casa, se olía a limpieza, admiraba y saboreaba su forma de cocinar los típicos platos sureños, los dulces y los kuchens, como su origen es de la ciudad de Osorno, cocinaba con la influencia alemana, con el paso del tiempo llegué a quererla y a admirarla, por eso la llamo mamá, luego procedí a abrazar y besar apasionadamente a mi novia Gina, agradeciéndole su visita y con quien nos conocíamos desde temprana edad, al despedirme de ellos me sentía diferente, empezaba a recobrar el optimismo, ya no me sentía tan solo, esa noche me quede dormido con una alegre sonrisa.
Pasaba el tiempo y pensábamos si hasta ahora habíamos logrado sobrevivir sin haber sido ejecutados ¿cuál sería el próximo paso y cuánto tiempo más pasaríamos en estas condiciones?; ya teníamos desesperación por obtener la libertad; pero por el momento eso era imposible porque éramos considerados un peligro potencial para el nuevo régimen. Después de 2 meses en Puchuncaví, poco a poco los detenidos eran trasladados para la cárcel de Valparaíso, yo era uno de los últimos 12 marineros que quedábamos; una razón era que había logrado ser ayudante de cocinero, comía sabroso, me trataban con dignidad pero solo era ficticio y sólo pensar en llegar al recinto tan denigrable y asqueroso en medio de los antisociales me repugnaba la idea, pero no tenía alternativa, por ser ayudante de cocinero fui trasladado en el último grupo.
Finalmente llegó el momento, nos dieron la orden de empacar nuestras cosas, mientras lo hacía, hablaba con mis compañeros, ¡vamos hacerle una visita al Guatelapi!, ¡Si ¡vamos a ver los patos malos!. Al momento llegaron los soldados ordenando que saliéramos con nuestras cosas, primero nos esposaron con las manos adelante, esta vez éramos trasladados en un bus color verde oscuro, el cual se encontraba dentro del campamento frente a las cabañas, al subir al bus nos dieron orden de dejar nuestras cosas en los asientos y después sentarnos en el piso, cuando habíamos terminado, nos encapucharon (siempre lo hacían cuando nos cambiaban de un lugar a otro, así no sabíamos por dónde pasábamos ni a dónde nos dirigíamos); aunque en ese momento sabíamos, porque nos lo habían dicho que éramos trasladados a la Cárcel Pública de Valparaíso; ¿por qué volver a ese establecimiento, ahora como no éramos militares seríamos procesados como civiles?, ¿sería finalmente sentenciado por sedición y amotinamiento?, ¿sería condenado a pasar en la cárcel de 5 a 10 años?; por mi mente pasaban muchas preguntas pero siempre se quedaban sin respuesta.
Al iniciar el viaje nos dimos cuenta que no nos prohibieron hablar aunque esposados y encapuchados nos comunicábamos haciendo algún chiste o diciendo algo jocoso para quebrar el silencio, recuerdo uno de mis reclamos: ¡chuchas que está duro el piso!, y como no tengo poto, no tengo como amortiguar los saltos del bus!. Pasaron 20 minutos de viaje y olimos como a aceite quemado, entonces asumimos que íbamos cruzando las refinerías de ConCon, más tarde escuchamos los gritos y la euforia de mucha gente alegre, asumimos que pasábamos por el balneario de Reñaca, cuando el bus bajó su velocidad, doblando continuamente en cortas distancias, supusimos con mayor certeza que estábamos en Viña del Mar, conocíamos estos lugares debido a que en esta ciudad están las escuelas educacionales de los marinos; además estos balnearios son conocidos en todo el mundo formando parte del litoral chileno que siempre ha sido y será un atractivo en el turismo internacional; ahora me estaban llevando nuevamente a la cárcel pública; ¿sería el paso a mi libertad?; ¿estaría acercándome a un juicio final?; ….