Las detenciones en el crucero Prat, Talcahuano.
Registros fotográficos de los marineros detenidos en el crucero Prat
Mientras el personal detenido en Valparaíso en gran parte ya había pasado por el primer proceso de torturas, la acción del aparato represivo se expande a la segunda Zona Naval.
El martes 7 de agosto, el comandante del crucero Prat, capitán de navío, Maurice Poisson Eastman, ordena formar a la tripulación en el molo e informa que se han detectado en Valparaíso, células extremistas infiltradas en las naves y espera que en su buque no haya ninguno de estos elementos. El marinero electricista Mario Patricio Cordero miembro de la dotación, está en la formación, días atrás había salido a peticiones por conducto regular y logra una entrevista con el comandante. Cordero le presenta su solicitud de retiro por motivos políticos, por los desacuerdos que éste tenía con las estructuras de mando, que se sentía limitado en la institución, el mal trato, etc… El comandante le preguntó: “usted ha leído a karl Marx”, Cordero respondió: “No mi comandante”…Poisson se alzó y en un tono violento le gritó: “ ¡ Fuera, váyase, retírese…que se vayan todos los marxistas y comunistas de aquí ! ”. después de este altercado, Cordero, 19 años de edad, abandona el camarote del comandante con la esperanza que se le diera curso a su solicitud.
Después de la arenga del comandante Poisson en el molo, el marinero José Maldonado, también electricista, se acerca a Cordero para decirle que había que hacer algo por los compañeros que estaban siendo detenidos en Valparaíso y le confiesa: “yo conosco a un civil de Asmar el cual tiene contactos con políticos”. Se refiere a Luis Jaramillo, empleado civil de Asmar, quién organiza una reunión con civiles en el sector de “Las Higueras”. La reunión es confirmada, Maldonado tiene al parecer contactos con marineros del O’higgins y con Cordero van allí y se reúnen con algunos marineros fuera de la nave, Cordero por sorpresa se reencuentra con su camarada de la Escuela de Grumetes y con el cual había navegado en la Esmeralda el año 1970, el marinero mecánico electrónico Silverio Lagos, a los otros no los conocía.
La reunión de “Las Higueras” sería la última reunión registrada de los marineros constitucionalistas para intentar frenar el golpe de Estado. Cordero recuerda:
“Era un día de invierno, lluvioso, frío, oscuro. Cuando abandonamos la nave con José Maldonado rumbo a esa reunión, nos rodeó un silencio, no intercambiamos palabra, creo que ya se nos había metido el horror en el cuerpo, sólo una pregunta le hice, presintiendo que el estado de derecho se desvanecía: “ ¿y si nos torturan?”…no hubo respuesta, alzamos el cuello de nuestros chaquetones para combatir el frío de la noche cuando abandonamos el molo de abrigo. Sentí en esa caminata que él también tenía miedo, era casado y pensaba en su esposa. Además era dificil de preveer la dimensión de la catástrofe que se nos venía encima, sentíamos que la muerte nos pisaba los talones.
Al llegar a la ciudad-puerto, entramos a un Bar y nos ubicamos en la barra encargando algo para beber… aire denso por el humo de cigarrillos y el televisor “Antu”que comenzaba el noticiero… “infiltración de extremistas en unidades de la Escuadra”…mi mochila se hacía cada vez más pesada…Ya, esa noche del 7 de agosto, no había camino de retorno, para mí, el futuro de Chile estaba echado”.
“Nos subimos a la citroneta que nos condujo a Las Higueras, nos vendaron para no reconocer el camino, mi cabeza zumbaba por el movimiento y los efectos de los cigarrillos y el alcohol. Lo que tengo claro hasta hoy, es lo que habíamos acordado antes con José: Nuestra misión era ir allí a informar de las detenciones en Valparaíso, que se estaban haciendo en este momento públicas y de lo que estaba ocurriendo. Por otro lado, informarnos si habían posibilidades de que álguien interviniera para parar todo esto. Pensábamos que el Presidente de la República tenía los mecanismos inmediatos para frenar lo que se venía. Nosotros, no llevábamos ningún plan de toma de barcos, de matar a oficiales o algo por el estilo, se especuló sobre la posibilidad de neutralizar a los golpistas, pero a estas alturas esa era una alternativa imposible de realizar cuando ya las detenciones estaban en marcha.
El 8 de agosto, Cordero y Maldonado estaban de guardia a bordo del crucero Prat . Por la tarde se dá alarma de incendio, una nave menor se quemaba atracada en puerto. En ese contexto, según testigos, es desembarcado del crucero Prat el marinero Maldonado en condición de detenido.
Maldonado cubría guardia conmigo, pero no lo encontraba y me puse a buscarlo en los lugares que frecuentan los electricistas cuando están de guardia, ni señas de José… me puse intranquilo. Partí a mi ropero a buscar mi chaquetón presintiendo que había llegado la hora. Abrí la caja de mis pertenencias y controlé todo lo que había, cerré todo y me fuí al salón de máquinas, ahí llegó alguien que no recuerdo y me dijo que tenía que presentarme a la oficina del Jefe del Departamento de Ingenieria de la Nave. Al llegar allí, el jefe del Dpto. sentado detrás de su escritorio ordena al Tte. ¿ Orellana? y me conduce a un camarote donde me esperaban oficiales de la inteligencia naval, que ya tenían en condición de detenido al colega electricista Mr. 1° Bernardo Carvajal. Nos obligaron a desembarcar de la nave y nos subieron a una Camioneta Chevrolet de la Base Naval. Pregunté a dónde nos llevaban, el oficial de la inteligencia desenfundó una pistola y amenazándonos, nos dijo que guardaramos silencio, que estabamos detenidos. Por momentos confié aún en el estado de derecho y llegué a pensar que nos conducirían a la Fiscalía Naval, pero el vehículo torció cerro arriba conduciéndonos al Fuerte Borgoño de la Infantería de Marina. Llegamos a la ciudadela en la parte de la cima del cuartel, donde nos aguardaba un batallón de Infantes de Marina en tenida de combate y mimetizados, me obligaron a desnudarme a punta de golpes de yataganes, culatazos, puntapiés, rodillazos y de puño, dándome un tratamiento de prisionero de guerra. Identifiqué desde el suelo que tenían al cabo Antonio Ruiz y al marinero Maldonado en unas casetas.
“ Me condujeron al interior de una caseta donde se encontraba el capitán infante de marina Köhler quién dirigía las torturas y vejámenes junto a un pelotón , le pedí que se respetara el fuero militar, ahí me colgaron de los pies y me sumergieron en un tambor con aguas servidas, me preguntaban por la reunión de las Higueras, que confesara que mataríamos a los oficiales, que me matarían y lanzarían mi cuerpo en “Tumbe” si no confesaba. Me golpeaban el tórax, estómago, espalda y nalgas con guantes mojados hasta el punto que me desmayaba, estaba bañado en sangre, me amenazaban de muerte si no denunciaba a colegas que tuviesen posiciones constitucionalistas. Reconocí haber estado en la reunión de las Higueras y en la del restaurante los Pingüinos en Valparaíso, después querían saber del lugar y los participantes, yo dije que no me recordaba porque andaba bajo los efectos del alcohol. Debía reconocer fotos de civiles que después me enteraría que eran de Altamirano, Garretón y Enríquez y así continuaron durante toda esa noche hasta la mañana del día siguiente. Posteriormente me mantuvieron detenido, aislado e incomunicado bajo fuerte protección armada durante nueve o doce dias en el cuartel de “Orden y Seguridad” en la Base Naval de Talcahuano y me obligaron a repetir la declaración ante el Juez Naval, bajo amenazas de seguir torturándome si no lo hacía. En la fiscalía al prestar declaración, me encontré en la sala de espera, con los marinos que trajeron de Valparaíso, algunos venían con los oídos reventados, al parecer ya habían pasado por las manos de Köhler”. ( Extracto del Testimonio del marinero Mario Patricio Cordero Cedraschi).
( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 110 )
…en declaraciones arrancadas con torturas, algunos marinos mencionan una reunión el martes 7 en Las Higueras (Talcahuano) con representantes de algunos buques, entre ellos Patricio Cordero y José Maldonado ambos del Prat; el cabo Aurelio Aravena, Silverio Lagos y Juan Carlos Montecinos, del O’higgins, Luis Jaramillo y Humberto Lagos, de ASMAR; y los civiles Luis (probablemente Víctor Hugo Banvallet) y Cheto. Este último habría informado que los oficiales estaban a punto de perpetrar un golpe de Estado; para impedirlo había que inmovilizarlos encerrándolos, sin emplear violencia a menos que fuese necesario, tomar la sala de armas y la radio. Para esto los marinos recibirían cuatro revólveres. Otra declaración añade que se habría dicho que se necesitan 25 personas para mantener el control del buque sin navegar. Sin embargo, Luis Jaramillo afirma que el objetivo de la reunión era “hacer una evaluación de la reacción del personal a las detenciones”….
Extracto del Testimonio del marinero 1° Electricista Bernardo Carvajal
MI SECUESTRO Y TORTURA
A partir de Julio – Agosto de 1973, altos oficiales de la armada, con el argumento de que se gestaba un plan subversivo, comienza a detener y a torturar marinos para obligarlos a confesar que se conspiraba contra la armada apoyados por políticos de la época.
Fue así entonces que el día 08 de Agosto de 1973, aproximadamente a las 19:30 horas, entra al taller de electricidad del crucero Prat, un oficial y me pide que lo acompañe, llegamos a una oficina donde había un grupo de oficiales. Uno de ellos era el teniente primero JAEGGER, tenía una carpeta en la mano, supuse era la mía. Me dijo que lo acompañara donde el comandante del buque, siempre acompañados por los otros oficiales. Fuimos hasta el camarote del comandante, hablaron algo entre ellos. Entretanto otro oficial traía al marinero primero, también electricista, Mario Cordero. Después nos condujeron a una camioneta que estaba esperando afuera del buque. Este vehículo consta de tres corridas de asientos, atrás había dos oficiales sentados, nos hicieron sentar en el asiento del medio. JAEGGER se sentó junto al chofer, Mario estaba muy nervioso, me preguntaba que estaba pasando y a dónde íbamos. Yo le respondía que no sabía. Enseguida los oficiales sacaron sus armas y nos apuntaron en la cabeza y nos dijeron que guardáramos silencio. Sinceramente yo no entendía nada, en ese momento me hacía muchas preguntas y no tenía respuestas. Hasta ese momento yo estaba tranquilo pero me fui asustando cuando vi el camino de bosque por el cual íbamos, la oscuridad era total. Pensé Nos van a matar!!… pero …¿Por qué?… Comencé a tener la idea de lanzarme del vehículo, pero no tenía ninguna posibilidad… llegamos a un claro donde habían muchos infantes de marina con el rostro pintado, junto las luces de otros vehículos, se veía muy aterrador. Había unas casetas de madera de 2×2 más o menos y distantes unas de otras.
Los oficiales y el chofer se bajaron del vehículo, quedamos solos adentro esperando algún tipo de desenlace. JAGGER hablaba con otro oficial que al parecer estaba a cargo . Asombrados por lo que veíamos, se acercaron algunos infantes de marina que rodearon el vehículo, abrieron las puertas y nos sacaron. Nos agarraban de todos lados, ropa, cabellos, manos, piernas, nos tiraron abajo y comenzó la fiesta para ellos, nos golpearon con los fusiles, las manos, los pies, nos insultaron, después nos hicieron apoyarnos con los brazos extendidos y las piernas abiertas en la muralla de una caseta y nos revisaron buscando no sé qué cosa, tal vez en sus mentes enfermas, pensaban que llevábamos armas. Yo preguntaba porque estábamos siendo tratados de esa manera, pero era peor porque los golpes e insultos se multiplicaban. Se llevaron a Mario al interior de una caseta, yo quedé esperando afuera apoyado en la pared y me vigilaban algunos soldados con la orden de abrir fuego si yo intentaba escapar.
Desde allí sentía los gritos de dolor de Mario, lo estaban torturando, lo cual me puso muy mal y lo peor era que no sabía por qué. Todo me parecía tan injusto. Estaba con mis pensamientos cuando escuché ¡¡ Hagan pasar al siguiente!! Los guardias me dicen que corra, yo no quise hacerlo y seguí caminando y recibí muchos golpes por esto, pero no los sentía ya, seguí caminando, tal vez el nerviosismo y la bronca que llevaba era la causa de no sentir dolor. Cuando entré en la habitación había muchos soldados con el rostro pintado, al igual que sus armas. Uno de ellos me dijo que me desnudara. Recuerdo el frío de esa noche, Agosto era terrible, ya no podía controlar mi cuerpo, temblaba entero, la única manera de parar ese descontrol de mi cuerpo era cuando me golpeaban, los golpes me daban calor , no temblaba y no sentía dolor.
Me preguntaban nombres de mis contactos políticos, me sorprendía todo eso pues nunca los tuve, sencillamente nunca se dieron a conocer ni tuve charla alguna con ellos. Como mis respuestas no les gustaban , seguían golpeándome. Optaron por traerme a Mario para que viera como había quedado, me decían que yo iba a quedar peor si no hablaba. Miré un instante a mi compañero, solo brevemente para que no me afectara y lo que vi me dejó muy impresionado, su rostro ensangrentado con una palidez mortal y todo mojado y una mirada llena de odio el cual transmitía. Agaché la cabeza para no verlo más, seguramente él ya no sentía dolor pero sí mucho odio, era tan intensa su ira que casi escupiéndole el rostro al oficial verdugo le gritó ¡¡ Mueran los Oficiales!! . Lo miré y lo vi tan decidido que produjo en mí un efecto contrario a lo que ellos esperaban. Dentro de mi sentí una sensación tan extraña, alegría, felicidad de ver a mi compañero tan decidido y valiente, algo que ellos no esperaban. Las cosas les estaban saliendo mal porque en vez de doblegarnos, nos fortalecían, esa era mi alegría y satisfacción.
Esta vez cambiaron la técnica conmigo, me ataron las manos a la espalda, los soldados me izaron y me introdujeron en un tambor de 200 litros de agua cabeza abajo la cual topaba el fondo. Con las manos atadas a la espalda, los soldados agarrándome las piernas, me desesperaba, era una sensación horrible. Cuando estaba casi ahogado me izaban para pedirme nombres, contactos, etc. Como mi respuesta era negativa, volvían a zambullirme y cada vez era más tiempo dentro del agua. Mi desesperación era tan grande que en un momento logre zafar de las ataduras y de los soldados, ellos trataban de agarrarme para ponerme otra vez dentro del tambor nuevamente y yo luchaba con todas mis fuerzas, tiraba patadas y golpes de puño, mordía. Era una situación desesperada. Yo desnudo defendiéndome y los soldados tratando de agarrarme . De repente una voz de mando les pide a los soldados que se retiren , saca el seguro de su arma y me apunta. Viendo lo que se me venía , me dije “debo luchar para sobrevivir, me acordé de mi familia, mi mujer y mis dos hijos, uno de tres meses y otro de cinco años, no podía dejarlos a la deriva , debía luchar.
Le dije al oficial: “Ustedes no van a poder meterme adentro del tambor nuevamente, déjenme meterme solo”… El oficial aceptó y eso me alegró porque me di cuenta de que el oficial era un tarado.
Esta vez metí los brazos primero, mi cabeza ya no tocaba fondo y mis manos ya no estaban atadas a la espalda, era otra sensación, más llevadera, menos desesperante. Después de un rato largo en que los soldados me izaban y me zambullían nuevamente y como yo iba con las manos libres y adelante con lo cual me podía apoyar, se aburrieron.
Después comenzó la tortura psicológica, iban a matar a mi familia si no cooperaba, sabían donde vivía.
Como yo no tenía contactos con ningún político, querían saber quiénes eran mis amigos en el buque y no queriendo comprometer a nadie, inventé un apellido Garcés y además di el nombre de Carlos Barroillet. Yo sabía que Carlos se había retirado de la armada mucho tiempo atrás y estaba viviendo en otro país junto a sus hermanos.
Con esto me dejaron tranquilo y me ordenaron ponerme la ropa. Recuerdo no poder hacerlo, mi rostro a pesar de no poder verlo lo tenía todo inflado y sangraba en forma abundante por la boca, nariz y oídos, era un desastre. Un soldado que me vigilaba, ya era un hombre mayor me dijo: “Hijo trate de vestirse pronto”. Estas palabras en medio de todo lo irracional, me emocionaron y solo atine a mover la cabeza en señal afirmativa.
Me separaron junto a un grupo de marinos, éramos más o menos seis, nos hicieron formar en línea, uno al costado de otro con las manos en la cabeza frente a un pelotón de fusilamiento, pude ver de reojo a mi lado estaba Antonio Ruiz, que también era del buque, yo solo lo conocía de vista en ese momento pero después nos hicimos muy amigos.
En ese momento deseé que las balas me dieran muerte enseguida, no quería quedar herido. Gritaron ¡¡Fuego!! Y no pasó nada, me di cuenta que estaban actuando, era otra forma de tortura psicológica ya que el susto, el nerviosismo y el miedo se quedaron por mucho tiempo.
Más tarde nos subieron a un camión tirados en el piso uno encima del otro y todos los soldados sentados encima de nosotros. Nos trasladaron a unas oficinas que estaban en otro sector, al llegar nos bajaron del vehículo y nos tendieron en el piso boca abajo, nos llamaban de a uno para interrogarnos. Nuevamente lo mismo, esta vez el que dirigía todo, era el capitán Cohen, estaban también los oficiales Bustos, Letelier, Luna, Alarcón, Tapia, Maldonado. Algunos estaban sentados detrás de un escritorio, dejaron una pistola encima de la mesa, seguramente como carnada , que ridículos y torpes eran. Dos oficiales estaban al lado mío, cuando me preguntaban algo y no les complacía mi respuesta, me quemaba con un cigarrillo distintas partes de mi cuerpo o me agarraban a bofetadas, también tenían una madera delgada como una regla con la cual me golpeaban el rostro ¡¡Como dolía eso!! , yo sangraba por todos lados, mi hombro izquierdo quemaba de dolor, estaba todo magullado cuando amaneció.
Nos pararon en línea de nuevo frente a una muralla pintada de blanco. Después de un rato comenzó a salir el sol y nos pegaba en la nuca, la luz solar comenzó a reflejarse en la pared y esta al rebotar hacia nosotros nos ponía en una situación crítica. Después de una noche de tortura había que soportar esto, estábamos muy agotados.
En un momento nos dieron permiso para orinar y no pude hacerlo, a pesar de tener ganas no podía, me dolía la vejiga y no podía orinar.
Después nos dieron un tazón con café, entonces pensé que significaba que nos querían con vida.Era mediodía cuando nos llevaron a declarar a la fiscalía. El fiscal un tal comandante Villegas, me amenazó con mandarme de vuelta al centro de tortura porque le dije que el apellido Garcés lo había inventado para que no siguieran torturándome, igual que el nombre de Carlos Barroillet.Fui trasladado al cuartel Rodríguez en calidad de incomunicado junto a 18 marinos más .
Nuestra detención y tortura estremeció al país, organizaciones sociales, políticas y culturales junto a nuestras valerosas familias salieron a defendernos y a aclarar que las acusaciones en nuestra contra eran todas falsas y que nos imputaban cosas que no eran ciertas.
Primero se nos acusa de incumplimiento de deberes militares y después cambian la carátula de acusación y se nos acusa de sedición y motín frustrado.
Después de algunos días de incomunicación, dan de baja a la mayor parte de los marinos enviándolos a la cárcel de Talcahuano. Quedamos solo cuatro en cuartel Rodríguez. José Maldonado, Juan Carlos Montecinos, Maximiliano Domínguez y yo, Bernardo Carvajal.
Fuimos enviados a la Isla Quiriquina la tarde del 10 de Septiembre de 1973. Cuando llegamos a la isla cerca de las 22:00 horas, la escuela de grumetes salía con armamento de guerra hacia Talcahuano. Supuse que era el comienzo del golpe de estado…
Al día siguiente comenzó la gran pesadilla en Chile. Los que tenían dudas con respecto a las torturas, comienzan a experimentarlas en carne propia, el golpe de estado que denunciábamos, se hizo realidad y de paso queda al descubierto quienes eran los verdaderos amotinados y sediciosos y quienes defendíamos las leyes, las instituciones democráticas y la constitución.
A partir del 11 de Septiembre de 1973, se marca el inicio de nuevas vejaciones, se nos denuncia como traidores a la institución, se nos mantiene aislados en diferentes campos de concentración y cárceles, se nos mantiene como desaparecidos y aislados, dependiendo mucho del oficial de turno que estuviera a cargo. Ese era el trato que recibimos, tortura y más tortura como juguetes de los más sádicos oficiales e infantes de marina…
Bernardo Carvajal Sepúlveda
Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 134 – 138
La ola de arrestos en los dos viejos cruceros O’Higgins y Prat, inmovilizados en los diques, se inicia cuando el capitán Victor Henríquez Garat informa a Jorge Paredes, comandante de la Zona de Talcahuano, que se dispuso que el departamento A2 “vigilara a posibles sospechosos”…
…Después de la cena, hacia las 20:30 horas, un oficial de inteligencia irrumpe en la sala de artillería, donde Antonio Ruiz está interpretando planos.- “Vamos en comisión de servicio”, le dice. “ ¿Puedo ir a buscar mi chaquetón?”, pregunta Ruiz.- “No, así no más”. De inmediato salen del dique seco, suben a una camioneta y el oficial se sienta atrás, con él. Parten rumbo al fuerte Borgoño. Ruiz pregunta “ ¿Qué clase de comisión de servicio? ”, pero no obstiene respuesta. Cuando la camioneta se detiene, se termina el trato correcto. Un grupo de infantes se abalanzan sobre él, “se dejan caer como perros”, y lo golpean con furia. Lo obligan a desnudarse, mientras lo someten al interrogatorio de guerra: nombre, grado, serie, todo sin dejar de darle culatazos. Inmediatamente después lo llevan a un lugar de entrenamiento para el combate antidisturbios, llamado la “ciudadela”. Ahí lo cuelgan. Después de golpearle violentamente el estómago, lo amenazan de muerte y lo sumergen en un tambor lleno de agua con barro, orina y excrementos. Los torturadores vociferan preguntas sobre la reunión en Los Pingüinos, si conoce a éste o a otro, “si formaba una célula y si íbamos a matar oficiales, íbamos a bombardear Valparaíso, y contactos principalmente”.
En el crucero Prat, cuando Víctor López termina su guardia en el radar a la media noche, el teniente Santiago Lorca, su oficial de división, le pide que lo acompañe a buscar unos equipos a la Puerta de Los Leones. López responde que desea descansar. El teniente insiste, diciendo que no quiere despertar a los que duermen. A la salida del buque los espera una camioneta con otros oficiales. A los pocos minutos el vehículo se aparta del rumbo previsto y toma la pendiente hacia el fuerte Borgoño. El marino pregunta ¿qué ocurre? le gritan que se calle, qué él sabe dónde va. López , que piensa que han dado el golpe de Estado, intuye lo peor. Consigue engullir los papeles con contactos con el PC local que llevaba escondido en su chaquetón. Cuando abren la puerta de la camioneta, se abalanza un grupo de carapintadas que lo saca con violencia y le da una golpiza con puños, pies y culatas. El suplicio dura entre 10 y 15 minutos. Cuando ya no puede mantenerse de pie, los infantes lo arrojan a un galpón, lo obligan a desnudarse, y se colocan uno a cada lado con el que tortura delante. Ahí llega el interrogador exclamando: “vos sabís por qué estai aquí, tenís que hablar”. Ante el silencio de López, que intenta saber de qué lo acusan, lo golpean en el estómago hasta que vomita, lo dejan recuperar un momento y luego continúan con los golpes. A continuación traen ante él a Carlos García en un estado lamentable, “peor que yo”, y le preguntan “ ¿a este huevón lo conocís? ” ([E], López, 2003).
Carlos García es también un marino de la división electrónica del Prat, a quien Víctor López había reclutado para la organización ([E], López, 2003). Esa misma noche lo había despertado el teniente Santiago Lorca, quien dirige las detenciones en el crucero. El teniente era considerado como menos extremista que los otros –explica García – , pero luego se demostraría que era un oficial de inteligencia.
Más o menos lo mismo ocurre con otros marinos, despertados y llevados detenidos al fuerte Borgoño. Allí los desnudan, los hacen correr mientras los golpean, los sumergen en un tarro lleno con orina y excrementos, los llevan a una sala para preguntarles “quienes son los jefes del movimiento” y “por qué no confían en los oficiales”; les permiten tenderse en el suelo y, sorpresivamente, vuelven a comenzar. Así los tienen toda la noche; “era moler a palos”, recuerda García ([E], García, 2002) Victor López, ante García responde: “Sí, somos compañeros de buque”. Pero los torturadores le dicen: “este huevón habló ya”. López en situación difícil, se prepara a decir lo que su compañero podía haber dicho. No obstante, García disipa sus dudas, pues consigue decirle antes de que se lo lleven: “Yo no hablo ni una huevá”. Cuando vuelven a traer a García, en peor estado, uno de los verdugos exclama “ al duro colóquenlo allá abajo ”, lo que confirma su silencio. Víctor López es atado a una silla, donde continúan golpeándolo, pero la noticia de que García no había dicho nada lo ayuda a callar ([E], López, 2003).
Durante la noche llega el teniente Lorca, acompañado por el capitán (probablemente Köhler), quien le pregunta: – “¿Y a este huevón para qué lo trajiste?”. “No”, responde Lorca “si este huevón sabe, es del grupo de los que…” Víctor López había mantenido numerosas discusiones políticas con Lorca, y ante él no puede negar sus ideas de izquierda. Dice que es leal al gobierno, opuesto a un golpe de Estado que provocaría una masacre “me fui por lado político”, recuerda. Hacia las 4 de la madrugada lo arrojan, siempre desnudo, a una pieza glacial, sin nada para cubrirse. Al poco tiempo lo sacan y lo llevan al campo donde lo espera otro torturador, que vocifera: “Que te creís, qué somos huevones, nosotros sabemos todo lo que hiciste, huevón”. Y comienza una nueva golpiza, mucha más dura que las anteriores, que se prolonga unas dos horas. Lo hacen correr a la interperie. El frío y el efecto de los golpes anteriores son tales que la sensación de dolor es remplazada por un agotamiento de fondo. Afirma que va a hablar, y hace una nueva declaración basada en informaciones que sabe que ya conocen, insistiendo siempre en que defiende la Constitución.
Los detenidos de Talcahuano son mantenidos al interior de la base naval. Algunos quedan en libre plática limitada (pueden conversar con otros detenidos, pero no recibir visitas), al tiempo que otros son incomunicados entre tres días y una semana, según el caso. Otros son encerrados en los calabozos de un metro y medio de los torreones que forman la Puerta de Los Leones (hoy no existen), y luego en las cabañas del Club Naval, donde finalmente disponen de mantas y colchones. Más tarde les permirten hablar entre ellos y tener acceso a la radio. Así se enteran de las manifestaciones de solidaridad, que reivindican el derecho de los marinos a denunciar la conspiración y denuncian las torturas.
La movilización les dá cierta confianza, recuerda Carlos García, “estábamos todos optimistas en cuanto a que dentro de poco seguramente íbamos a ser liberados por el gobierno de Allende”
Días más tarde serán llevados provisoriamente a la cárcel de Talcahuano, para luego instalarlos en la cárcel pública de Concepción, donde pronto les asignan una galería especial: “Éramos los primeros presos políticos de la dictadura antes que comenzara la dictadura” , afirma Carlos García. El 1 de septiembre los hacen firmar la hoja de retiro de la marina”…
El miércoles 8 se inicia oficialmente la causa criminal 2737 –que luego fusionará con la 3926- por el delito de “Incumplimiento de deberes militares”. Se trata de un cargo menor previsto en el Código de Justicia Militar. El proceso está a cargo del contralmirante Jorge Paredes, del fiscal Fernando Jiménez Larraín y del secretario René Gajardo Alarcón, quién participa directamente en las torturas.