Del ex marinero Luis Aguirre

La detención de Luis Aguirre*

El ex marino Luis Aguirre había tomado también la iniciativa, quizá temeraria, de ir a visitar a sus compañeros encarcelados, todos ellos miembros de su antiguo grupo en le escuela de Operaciones. Como le informan que su nombre no ha sido mencionado, continúa militando en el MIR hasta 1974, cuando es detenido Moraga, el profesor de la escuela que lo conoce. Aguirre aplica disciplinadamente las reglas de Seguridad: desconectarse y “sumergirse”; o sea dejar de frecuentar las personas y lugares habituales. Como pasan dos meses sin que nada suceda, regresa a su casa, sobreviviendo de trabajos ocasionales como profesor en una escuela. De vez en cuando algún mirista le lleva informaciones; “Yo no tenía ninguna relación con el MIR, más bien ellos tenían relación conmigo”.

Así vive Luis Aguirre hasta principios de 1975, momento en que llegan a detenerlo al día siguiente de la detención de Carlos Díaz (Agustín). Por las preguntas, Aguirre se da cuenta de que lo han vigilado constantemente para llegar hasta Agustín. En los interrogatorios sólo le preguntan por el antiguo grupo de la Escuela de Operaciones. Aunque permanece preso “como 15 ó 16 meses” y es sometido a torturas, considera que “fue leve mi tortura comparada a otra gente”. Nunca se le acusará de nada oficialmente, ni será llevado a consejo de guerra ni condenado, y hasta hoy no sabe cuál es su situación jurídica.

Durante su detención, Aguirre introduce mensualmente una solicitud de libertad bajo fianza. sabe que no la obtendrá, pero el trámite le permite romper la monotonía del encierro dando un “paseo” entre la cárcel y la Fiscalía Naval. Sin embargo, durante la visita a Chile de una comisión de un organismo internacional, le conceden la libertad provisional. Pero mientras el ayudante del fiscal Patricio Schiavetti prepara el documento que le permite salir con la obligación de presentarse a firmar una vez por semana, irrumpe otro agente gritando escandalizado, lo pone contra la pared y lo amenaza: tiene que irse del país.

En junio de 1975 consigue visa para los EE.UU., pero se resiste a partir. Un día de diciembre de 1975, cuando se presenta a firmar, Aguirre es nuevamente arrinconado en la Fiscalía, donde lo golpean y lo amenazan con cárcel: “sabemos que tenís visa, no te hai ido ¿qué es lo que estai haciendo?”. En su caso no hubo ni decreto de expulsión ni conmutación de penas, sólo amenazas. Finalmente, en enero de 1976, Aguirre parte a los Estados Unidos. ( [E] Aguirre, 2000 ).

* ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 285 – 286 )

Del marinero José Orlando Diaz, Patrullero Papudo

Detención de José Orlando Diaz Diaz

José Orlando Diaz

Testimonio

Nombres: Jose Orlando.           Apellidos: Diaz Diaz

Fecha de Nacimiento: 15/12/1950.

Estado Civil:Casado

Grado al momento de mi detención: Mr. 1º   Eletricista (IC)

Unidad  a la que pertenecía al momento de mi detención: Patrullero Papudo.

Nombre del Comandante de la Unidad a la que pertenecía: Jorge Martínez Busch QEPD.

Fecha,  Lugar y Hora app. de detención: 21/08/1973, a bordo de La Papudo, 10Hrs.  de la  mañana.

Causas y Cargos de la detención:

Causa rol 3926/73    Resolucion Nº 07994.

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Un Breve  Relato de mi Prisión en el Silva Palma.

Mi vida cambió para siempre la mañana del 21 de agosto de 1973. Estaba en Servicio en el Patrullero Papudo  que  se  encontraba atracado al Molo de abrigo en Valparaíso, mas o menos a las 10 hrs  de la mañana fui llamado para me  presentara  ante el comandante del Buque, Capitán  Jorge Martinez Busch, al entrar  al  Camarote , el  comandante   me  comunicó  que  estaba  arrestado y sabían todo de mi   persona , comenzó preguntándome  si  conocía  al  Senador  Altamirano, Miguel Enríquez , Diputado Oscar Garreton,   que  nombrara  amigos que  sabían del plan zeta, si conocía  al  sargento  Cárdenas….etc  etc…..que  era mejor contar  la verdad  y todo,  si no sería  peor para mi, mucha presión  psicológica y  amenaza,  si fuí para Santiago a alguna reunión de políticos etc etc, después de un exhaustivo interrogatorio  fui mandado  para  las siniestras  celdas  del Cuartel Silva Palma, en la  salida del camarote me estaban esperando  4  agentes,  todos  caraspintadas, altos magros  y armados de ametralladoras me  condujeron en una  camioneta  color   plomo, me  agarraron de los brazos y me condujeron para fuera  del  navío, antes  de entrar a la camioneta uno de  los agentes  me dio  un  golpe fuerte  en el estómago, no conseguí  ver si  eran de alguna  institución, estaba muy asustado.

Llegando a la  cárcel Silva Palma  me retiraron  todos mis pertenencias;  como cinturón, cordones de zapato, dinero documentos, etc etc todo bajo instrucción del comandante del Silva Palma  con mas de dos  soldados en una sala, para después conducirme para la celda, los  militares todos con uniformes de combate  sin distintivos, me pareció que  las celdas  del Silva Palma estaban subterráneas, en  el calabozo que estuve era muy estrecho  tenia una sola cama en pésimas condiciones, sin luz, muy helado, sin ventanas, solo una pequeña abertura en la puerta de fierro, un gran pasillo, al final estaban los sanitarios …..el colchón  estaba en pésimas condiciones y pasaba mucho frio principalmente los pies  yo tengo presión baja  entonces era un martirio, también  me dolía  mucho  mi columna  vertebral, yo no se si fueron  6 dias o más, nunca supe, estaba muy  oscuro y perdí la  noción del tiempo, no  conseguía dormir, ya que pensaba mucho en mi familia, ellos  no  sabían  que estaba preso…..me sacaban como a las cuatro o cinco hrs  de la  mañana  con la  disculpa que tenia   que  ir  al baño,    generalmente   tenia   que  ser  muy rápido. Después  de  6 días o mas incomunicado me  sacaron  para  prestar declaración  ante  el  fiscal militar, donde  me interrogaron, muchas  preguntas y tortura psicológica, pero al final quede en libre platica…Todos   esos  años  sufrí  mucho  con la  nostalgia de mi familia   también se deterioro  mi  vinculo afectivo y social con mi  familia, incluso mi padre falleció sin poder estar cerca de él, murió  preguntando por mi……

Emigré  para  Brasil el año  1978 y desde esa fecha  estoy  viviendo en  Brasil por  razones  políticas y económicas , daños   sufridos  y  trastornos   provocados   por  el  golpe  militar y el cierre de  las puertas  laborales.

Mi  exoneración de la  Armada  de Chile el año 1973 tubo en mi  opinión implicancias políticas  es decir enmarcadas dentro de un proceso de  destabilizacion  política en  contra del gobierno democrático  por  partes de las distintas fuerzas reaccionarias externas e internas quienes trataban de detener el desarrollo /avance del proceso del Presidente Salvador  Allende, proceso que tubo una serie  de variantes  que  incluyeron  entre otras  conspiraciones dentro y fuera de los  Cuarteles, sabotajes, boicots  políticos y económicos, asesinatos políticos etc   en donde  la  oficialidad naval tubo una  relevante  participación y  una  fuerte y firme  actitud de  desacato y desprecio por  el  Presidente y  su Gobierno.

La detención fue con violencia, siendo testigos de esto el  personal de guardia  del Papudo.

Identificación del Lugar y del personal del Interrogatorio: Cuatel Silva Palma

Tiempo de incomunicación: alrededor de 10 dias

El Golpe de estado me sorprende estando preso en el Cuartel Silva Palma.

Me tocó compartir prisión en el Silva  Palma  con los compañeros;  marinero  EL IC. Roberto Ivan Fuentes  Fuentes, cabo Teodosio Cifuentes Rebolledo, cabo EL IC  Pedro Blaset etc.

Quedo en libertad el 25 de octubre 1973 y  el 1° der Noviembre me dieron de baja de la Institución.

Del marinero Jaime Espinoza en el Centro de Telecomunicaciones

Extracto sobre el Silva Palma,  del Libro Auto Biográfico que escribiera el marinero Jaime Espinoza,    ”  El Deseo de Vivir “, año 2003

Jaime Espinoza

Estuve unos meses, en la Escuela de Ingeniería,  en la cual perdí el incentivo, al enterarme que mi futuro sería permanecer constantemente bajo cubierta; por esa razón decidí pedir el traslado al Centro de Telecomunicaciones Quinta Normal en Santiago, para posteriormente regresar a estudiar  electricidad.

En mi permanencia en esta base había una  difusión de panfletos subversivos y otros de apoyo al gobierno, los cuales circulaban entre su personal,  clandestinamente.  Llegaron  a mis oídos muchos rumores sobre un posible golpe de estado y era factible  una posible guerra civil;   yo escuchaba el descontento, el miedo y la curiosidad de saber qué iba a ocurrir, pero nadie se atrevía a decir o sugerir alguna manifestación.

Se empezó a crear en mí una gran preocupación,  la idea de que algún día llegara la orden de disparar y matar a otro chileno me atormentaba, algunas veces pensando me decía a mí mismo, yo no puedo hacerlo he sido entrenado para proteger mi gente y sin pensarlo, daría  mi vida por mi patria.

Durante este tiempo la preocupación y los rumores  de un golpe de estado, continuaban; empecé a planear una posible reunión donde todos pudiéramos hablar de nuestras inquietudes ya que nosotros éramos soldados chilenos, servidores de la patria y nuestra opinión también debía tener un valor; opté por preguntarle a toda persona que me encontraba en la base, si les gustaría asistir a una reunión  para discutir sobre la situación actual del país; la gran mayoría me contesto que sí , por lo tanto decidí y les comuniqué que la fecha sería el 2 de julio  a  las seis de la tarde,  en la cafetería de la base.

Al comenzar la reunión, me extrañó ver un suboficial, dos sargentos, cabos y marineros; todos teníamos la curiosidad de qué iba a ocurrir y cuál sería nuestra posición, además querían saber que se podía hacer; al comenzar la reunión, todo era un completo desorden éramos cerca de treinta personas hablando todos al mismo tiempo en pequeños grupos; no había quien la dirigiera; decidí tomar papel y lápiz,  me subí a una mesa y tomé la palabra diciendo:  “Su atención por favor, estamos todos reunidos por una misma razón, no sabemos si se aproxima un golpe de estado y cuál va  a ser nuestro proceder, si vamos a obedecer las órdenes o vamos a tratar de evitar una matanza entre chilenos”.

Se oyeron varias opiniones uno de ellos sugirió cercar la base y no permitir que nadie entrara o saliera; otro opinó llamar a la prensa para informarles sobre nuestra posición;  otro  sugirió que se realizara una guía de planteamiento, otro gritó traigamos al almirante Cabezas para informarle de nuestra posición. La reunión fue un completo desorden, ya que todo el mundo quería hablar al mismo tiempo y opinar, pero nadie quería escuchar; así fue como terminó, sin haber llegado a ningún acuerdo,  pero se aprobó realizar otra reunión.

A la una de la  madrugada del día siguiente, 3 de julio de 1973,  me encontraba durmiendo en mi cama cuando cuatro soldados me despertaron alumbrándome en la cara con dos potentes luces, encañonándome sentía lo helado de dos cañones de pistolas, una a cada lado de la frente de mi cabeza, me gritaron, ¡ no te muevas!, si te mueves, te volamos los sesos; después  de quitarme las cobijas  que cubrían mi cuerpo para  ver que estaba desarmado,  me ordenaron que me levantara lentamente y que colocara las manos sobre mi cabeza, de dos tirones me quitaron la camisa y el pantalón de la pijama, me dejaron ,con mis calzoncillos luego me esposaron  me pusieron una capucha en mi cabeza y  me llevaron a una sala a donde me sentaron,  Allí  me quitaron la capucha y  me dirigieron un potente foco de luz a mi cara, que me enceguecía y me impedía ver sus rostros, y lo que había a mi alrededor;  yo tiritaba del susto y del frío, era la primera vez en mi vida que me encontraba en una situación como ésta.

Inmediatamente comenzó el interrogatorio:

INTERROGADOR: ¿Cómo te llamas?.

JAIME:   Marinero segundo,   Jaime Espinoza.

INTERROGADOR:  ¿Sabes  por qué te trajeron a esta sala? .

JAIME:     No, no sé.

INTERROGADOR:   Ayer tú asististe a una reunión.

JAIME:     Si, Señor.

INTERROGADOR: Fue  una reunión subversiva.

JAIME: Sí, estuve en la reunión,   pero no era subversiva.

INTERROGADOR:  Entonces, ¿ qué objetivo tenía?.

JAIME: La verdad,  es que estamos todos medio asustados  por una posible guerra civil.

INTERROGADOR: ¿Quiénes estaban en la reunión?.

JAIME:     Personal de la base.

INTERROGADOR:   Dime los nombres de los que asistieron a la reunión

JAIME: Fue un grupo de personas, algunos de ellos nunca los había visto.

INTERROGADOR: Necesito nombres,  dame todos los nombres de las personas que asistieron.

JAIME: (Yo no quería comprometer a nadie y me quedé en silencio pensando). De pronto recibo un golpe que era un rodillazo al costado derecho que me hizo caer del asiento. En el piso me dieron un culatazo en mi espalda y dos patadas, e  inmediatamente me agarraron  y me  sentaron de nuevo en la silla.

INTERROGADOR: No tengo ningún problema en refrescarte la memoria.

Nuevamente, dame los nombres

JAIME: Con voz entrecortada respondí. Estaba el marinero Pérez, el marinero González y parte del personal.

INTERROGADOR:  ¿Quiénes son tus contactos  aquí y fuera de la base?.

JAIME:   No conozco ni he recibido órdenes de nadie.

INTERROGADOR:   Nuevamente y por última vez, quiero que me digas, ¿Quién citó y dirigió la reunión?.

JAIME: Yo cité a la reunión, pero nadie la dirigió.

INTERROGADOR: He interrogado a varios y todos me dijeron que tú eras el que dirigió la reunión.

JAIME: Ya le dije y no voy a inventar nombres. (Inmediatamente recibí en la cabeza sobre la oreja derecha el impacto de un culatazo, seguido de una serie de culatazos y patadas, por todo mi cuerpo; sentí algo caliente que me corría por el cuello; era la sangre que salía de la herida en mi cabeza).

INTERROGADOR: ¿Has tenido reuniones con políticos ?,  ¿ Conoces a  Carlos Altamirano ? (secretario general del Partido Socialista)?.

JAIME: No, no conozco a nadie ni nunca he tenido ninguna afiliación política,  ni he pertenecido a ningún partido.

INTERROGADOR: ¿Pero, por qué ellos dicen que te conocen?.

JAIME: No sé porque lo dicen,  yo no conozco a nadie. Mi única intención es evitar una matanza entre chilenos y una posible guerra civil.

INTERROGADOR: Tú, como soldado, no estás supuesto a pensar, sino a obedecer las órdenes de los superiores.

El interrogatorio duró toda la noche hasta la madrugada,  con intervalos de  5 a 10 minutos,  los que terminaban arrojándome un balde de agua fría, para continuar con el interrogatorio.

Al terminar, me pasaron el pantalón y la camisa, una vez vestido, me pusieron la capucha,  me agarraron de ambos brazos entre las axilas y me metieron a un camión, cerrado lo deduje por el sonido de las puertas sin saber yo a dónde me llevaban

Por mi mente comenzaron a pasar una serie de temores y preguntas sin respuestas.  Estaba atemorizado por mis pensamientos.  ¿Cuál sería mi destino?; ¿a dónde me llevarían?; ¿cuánto tiempo duraría mi detención?; ¿saldría vivo del sitio al que me llevaban ?;  ¿ qué delito había yo cometido para ser tratado como un criminal?.  Durante todo el tiempo que duró el viaje fue una constante tortura psicológica.

Lo llevaron detenido al Cuartel Silva Palma.

Del marinero Oscar Carvajal en el Cochrane

La detención de Oscar Carvajal *

El viernes 10, después de la formación matinal en el destructor Cochrane, la guardia comunica al marino Carvajal que debe ir al crucero Prat. En la lancha lo acompaña un oficial de abastecimiento que no le dirige la palabra. El marino toma alguna distancia y mantiene las manos en los bolsillos…”no me iba a tirar al agua o hacer alguna cosa dramática; no había nada que hacer realmente” piensa, y se responde a sí mismo que aún rige el estado de derecho. En el crucero aparece el comandante de su buque y pregunta “¿quién es el que viene detenido del Cochrane?”, lo cual confirma su detención. Un capitán lo interroga sobre el movimiento de marinos que iban a tomarse los buques; el marino responde que ignora todo. El capitán insiste trocando el tono formal por otro marcado y termina amenazando: “Mira huevón, o me contai las cosas ahora o te mando donde los cosacos y ellos te van a hacer hablar”. Ocurre lo segundo; los infantes de marina lo llevan al cuartel Silva Palma, incomunicado.

Oscar Carvajal es colocado en un cuarto donde ya están Alberto y Jaime Salazar, Pedro Lagos, Juan Cárdenas, Ernesto Zúñiga y otros que no conoce. Les está estrictamente prohibido hablar entre ellos…pero en la noche los ponen en un camión blindado donde consiguen intercambiar algunas palabras.

* ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 143 )

 

Ex marino: “es muy difícil creer” que Vergara nunca supo de torturas
Oscar Carvajal Gallardo, confirmó que en su testimonio ante la Comisión sobre Tortura mencionó al actual almirante Miguel Ángel Vergara, por ser su jefe directo cuando fue desembarcado y llevado luego hasta una unidad en que se le aplicó tormentos por presunta sedición.

“Cuando nosotros volvimos de Talcahuano, nosotros denunciamos, apareció en mucha prensa, toda persona medianamente informada pudo enterarse de los marinos que estaban siendo torturados. Es ahí donde yo pienso que sí hay una responsabilidad. Un subalterno suyo está denunciando que fue torturado, alguna reacción debería haber habido de este jefe, ¿no?”, explicó el ex uniformado cuyo testimonio fue difundido ayer por una organización de exonerados de la Armada.“Es muy difícil creer que él nunca tuvo conocimiento” de la tortura, señaló esta mañana el ex marino primero, Oscar Carvajal Gallardo, refiriéndose al actual Comandante en jefe de la Armada, almirante Miguel Ángel Vergara, a quien mencionó ante la Comisión sobre Tortura y Prisión Política, como su jefe directo y quien ordenó su desembarco para entregarlo a otras unidades militares que terminaron aplicándole torturas.

En la declaración, Carvajal Gallardo afirma que el 10 de agosto de 1973 su jefe directo en el buque destructor Cochrane, recalado en Valparaíso, el entonces Teniente Primero, hoy máximo jefe de la Armada , Miguel Ángel Vergara, lo envió en comisión de servicio acompañado de un oficial.

En ese trámite fue interrogado por una supuesta participación en un complot para rebelarse a los oficiales que preparaban el golpe de Estado de septiembre. Luego, afirma, fue detenido, incomunicado y trasladado al cuartel Borgoño de Talcahuano en donde lo sometieron a sesiones de tortura, que le dejaron como secuelas auditivas por la rotura de sus tímpanos.

De acuerdo a la Armada, el ex marino fue desembarcado para prestar declaraciones en una causa instruida en un juzgado militar, por sedición, luego de lo cual quedó detenido en tierra, por lo que el actual almirante no habría tenido complicidad con las posteriores torturas que denuncia.

“Yo no estoy al tanto de qué documentación existía en ese momento, y qué información él (Vergara) tenía. Lo que yo puedo afirmar hoy día es que efectivamente yo fui desembarcado, pero a mí no se me informó en ese momento que hiba a prestar declaraciones a un tribunal. Yo me entero que estoy detenido cuando llego al otro buque en donde fui recibido por un comandante. Yo no creo que ese fuera el tribunal, dado que ese comandante, después de interrogarme me amenazó con enviarme a la Infantería de Marina ( …), donde (el oficial le dijo) ´sí tienen métodos para hacerte hablar”, respondió Carvajal en diálogo con radio Cooperativa desde Estocolmo, en Suecia, país en el que reside.

“Yo no apunto al almirante Vergara. En mi declaración yo lo nombro por ser mi jefe directo. Hasta qué punto él está involucrado o no, yo no lo puedo decir en este momento . Él era mi jefe directo, él me envió a otra repartición desde donde yo fui trasladado al cuartel Borgoño y fui torturado”, agregó

 

La Nación 2004

Ex marino nombró a almirante Vergara en su testimonio ante la Comisión Valech

Fuente: La Segunda Internet
El nombre del comandante en jefe de la Armada, Miguel Angel Vergara, aparecería consignado en el informe elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura. Según el testimonio de un miembro de la coordinadora de exonerados de la Marina, fue la actual máxima autoridad de esa rama quien lo entregó a sus torturadores en agosto de 1973.
El nombre del comandante en jefe de la Armada, Miguel Angel Vergara, aparecería consignado en el informe elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura.

Santiago.- Aunque no pueden afirmar que el hoy comandante en jefe de la Armada supiera de las torturas, los exonerados de la Marina creen que podría haber preguntado por el destino de su subalterno, según informó Radio Cooperativa.

La entidad que representa a quienes fueron destituidos de la Armada tras el golpe de Estado informó que la comisión encabezada por monseñor Sergio Valech incluyó el testimonio de Oscar Héctor Carvajal Gallardo, quien actualmente reside en Estocolmo, Suecia. En su declaración afirmó que el entonces jefe del departamento de electrónica del destructor “Cochrane”, el teniente primero Miguel Angel Vergara Villalobos, lo envió en comisión de servicio ante los efectivos que lo torturaron.

El presidente de la coordinadora, Víctor López, quien entregó a la prensa un escrito con el testimonio de Carvajal, dijo que no podría aseverar que el actual almirante supiera el destino que tendría Gallardo al enviarlo en comisión de servicio, aunque podría haberse preguntado por su destino.

“Yo no puedo asegurar que él estaba en conocimiento de que cuando él lo mandó en comisión de servicio lo iban a torturar. No lo puedo aseverar. Pero si él tiene interés, puede preguntar: qué pasó con el marino que yo mandé en comisión de servicio”, señaló.

“Tiene elementos para conocer que efectivamente se torturó a sus subordinados en la instrucción. Y si no los tiene es muy fácil que pregunte qué pasó con mis marineros cuando yo lo mande en comisión de servicio en agosto de 1973”, agregó.

Del cabo Teodosio Cifuentes en la Escuela de Submarinos

El caso Teodosio Cifuentes, (Q.E.P.D.† 23. febrero 2018) *

Teodosio Cifuentes

El cabo Cifuentes había sido seleccionado para ir a buscar  la barcaza capitán Araya a la base estadounidense en la isla de Guam gracias a su calificación de distinguido. Ya tenía pasaporte y volaría el lunes 13. Pero ese viernes 10, durante la formación matinal en la Escuela de Submarinos, los oficiales informan que Cárdenas y otros “sediciosos” han sido detenidos y muy maltratados.

Poco después, irrumpe el oficial de división Albornoz, a cargo del grupo que irá a Guam, y pregunta: “¿Quién es el cabo Cifuentes? – Yo soy”, responde. El oficial lo mira con sorpresa y le pregunta si tiene su pasaporte listo. Cinco minutos después las perspectivas cambian radicalmente: llegan dos infantes de marina que lo llevan ante el segundo comandante, y en su presencia lo ponen contra la pared, lo golpean, le arrancan los grados y lo llevan incomunicado al cuartel Silva Palma. El lunes siguiente, su mujer, Rosalía Delgado, va a preguntar por él a la Escuela de Submarinos. Le mienten insinuándole que se había quedado de parranda en el puerto. Sólo tres dís más tarde, ante su insistencia, le informan que está detenido.

Cifuentes es trasladado a la Academia de Guerra donde, con las manos amarradas, lo hacen sentarse en una silla confortable. Poco después ingresa a la sala un grupo de carapintadas y uno grita: “Qué estay haciendo ahí, raja negra, sentado en esa silla, siéntate en el suelo” y le dan una lluvia de puntapiés. Luego entra otro que exclama “pero qué estay haciendo ahí sentado en el suelo cuando tenís una silla”, Así pasa el día entre silla, suelo y muchos puntapiés. En este caso la tortura fue brutal y psicológica – explica el cabo – incluyendo “ la vejación de quitarle los grados, de insultarte, de tratar de achicarte al máximo ”. Las preguntas se centran en los contactos con civiles, Altamirano, Enríquez, y Garretón. Días después será interrogado por benavides y Villegas. ([E] Cifuentes, 2000).

* ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 142 – 143 )

En la Escuela de Armamentos

El grupo de la Escuela de Armamentos: Nelson Bravo y Ricardo Tobar*

Cabo Ricardo Tobar Toledo

En agosto de 1973, en su unidad del departamento de seguridad y señales de la Escuela de Armamentos, se entera impotente de la detención de sus compañeros. A su estado de tensión agudo se añade la suspensión de la autorización para asistir a cursos vespertinos. Siguiendo el consejo de un amigo, va al Hospital Naval y consigue un permiso médico hasta el 15 de Septiembre. Olvidando la prudencia, Tobar visita a los marinos detenidos en la cárcel, pero ellos mismos le piden que no vuelva: “les hice caso y no fui”. No obstante, se mantiene en contacto con militantes, al parecer del MAPU, que le ofrecen ayuda.

El 10 de septiembre, Ricardo Tobar se presenta a la Escuela con su colega Nelson Bravo, miembro del grupo. El primero, en permiso médico, va a cobrar su mes de agosto, y el segundo va a pedir su finiquito, ya que había presentado su renuncia a la Armada. Al día siguiente se dá el golpe de Estado y se anulan todos losm permisos. Hasta entonces las actividades antigolpistas de Bravo y Tobar han pasado inadvertidas, pero como no se presentan, su ausencia es considerada deserción.

El 13 de septiembre, hacia las 19:30 horas, un grupo de aviadores carapintados allana la casa de Nelson Bravo en Quintero, con extrema violencia, donde se encuentra también Ricardo Tobar. Un soldado lanza un golpe contra uno de los hijos de Bravo, un bebé en llanto. Tobar consigue interponerse y recibe el golpe en la cara. Con dificultad, explica que no está en su unidad porque está con permiso médico. Atados y vendados, los suben a un camión que se pone en marcha, deteniéndose en ocasiones para recoger prisioneros. Al final son tantos, que los que están abajo apenas respiran, soportando el peso de los otros.

A las dos de la mañana los dejan en la escuela de Operaciones, donde los desatan y les permiten ver.. Al poco tiempo son nuevamente vendados y amarrados para recibir “el nuevo martirio de golpes, no los puedo describir; culatazos, cachetadas en las orejas, qué sé yo”.  Se los mantiene en cuclillas toda la noche, los llevan a un simulacro de fusilamiento, les entierran yataganes. Las heridas son cosidas horas después, sin anestesia. Pero lo peor – recuerda Tobar – es escuchar los gritos de mujeres que vienen de salas vecinas. Luego, el 17 de septiembre, Tobar es trasladado al cuartel Silva Palma, donde cesa la tortura física, pero continúan los chantajes sobre la familia.

Ricardo Tobar, acusado de deserción calificada, es juzgado por un consejo de guerra, donde lo descalifican, utilzan “documentos falsos”, dice. Los abogados tienen muy poco que hacer, pues las cosas estaban definidas por el fiscal naval. El día en que el consejo dicta su veredicto, Tobar escucha (no puede mirar para atrás) a una periodista preguntar  “¿Pero de qué guerra?”  “¡Cómo que qué guerra!” exclama el fiscal naval y la hace expulsar de la sala. La condena es de tres años y un día. En la cárcel de Valparaíso obtiene la salida dominical, pero luego lo trasladan a los campos de Melinka y Colliguay, donde los prisioneros son expuestos a allanamientos y golpizas. Cuando cumple la condena Tobar se niega a salir de Chile.   ([E] Tobar, 2001).

En realidad, Ricardo Tobar, José Ojeda y Nelson Bravo formaban parte de un grupo que mantiene relaciones con el MIR y otros partidos. Los interrogadores algo husmearon, pero no supieron de estos contactos.

*Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 284 – 285

En la Base Aeronaval El Belloto

El grupo de la base aeronaval de El Belloto*

Cabo Julio Gajardo

En la pequeña base aeronaval de EL Belloto, situada a unos 20 kilómetros de Valparaíso, hay unos 20 aviones y helicópteros de la Armada a cargo de unos 400 marinos especializados. (El Clarín, 16-3-73).

Entre ellos está el cabo Julio Gajardo, quién será uno de los gestores del grupo antigolpista. Sus estudios universitarios le dan un cierto prestigio entre sus compañeros y lo colocan en situación de líder. El cabo comienza hablando naturalmente con amigos de confianza. Al poco tiempo consigue organizar sobretodo jóvenes con poco grado, aunque también recluta a dos suboficiales. La organización no encuentra marinos opuestos, salvo en dos casos: uno es claramente democratacristiano y otro defiende a los oficiales afirmando que se trata de gente especial, que no pueden comer lo mismo que la tropa porque tienen un estómago diferente, resutado de una crianza también diferente.

Pero la actividad de Gajardo no pasa inadvertida y , pese a la discreción, se hace conocido como un hombre de izquierda. Sus diferencias con la oficialidad ocasionan probablemente su traslado al crucero Prat en octubre 1972, por algunos meses.   ([E] Gajardo, 2003).

A su regreso a El Belloto, continúa desarrollando el grupo, junto con el cabo Luis Jorquera y un “muchacho de apellido Jiménez”, que nunca fue detenido. La organización registra un desarrollo acelerado en febrero y marzo de 1973. Fue muy rápido comenta, “y quizá muy tardío también”.

Luis Jorquera sigue una trayectoria muy similar a la de Gajardo e inicia el grupo con él: “ Al principio dos, después ya éramos cuatro y así se fue incorporando gente; por mi lado y por los otros lados también”. En marzo de 1973,, se puede afirmar que existe en la base un grupo antigolpista. Está coordinado por Gajardo, Jorquera y Moraga, aunque Bastidas es también activo. Las reuniones expeditas, se efectúan en los patios de la base. ([E] Jorquera, 2003).

El desarrollo del grupo es tal que, según Gajardo, llega a influenciar a cerca de la mitad de la dotación: “nosotros teníamos una organización estructurada de más de 50 individuos, que eran cien por ciento organizados. después teníamos más o menos 100 que eran periferia. u organizados, tipos que nos seguían; que decían: ‘Si ustedes hacen una acción, nosotros estamos con ustedes, o sea ustedes ordenan, nosotros seguimos’.” ([E] Gajardo, 2003).

El grupo vigila las reuniones sospechosas entre oficiales y civiles de derecha. En la base funciona un club aéreo que, sospechan, agrupa a golpistas locales. Los marinos de guardia a la entrada han recibido instrucciones de apuntar en la bitácora del aeródromo el nombre del socio, que debe presentar su tarjeta, y solo el número de acompañantes, que de esta manera ingresan anónimos. Inquietos los marinos de izquierda apuntan las patentes de los automóviles y constatan que se repiten.

Durante el paro de octubre, los marinos deben patrullar la zona y una de sus bases en Quilpué es el templo mormón. En su interior, Jorquera y su amigo Ríos, decubren un mapa de la ciudad con domicilios marcados con círculos rojos. Cuando verfican, se dan cuenta que se trata de militantes socialistas y comunistas conocidos. Además son testigos de reuniones entre civiles y oficiales de El Belloto, de la Escuela de Caballería de Quillota o del regimiento Coraceros, en la base o en el templo mormón. Resulta urgente comunicar esta información a la Presidencia. Entre Bastidas, Jorquera y Gajardo, deciden que éste último – y solamente – él se encargará de establecer contactos con los políticos. ([E] Jorquera, 2003).

La base del El Belloto: primeras medidas contra personal de izquierda.

Base El Belloto. Registro: Julio Gajardo

( Extracto del Libro, Los que dijeron “NO”, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 348 – 349)

La oposición de los oficiales al Gobierno en la base aeronaval, sutil en 1971, se torna abierta en 1972. Como en otras unidades, los oficiales impugnan a las JAP, toman posición a favor de la huelga a favor de la huelga de los camioneros, atacan el proyecto de escuela nacional y agitan la guerra con Perú. Una de las raras excepciones la constituye el capitán ingeniero Stromberg, a cargo del Centro de Reparaciones de Aviación Naval (CRAN).

En 1972, el cabo Julio Gajardo, conocido por sus ideas cristianas de izquierda, es enviado primero tres meses a Punta Arenas y luego al crucero Prat. Es inhabitual trasladar a un técnico electrónico de aviación a la tripulación de un buque. Los motivos, más que organizativos, parecen políticos: “me dá la impresión”, comenta, que el traslado se decide “con la intención de sacarme de la base, porque era yo una especie de piedra en el zapato de la gente de ahí ”. Abordo del crucero, Gajardo se empeña en crear una organización que se oponga al golpe de Estado. ([E] Gajardo, 2003).

A partir de marzo de 1973 los oficiales reorganizan la base en función de una batalla entre oficiales y tropa. El casino de oficiales comienza a ser rodeado de parapetos y llega un cargamento de fusiles ametralladoras que no se guardan en la sala de armas, o sea queda en manos de los oficiales. Se sabe además que éstos han colocado las cajas de municiones debajo de sus camas. ([E] Jorquera, 2003). Aunque Gajardo no tiene memoria de los parapetos, sí recuerda que el armamento automático (fusiles ametralladoras SIG o M-17) está en el casino de oficiales y que en la sala de armas dejan solo los viejos fusiles tiro a tiro. ([E] Gajardo, 2003; 2005).

Las primera detenciones el 15 de junio, en El Belloto

Los cabos Julio Gajardo y Luis Jorquera, conocidos en la base aéronaval como defensores del gobierno y opositores al golpe, son los primeros militares conocidos apartados de sus funciones a causa de sus ideas.

Desde principios de año, Luis Jorquera había sido alejado de los aviones y encargado de la biblioteca. Poco antes de su detención, escucha rumores de que hay en la base un cabo electricista, de bigotes, miembro del MIR, lo cual corresponde a su propia descripción. Piensa que es posible que lo hayan seguido, pues su mujer es sobrina de un senador socialista (Silva Ulloa) y tiene cierta amistad y es vecino de Jaime Aldoney, el interventor de la Compañía cervecera de la región. (Jaime Aldoney está detenido desaparecido. Estuvo detenido en la base de El Belloto)

En la primera quincena de junio de 1973, el cabo Jorquera es sorpresivamente convocado a comparecer ante el almirante Rivera Calderón, la máxima autoridad de la aviación naval.( El almirante Hernán Rivera Calderón será agregado militar en Argentina en 1975, cuando la DINA monta la “Operación Colombo”. El mismo almirante será ministro de salud y en 1985 dará la orden de interceptar y que mar los 15 mil ejemplares del libro de Gabriel García Márquez Miguel Littin clandestino en Chile.) Cuando ingresa a su despacho se encuentra ante un “auditorio de oficiales”. El almirante asistido por Víctor Tapia Cerezo, le ordena permanecer de pie y lanza la acusación: “Por este teléfono verde [del plan Albatros] me llegó información de que usted en su casa se dedica a fabricar bombas y explosivos”. Sorprendido, Jorquera le pide que se presente el acusador, pero el almirante se niega. El cabo le pide entonces que vayan inmediatamente a su casa, pero continúa la discusión. Finalmente el comandante dice que esto lo van a dejar hasta ahí, ordenando además que lo retiren del trabajo de bibliotecario y lo vuevan a afectar a aviones. ([E] Jorquera, 2003). No obstante la calma aparente será muy breve.

El viernes 15 de junio llega a Santiago la marcha de una parte de los trabajadores de la mina de cobre El Teniente, en huelga contra el Gobierno, y se teme un golpe de Estado ese día. En un clima tenso los defensores del Gobierno rodean el palacio de La Moneda para protegerlo. De un local del Partido Nacional disparan contra los manifestantes y resulta muerto el estudiante brasileño Milton da Silva. Esa mañana en El Belloto, los cabos Gajardo y Straube amarran los aviones en previsión de un temporal. Durante la faena, Straube pregunta a Gajardo cómo ve la situación. Gajardo recuerda haber respondido más o menos así:

“si aquí hay un enfrentamiento no tendríamos por qué nosotros, entre nosotros, agarrarnos a tiros; yo creo que el comandante debiera convocar a una reunión y decir: ‘los que están por el gobierno se van, los que están en contra y los que quieren apoyar con nosotros el golpe de estado se quedan y después veremos y nos veremos en otras circunstancias’. Pero agarrarnos a balazos dentro de la base, por tomar el control sería un poco ir contra las normas mínimas de convivencia humana”.

Esta versión es confirmada, meses más tarde, bajo dictadura, por la abogada defensora de Gajardo, Lidia Hogtert, a quien volveremos a encontrar defendiendo a marinos. Esta indica que Straude había alertado a Gajardo de una reunión de oficiales que podría tomar medidas contra la gente de izquierda. Gajardo conoce la existencia de una lista negra y tiene conciencia de un posible enfrentamiento entre militares partidarios y opuestos al golpe..

“Ante todas estas noticias, Julio Gajardo manifestó al cabo Straube que los oficiales debían evitar conflictos internos, que era conveniente eliminar algunas injusticias en el trato, y que, como medida de evitar un enfrentamiento que pudiera producir indisciplina y desorden, debería de buscarse una manera de parlamentar entre oficiales y el personal, y que una medida tendiente a suavizar la situación podría ser la entrega del mando a una junta de suboficiales, con lo cual se evitaría derramamiento de sangre y habría una mejor disciplina fundada en la solidaridad y la amistad.” ( Causa 3879 [R] .

Después de la conversación entre Straube y Gajardo, este último es convocado hacia las 13 horas por el capitán Maldonado, quién la acusación: “Vino el caboStraube y me dijo que usted no respondía de lo que pasara aquí con la base si yo no le entregaba el mando de la base”.

Julio Gajardo responde que si quisiera tomar el control no procedería así. Se enfrascan en una nueva discusión política. En un clima tenso, el oficial llama al comandante de la base, contralmirante Ernesto Hüber von Appen, comandante de la aviación naval. (Ernesto Hüber vo Appen ha sido procesado por la desaparición de Jaime Aldoney, quién fue visto por última vez, detenido, en la base que estaba bajo su mando ). Entre ambos lo interrogan y discuten hasta las 19 horas. Gajardo y los oficiales hablan francamente, y se llegan a decir de todo: “Si me hubieran podido matar me matan ahí” comenta el cabo. Lo dejan de plantón frente a la sala de armas y finalmente le comunican que han resuelto hacer una investigación más profunda y que parte arrestado al cuartel Silva Palma. Allí estará incomunicado siete días.

Ese viernes 15 de junio se produce el primer arresto por razones políticas. La detención de Julio Gajardo tiene su origen – o más bien su pretexto – en uno de los abundantes debates. Detienen también a Luis Jorquera y un colega que protesta porque lo estaban arrestando, pero Gajardo será el único procesado. Cuando éste comprende que va a ser arrestado, consigue entregar a su mujer documentos y fotografías de oficiales golpistas para que los destruya, pero olvida el manuscrito con la declaración de pricipios del movimiento que está en su chaquetón.

Al llegar al cuartel Silva Palma, Gajardo coloca el delicado documento en una maleta donde lleva libros y ropa. Pero, casi de inmediato, le retiran los cordones de los zapatos, junto con otros objetos personales, y se llevan la maleta. la situación es gravísima. A la primera detención de un miembro del grupo de marinos, sus captores están a punto de dar con la prueba que confirma la existencia de un movimiento masivo. Sin embargo, durante los interrogatoriosen la fiscalía nadie menciona el documento, y tampoco lo hacen cuando lo carean con el acusador.

Finalmente, el día que lo ponen en libertad provisional le entregan sus pertenencias, incluyendo la maleta, encuentra el mauscrito intacto. “Yo doy gracias a Dios”, dice Julio Gajardo, ya que sus captores tuvieron en sus manos, sin saberlo, la prueba que buscaban, y la devolvieron. Aunque tal vez la maleta cayó en manos solidarias, que “no vieron” el documento.

El mismo 15 de junio, se presenta un oficial a la casa de Luis Jorquera, donde está con licencia médica, ordenándole que lo siga de urgencia, sin tomar el tiempo de vestir de uniforme. Llegado a la base, se entera de la detención de Julio Gajardo. Inmediatamente lo dejan en un cuarto donde ahy otro “detenido”, un tal Pizarro, que en realidad intenta sonsacarle informaciones. Poco después lo llevan ante el comandante, quien inquiere bruscamente: “Lo mandé buscar porque quiero saber si Ud. está de acuerdo con Julio Gajardo o no”. Luis Jorquera pregunta a propósito de qué. El comandante replica que debería saberlo y, después de una discusíon, formula el cargo: querer que el segundo comandante entregara el cargo a un suboficial. Jorquera responde que no apoya nada así y que le extraña que gajardo lo haya dicho. le comunican que está citado por el fiscal naval, al día siguiente.

El fiscal lo interroga inmediatamente por las “reuniones”. Socarronamente, Joquera le responde que asisten cabos y sargentos, acompañados de sus señoras…”¡quiero que me hable de las reuniones políticas!” replica. “No tengo idea” responde el cabo. Después de los interrogatorios, Jorquera volverá un corto tiempo a la base. Días después lo envían al cuartel Silva Palma a esperar el retiro, que será cursado el 16 de agosto. Durante su arresto verá llegar a los detenidos de la Escuadra.  ([E] Jorquera, 2003).

Las detenciones de Jorquera y Gajardo son claramente políticas y constituyen sin duda un paso osado por parte de quienes preparan el golpe. Casi no tienen sustento jurídico, pues la acusación no presenta nada que pueda asemejarse a una prueba. El propio fiscal de la causa C-3879 contra Gajardo se ve incómodo, hasta el punto de que le dice en privado: “Yo no tengo ninguna razón para tenerte detenidon no hay pruebas, no hay evidencias, no hay nada”, pero le explica que ha recicbido una orden superior de que no vuelva a la base de EL Belloto.

El abogado Emilio Contardo asume la defensa de Gajardo y obtiene rápidamente su libertad incondicional. “En efecto para juzgarlo por “sedición y motín”, como quiere la Marina, se requiere el acuerdo de la autoridad política: el Presidente de la República, el ministro del Interior o el intendente de la zona. A falta de ellas no pueden mantenerlo detenido. La situación cambiará en el mes de agosto, cuando el intendente firma el requerimiento de la Armada contra los marinos de la Escuadra. ([E] Gajardo, 2003).

Extracto del Libro, Los que dijeron “NO”, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 375 – 376

En la Escuela de Ingeniería

Las detenciones en la Escuela de Ingeniería*

Es muy probable que en junio y julio de  1973, los servicios de inteligencia que preparan el golpe hayan puesto en marcha una operación para detectar y alejar de la Armada a los marinos predispuestos a resistir órdenes de derrocar al gobierno. Esos meses los controles internos recrudecen. Antes, la regla de apuntar el nombre de las visitas a las unidades no se aplicaba a la letra. Ahora, toda persona que ingresa es rigurosamente anotada. Por esos meses, el grupo de la Escuela de Ingeniería se entera de que varios marinos reciben su desahucio, algunos recién llegados a las unidades, y se da cuenta de que los despedidos son los que tienen antecedentes de haber protestado alguna vez, explica Mariano Ramírez:

“ nos dimos cuenta que la Marina estaba sacando gente de diferentes reparticiones, que por sus antecedentes hubieran hecho reclamos que tenían que ver con las comidas, o que se hubieran enfrentado verbalmente con un oficial, que normalmente era un castigo de 15 a 20 días, ¿me entiendes? Pero como quedaba en la hoja de vida, todos aquellos que tenían una roja, fueron saliendo de la Marina” ([E] Ramírez, 2001).

Por su parte, Miguel González, instructor de electrónica, en varias ocasiones es seguido a la salida de la Universidad Católica, “ descaradamente”. Èsta da cuenta de que hay un trabajo sistemático para detectar al personal con ideas de izquierda; “hacían una labor de exploración para ir trazando un mapa de aquellos posibles líderes dentro de la tropa, y especialmente en las escuelas” ([E] Ramírez, 2001).

El 28 de julio, un día después del asesinato del edecán, el suboficial Triviño, conocido también por sus opiniones de izquierda, es alejado de su trabajo y de las tropas que comanda. El comandante Pinto lo llama para informarle de su traslado a Santiago. Mientras se despide de sus colegas, es vigilado por un teniente y además encuentra a otro oficial revisando sus archivadores. En Santiago, dice “no hacía nada, no me daban trabajo. Reclamé por eso” (Fajardo, 2000, 190).

El día antes de su detención, José Jara es asignado a una patrulla como tirador escogido. Durante la ronda, el teniente que va detrás lo amenaza, recordándole que marcha con una pistola en mano ([E] Jara, 2002). Su nombre ya está en la lista de los que serán detenidos el día siguiente.

Sábado 28 de Julio: ocho detenciones en la Escuela de Ingeniería

El viernes 27 de julio, el director de la Escuela de Ingeniería, Homero Salinas, envía una nota al comandante de la Primera Zona Naval, Toribio Merino, comunicándole que, “por información del servicio de inteligencia militar [no del naval] se ha tenido conocimiento que el siguiente personal ha tenido contactos o pertenece a grupos extremistas, por lo que se procede a detenerlos o a incomunicarlos”.

Siguen ocho nombres:

  • cabo 2°José Jara (cursos electricidad en el 2° año, 29 alumnos)
  • cabo 1° Carlos Alvarado (curso de perfeccionamiento de cabos mecánicos, 200 alumnos)
  • cabo 2° Abdón Villouta (cursos de perfeccionamiento en electricidad)
  • sargento 2° Ernesto Suenzen (instructor de electricidad y de intercomunicación)
  • marinero 2° (alumno de electricidad)
  • marinero 1° Nelson Córdova ( sigue el curso de combustión interna)
  • cabo 2° José Polanco (encargado de la sala de armas)
  • marinero 2° Miguel Muñoz (sigue el curso de electricidad).

El 30 de julio se agregan:

  • marinero 1° José Maldonado,
  • el cabo de la infantería de marina Rubén Bustos (Causa 3941, fojas 1 y 2).

Las detenciones en la Escuela de Ingeniería se inician el sábado 28 de julio, hacia las 11 horas, cuando se escucha por los parlantes: “Cabo Jara, tráigale el tráfico al comandante de la Escuela”. José Jara es conocido como hombre de izquierda, su actividad es demasiado abierta y tiene mucha confianza en sí mismo ([E] Ramírez, 2002), comenta Ramírez. Cuando Jara se acerca a la comandancia, advierte un camión de Infantería de Marina con varios infantes, y luego ve un infante armado en la secretaría del comandante. Jara lo saluda: “Buenos días mi comandante, le entrego el tráfico”. A lo que Homero Salinas responde: “ Jara, tengo información de los servicios de inteligencia de que Ud. es el representante de MIR en la Escuela de Ingeniería”. Sorprendido responde; “ No, realmente creo que está equivocado, no soy representante de ningún partido, nunca he militado en nigún partido, no tengo nada que ver con eso”. Intercambian algunas palabras y el comandante le dice: “ Bueno, para salir de la duda queda detenido. Yo lo voy a mandar al cuartel de seguridad Silva Palma para que sea interrogado y después veremos”.

Lo llevan al camión de la Infantería de Marina donde, bajo la lona, descubre a los miembros del grupo antigolpista más conocidos, detenidos como él. Jara piensa inmediatamente en los documentos políticos que tiene en su cajón. Mientras lo revisan, el cabo consigue deslizar las llaves del cajón y un colega jóven y le murmura: “anda y saca”. Al parecer el jóven marino algo retira, pero, pese a la limpieza, queda en su cajón su maletín donde guarda una agenda con tres números de teléfonos. Jara recuerda ahora los documentos políticos que tiene en su casa. Nada ilegal – precisa – son libros, como la Revolución de la Escuadra o Camino de Victoria , algunos ejemplares de El Rebelde y de Punto Final, “pero para ellos era un crímen”. Entre sus aprehensores hay un sargento de la Escuela que conoce a su suegro. Jara le da la llave de su casa pidiéndole que se la entregue a su suegro y le diga que saque todo.

El sargento cumple. En casa de Jara, en el cerro Los Placeres, se ejecuta quizá por primera vez la escena desesperada –que se repetirá miles de veces – de destruir diarios y libros que pueden ser utilizados como “pruebas” de tener ideas de izquierda. El suegro los hace desaparecer en un pozo séptico.

En realidad, los 10 detenidos son los marinos más activos del grupo y los más conocidos; toda la célula central del grupo y miembros de otras dos células: Cuando nosotros fuimos golpeados, fue golpeada la base mía, cayó completa, y otra base cayó la mitad y una tercera base que se cortó el vínculo. Pero se consigue mantener un cierto nivel de seguridad” ([E] Jara, 2002). Los detenidos son llevados al cuartel Silva Palma e incomunicados. Ahí comienzan los interrogatorios.

Los arrestos son conocidos rapidamente gracias a una red de solidaridad que se crea en torno a los detenidos. Para los marinos organizados urge informar de las detenciones a los partidos de izquierda. El MIR había organizado un dispositivo de emergencia: cuatro marinos (“Moair”, Guillermo Vergara, José Jara y Mariano Ramírez) conocen un número de teléfono donde comunicar informaciones urgentes. El teléfono pertenece a un conocido de Félix Vidal, próximo a las Juventudes Comunistas y colaborador del MIR. Por esa vía, el cabo Mariano Ramírez consigue informar de las detenciones.(Anexo 19). Pide a un “héroe incógnito” que llame al teléfono convenido e informe de las detenciones mediante la contraseña acordada, gesto que salva “vidas y materiales” ([E] Ramírez, 2005), afirma Ramírez, que muy prionto será detenido.

El MAPU también se entera de las detenciones. La noche del día 29, Leopoldo Luna va a casa del cabo Carlos Alvarado, con quien mantiene contactos regulares, y encuentra a su mujer afligida porque alguien la ha llamado para informarle que “pasó algo”  y su marido no ha llegado ([E] Luna, 2003). En el MAPU se inquietan, pues saben que hay algunos nexos entre los marinos detenidos de la Escuela de Ingeniería y los de los buques. Durante esa semana los mapucistas preguntan a los marinos de la escuadra si notan algún cambio de tono. Respponden que no hay nada nuevo.

La causa criminal 3941 por sedición o motín en las escuelas

La desición de abrir una causa es tomada por el almirante Toribio Merino, el 30 de julio,en su calidad de comandante en jefe de la Primera Zona Naval: “En relación de vinculaciones que personal de la institución haya tenido con elementos de tendencia política extremista y lo dispuesto en el reglamento 7-38/1 y 9-10/1” y designa fiscal a Samuel Ginsberg (Causa 3941, foja 3).

La acusación de relacionarse con políticos extremistas describe exactamente lo que el propio Merino y otros oficiales de su fracción están haciendo esos días, aunque con una diferencia mayor: los marinos han establecido contactos con civiles de los partidos de izquierda para defender al gobierno legítimo; en cambio, Merino y otros están en contacto con civiles de extrema derecha y con agentes de una gran potencia extranjera, para amotinarse contra él.

La lectura de la causa revela que los antecedentes proporcionados por el Servicio de Inteligencia Militar y el subdirector de la Escuela capitán de corbeta Edgardo Musso, son irrisorios. han detenido a los marinos conocidos por sus ideas de izquierda, pero de su organización no saben casi nada.

La primera acusación la formulael capitán Antonio Costa, jefe del sector oriental. Informa el 30 de julio, que desde hace 10 días, la inteligencia militar se enteró de que un grupo de gente de mar participa de un movimiento llamado Comité de Izquierda revolucionaria de la Marinería (CIREMA) “con finalidad de quebrar la disciplina institucional”, y que mantiene contactos con el MIR. El informe explica que han vigilado a los cabos Jara, Alvarado y al sargento Suenzen, y apuntaron los nombre  de los que hablaron con ellos (Causa 3941, foja 5).

El cabo Jara es acusado de haber hecho contactos políticos con dos infantes de marina y…de estudiar en la Universidad Católica. Al cabo Alvarado se le echa en cara que “ se le ha visto en muchas oportunidades con Jara “ y “ al parecer trató de ingresar a INACAP (Instituto de Capacitación Profesional) en donde inquirió datos para ingresar al MIR “. Al cabo Villouta “ se le ha visto con Jara “. El sargento Suenzen “ha tenido contactos con el cabo Jara y existen presunciones que forma parte del mismo grupo”…  Muňoz ha sido visto con Jara en forma reiterada. Bustos “ha sido visto en repetidas ocasiones con esta gente”. Igual que Maldonado. Eso es lo que comunican los servicios de inteligencia. (Causa 3941, fojas 4 y 5).

Es bastante poco. Los cargos contra Jara son endebles y los cargos contra otros marinos son haber conversado co Jara, lo que no puede ser utilizado como prueba ante ningún tribunal medianamente imparcial.

A partir de ahí, la causa 3941 contiene una sucesión de declaraciones, principalmente de oficiales, que buscan criminalizar las opiniones de izquierda de los detenidos. La declaración principal la hace el capitán Edgardo Musso Gutiérrez (Subdirector de la escuela), quien , dice tener dos fuentes: las informaciones transmitidas por un oficial alumno de la Escuela y las del teniente Faunes, del departamento A-2 de la Primera Zona Naval.

Durante la primera semana del proceso, las acusaciones tornan sobre elementos que se aproximan al ridículo, y a veces lo alcanzan. El capitán Musso informa que “observó” a Jara entre el 8 y el de julio aproximadamente, aunque con un resultado muy relativo. Sus sabuesos lo vieron ir a la Escuela de Infantería de Marina, pero “no se pudo establecer con quien conversó”; luego se reunió con gente en la Plaza Aduana pero “no  se logró reconocer a las personas”; y el viernes 20, se le vió en la Plaza de Viña  “en compañía de personal no identificado”. En la Escuela se le ve “conversando o en parejas o en grupos de hasta cuatro personas”. Además , fue “sorprendido en una ocasión a puertas cerradas con llave dentro de la sala de armas, aproximadamente a las 10 de la noche, en compañía de Polanco, Villouta y Alonso, quienes al abrir la puerta jugaban a las cartas” (Causa 3941, fojas 7 y 8)

Jara explica su visita a la Escuela de Infantería de Marina y su conversación con el cabo Olmos, diciendo que fue a buscar una encomienda y un colchón. Le preguntan con insistencia si son una estrucrura del MIR y si han participado en reuniones, pero Jara siente que acusan con poca convicción y comprende que no están en condiciones de probar nada.

El capitán Musso acusa luego a Carlos Alvarado, de “haber manifestado que deseaba ingresar al MIR” durante su inscripción en INACAP;  de ser  “una persona difícil en el trato con los oficiales, habiendo llegado en una ocasión a la justicia […] donde tuvo expresiones para con el jefe de brigada teniente Schmidt, en el sentido que era prepotente e inhumano para tratar al personal”.

Declara luego el teniente Carlos Rivas quien describe al cabo Alvarado como una persona “no confiable”, ya que  “le gustaba leer de todo tipo de literatura y prensa y que seguramente lo marcaban como de izquierda por esta razón. Dijo [Alvarado] haber leído la Revolución Rusa y textos similares”. El teniente reconoce que  “a pesar de todo” la posición de Alvarado es de constitucionalidad y que, accesoriamente, es casi campeón de ajedrez de Valparaíso (Causa 3941, foja 7). Aparece luego un teniente Jorge Salinas, quien “tuvo conocimiento que Alvarado pretendió ingresar al MIR de Inacap y comenzó a seguirle (Causa 3941, foja 14).

Carlos Alvarado, en su declaración, reconoce que trató al teniente Schmidt de prepotente e inhumano, ya que éste le había negado un día de franco para atender a su hijo que había sido mordido por un perro, diciéndole que la Escuela no era una guardería infantil. Y efectivamente le gusta leer de todo (Causa 3941, foja 16).

Luego las emprenden contra el cabo Abdón Villouta. El teniente Jorge Bosaans descubre que, ni más ni menos: “la supuesta esposa del cabo Villouta estaría perteneciendo a un estanco de lanas, ubicado en la vecindad de una sede del PC”. De pasada, acusa a los otros detenidos de conversar con Jara y añade que Alonso asiste a curso de kárate (Causa 3941, foja 10). El teniente Raúl Pinto ha visto a “Villouta entregar un papel al cabo de guardia, que se lo pasó a otro marinero que iba saliendo” (Causa 3941, foja 10). Otro oficial, Jorge Guerra Genskwsky acusa a Villouta de recibir “un llamado exterior de una señorita Ana” (Causa 3941, foja 11) y mientras hablaba, el teniente Juan Gaete cree haber escuchado “no, ese tipo de info no te la puedo dar” y “los chiquillos están de franco, mañana les informo”. Además, Villouta es acusado de fotografiar a los cabos Ulloa y Olivares en “posiciones militares” (Causa 3941, foja 12).

La réplica del cabo Villouta es contundente. La misteriosa “Ana”, insinuada como una especie de Mata Hari, que se comunica con él en códigos secretos, resulta ser la señora Ana Bernal, la mujer del sargento Lagos y vicepresidenta de un estanco de lanas. La señora informa a menudo a las esposa de algunos oficiales – a pedido de sus maridos – de las ofertas interesantes. Las fotografías que el cabo hizo a dos colegas en “posiciones militares”, sospechosas de revelar altos secretos, son similares a miles de fotografías que los militares suelen enviar a sus familias, y las pone a disposición del tribunal. Por su parte, Alonso “acusado” de asistir a cursos de kárate, había dejado de asistir a ellos. Otro acusado había conservado un revólver durante una noche en su cajón y sólo el día siguiente lo había entregado al armero. El control de armamento y munición confirma que todo está conforme (Causa 3941, foja 35).

Al ser interrogados, los alumnos que siguen cursos impartidos por los instructores arrestados, son extremadamente elogiosos con los detenidos, y sin duda solidarios. Los califican de “personas tranquilas”, “buenos compañeros”, que no realizan labor proselitista y que tienen una formación superior  a la media, aunque hablan de la “sutuación actual” y de “temas económicos” (Causa 3941, foja 40). Por último, las hojas de vida de los acusados confirman que se trata de marinos destacados: en los últimos cinco años, tres de ellos han sido calificados en lista 2, cuatro en lista 1 y lista 2, y dos en lista 1 (Causa 3941, fojas 57 a 137).

En tiempos Normales, “en cualquier proceso nosotros habríamos quedado libres, cuando mucho una amonestación por indisciplina, falta a la disciplina militar solamente, leve”, afirma Jara ([E] Jara, 2002).

Pero la causa 3941 es eminentemente política y el fiscal vuelve a la carga. Consigue una declaración contra Alvarado por parte de Gloria Gómez, mujer de un oficial y secretaria de INACAP. Ésta declara que, en marzo, el cabo Alvarado se había presentado en INACAP y le había comentado que algunos oficiales lo llamaban para interpretar un circuito electrónico, y que había demasiada diferencia entre la tropa y la oficialidad, lo que no ocurría en Suecia, añadiendo que, si pudiera, ingresaría al MIR. Doña Gloria afirma haberle respondido que el chileno no está preparado para eso porque cuando le dan la mano se toma el codo (Causa 3941, foja 51).

Ahora el fiscal interroga a Alvarado sobre las “inquietudes personales”. Éste responde que en la Marina las peticiones del personal no pasan el nivel de oficial de división; que se dan pocas facilidades para estudiar, que hay dificultades en los ascensos y el mando es, a veces, injusto y humillante, pues suele utilizar la expresión “la gallada” o “los indios” cuando se refiere a la tropa (Causa 3941, foja 156).

La situación se pone más dura para los detenidos cuando los acusadores consiguen declaraciones  de marinos que habían intentado reclutar. Jara recuerda su dfícil careo con el cabo Gutiérrez, con quien solía comentar la prensa durante algunos minutos, cuando le entregaba una guardia. Gutiérrez recuerda que Jara había afimado que, si había golpe, las fuerzas armadas se dividirían de forma horizontal, y también sus comentarios sobre las declaraciones golpistas del general Canales, aparecidas en La Tercera. En realidad, Jara no había hecho más que emitir, ante Gutiérrez, opiniones contrarias al golpe, “pero eso, para la Marina, era pecado” ([E] Jara, 2002)….

En total, hay algo más de 20 marinos detenidos en las escuelas de especialidades. Aunque casi todos son parte del grupo, en la mitad de los casos no consiguen probarlo. Finalmente procesan a 10, uno de ellos casi sin relación con el grupo. Los detenidos de la Escuela de Ingeniería son, a veces, golpeados durante los allanamientos a sus casas, pero no serán torturados como los detenidos de la escuadra. Más tarde, a partir del de agosto, comienzan a llegar al Silva Palma los detenidos de la escuadra ([E] Jara, 2002), lo que modifica la situación.

Pese a su importancia política, estas detenciones no son anunciadas en la prensa, ni de gobierno ni de oposición. Sólo serán mencionadas 11 días más tarde, después de las detenciones en la escuadra. ¿Por qué? Talvez porque el Alto Mando está poniendo a prueba la capacidad de reacción del gobierno y de la izquierda. No ha coseguido acusar a los detenidos de nada serio y la clara naturaleza política de los arrestos abre un flanco a la crítica.

Pese al silencio de los medios de comunicación, las detenciones son conocidas por los militantes. Ahora la represión deja de ser una eventualidad para transformarse en una realidad próxima y probable…

. El jueves 9 de agosto, 12 días después de las detenciones en la escuela de Ingeniería, el Servicio de Inteligencia allana prolijamente los cajones de los detenidos y da con una lista que contiene dos otres números de teléfono (Causa 3941, foja 56), entre los que figura el de Juana, la mujer de Miguel González   [E] González, 2003. Al día siguiente después del cambio de guardia, seis marinos son detenidos y encerrados en el Silva Palma, en las celdas húmedas, cavadas en el cerro, donde sólo hay un catre (sin colchón) y una frazada. Alejandro Retamales, Miguel González, Mariano Ramírez, Luis Fernández, Bernardino Fariña y Víctor Martínez. En este caso, a diferencia de los marinos de la escuadra, no son sometidos a torturas sistemáticas [E] González, 2003.

*  ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 68 – 75 y 184 )

La continuación del proceso contra los detenidos de la Escuela de Ingeniería*.

Los detenidos por la causa 3941 son dados de baja de la Armada el 30 de octubre de 1973, sin que los pedidos de excarcelación o de pronto cumplimiento de las diligencias surtan algún efecto (Causa 3941, foja 216).

El fiscal pide 15 años de presidio contra José Jara, acusándolo de sedición o motín y cinco años contra los otros acusados* por “conspiraciónpara cometer el delito de sedición o motín”.                                                                                                                   Argumenta diciendo que estos marinos deben ser condenados por “organizar un grupo de ideología marxista” y por reunirse “con sujetos civiles ajenos a la Armada, que resultaron ser miembros de partidos marxistas, y a quienes no fue posible de identificar”. La idea básica del grupo, dice el fiscal, era “evitar un golpe de Estado por parte de las FF.AA., o que al menos lo neutralizara, y, si se daban las condiciones, hacer una revolución ( Causa 3941[R], 53.                                                                                                                                             La sentencia, firmada por el juez naval de Valparaíso contralmirante Antonio Costa Badilla, condena a José Jara Troncoso a siete años por “sedición y promotor de ella”, ya que promovió la insubordinación (Causa 3941 [R], 61); los otros detenidos son condenados a tres años. Y todos son condenados a la “inhabilitación absoluta y perpetua para derechos políticos”. En segunda instancia, la pena de Jara se rebaja a cinco años (Causa 3941[R], 67) mientras que la apelación de Eugenio Neira resulta denegada (Causa 3941, foja 340).

* Carlos Alvarado, Tomás Alonso, Nelson Córdova, Bernardino Fariña, Luis Fernández, Marianos Ramírez y Alejandro Retamales.

*  ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 336-337)

En ASMAR, Talcahuano

Las detenciones en ASMAR, Talcahuano*

Las detenciones en los astilleros se desencadenan dos días más tarde, al mismo tiempo que Allende anuncia un nuevo gabinete. De los aproximadamente 25 organizados en ASMAR, serán detenidos diez trabajadores. El martes 7, el jefe de la segunda zona naval, Jorge Paredes Wetzer, anuncia:

“Se ha determinado irrefutablemente que en esta Zona Naval, elementos civiles de extrema izquierda intentaron infiltrarse en algunas unidades y en la planta ASMAR de Talcahuano, logrando que un muy reducido número de personal naval infringiera gravemente sus obligaciones militares”….(El Diario Color 8-8-73)

El jueves 9, hacia las 15 horas, se presenta un operario al taller de combustión interna, donde trabaja Tomás Matus, para informarle que el comandante lo necesita. Cuando Matus entra al despacho, lo encañona un infante de marina y el comandante dice: “Ud. se mueve y es hombre muerto”. Camino al fuerte Borgoño, el detenido ve cuerpos desnudos en el lodo, quizá parte de un montaje para aterrarlo, quizá marinos torturados. Las torturas duran dos días. Igual que a los otros, le dan muchos golpes brutales; colgado de los tobillos, lo sumergen en un tonel con agua, orina y excrementos. El capitán Luis Kohler le pregunta por el movimiento subersivo en la Marina, su estructura, y el “golpe de Estado” que darían. Cuando las respuestas no corresponden al escenario del capitán, lo vuelven a colgar y la tortura continúa. Más tarde, ante el fiscal Jiménez deberá repetir “ lo que Kohler en la práctica nos había metido en cabeza”, si no los amenazan con volver a la tortura ([E] Matus, 2003).

El conocido noticiario radiofónico Reporter Esso informa de detenciones de marinos en Valparaíso, difundiendo algunos nombres, y de las probables “ramificaciones” del grupo en Talcahuano. Víctor Reiman escucha mencionar a un marino con el que había estado en contacto. Comprende que su detención es inminente; piensa desertar y toma algunas disposiciones. Sin embargo, impulsado por una mezcla de inercia e incertidumbre, continúa presentándose al trabajo, donde finge una vida normal.

El juevez 9 llega tarde al trabajo, hacia las 11 horas, a causa de la huelga del transporte, y se incorpora al equipo que repara el crucero O’higgins. Tres cuartos de hora más tarde, cuando sale al rancho, su carnet de identidad ha desaparecido de la guardia, el lugar donde todos debían dejarlo, pero poco después un oficial del buque lo trae de vuelta. Durante el almuerzo, un amigo le informa de otras detenciones y le aconseja que se vaya en ese instante. Reiman va entonces a la guardia, pretextando un fuerte dolor de muelas y pide ir al hospital, pero le responden que no puede salir. En otra puerta cuenta una historia parecida, pero la respuesta es la misma. De regreso al taller, el oficial lo manda llamar a su despacho, y de inmediato cierra la puerta, le entrega su ropa para que se cambie y le anuncia que está detenido. Allí se encuentra con Sergio Villar, también arrestado. El oficial le informa que no puede hablar con el codetenido y le pregunta si es comunista o mirista y si ha tenido reuniones con ellos. Antes de obtener respuesta, el interrogador hace varias llamadas anunciando “los tengo”. Reiman pide hacer una llamada para avisar a su familia, pero la respuesta es negativa: “Ud. no tiene ningún derecho”.

A la media hora irrumpe un grupo de carapintadas en tenida de combate, con ramas en el casco y armados hasta los dientes, que los suben a un camión en cuyo techo han colocado una ametralladora punto 30, apuntándoles. Reiman ve que llegan al fuerta Borgoño, donde había estado en entrenamiento. Ahí comienza la tortura.

Su situación es dfícil, pués días antes un mirista le había entregado una lista  de los agentes del servicio de inteligencia en la unidad, para que él y los otros se cuidaran de ellos, encargándole que la destruyera lo antes posible. Pero Reiman no lo hizo a tiempo y la lista se encuentra en su cajón.

Los carapintadas, dirigidos por Luis Kohler, quien no oculta su nombre, le preguntan por la organización secreta. Al cabo de un aluvión de insultos, culatazos, golpes y bofetadas, lo llevan a un galpón. Allí lo amarran de pies y manos, lo cuelgan de una viga y lo sumergen regularmente en el tonel con agua sucia hasta que está al borde de morir asfixiado. Le exigen nombres que en realidad no conoce. Luego lo llevan hasta una laguna y le dicen que los otros ya han dicho que él es miembro de la organización y sólo quieren saber cuál es su rol. Antes de que responda algo, un golpe seco detrás de la oreja lo arroja al agua y lo deja casi inconsiente, sin poder moverse. El mismo torturador le tiende su fusil diciéndole         “ ¡Agárrate de este fusil si no te vai a ahogar huevón! ” . Lo sacan semi ahogado y vuelven a llevarlo al galpón, donde continúan sumergiéndolo en el tonel.

Con la ropa empapada, lo llevan a una sala donde varios oficiales lo presionan con los clásicos roles del bueno y del malo: uno le ofrece cigarrillos, café y comida; el otro entra gritando  “¡ quién le está dando garantías a este hijo de puta cuando es comunista ! ”, para luego patear la mesa y derramar todo sobre él. Finalmente lo tiran en un galpón maloliente, donde se escuchan disparos, golpes y los desgarradores gritos de los torturados ([E] Reiman, 2003).

Al día siguiente (o quizá dos días más tarde), lo llevan ante el fiscal Jiménez, quien lo interroga en compañía de una secretaria que transcribe los interrogatorios, mientras los infantes de marina esperan en la puerta. El fiscal suele pedir respuestas de tipo sí o no. Cuando la víctima no dice lo que espera escuchar, Jiménez amenaza y a veces golpea. A Víctor Reiman lo abofetea gritando “ ¡ oye, hijo de puta, vas a seguir mintiendo ! ” y le exige que repita lo dicho ante los torturadores; “ si no te mantienes en línea con esto, te voy a mandar para el fuerte Borgoño nuevamente”.

Después de este interrogatorio “oficial”, lo conducen a los camarines del estadio de la base. Allí permanecen unos días, junto con otros detenidos. El grupo es trasladado brutalmente a la isla Quiriquina y más tarde al cuartel Rodríguez, donde los marinos que les llevan la comida tienen prohibición estricta de hablarles. Víctor Reiman está tan enfermo de un oído que lo llevan al Hospital Naval, donde le dicen que van a operarlo, pero en realidad no lo hacen (Sólo años más tarde, en Suecia, será operado del tímpano dañado por las torturas). Pocos días después, a principios de septiembre, su padre, cuidador del sindicato Caupolicán de Chiguayante desede 1947, también es llamado a declarar (Causa 3926, foja 665).

* Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II,138 – 141

 

Las detenciones de Henry Gómez , Q.E.P.D.

y Humberto Lagos*

En 1973 Henry Gómez estudia medicina de día y trabaja de noche como miembro del equipo de bomberos de ASMAR. Los pocos militantes de los Astilleros que conoce son detenidos en agosto, o están tan despavoridos como él. Esa semana le corresponde, por primera vez, actuar contra un incendio de la máquina de un buque, pero cuando llega al fuego había sido sofocado. Entre los que vienen saliendo ve a su amigo José Maldonado, miembro de la organización. Mientras conversan de las detenciones sin saber qué hacer, los interrumpe un teniente, quien llama a Maldonado a su oficina, donde lo detiene y comienza a interrogarlo.

Cuando Henry Gómez sale del trabajo el viernes 10, sabe que tiene por delante tres días feriados. El lunes 13 de agosto se entera por la prensa de que están torturando a detenidos. Ese día lo contacta Humberto Lagos, próximo al MIR, para informarle lo que sabe, incluidas las torturas, y le aconseja no volver.

Gómez se decide y deserta el 14 de agosto. Los miristas lo ubican en una “casa de seguridad”, donde conversa con Pedro Henríquez, uno de los abogados de los marinos. Con Humberto cambian de casa regularmente. Pasan los días y cuando la tensión ha decaído, al menos en apariencia, le proponen instalarse en una “cabina”, es decir en una habitación para estudiantes en forma de cabañas, construidas en las colinas que entornan la Universidad de Concepción. Lo instalan en la cabina 7, “del coro”, que exhibe un imponente retrato del Che Guevara…Gómez prefiere quedarse en un hogar de estudiantes más distante de la universidad, pero la noche del 10 de septiembre duerme en la cabina 7. Allí lo detendrán.

El 11 de septiembre, los primeros estudiantes que salen de la cabina pasan por entre los militares que, aparentemente, aún no han recibido la órden de detener. Cuando Henry sale, un oficial grita: “ ¡Ya! Ese último pelucón de vuelta!” Dos conscriptos muy nerviosos lo tiran contra el retrato del Che y le hunden en el cuerpo los cañones de sus fusiles, mientras resuenan disparos contra los que intentan escaparse por los cerros y se escuchan aviones volando raso. Gómez se da cuenta de que es el golpe de Estado.

Le pregubntan el nombre: “Jaime Bello” responde, ya que poco antes había destruído la tarjeta que lo acredita como miembro de la Armada. Lo registran y le encuentran un volante del MIR que había recibido el día anterior en la universidad.

Lo trasladan a la Isla Quiriquina, transformada en un campo de concentración. Entre un centenar de detenidos, él y otros siete son marcados con una venda blanca. Entre los prisioneros se encuentra con Cheto ( ¿Alberto Malbrán? ), uno de los militantes que asistían a reuniones de su grupo, quien le dice “tú no me has visto aquí”. Un poco más tarde, cuando lo interrogan, le retiran el reloj donde está grabado su nombre. esta vez debe aceptar que se llama “Henry Gómez”, que ha participado en reuniones en las que se hablaba de la lucha de clases, etc, y da los nombres políticos de los que asistían, lo que lo vincula al proceso de los marinos. Le preguntan entonces si los ha visto entre los detenidos, y un poco inseguro responde “ No “. Lo envían a la cárcel y debe repetir la declaración ante el fiscal.

En una ocasión, Henry es llevado al fuerte Borgoño, donde ve a Humberto lagos, “con la cara llena de cicatrices de cigarrillos quemados, y gente torturada por todas partes, con los brazos quebrados, con las caras hinchadas, las bocas hinchadas, lo ojos hinchados, me dio miedo”, recuerda. H. Lagos había perdido contacto con los militantes que lo cobijaban, y lo detienen cuando va a juntarse con su mujer en el teatro Rex. (Causa 3926, foja 676). A Gómez le preguntan por Lagos, pero sólo quieren confirmaciones.

Finalmente, Gómez es parte de un grupo que sale del fuerte Borgoño. Les ordenan subir a un furgón; su amigo Jaramillo entra el primero. En el vehículo ve una metralleta instalada, aparentemente abandonada. No cae en la trampa; se detiene y llama al sargento, quien lanza algunas groserías y la retira. Muy probablemente se trataba de una provocación para incitarlos a la fuga; “estuvimos cerca de…” piensa Henry Gómez, quien es condenado a tres años. ( [E] Gómez, 2003 )

*  Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 286 – 288.

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