La detención de los civiles

Los tres civiles militantes del MAPU detenidos por la causa 3926 del Proceso de la Escuadra

Hernán Pacheco Quiroz
Leopoldo Luna Soto y
Hugo Maldonado Alvear

Las detenciones de Hernán Pacheco y Leopoldo Luna, militantes del MAPU *
El 12 de septiembre , unos de los marinos detenido es amenazado de nuevas torturas por el fiscal Villegas y su asistente (probablemente el teniente Benavides): “o hablas o te manadamos para arriba al fuerte Vergara” [E] Fuentes, 2003. El marino termina por conducir un destacamento hasta el departamento donde se habían reunido con Garretón….
Los dos detenidos son llevados hasta la Plaza Sotomayor, donde sus destinos se separan por seis semanas: Luna parte a un buque-prisión y luego al campo de concentración de Pisagua; Pacheco va a parar al cuartel Silva Palma. [E] Luna, 2003. En el proceso figura el informe del allanamiento “conforme a las informaciones del dept A-2 de la 1° ZN”, firmado por Pedro Benavides, donde sólo se habla de Pacheco. Nada se dice sobre Luna que les interesa poco, por el momento. Causa 3926, foja 2021.
Con la captura de Pacheco, los servicios de la Marina tienen en su poder, por primera vez, a un dirigente político “civil” que se ha reunido con los marinos. Uno de los que, a sus ojos, había incitado a los marinos a actuar contra los oficiales; el “eslabón perdido” para llegar a Altamirano, Enríquez, Garretón y al gobierno de Allende.
Hernán Pacheco es interrogado en el Silva Palma, golpeado y torturado durante siete días con sus noches; “el día y la noche eran exactamente lo mismo”, recuerda. Paradójicamente, los servicios de la Marina tienen ya un cuadro completo de las reuniones entre marinos y dirigentes de izquierda: “prácticamente ya no tenía nada que decir”. La tortura es brutal: le dan golpes de puños, patadas, golpes en la cabeza, en las orejas, con laques y objetos mojados, “golpes, permanentemente golpes”. No utilizan aún electricidad u otros suplicios que le aplicarían más tarde en la Academia de Guerra. Los torturadores del Silva Palma compensan su inexperiencia con una brutalidad extrema; “ni ellos estaban preparados ni yo estaba preparado”, comenta Pacheco.
El objetivo de la tortura es hacerlo decir que los marinos iban a pasar por las armas a la oficialidad y bombardear Valparaíso:
“Básicamente, qué se había hablado en las reuniones y cómo íbamos a matar a los oficiales. A ellos les interesaba que yo dijera y ratificara es que los marinos se iban a tomar los barcos y que iban a pasar por las armas a la oficialidad. èse era su objetivo principal […] los planes que tenían los marinos para tomarse los barcos, matar los oficiales y bombardear Valparaíso”.
Aunque Hernán Pacheco siempre tendrá los ojos vendados, el tipo de lenguaje indica que un oficial conduce el interrogatorio y las torturas, y lo asisten al menos dos encargados de golpear bajo sus órdenes. El detenido percibe la presencia de otros represores, aparentemente encargados de registrar lo que dice y de orientar las preguntas. Su combate es decir “que no, no y no” y mantener su negativa. No “confesará” lo que ellos quieren.
… Por fin , el 19 de septiembre lo llevan a la Fiscalía para formalizar su detención. A partir de entonces es declarado reo, lo mandan a la cárcel incomunicado por cinco días, y luego queda en libre plática. [E] Pacheco, 2003.
El nombre de Pacheco figura por primera vez en el proceso el 27 de septiembre, 15 días después de su detención. Allí declara que en la reunión entre Garretón, Néspolo y ocho suboficiales de la Armada (no menciona a Luna), el sargento Cárdenas afirma que es necesario adelantarse al golpe tomándose los buques; habla de bombardeos si es necesario y responde que tienen fuerzas suficientes….
Mientras tanto, Leopoldo Luna permanece detenido, pero los servicios de la Armada ignoran aún su presencia en la reunión entre los marinos y Garretón. Cuando lo detienen en el departamento de Viña, Luna explica que es un conocido de la dueña de casa y que en política simpatiza con la Izquierda Cristiana. Durante los primeros días de detención recibe el maltrato reservado a los prisioneros. lo amarran y lo maltratan, “huevón que pasaba se sentía con el derecho a pegarte”, recuerda. A los pocos días lo trasladan al campo de concentración de Pisagua, donde es interrogado varias veces…
Leopoldo Luna no sabe que Hugo Maldonado (quien condujo el automóvil que llevó a los marinos a la reunión con Garretón y hermano del marino José Maldonado) seguramente confiado en que no había hecho nada reprensible, se había entregado a Investigaciones, donde lo interrogan brutalmente. A Luna, en Pisagua, le preguntan por la familia Maldonado, militantes conocidos, y debe aceptar que los conoce. Después de estos interrogatorios, Luna nota que lo aíslan de los otros prisioneros, hasta que el 18 o 19 de octubre lo embarcan en el destructor Orella que zarpa con un grupo de detenidos que será puesto en libertad. De Pisagua navegan hasta Antofagasta, para luego continuar en avión hasta El Belloto.
Durante la travesía, el comandante pronuncia un encendido discurso exhortándolos a “que se vayan tranquilos para sus casas para que ayuden a reconstruir el país, este país que lo llevaron al caos los terroristas y el comunismo internacional…” explicándoles que después de fichados podrán transitar libremente por un sector de buque. A bordo, Luna consigue hablar con Molina, un dirigente del MAPU que está entre los prisioneros, y le informa de que seguramente será interrogado acerca de los contactos con los marinos. Luna es el primero llamado por los parlantes, pero en lugar de fotografiarlo como a los otros, lo aíslan. En Antofagasta desembarcan casi todos, pero él continúa aislado, hasta que el buque retorna a Pisagua. Ahí embarca un nuevo grupo de presos y esta vez zarpa a Valparaíso, donde casi todos serán puestos en Libertad, salvo seis o siete. Luna entre ellos. [E] Luna, 2003.
Hasta ese momento Luna no figuraba en el escenario de Pacheco, pero los servicios de la Armada han descubierto la relación entre ellos. Deciden volver a interrogarlos. Con rencor. Se inicia otro ciclo de torturas, para ambos. [E] Pacheco, 2003.
En una amplia sala del cuarto piso de la Academia de Guerra Naval, con ventanas hacia el mar, se han instalado las salas de tortura. Para ello se ha subdividido el gran salón en unas cuatro piezas pequeñas, separadas con tabiques de madera aglomerada, probablemente de “cholguán”, en las que se tortura simultáneamente. [E] Luna, 2003.
Cuando Pacheco llega a la Academia, probablemente el 23 de octubre, le retiran la venda. Su primera visión es la del personal limpiando la sangre dejada por un prisionero que venía de arrojarse del cuarto piso, “se había suicidado un muchacho que era del MIR si no me equivoco” (según Magasich fue Luis Guzmán Rojas de 19 años el cual sobrevive y frágil, parte a Dinamarca al exilio en septiembre 1974). El edificio está repleto de prisioneros. Pacheco pasa alrededor de 45 días en el cuarto piso, donde es nuevamente torturado, con algunas interrupciones en el buque-prisión. Esta vez, además de los golpes, los verdugos disponen de máquinas para aplicar golpes eléctricos, administradas (quizá fabricadas) por los servicios secretos de la Armada. Y lo peor – recuerda – es escuchar día y noche los gritos desgarradores de las víctimas sin poder hacer nada por ellas; “es algo espantoso”.
Las preguntas tienen el mismo objetivo obsesivo: que “diga” que iban a matar a los oficiales y a bombardear la ciudad. Esta vez le exigen escribir las respuestas; “creo que debo haber escrito unas 500 páginas sobre lo mismo”:
“Y la obsesión de ellos era que yo dijera que íbamos a matar a los oficiales: Era tan absurdo el tema, porque cuando me llevan a la Fiscalía Naval, para declarar, como yo insistía en que no, que no y que no, entonces ya no encuentran nada mejor que ponerme una pistola en la cabeza y decirme que si no digo eso me matan. Delante del fiscal Villegas” [E] Pacheco, 2003 .
Leopoldo Luna llega a la Academia de Guerra el viernes 19 o el sábado 20 de Octubre. De pronto lo amarran, le vendan la vista y lo llevan de vuelta al Molo para embarcarlo en el buque-prisión Lebu. Allí consigue conversar con otros militantes presos y se entera del descalabro de la izquierda en Valparaíso; los partidos han sido practicamente destruídos. También logra conversar con Hernán Pacheco, quién le informa que están enterados de que él es el encargado de las relaciones con los marinos antigolpistas. Luna comprende lo que le espera.
El lunes 22 o el martes 23 de octubre lo trasladan a la Fiscalía Naval. Cuando está en la fila contra el muro, escucha una voz que dice: “A ver ¿quién es Leopoldo Luna? ¡que levante el brazo!”. “ ¡Date vuelta! ” . Ve por primera vez a Pedro Augusto Benevides Manzoni, quién será su torturador durante casi cuatro meses. Éste lo mira como “pichilo curao” y le dice: “ ¿Vos soy el Leopoldo Luna huevón? A ver, ¡Acompáñame! ¡En media cagadita que estai metido!. De inmediato lo lleva ante el fiscal Villegas, quien le lee la lista de acusaciones, relacionadas con la Marina y otras cosas, y luego lo trasladan de vuelta al Lebu.
Los represores saben que tiene en su poder al secretario regional del MAPU y al organizador del trabajo con los marinos. Al día suiguiente, Luna es conducido a la Academia de Guerra Naval, de donde no saldrá hasta enero de 1974, e incluso volverá más tarde, durante otros 20 terribles días.
La primera declaración de Luna en el proceso data del 25 de octubre. describe la reunión entre los marinos y Garretón, dice no conocer a ninguno de los ocho o diez que asistieron y confirma que consiguió el departamento a través de la novia de un amigo; Garretón habría dicho que los recursos del MAPU eran muy limitados y que hablaría con otros partidos Causa 3926, foja 393.
Apartir de ese día, Luna es torturado casi cotidianamente, en ocasiones dos veces al día: “A mí me hicieron mierda” resume. recuerda que lo tortura un equipo de tres a cuatro agentes; le dan golpe tras golpe y le aplican descargas eléctricas, siempre dirigidos por uno que da instrucciones, a veces apuntadas en papeles para que no se escuche su voz. Luna –como otras – víctimas es un verdadero pushing ball ; recibe golpes y golpes sin saber de dónde vienen…un día, luego de un mes y medio de torturas, Luna grita y grita, hasta que lo arrojan por la escalera; roda del cuarto al segundo piso, donde está la unidad de tratamiento de la información. Cuando se dan cuenta de que le ha afectado la columna lo trasladan al Hospital Naval, “medio chalado, medio desvanecido” recuerda. Lo llevan algunos días al cuatel Silva Palma para que se recupere, Y luego continúa la tortura. El 14 de Noviembre, el fiscal lo somete a proceso por sedición y motín. Causa 3926, foja 571. El 30 figura una nueva declaración de Luna. Causa 3926, foja 606.
Su vista permanece siempre vendada y lo llevan amarrado. la falta de visión aumenta su percepción auditiva y distingue perfectamente la voz del teniente Benavides. Además dos veces lo ve: en un momento es golpeado de tal forma que su cuerpo es proyectado contra la pared de madera aglomerada que cede y la atraviesa. Cuando lo tiran de las piernas para traerlo de vuelta se le suelta la venda y ve a su torturador. Pedro Benavides está sentado dirigiendo la tortura como un oficinista, anotando las instrucciones a los torturadores. [E] Luna, 2003.
Por esos días, los interrogadores ya saben que el movimiento de la marinería está aplastado, pero aún temen la acción de algún oficial golpista. Leen ante Luna, uno por uno, los nombres de los mandos de buques, de las unidades de abastecimiento y de los cuarteles, preguntando si están vinculados con el movimiento….
Sólo cunado la vida de la víctima está en peligro, le conceden algunos días de tregua en el Silva Palma o en el Lebu. En una de esas pausas, Luna consigue enviar un mensaje a su hermano pidiéndole que se asile, pués si no puede resistir más dará su nombre como el responsable de todo. El tratamiento horroroso se prolonga hasta enero de 1974 y luego vuelven a repetirlo [E] Luna, 2003.
Luna y Pacheco, durante el mes horrible que soportaron en la Academia de Guerra, construyen un nuevo relato:
“tuvimos que construir una verdad que fue una verdad a medias, porque tuvimos que construirlas en una relación donde aparece el Partido, aparece Leopoldo Luna y todo lo demás. Y ésa es la segunda etapa en la que estamos un mes con Leopoldo en la Academia de Guerra. Un mes o un mes y medio entre que estamos en interrogatorios y el Lebu. de ahí nos llevan al Lebu, al buque Lebu, a la bodega, y ahí volvemos a reencontrarnos ya con Leopoldo, y ahí estuvimos durante todo ese tiempo” [E] Pacheco, 2003…
Luna cree que sus convicciones y su excepcional resistencia física adquiridas durante su niñez campesina le permitieron soportar aquellos insoportables meses. Luego, al igual que Pacheco y los marinos, Luna será transferido a la cárcel de Valparaíso, de ahí a los campos de prisionero de Melinka y Puchuncaví; enseguida a la cárcel nuevamente y finalmente a la Penitenciaría de Santiago.
* Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 275 – 282.

La detención de Hugo Maldonado Alvear, militante del MAPU

Era el primer Domingo luego de las celebraciones del 21 de mayo en 1973, cuando en casa de mis padres en La Calera, mi hermano marinero José Arturo Maldonado me expresó su preocupación sobre una serie de situaciones que estaban ocurriendo entre la oficialidad de diversas unidades de la Armada y que tendían a derrocar al Gobierno constitucional de Salvador Allende. A esa fecha desempeñaba el cargo de Jefe Administrativo de la Corporación de la Vivienda Valparaíso Aconcagua, un puesto designado por el mismo Gobierno de la Unidad Popular. Luego de tener mas información sobre las irregularidades las hice llegar a la Presidencia de la República.
Luego cuando el 6 y 7 de agosto de 1973 se realizaron las detenciones de cientos de marinos constitucionalistas en Talcahuano, Valparaíso y otras dependencias de la Armada, volví a insistir ante las autoridades de Gobierno, con la información de los movimientos golpistas que se desarrollaban al interior de las diversas unidades de la Armada. Luego a mediados de agosto viajo a Concepción con la intención de visitar a mi hermano, quien de acuerdo a información que se había filtrado estaba siendo torturado junto a decenas de otros marineros.
Muy pronto la inteligencia naval comienza la búsqueda de las conexiones civiles de la marinería, a pesar de que habían sido los mismos marinos quienes espontáneamente se habían organizado ante las irregularidades constitucionales y acciones sediciosas en que estaban envueltos los oficiales. Fui detenido por personal de Investigaciones en La Calera el 4 de octubre y trasladado al Edificio de la Intendencia en Valparaíso donde funcionaba la Primera Zona Naval, allí recibí las primeras sesiones de tortura por parte de personal de la Armada. Para luego ser trasladado al Cuartel Silva Palma donde sufrí dos semanas de intensas sesiones de tortura incluyendo dos simulacros de fusilamiento.
Desde ese infierno se inicio un periplo de centros de detención, muchos de ellos secretos y campos de concentración indudablemente clandestinos. Isla Riesco [Melinka}, Puchuncavi, el cual mediante trabajo forzado fuimos obligados a tender el alambrado. Lo sarcástico del caso es que este había sido un centro de veraneo popular que habíamos construido mediante el Minvu [ministerio vivienda y urbanismo de Valparaíso] del cual era miembro del Comité Técnico]. Como así también el de Ritoque. Después fuimos devueltos a la Carcel de Valparaíso y una vez condenados fuimos llevados clandestinamente a la Penitenciaria de Santiago con la intención de luego distribuirnos por penales de Copiapó a Puerto Montt, con la intención de eliminarnos. Quien realiza el traslado es personal de la Dina.
Fuimos liberados por la amnistía de abril de 1978 y a un préstamo de 200 millones de dólares de la Comunidad Europea. Yo fui forzado al exilio cuando ya había rehusado hacer uso de diversas visas para viajar al destierro. El siete de mayo de 1978 bajo la protección de la embajada británica viaje a Londres, luego que la CNI rodeo el departamento donde vivía en Ñuñoa.

En la Escuela de Armamentos

El grupo de la Escuela de Armamentos: Nelson Bravo y Ricardo Tobar*

Cabo Ricardo Tobar Toledo

En agosto de 1973, en su unidad del departamento de seguridad y señales de la Escuela de Armamentos, se entera impotente de la detención de sus compañeros. A su estado de tensión agudo se añade la suspensión de la autorización para asistir a cursos vespertinos. Siguiendo el consejo de un amigo, va al Hospital Naval y consigue un permiso médico hasta el 15 de Septiembre. Olvidando la prudencia, Tobar visita a los marinos detenidos en la cárcel, pero ellos mismos le piden que no vuelva: “les hice caso y no fui”. No obstante, se mantiene en contacto con militantes, al parecer del MAPU, que le ofrecen ayuda.

El 10 de septiembre, Ricardo Tobar se presenta a la Escuela con su colega Nelson Bravo, miembro del grupo. El primero, en permiso médico, va a cobrar su mes de agosto, y el segundo va a pedir su finiquito, ya que había presentado su renuncia a la Armada. Al día siguiente se dá el golpe de Estado y se anulan todos losm permisos. Hasta entonces las actividades antigolpistas de Bravo y Tobar han pasado inadvertidas, pero como no se presentan, su ausencia es considerada deserción.

El 13 de septiembre, hacia las 19:30 horas, un grupo de aviadores carapintados allana la casa de Nelson Bravo en Quintero, con extrema violencia, donde se encuentra también Ricardo Tobar. Un soldado lanza un golpe contra uno de los hijos de Bravo, un bebé en llanto. Tobar consigue interponerse y recibe el golpe en la cara. Con dificultad, explica que no está en su unidad porque está con permiso médico. Atados y vendados, los suben a un camión que se pone en marcha, deteniéndose en ocasiones para recoger prisioneros. Al final son tantos, que los que están abajo apenas respiran, soportando el peso de los otros.

A las dos de la mañana los dejan en la escuela de Operaciones, donde los desatan y les permiten ver.. Al poco tiempo son nuevamente vendados y amarrados para recibir “el nuevo martirio de golpes, no los puedo describir; culatazos, cachetadas en las orejas, qué sé yo”.  Se los mantiene en cuclillas toda la noche, los llevan a un simulacro de fusilamiento, les entierran yataganes. Las heridas son cosidas horas después, sin anestesia. Pero lo peor – recuerda Tobar – es escuchar los gritos de mujeres que vienen de salas vecinas. Luego, el 17 de septiembre, Tobar es trasladado al cuartel Silva Palma, donde cesa la tortura física, pero continúan los chantajes sobre la familia.

Ricardo Tobar, acusado de deserción calificada, es juzgado por un consejo de guerra, donde lo descalifican, utilzan “documentos falsos”, dice. Los abogados tienen muy poco que hacer, pues las cosas estaban definidas por el fiscal naval. El día en que el consejo dicta su veredicto, Tobar escucha (no puede mirar para atrás) a una periodista preguntar  “¿Pero de qué guerra?”  “¡Cómo que qué guerra!” exclama el fiscal naval y la hace expulsar de la sala. La condena es de tres años y un día. En la cárcel de Valparaíso obtiene la salida dominical, pero luego lo trasladan a los campos de Melinka y Colliguay, donde los prisioneros son expuestos a allanamientos y golpizas. Cuando cumple la condena Tobar se niega a salir de Chile.   ([E] Tobar, 2001).

En realidad, Ricardo Tobar, José Ojeda y Nelson Bravo formaban parte de un grupo que mantiene relaciones con el MIR y otros partidos. Los interrogadores algo husmearon, pero no supieron de estos contactos.

*Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 284 – 285

En la Base Aeronaval El Belloto

El grupo de la base aeronaval de El Belloto*

Cabo Julio Gajardo

En la pequeña base aeronaval de EL Belloto, situada a unos 20 kilómetros de Valparaíso, hay unos 20 aviones y helicópteros de la Armada a cargo de unos 400 marinos especializados. (El Clarín, 16-3-73).

Entre ellos está el cabo Julio Gajardo, quién será uno de los gestores del grupo antigolpista. Sus estudios universitarios le dan un cierto prestigio entre sus compañeros y lo colocan en situación de líder. El cabo comienza hablando naturalmente con amigos de confianza. Al poco tiempo consigue organizar sobretodo jóvenes con poco grado, aunque también recluta a dos suboficiales. La organización no encuentra marinos opuestos, salvo en dos casos: uno es claramente democratacristiano y otro defiende a los oficiales afirmando que se trata de gente especial, que no pueden comer lo mismo que la tropa porque tienen un estómago diferente, resutado de una crianza también diferente.

Pero la actividad de Gajardo no pasa inadvertida y , pese a la discreción, se hace conocido como un hombre de izquierda. Sus diferencias con la oficialidad ocasionan probablemente su traslado al crucero Prat en octubre 1972, por algunos meses.   ([E] Gajardo, 2003).

A su regreso a El Belloto, continúa desarrollando el grupo, junto con el cabo Luis Jorquera y un “muchacho de apellido Jiménez”, que nunca fue detenido. La organización registra un desarrollo acelerado en febrero y marzo de 1973. Fue muy rápido comenta, “y quizá muy tardío también”.

Luis Jorquera sigue una trayectoria muy similar a la de Gajardo e inicia el grupo con él: “ Al principio dos, después ya éramos cuatro y así se fue incorporando gente; por mi lado y por los otros lados también”. En marzo de 1973,, se puede afirmar que existe en la base un grupo antigolpista. Está coordinado por Gajardo, Jorquera y Moraga, aunque Bastidas es también activo. Las reuniones expeditas, se efectúan en los patios de la base. ([E] Jorquera, 2003).

El desarrollo del grupo es tal que, según Gajardo, llega a influenciar a cerca de la mitad de la dotación: “nosotros teníamos una organización estructurada de más de 50 individuos, que eran cien por ciento organizados. después teníamos más o menos 100 que eran periferia. u organizados, tipos que nos seguían; que decían: ‘Si ustedes hacen una acción, nosotros estamos con ustedes, o sea ustedes ordenan, nosotros seguimos’.” ([E] Gajardo, 2003).

El grupo vigila las reuniones sospechosas entre oficiales y civiles de derecha. En la base funciona un club aéreo que, sospechan, agrupa a golpistas locales. Los marinos de guardia a la entrada han recibido instrucciones de apuntar en la bitácora del aeródromo el nombre del socio, que debe presentar su tarjeta, y solo el número de acompañantes, que de esta manera ingresan anónimos. Inquietos los marinos de izquierda apuntan las patentes de los automóviles y constatan que se repiten.

Durante el paro de octubre, los marinos deben patrullar la zona y una de sus bases en Quilpué es el templo mormón. En su interior, Jorquera y su amigo Ríos, decubren un mapa de la ciudad con domicilios marcados con círculos rojos. Cuando verfican, se dan cuenta que se trata de militantes socialistas y comunistas conocidos. Además son testigos de reuniones entre civiles y oficiales de El Belloto, de la Escuela de Caballería de Quillota o del regimiento Coraceros, en la base o en el templo mormón. Resulta urgente comunicar esta información a la Presidencia. Entre Bastidas, Jorquera y Gajardo, deciden que éste último – y solamente – él se encargará de establecer contactos con los políticos. ([E] Jorquera, 2003).

La base del El Belloto: primeras medidas contra personal de izquierda.

Base El Belloto. Registro: Julio Gajardo

( Extracto del Libro, Los que dijeron “NO”, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 348 – 349)

La oposición de los oficiales al Gobierno en la base aeronaval, sutil en 1971, se torna abierta en 1972. Como en otras unidades, los oficiales impugnan a las JAP, toman posición a favor de la huelga a favor de la huelga de los camioneros, atacan el proyecto de escuela nacional y agitan la guerra con Perú. Una de las raras excepciones la constituye el capitán ingeniero Stromberg, a cargo del Centro de Reparaciones de Aviación Naval (CRAN).

En 1972, el cabo Julio Gajardo, conocido por sus ideas cristianas de izquierda, es enviado primero tres meses a Punta Arenas y luego al crucero Prat. Es inhabitual trasladar a un técnico electrónico de aviación a la tripulación de un buque. Los motivos, más que organizativos, parecen políticos: “me dá la impresión”, comenta, que el traslado se decide “con la intención de sacarme de la base, porque era yo una especie de piedra en el zapato de la gente de ahí ”. Abordo del crucero, Gajardo se empeña en crear una organización que se oponga al golpe de Estado. ([E] Gajardo, 2003).

A partir de marzo de 1973 los oficiales reorganizan la base en función de una batalla entre oficiales y tropa. El casino de oficiales comienza a ser rodeado de parapetos y llega un cargamento de fusiles ametralladoras que no se guardan en la sala de armas, o sea queda en manos de los oficiales. Se sabe además que éstos han colocado las cajas de municiones debajo de sus camas. ([E] Jorquera, 2003). Aunque Gajardo no tiene memoria de los parapetos, sí recuerda que el armamento automático (fusiles ametralladoras SIG o M-17) está en el casino de oficiales y que en la sala de armas dejan solo los viejos fusiles tiro a tiro. ([E] Gajardo, 2003; 2005).

Las primera detenciones el 15 de junio, en El Belloto

Los cabos Julio Gajardo y Luis Jorquera, conocidos en la base aéronaval como defensores del gobierno y opositores al golpe, son los primeros militares conocidos apartados de sus funciones a causa de sus ideas.

Desde principios de año, Luis Jorquera había sido alejado de los aviones y encargado de la biblioteca. Poco antes de su detención, escucha rumores de que hay en la base un cabo electricista, de bigotes, miembro del MIR, lo cual corresponde a su propia descripción. Piensa que es posible que lo hayan seguido, pues su mujer es sobrina de un senador socialista (Silva Ulloa) y tiene cierta amistad y es vecino de Jaime Aldoney, el interventor de la Compañía cervecera de la región. (Jaime Aldoney está detenido desaparecido. Estuvo detenido en la base de El Belloto)

En la primera quincena de junio de 1973, el cabo Jorquera es sorpresivamente convocado a comparecer ante el almirante Rivera Calderón, la máxima autoridad de la aviación naval.( El almirante Hernán Rivera Calderón será agregado militar en Argentina en 1975, cuando la DINA monta la “Operación Colombo”. El mismo almirante será ministro de salud y en 1985 dará la orden de interceptar y que mar los 15 mil ejemplares del libro de Gabriel García Márquez Miguel Littin clandestino en Chile.) Cuando ingresa a su despacho se encuentra ante un “auditorio de oficiales”. El almirante asistido por Víctor Tapia Cerezo, le ordena permanecer de pie y lanza la acusación: “Por este teléfono verde [del plan Albatros] me llegó información de que usted en su casa se dedica a fabricar bombas y explosivos”. Sorprendido, Jorquera le pide que se presente el acusador, pero el almirante se niega. El cabo le pide entonces que vayan inmediatamente a su casa, pero continúa la discusión. Finalmente el comandante dice que esto lo van a dejar hasta ahí, ordenando además que lo retiren del trabajo de bibliotecario y lo vuevan a afectar a aviones. ([E] Jorquera, 2003). No obstante la calma aparente será muy breve.

El viernes 15 de junio llega a Santiago la marcha de una parte de los trabajadores de la mina de cobre El Teniente, en huelga contra el Gobierno, y se teme un golpe de Estado ese día. En un clima tenso los defensores del Gobierno rodean el palacio de La Moneda para protegerlo. De un local del Partido Nacional disparan contra los manifestantes y resulta muerto el estudiante brasileño Milton da Silva. Esa mañana en El Belloto, los cabos Gajardo y Straube amarran los aviones en previsión de un temporal. Durante la faena, Straube pregunta a Gajardo cómo ve la situación. Gajardo recuerda haber respondido más o menos así:

“si aquí hay un enfrentamiento no tendríamos por qué nosotros, entre nosotros, agarrarnos a tiros; yo creo que el comandante debiera convocar a una reunión y decir: ‘los que están por el gobierno se van, los que están en contra y los que quieren apoyar con nosotros el golpe de estado se quedan y después veremos y nos veremos en otras circunstancias’. Pero agarrarnos a balazos dentro de la base, por tomar el control sería un poco ir contra las normas mínimas de convivencia humana”.

Esta versión es confirmada, meses más tarde, bajo dictadura, por la abogada defensora de Gajardo, Lidia Hogtert, a quien volveremos a encontrar defendiendo a marinos. Esta indica que Straude había alertado a Gajardo de una reunión de oficiales que podría tomar medidas contra la gente de izquierda. Gajardo conoce la existencia de una lista negra y tiene conciencia de un posible enfrentamiento entre militares partidarios y opuestos al golpe..

“Ante todas estas noticias, Julio Gajardo manifestó al cabo Straube que los oficiales debían evitar conflictos internos, que era conveniente eliminar algunas injusticias en el trato, y que, como medida de evitar un enfrentamiento que pudiera producir indisciplina y desorden, debería de buscarse una manera de parlamentar entre oficiales y el personal, y que una medida tendiente a suavizar la situación podría ser la entrega del mando a una junta de suboficiales, con lo cual se evitaría derramamiento de sangre y habría una mejor disciplina fundada en la solidaridad y la amistad.” ( Causa 3879 [R] .

Después de la conversación entre Straube y Gajardo, este último es convocado hacia las 13 horas por el capitán Maldonado, quién la acusación: “Vino el caboStraube y me dijo que usted no respondía de lo que pasara aquí con la base si yo no le entregaba el mando de la base”.

Julio Gajardo responde que si quisiera tomar el control no procedería así. Se enfrascan en una nueva discusión política. En un clima tenso, el oficial llama al comandante de la base, contralmirante Ernesto Hüber von Appen, comandante de la aviación naval. (Ernesto Hüber vo Appen ha sido procesado por la desaparición de Jaime Aldoney, quién fue visto por última vez, detenido, en la base que estaba bajo su mando ). Entre ambos lo interrogan y discuten hasta las 19 horas. Gajardo y los oficiales hablan francamente, y se llegan a decir de todo: “Si me hubieran podido matar me matan ahí” comenta el cabo. Lo dejan de plantón frente a la sala de armas y finalmente le comunican que han resuelto hacer una investigación más profunda y que parte arrestado al cuartel Silva Palma. Allí estará incomunicado siete días.

Ese viernes 15 de junio se produce el primer arresto por razones políticas. La detención de Julio Gajardo tiene su origen – o más bien su pretexto – en uno de los abundantes debates. Detienen también a Luis Jorquera y un colega que protesta porque lo estaban arrestando, pero Gajardo será el único procesado. Cuando éste comprende que va a ser arrestado, consigue entregar a su mujer documentos y fotografías de oficiales golpistas para que los destruya, pero olvida el manuscrito con la declaración de pricipios del movimiento que está en su chaquetón.

Al llegar al cuartel Silva Palma, Gajardo coloca el delicado documento en una maleta donde lleva libros y ropa. Pero, casi de inmediato, le retiran los cordones de los zapatos, junto con otros objetos personales, y se llevan la maleta. la situación es gravísima. A la primera detención de un miembro del grupo de marinos, sus captores están a punto de dar con la prueba que confirma la existencia de un movimiento masivo. Sin embargo, durante los interrogatoriosen la fiscalía nadie menciona el documento, y tampoco lo hacen cuando lo carean con el acusador.

Finalmente, el día que lo ponen en libertad provisional le entregan sus pertenencias, incluyendo la maleta, encuentra el mauscrito intacto. “Yo doy gracias a Dios”, dice Julio Gajardo, ya que sus captores tuvieron en sus manos, sin saberlo, la prueba que buscaban, y la devolvieron. Aunque tal vez la maleta cayó en manos solidarias, que “no vieron” el documento.

El mismo 15 de junio, se presenta un oficial a la casa de Luis Jorquera, donde está con licencia médica, ordenándole que lo siga de urgencia, sin tomar el tiempo de vestir de uniforme. Llegado a la base, se entera de la detención de Julio Gajardo. Inmediatamente lo dejan en un cuarto donde ahy otro “detenido”, un tal Pizarro, que en realidad intenta sonsacarle informaciones. Poco después lo llevan ante el comandante, quien inquiere bruscamente: “Lo mandé buscar porque quiero saber si Ud. está de acuerdo con Julio Gajardo o no”. Luis Jorquera pregunta a propósito de qué. El comandante replica que debería saberlo y, después de una discusíon, formula el cargo: querer que el segundo comandante entregara el cargo a un suboficial. Jorquera responde que no apoya nada así y que le extraña que gajardo lo haya dicho. le comunican que está citado por el fiscal naval, al día siguiente.

El fiscal lo interroga inmediatamente por las “reuniones”. Socarronamente, Joquera le responde que asisten cabos y sargentos, acompañados de sus señoras…”¡quiero que me hable de las reuniones políticas!” replica. “No tengo idea” responde el cabo. Después de los interrogatorios, Jorquera volverá un corto tiempo a la base. Días después lo envían al cuartel Silva Palma a esperar el retiro, que será cursado el 16 de agosto. Durante su arresto verá llegar a los detenidos de la Escuadra.  ([E] Jorquera, 2003).

Las detenciones de Jorquera y Gajardo son claramente políticas y constituyen sin duda un paso osado por parte de quienes preparan el golpe. Casi no tienen sustento jurídico, pues la acusación no presenta nada que pueda asemejarse a una prueba. El propio fiscal de la causa C-3879 contra Gajardo se ve incómodo, hasta el punto de que le dice en privado: “Yo no tengo ninguna razón para tenerte detenidon no hay pruebas, no hay evidencias, no hay nada”, pero le explica que ha recicbido una orden superior de que no vuelva a la base de EL Belloto.

El abogado Emilio Contardo asume la defensa de Gajardo y obtiene rápidamente su libertad incondicional. “En efecto para juzgarlo por “sedición y motín”, como quiere la Marina, se requiere el acuerdo de la autoridad política: el Presidente de la República, el ministro del Interior o el intendente de la zona. A falta de ellas no pueden mantenerlo detenido. La situación cambiará en el mes de agosto, cuando el intendente firma el requerimiento de la Armada contra los marinos de la Escuadra. ([E] Gajardo, 2003).

Extracto del Libro, Los que dijeron “NO”, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 375 – 376

En la Escuela de Ingeniería

Las detenciones en la Escuela de Ingeniería*

Es muy probable que en junio y julio de  1973, los servicios de inteligencia que preparan el golpe hayan puesto en marcha una operación para detectar y alejar de la Armada a los marinos predispuestos a resistir órdenes de derrocar al gobierno. Esos meses los controles internos recrudecen. Antes, la regla de apuntar el nombre de las visitas a las unidades no se aplicaba a la letra. Ahora, toda persona que ingresa es rigurosamente anotada. Por esos meses, el grupo de la Escuela de Ingeniería se entera de que varios marinos reciben su desahucio, algunos recién llegados a las unidades, y se da cuenta de que los despedidos son los que tienen antecedentes de haber protestado alguna vez, explica Mariano Ramírez:

“ nos dimos cuenta que la Marina estaba sacando gente de diferentes reparticiones, que por sus antecedentes hubieran hecho reclamos que tenían que ver con las comidas, o que se hubieran enfrentado verbalmente con un oficial, que normalmente era un castigo de 15 a 20 días, ¿me entiendes? Pero como quedaba en la hoja de vida, todos aquellos que tenían una roja, fueron saliendo de la Marina” ([E] Ramírez, 2001).

Por su parte, Miguel González, instructor de electrónica, en varias ocasiones es seguido a la salida de la Universidad Católica, “ descaradamente”. Èsta da cuenta de que hay un trabajo sistemático para detectar al personal con ideas de izquierda; “hacían una labor de exploración para ir trazando un mapa de aquellos posibles líderes dentro de la tropa, y especialmente en las escuelas” ([E] Ramírez, 2001).

El 28 de julio, un día después del asesinato del edecán, el suboficial Triviño, conocido también por sus opiniones de izquierda, es alejado de su trabajo y de las tropas que comanda. El comandante Pinto lo llama para informarle de su traslado a Santiago. Mientras se despide de sus colegas, es vigilado por un teniente y además encuentra a otro oficial revisando sus archivadores. En Santiago, dice “no hacía nada, no me daban trabajo. Reclamé por eso” (Fajardo, 2000, 190).

El día antes de su detención, José Jara es asignado a una patrulla como tirador escogido. Durante la ronda, el teniente que va detrás lo amenaza, recordándole que marcha con una pistola en mano ([E] Jara, 2002). Su nombre ya está en la lista de los que serán detenidos el día siguiente.

Sábado 28 de Julio: ocho detenciones en la Escuela de Ingeniería

El viernes 27 de julio, el director de la Escuela de Ingeniería, Homero Salinas, envía una nota al comandante de la Primera Zona Naval, Toribio Merino, comunicándole que, “por información del servicio de inteligencia militar [no del naval] se ha tenido conocimiento que el siguiente personal ha tenido contactos o pertenece a grupos extremistas, por lo que se procede a detenerlos o a incomunicarlos”.

Siguen ocho nombres:

  • cabo 2°José Jara (cursos electricidad en el 2° año, 29 alumnos)
  • cabo 1° Carlos Alvarado (curso de perfeccionamiento de cabos mecánicos, 200 alumnos)
  • cabo 2° Abdón Villouta (cursos de perfeccionamiento en electricidad)
  • sargento 2° Ernesto Suenzen (instructor de electricidad y de intercomunicación)
  • marinero 2° (alumno de electricidad)
  • marinero 1° Nelson Córdova ( sigue el curso de combustión interna)
  • cabo 2° José Polanco (encargado de la sala de armas)
  • marinero 2° Miguel Muñoz (sigue el curso de electricidad).

El 30 de julio se agregan:

  • marinero 1° José Maldonado,
  • el cabo de la infantería de marina Rubén Bustos (Causa 3941, fojas 1 y 2).

Las detenciones en la Escuela de Ingeniería se inician el sábado 28 de julio, hacia las 11 horas, cuando se escucha por los parlantes: “Cabo Jara, tráigale el tráfico al comandante de la Escuela”. José Jara es conocido como hombre de izquierda, su actividad es demasiado abierta y tiene mucha confianza en sí mismo ([E] Ramírez, 2002), comenta Ramírez. Cuando Jara se acerca a la comandancia, advierte un camión de Infantería de Marina con varios infantes, y luego ve un infante armado en la secretaría del comandante. Jara lo saluda: “Buenos días mi comandante, le entrego el tráfico”. A lo que Homero Salinas responde: “ Jara, tengo información de los servicios de inteligencia de que Ud. es el representante de MIR en la Escuela de Ingeniería”. Sorprendido responde; “ No, realmente creo que está equivocado, no soy representante de ningún partido, nunca he militado en nigún partido, no tengo nada que ver con eso”. Intercambian algunas palabras y el comandante le dice: “ Bueno, para salir de la duda queda detenido. Yo lo voy a mandar al cuartel de seguridad Silva Palma para que sea interrogado y después veremos”.

Lo llevan al camión de la Infantería de Marina donde, bajo la lona, descubre a los miembros del grupo antigolpista más conocidos, detenidos como él. Jara piensa inmediatamente en los documentos políticos que tiene en su cajón. Mientras lo revisan, el cabo consigue deslizar las llaves del cajón y un colega jóven y le murmura: “anda y saca”. Al parecer el jóven marino algo retira, pero, pese a la limpieza, queda en su cajón su maletín donde guarda una agenda con tres números de teléfonos. Jara recuerda ahora los documentos políticos que tiene en su casa. Nada ilegal – precisa – son libros, como la Revolución de la Escuadra o Camino de Victoria , algunos ejemplares de El Rebelde y de Punto Final, “pero para ellos era un crímen”. Entre sus aprehensores hay un sargento de la Escuela que conoce a su suegro. Jara le da la llave de su casa pidiéndole que se la entregue a su suegro y le diga que saque todo.

El sargento cumple. En casa de Jara, en el cerro Los Placeres, se ejecuta quizá por primera vez la escena desesperada –que se repetirá miles de veces – de destruir diarios y libros que pueden ser utilizados como “pruebas” de tener ideas de izquierda. El suegro los hace desaparecer en un pozo séptico.

En realidad, los 10 detenidos son los marinos más activos del grupo y los más conocidos; toda la célula central del grupo y miembros de otras dos células: Cuando nosotros fuimos golpeados, fue golpeada la base mía, cayó completa, y otra base cayó la mitad y una tercera base que se cortó el vínculo. Pero se consigue mantener un cierto nivel de seguridad” ([E] Jara, 2002). Los detenidos son llevados al cuartel Silva Palma e incomunicados. Ahí comienzan los interrogatorios.

Los arrestos son conocidos rapidamente gracias a una red de solidaridad que se crea en torno a los detenidos. Para los marinos organizados urge informar de las detenciones a los partidos de izquierda. El MIR había organizado un dispositivo de emergencia: cuatro marinos (“Moair”, Guillermo Vergara, José Jara y Mariano Ramírez) conocen un número de teléfono donde comunicar informaciones urgentes. El teléfono pertenece a un conocido de Félix Vidal, próximo a las Juventudes Comunistas y colaborador del MIR. Por esa vía, el cabo Mariano Ramírez consigue informar de las detenciones.(Anexo 19). Pide a un “héroe incógnito” que llame al teléfono convenido e informe de las detenciones mediante la contraseña acordada, gesto que salva “vidas y materiales” ([E] Ramírez, 2005), afirma Ramírez, que muy prionto será detenido.

El MAPU también se entera de las detenciones. La noche del día 29, Leopoldo Luna va a casa del cabo Carlos Alvarado, con quien mantiene contactos regulares, y encuentra a su mujer afligida porque alguien la ha llamado para informarle que “pasó algo”  y su marido no ha llegado ([E] Luna, 2003). En el MAPU se inquietan, pues saben que hay algunos nexos entre los marinos detenidos de la Escuela de Ingeniería y los de los buques. Durante esa semana los mapucistas preguntan a los marinos de la escuadra si notan algún cambio de tono. Respponden que no hay nada nuevo.

La causa criminal 3941 por sedición o motín en las escuelas

La desición de abrir una causa es tomada por el almirante Toribio Merino, el 30 de julio,en su calidad de comandante en jefe de la Primera Zona Naval: “En relación de vinculaciones que personal de la institución haya tenido con elementos de tendencia política extremista y lo dispuesto en el reglamento 7-38/1 y 9-10/1” y designa fiscal a Samuel Ginsberg (Causa 3941, foja 3).

La acusación de relacionarse con políticos extremistas describe exactamente lo que el propio Merino y otros oficiales de su fracción están haciendo esos días, aunque con una diferencia mayor: los marinos han establecido contactos con civiles de los partidos de izquierda para defender al gobierno legítimo; en cambio, Merino y otros están en contacto con civiles de extrema derecha y con agentes de una gran potencia extranjera, para amotinarse contra él.

La lectura de la causa revela que los antecedentes proporcionados por el Servicio de Inteligencia Militar y el subdirector de la Escuela capitán de corbeta Edgardo Musso, son irrisorios. han detenido a los marinos conocidos por sus ideas de izquierda, pero de su organización no saben casi nada.

La primera acusación la formulael capitán Antonio Costa, jefe del sector oriental. Informa el 30 de julio, que desde hace 10 días, la inteligencia militar se enteró de que un grupo de gente de mar participa de un movimiento llamado Comité de Izquierda revolucionaria de la Marinería (CIREMA) “con finalidad de quebrar la disciplina institucional”, y que mantiene contactos con el MIR. El informe explica que han vigilado a los cabos Jara, Alvarado y al sargento Suenzen, y apuntaron los nombre  de los que hablaron con ellos (Causa 3941, foja 5).

El cabo Jara es acusado de haber hecho contactos políticos con dos infantes de marina y…de estudiar en la Universidad Católica. Al cabo Alvarado se le echa en cara que “ se le ha visto en muchas oportunidades con Jara “ y “ al parecer trató de ingresar a INACAP (Instituto de Capacitación Profesional) en donde inquirió datos para ingresar al MIR “. Al cabo Villouta “ se le ha visto con Jara “. El sargento Suenzen “ha tenido contactos con el cabo Jara y existen presunciones que forma parte del mismo grupo”…  Muňoz ha sido visto con Jara en forma reiterada. Bustos “ha sido visto en repetidas ocasiones con esta gente”. Igual que Maldonado. Eso es lo que comunican los servicios de inteligencia. (Causa 3941, fojas 4 y 5).

Es bastante poco. Los cargos contra Jara son endebles y los cargos contra otros marinos son haber conversado co Jara, lo que no puede ser utilizado como prueba ante ningún tribunal medianamente imparcial.

A partir de ahí, la causa 3941 contiene una sucesión de declaraciones, principalmente de oficiales, que buscan criminalizar las opiniones de izquierda de los detenidos. La declaración principal la hace el capitán Edgardo Musso Gutiérrez (Subdirector de la escuela), quien , dice tener dos fuentes: las informaciones transmitidas por un oficial alumno de la Escuela y las del teniente Faunes, del departamento A-2 de la Primera Zona Naval.

Durante la primera semana del proceso, las acusaciones tornan sobre elementos que se aproximan al ridículo, y a veces lo alcanzan. El capitán Musso informa que “observó” a Jara entre el 8 y el de julio aproximadamente, aunque con un resultado muy relativo. Sus sabuesos lo vieron ir a la Escuela de Infantería de Marina, pero “no se pudo establecer con quien conversó”; luego se reunió con gente en la Plaza Aduana pero “no  se logró reconocer a las personas”; y el viernes 20, se le vió en la Plaza de Viña  “en compañía de personal no identificado”. En la Escuela se le ve “conversando o en parejas o en grupos de hasta cuatro personas”. Además , fue “sorprendido en una ocasión a puertas cerradas con llave dentro de la sala de armas, aproximadamente a las 10 de la noche, en compañía de Polanco, Villouta y Alonso, quienes al abrir la puerta jugaban a las cartas” (Causa 3941, fojas 7 y 8)

Jara explica su visita a la Escuela de Infantería de Marina y su conversación con el cabo Olmos, diciendo que fue a buscar una encomienda y un colchón. Le preguntan con insistencia si son una estrucrura del MIR y si han participado en reuniones, pero Jara siente que acusan con poca convicción y comprende que no están en condiciones de probar nada.

El capitán Musso acusa luego a Carlos Alvarado, de “haber manifestado que deseaba ingresar al MIR” durante su inscripción en INACAP;  de ser  “una persona difícil en el trato con los oficiales, habiendo llegado en una ocasión a la justicia […] donde tuvo expresiones para con el jefe de brigada teniente Schmidt, en el sentido que era prepotente e inhumano para tratar al personal”.

Declara luego el teniente Carlos Rivas quien describe al cabo Alvarado como una persona “no confiable”, ya que  “le gustaba leer de todo tipo de literatura y prensa y que seguramente lo marcaban como de izquierda por esta razón. Dijo [Alvarado] haber leído la Revolución Rusa y textos similares”. El teniente reconoce que  “a pesar de todo” la posición de Alvarado es de constitucionalidad y que, accesoriamente, es casi campeón de ajedrez de Valparaíso (Causa 3941, foja 7). Aparece luego un teniente Jorge Salinas, quien “tuvo conocimiento que Alvarado pretendió ingresar al MIR de Inacap y comenzó a seguirle (Causa 3941, foja 14).

Carlos Alvarado, en su declaración, reconoce que trató al teniente Schmidt de prepotente e inhumano, ya que éste le había negado un día de franco para atender a su hijo que había sido mordido por un perro, diciéndole que la Escuela no era una guardería infantil. Y efectivamente le gusta leer de todo (Causa 3941, foja 16).

Luego las emprenden contra el cabo Abdón Villouta. El teniente Jorge Bosaans descubre que, ni más ni menos: “la supuesta esposa del cabo Villouta estaría perteneciendo a un estanco de lanas, ubicado en la vecindad de una sede del PC”. De pasada, acusa a los otros detenidos de conversar con Jara y añade que Alonso asiste a curso de kárate (Causa 3941, foja 10). El teniente Raúl Pinto ha visto a “Villouta entregar un papel al cabo de guardia, que se lo pasó a otro marinero que iba saliendo” (Causa 3941, foja 10). Otro oficial, Jorge Guerra Genskwsky acusa a Villouta de recibir “un llamado exterior de una señorita Ana” (Causa 3941, foja 11) y mientras hablaba, el teniente Juan Gaete cree haber escuchado “no, ese tipo de info no te la puedo dar” y “los chiquillos están de franco, mañana les informo”. Además, Villouta es acusado de fotografiar a los cabos Ulloa y Olivares en “posiciones militares” (Causa 3941, foja 12).

La réplica del cabo Villouta es contundente. La misteriosa “Ana”, insinuada como una especie de Mata Hari, que se comunica con él en códigos secretos, resulta ser la señora Ana Bernal, la mujer del sargento Lagos y vicepresidenta de un estanco de lanas. La señora informa a menudo a las esposa de algunos oficiales – a pedido de sus maridos – de las ofertas interesantes. Las fotografías que el cabo hizo a dos colegas en “posiciones militares”, sospechosas de revelar altos secretos, son similares a miles de fotografías que los militares suelen enviar a sus familias, y las pone a disposición del tribunal. Por su parte, Alonso “acusado” de asistir a cursos de kárate, había dejado de asistir a ellos. Otro acusado había conservado un revólver durante una noche en su cajón y sólo el día siguiente lo había entregado al armero. El control de armamento y munición confirma que todo está conforme (Causa 3941, foja 35).

Al ser interrogados, los alumnos que siguen cursos impartidos por los instructores arrestados, son extremadamente elogiosos con los detenidos, y sin duda solidarios. Los califican de “personas tranquilas”, “buenos compañeros”, que no realizan labor proselitista y que tienen una formación superior  a la media, aunque hablan de la “sutuación actual” y de “temas económicos” (Causa 3941, foja 40). Por último, las hojas de vida de los acusados confirman que se trata de marinos destacados: en los últimos cinco años, tres de ellos han sido calificados en lista 2, cuatro en lista 1 y lista 2, y dos en lista 1 (Causa 3941, fojas 57 a 137).

En tiempos Normales, “en cualquier proceso nosotros habríamos quedado libres, cuando mucho una amonestación por indisciplina, falta a la disciplina militar solamente, leve”, afirma Jara ([E] Jara, 2002).

Pero la causa 3941 es eminentemente política y el fiscal vuelve a la carga. Consigue una declaración contra Alvarado por parte de Gloria Gómez, mujer de un oficial y secretaria de INACAP. Ésta declara que, en marzo, el cabo Alvarado se había presentado en INACAP y le había comentado que algunos oficiales lo llamaban para interpretar un circuito electrónico, y que había demasiada diferencia entre la tropa y la oficialidad, lo que no ocurría en Suecia, añadiendo que, si pudiera, ingresaría al MIR. Doña Gloria afirma haberle respondido que el chileno no está preparado para eso porque cuando le dan la mano se toma el codo (Causa 3941, foja 51).

Ahora el fiscal interroga a Alvarado sobre las “inquietudes personales”. Éste responde que en la Marina las peticiones del personal no pasan el nivel de oficial de división; que se dan pocas facilidades para estudiar, que hay dificultades en los ascensos y el mando es, a veces, injusto y humillante, pues suele utilizar la expresión “la gallada” o “los indios” cuando se refiere a la tropa (Causa 3941, foja 156).

La situación se pone más dura para los detenidos cuando los acusadores consiguen declaraciones  de marinos que habían intentado reclutar. Jara recuerda su dfícil careo con el cabo Gutiérrez, con quien solía comentar la prensa durante algunos minutos, cuando le entregaba una guardia. Gutiérrez recuerda que Jara había afimado que, si había golpe, las fuerzas armadas se dividirían de forma horizontal, y también sus comentarios sobre las declaraciones golpistas del general Canales, aparecidas en La Tercera. En realidad, Jara no había hecho más que emitir, ante Gutiérrez, opiniones contrarias al golpe, “pero eso, para la Marina, era pecado” ([E] Jara, 2002)….

En total, hay algo más de 20 marinos detenidos en las escuelas de especialidades. Aunque casi todos son parte del grupo, en la mitad de los casos no consiguen probarlo. Finalmente procesan a 10, uno de ellos casi sin relación con el grupo. Los detenidos de la Escuela de Ingeniería son, a veces, golpeados durante los allanamientos a sus casas, pero no serán torturados como los detenidos de la escuadra. Más tarde, a partir del de agosto, comienzan a llegar al Silva Palma los detenidos de la escuadra ([E] Jara, 2002), lo que modifica la situación.

Pese a su importancia política, estas detenciones no son anunciadas en la prensa, ni de gobierno ni de oposición. Sólo serán mencionadas 11 días más tarde, después de las detenciones en la escuadra. ¿Por qué? Talvez porque el Alto Mando está poniendo a prueba la capacidad de reacción del gobierno y de la izquierda. No ha coseguido acusar a los detenidos de nada serio y la clara naturaleza política de los arrestos abre un flanco a la crítica.

Pese al silencio de los medios de comunicación, las detenciones son conocidas por los militantes. Ahora la represión deja de ser una eventualidad para transformarse en una realidad próxima y probable…

. El jueves 9 de agosto, 12 días después de las detenciones en la escuela de Ingeniería, el Servicio de Inteligencia allana prolijamente los cajones de los detenidos y da con una lista que contiene dos otres números de teléfono (Causa 3941, foja 56), entre los que figura el de Juana, la mujer de Miguel González   [E] González, 2003. Al día siguiente después del cambio de guardia, seis marinos son detenidos y encerrados en el Silva Palma, en las celdas húmedas, cavadas en el cerro, donde sólo hay un catre (sin colchón) y una frazada. Alejandro Retamales, Miguel González, Mariano Ramírez, Luis Fernández, Bernardino Fariña y Víctor Martínez. En este caso, a diferencia de los marinos de la escuadra, no son sometidos a torturas sistemáticas [E] González, 2003.

*  ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 68 – 75 y 184 )

La continuación del proceso contra los detenidos de la Escuela de Ingeniería*.

Los detenidos por la causa 3941 son dados de baja de la Armada el 30 de octubre de 1973, sin que los pedidos de excarcelación o de pronto cumplimiento de las diligencias surtan algún efecto (Causa 3941, foja 216).

El fiscal pide 15 años de presidio contra José Jara, acusándolo de sedición o motín y cinco años contra los otros acusados* por “conspiraciónpara cometer el delito de sedición o motín”.                                                                                                                   Argumenta diciendo que estos marinos deben ser condenados por “organizar un grupo de ideología marxista” y por reunirse “con sujetos civiles ajenos a la Armada, que resultaron ser miembros de partidos marxistas, y a quienes no fue posible de identificar”. La idea básica del grupo, dice el fiscal, era “evitar un golpe de Estado por parte de las FF.AA., o que al menos lo neutralizara, y, si se daban las condiciones, hacer una revolución ( Causa 3941[R], 53.                                                                                                                                             La sentencia, firmada por el juez naval de Valparaíso contralmirante Antonio Costa Badilla, condena a José Jara Troncoso a siete años por “sedición y promotor de ella”, ya que promovió la insubordinación (Causa 3941 [R], 61); los otros detenidos son condenados a tres años. Y todos son condenados a la “inhabilitación absoluta y perpetua para derechos políticos”. En segunda instancia, la pena de Jara se rebaja a cinco años (Causa 3941[R], 67) mientras que la apelación de Eugenio Neira resulta denegada (Causa 3941, foja 340).

* Carlos Alvarado, Tomás Alonso, Nelson Córdova, Bernardino Fariña, Luis Fernández, Marianos Ramírez y Alejandro Retamales.

*  ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 336-337)

En ASMAR, Talcahuano

Las detenciones en ASMAR, Talcahuano*

Las detenciones en los astilleros se desencadenan dos días más tarde, al mismo tiempo que Allende anuncia un nuevo gabinete. De los aproximadamente 25 organizados en ASMAR, serán detenidos diez trabajadores. El martes 7, el jefe de la segunda zona naval, Jorge Paredes Wetzer, anuncia:

“Se ha determinado irrefutablemente que en esta Zona Naval, elementos civiles de extrema izquierda intentaron infiltrarse en algunas unidades y en la planta ASMAR de Talcahuano, logrando que un muy reducido número de personal naval infringiera gravemente sus obligaciones militares”….(El Diario Color 8-8-73)

El jueves 9, hacia las 15 horas, se presenta un operario al taller de combustión interna, donde trabaja Tomás Matus, para informarle que el comandante lo necesita. Cuando Matus entra al despacho, lo encañona un infante de marina y el comandante dice: “Ud. se mueve y es hombre muerto”. Camino al fuerte Borgoño, el detenido ve cuerpos desnudos en el lodo, quizá parte de un montaje para aterrarlo, quizá marinos torturados. Las torturas duran dos días. Igual que a los otros, le dan muchos golpes brutales; colgado de los tobillos, lo sumergen en un tonel con agua, orina y excrementos. El capitán Luis Kohler le pregunta por el movimiento subersivo en la Marina, su estructura, y el “golpe de Estado” que darían. Cuando las respuestas no corresponden al escenario del capitán, lo vuelven a colgar y la tortura continúa. Más tarde, ante el fiscal Jiménez deberá repetir “ lo que Kohler en la práctica nos había metido en cabeza”, si no los amenazan con volver a la tortura ([E] Matus, 2003).

El conocido noticiario radiofónico Reporter Esso informa de detenciones de marinos en Valparaíso, difundiendo algunos nombres, y de las probables “ramificaciones” del grupo en Talcahuano. Víctor Reiman escucha mencionar a un marino con el que había estado en contacto. Comprende que su detención es inminente; piensa desertar y toma algunas disposiciones. Sin embargo, impulsado por una mezcla de inercia e incertidumbre, continúa presentándose al trabajo, donde finge una vida normal.

El juevez 9 llega tarde al trabajo, hacia las 11 horas, a causa de la huelga del transporte, y se incorpora al equipo que repara el crucero O’higgins. Tres cuartos de hora más tarde, cuando sale al rancho, su carnet de identidad ha desaparecido de la guardia, el lugar donde todos debían dejarlo, pero poco después un oficial del buque lo trae de vuelta. Durante el almuerzo, un amigo le informa de otras detenciones y le aconseja que se vaya en ese instante. Reiman va entonces a la guardia, pretextando un fuerte dolor de muelas y pide ir al hospital, pero le responden que no puede salir. En otra puerta cuenta una historia parecida, pero la respuesta es la misma. De regreso al taller, el oficial lo manda llamar a su despacho, y de inmediato cierra la puerta, le entrega su ropa para que se cambie y le anuncia que está detenido. Allí se encuentra con Sergio Villar, también arrestado. El oficial le informa que no puede hablar con el codetenido y le pregunta si es comunista o mirista y si ha tenido reuniones con ellos. Antes de obtener respuesta, el interrogador hace varias llamadas anunciando “los tengo”. Reiman pide hacer una llamada para avisar a su familia, pero la respuesta es negativa: “Ud. no tiene ningún derecho”.

A la media hora irrumpe un grupo de carapintadas en tenida de combate, con ramas en el casco y armados hasta los dientes, que los suben a un camión en cuyo techo han colocado una ametralladora punto 30, apuntándoles. Reiman ve que llegan al fuerta Borgoño, donde había estado en entrenamiento. Ahí comienza la tortura.

Su situación es dfícil, pués días antes un mirista le había entregado una lista  de los agentes del servicio de inteligencia en la unidad, para que él y los otros se cuidaran de ellos, encargándole que la destruyera lo antes posible. Pero Reiman no lo hizo a tiempo y la lista se encuentra en su cajón.

Los carapintadas, dirigidos por Luis Kohler, quien no oculta su nombre, le preguntan por la organización secreta. Al cabo de un aluvión de insultos, culatazos, golpes y bofetadas, lo llevan a un galpón. Allí lo amarran de pies y manos, lo cuelgan de una viga y lo sumergen regularmente en el tonel con agua sucia hasta que está al borde de morir asfixiado. Le exigen nombres que en realidad no conoce. Luego lo llevan hasta una laguna y le dicen que los otros ya han dicho que él es miembro de la organización y sólo quieren saber cuál es su rol. Antes de que responda algo, un golpe seco detrás de la oreja lo arroja al agua y lo deja casi inconsiente, sin poder moverse. El mismo torturador le tiende su fusil diciéndole         “ ¡Agárrate de este fusil si no te vai a ahogar huevón! ” . Lo sacan semi ahogado y vuelven a llevarlo al galpón, donde continúan sumergiéndolo en el tonel.

Con la ropa empapada, lo llevan a una sala donde varios oficiales lo presionan con los clásicos roles del bueno y del malo: uno le ofrece cigarrillos, café y comida; el otro entra gritando  “¡ quién le está dando garantías a este hijo de puta cuando es comunista ! ”, para luego patear la mesa y derramar todo sobre él. Finalmente lo tiran en un galpón maloliente, donde se escuchan disparos, golpes y los desgarradores gritos de los torturados ([E] Reiman, 2003).

Al día siguiente (o quizá dos días más tarde), lo llevan ante el fiscal Jiménez, quien lo interroga en compañía de una secretaria que transcribe los interrogatorios, mientras los infantes de marina esperan en la puerta. El fiscal suele pedir respuestas de tipo sí o no. Cuando la víctima no dice lo que espera escuchar, Jiménez amenaza y a veces golpea. A Víctor Reiman lo abofetea gritando “ ¡ oye, hijo de puta, vas a seguir mintiendo ! ” y le exige que repita lo dicho ante los torturadores; “ si no te mantienes en línea con esto, te voy a mandar para el fuerte Borgoño nuevamente”.

Después de este interrogatorio “oficial”, lo conducen a los camarines del estadio de la base. Allí permanecen unos días, junto con otros detenidos. El grupo es trasladado brutalmente a la isla Quiriquina y más tarde al cuartel Rodríguez, donde los marinos que les llevan la comida tienen prohibición estricta de hablarles. Víctor Reiman está tan enfermo de un oído que lo llevan al Hospital Naval, donde le dicen que van a operarlo, pero en realidad no lo hacen (Sólo años más tarde, en Suecia, será operado del tímpano dañado por las torturas). Pocos días después, a principios de septiembre, su padre, cuidador del sindicato Caupolicán de Chiguayante desede 1947, también es llamado a declarar (Causa 3926, foja 665).

* Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II,138 – 141

 

Las detenciones de Henry Gómez , Q.E.P.D.

y Humberto Lagos*

En 1973 Henry Gómez estudia medicina de día y trabaja de noche como miembro del equipo de bomberos de ASMAR. Los pocos militantes de los Astilleros que conoce son detenidos en agosto, o están tan despavoridos como él. Esa semana le corresponde, por primera vez, actuar contra un incendio de la máquina de un buque, pero cuando llega al fuego había sido sofocado. Entre los que vienen saliendo ve a su amigo José Maldonado, miembro de la organización. Mientras conversan de las detenciones sin saber qué hacer, los interrumpe un teniente, quien llama a Maldonado a su oficina, donde lo detiene y comienza a interrogarlo.

Cuando Henry Gómez sale del trabajo el viernes 10, sabe que tiene por delante tres días feriados. El lunes 13 de agosto se entera por la prensa de que están torturando a detenidos. Ese día lo contacta Humberto Lagos, próximo al MIR, para informarle lo que sabe, incluidas las torturas, y le aconseja no volver.

Gómez se decide y deserta el 14 de agosto. Los miristas lo ubican en una “casa de seguridad”, donde conversa con Pedro Henríquez, uno de los abogados de los marinos. Con Humberto cambian de casa regularmente. Pasan los días y cuando la tensión ha decaído, al menos en apariencia, le proponen instalarse en una “cabina”, es decir en una habitación para estudiantes en forma de cabañas, construidas en las colinas que entornan la Universidad de Concepción. Lo instalan en la cabina 7, “del coro”, que exhibe un imponente retrato del Che Guevara…Gómez prefiere quedarse en un hogar de estudiantes más distante de la universidad, pero la noche del 10 de septiembre duerme en la cabina 7. Allí lo detendrán.

El 11 de septiembre, los primeros estudiantes que salen de la cabina pasan por entre los militares que, aparentemente, aún no han recibido la órden de detener. Cuando Henry sale, un oficial grita: “ ¡Ya! Ese último pelucón de vuelta!” Dos conscriptos muy nerviosos lo tiran contra el retrato del Che y le hunden en el cuerpo los cañones de sus fusiles, mientras resuenan disparos contra los que intentan escaparse por los cerros y se escuchan aviones volando raso. Gómez se da cuenta de que es el golpe de Estado.

Le pregubntan el nombre: “Jaime Bello” responde, ya que poco antes había destruído la tarjeta que lo acredita como miembro de la Armada. Lo registran y le encuentran un volante del MIR que había recibido el día anterior en la universidad.

Lo trasladan a la Isla Quiriquina, transformada en un campo de concentración. Entre un centenar de detenidos, él y otros siete son marcados con una venda blanca. Entre los prisioneros se encuentra con Cheto ( ¿Alberto Malbrán? ), uno de los militantes que asistían a reuniones de su grupo, quien le dice “tú no me has visto aquí”. Un poco más tarde, cuando lo interrogan, le retiran el reloj donde está grabado su nombre. esta vez debe aceptar que se llama “Henry Gómez”, que ha participado en reuniones en las que se hablaba de la lucha de clases, etc, y da los nombres políticos de los que asistían, lo que lo vincula al proceso de los marinos. Le preguntan entonces si los ha visto entre los detenidos, y un poco inseguro responde “ No “. Lo envían a la cárcel y debe repetir la declaración ante el fiscal.

En una ocasión, Henry es llevado al fuerte Borgoño, donde ve a Humberto lagos, “con la cara llena de cicatrices de cigarrillos quemados, y gente torturada por todas partes, con los brazos quebrados, con las caras hinchadas, las bocas hinchadas, lo ojos hinchados, me dio miedo”, recuerda. H. Lagos había perdido contacto con los militantes que lo cobijaban, y lo detienen cuando va a juntarse con su mujer en el teatro Rex. (Causa 3926, foja 676). A Gómez le preguntan por Lagos, pero sólo quieren confirmaciones.

Finalmente, Gómez es parte de un grupo que sale del fuerte Borgoño. Les ordenan subir a un furgón; su amigo Jaramillo entra el primero. En el vehículo ve una metralleta instalada, aparentemente abandonada. No cae en la trampa; se detiene y llama al sargento, quien lanza algunas groserías y la retira. Muy probablemente se trataba de una provocación para incitarlos a la fuga; “estuvimos cerca de…” piensa Henry Gómez, quien es condenado a tres años. ( [E] Gómez, 2003 )

*  Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 286 – 288.

Las detenciones en las Reparticiones de Tierra

Proyectos de resistencia en las escuelas  de especialidades*

Después del Tanquetazo, los grupos de las escuelas discuten cómo enfrentar un golpe. Su situación es desfavorable, pues casi no tienen armas sólo “algunas ametralladoras de defensa personal”, comenta José Jara, y las escuelas se encuentran al lado de la Infantería de Marina, de donde esperan recibir el “ataque principal”.

El proyecto de resistencia es ocupar y mantener las unidades, combatiendo si es necesario. En caso de repliegue, lo harían a la zona industrial “cordón 15 Norte” situado en las proximidades, aunque los trabajadores de este cordón ignoran todo.

La mejor manera de evitar un ataque de la Infantería de Marina – explica Jara – es ganar a los infantes. Las últimas semanas, los marinos del grupo de la Escuela de Ingeniería inician un trabajo de contactos; consiguen ganar dos infantes que estudia en al Escuela, y conversan con otros. Poco después establecen otraos contactos con el regimiento Miller de la Infantería de Marina, pero ya el golpe se viene encima. ([E] Jara, 2002).

El grupo de la Escuela de Ingeniería – recuerda Mariano Ramírez – no tenía coordinación con las otras escuelas del sector ( telecomunicaciones, artillería) quizá a causa del desacuerdo de 1961, cuando estas no apoyaron el bandejazo. “ la idea central era parar el golpe el día que se diera. Nos íbamos en principio a salir, y en segundo lugar, si las cosas se ponían feas, íbamos a defender con las armas nuestra posición”. Se trata de un plan defensivo, explica Ramírez:

“nuestro propósito no era como el que ocurrió en la escuadra, nosotros nunca nos planteamos hacer algo ‘antes digamos’, sino nuestro propósito era hacerlo el día ‘D’, y por eso es que la organización es un poco diferente. Es más hacia adentro, es más clandestina, nunca quisimos hablar con nadie, nos vinculamos algunos con partidos pero tampoco dejamos de que los partidos nos impusieran cosas ni nada de eso. . ([E] Ramírez, 2001)…

Días más tarde, los marinos detenidos serán interrogados sobre el plan, La causa 3941 registra algunas respuestas, obtenidas bajo presión. Alvarado: “neutralizar cualquier intento que afectara la seguridad interior del Estado, que pusiera en peligro la vida de los chilenos    (Causa 3941, foja 163). Jara afirma que tenían un esbozo de plan para tomar la Escuela de Ingeniería: neutralizar el casino de oficiales, tomarse la guardia y la sala de armas. Esto es lo que figura en el proceso, sin duda dicho bajo presión:

“ la idea básica fundamental era formar un frente que permitiera evitar un golpe de Estado, o al menos neutralizarlo. Que asimismo, si se daban las condiciones, hacer una revolución con el mínimo de costo social a fin de cambiar este gobierno, que estimaba reformista, por uno revolucionario, en que hubiera igualdad de oportunidades. Que se creara una escuela matriz a la cual entraran todos y de la cual egresarían los tripulantes entre  los cuales, al cabo de unperíodo de cinco a diez años se eligirían los mejores para hacer los cursos de oficiales”  (Causa 3941, foja 160-161).

Los marinos organizados en la Escuela conocen la existencia del grupo de la escuadra, sobnretodo a través de la información proporcionada por los partidos, pero no mantienen contacto directo entre ellos. El grupo de la escuadra intenta establecer  un vínculo que no perdura: después de las detenciones en las escuelas, el sargento Cárdenas pide a Jaime Salazar que va a informarse a la Escuela de Ingeniería y a la Escuela de Armamentos. En esta última , Salazar contacta a Nelson Bravo, Ricardo Tobar y José Ojeda, y consigue saber algo ([E] Salazar, 2002). Luego intentan entrar en contacto con el grupo de la Escuela de Ingeniería.

Mariano Ramírez recuerda la llegada de Jaime Salazar a la Escuela, un día de julio, hacia el mediodía. Un marino de guardia ve aproximarse a Salazar y previene a Ramírez. Éste último sabe que el visitante es parte del grupo de la escuadra y que viene a contactarse con ellos; pero Ramírez le sale al encuentro y le pide que se retire: “Ándate compadre que estás quemando la Escuela ([E] Ramírez, 2002). El otro dirigente de las escuelas, José Jara, sólo conocerá al sargento Cárdenas meses más tarde en la cárcel ([E] Jara, 2002).

El grupo de la Escuela de Ingeniería es invitado a las reuniones entre los marinos y líderes de izquierda, pero las fuentes divergen sobre quíen  y cómo se extendió la invitación. Mariano Ramírez  afirma que Félix Vidal les propone asistir a la reunión con Carlos Altamirano y Miguel Enríquez y les comunica el lugar de contacto para ir a Santiago ([E] Ramírez, 2002). Vidal, por su parte, insiste en que él no les propuso esa reunión, de la que no estaba informado. Quizá fue Carlos Díaz, dice, “pero yo no” ([E] Vidal, 2002). Sea como fuera, el grupo de la Escuela opta por no asistir, ya que para lo que se proponen, no requieren contactos con dirigentes, recuerda Mariano Ramírez:

“Nosotros sospechábamos que una reunión de esa naturaleza con los líderes de la época era algo que no se podía hacer. No se iba a mantener en secreto, iba a haber filtraciones, etc., etc. Y así fue, por eso nosotros pensamos que nosotros no teníamos nada que ir a hablar con el Miguel Enríquez ni con Altamirano, para lo que nosotros nos proponíamos no necesitábamos a nadie” ([E] Ramírez, 2002).

El cabo Miguel González, de la Escuela de Telecomunicaciones, también es invitado a las reuniones con Altamirano, Enríquez y Garretón, pero prefiere no asistir. Los dirigentes de la izquierda – piensa – debían estar al tanto de la conspiración y no había necesidad que la confirmaran los marinos: “Ésas fueron las dor razones, primero riesgo para nuestros intereses de organización incipiente; y segundo, ir a regalarles a los civiles información que ellos ya sabían, pero que no tenían idea de cuál era la envergadura que tenía ese movimiento”. González concluye que los marinos no consiguieron desarrollar una organización que pudiera detener el golpe ” ([E] González, 2003).

Por su parte, Ricardo Tobar, de la Escuela de Operaciones, explica que el plan de su grupo era tomarse “las reparticiones de la Armada para impedir una matanza que hubiese sido muy, muy grande. Y la cual de hecho fue ” ([E] Tobar, 2001).                                                                                                      En resumen, los grupos de las escuelas se enteran del plan de toma de la flota, pero no adhieren a él. Ramírez lo explica así: “Nosotros no quisimos hacer eso, nunca nos quisimos coordinar [con el grupo de la escuadra] hasta que nosotros no estuviéramos absolutamente seguros de que la cosa iba a funcionar ” ([E] Ramírez, 2002). Resulta paradójico que el MIR no haya insistido en convencer a los marinos de la Escuela de Ingeniería para que participen en el proyecto de ocupación de la flota. Quizá, como lo dice Mariano Ramírez, el movimiento sabe que no estaban de acuerdo….

Reunión de coordinación de los marinos de las escuelas, en Quillota

La reunión de coordinación – y la última – se efectúa el sábado 21 de julio (Jara habla de la última semana de Julio y Fernández de un sábado. Sólo puede tratarse del sábado 21 pues el sábado 28 Jara será detenido), a las 18 horas, en Quillota, en casa de un tío del marino electricista José Luis Fernádez. Según las declaraciones que figuran en el proceso asisten: Alonso, Alvarado, Fernández, Jara, Ramírez y el “Rucio” ” ([E] Causa 3941, foja 160; 184). Sin duda hay algunos más, ya que según los recuerdos de Jara, “éramos como 15”.                                        Para Mariano Ramírez , llegan a la reunión entre 15 y 20 personas, entre ellas Félix Vidal acompañado de otro mirista que se limita a escuchar: “va todo el mundo, va gente del PC también” que pronto debían se trasladados a Talcahuano ” ([E] Ramírez, 2002).  “Logramos hacer una coordinación”, concluye   ([E] Ramírez, 2001)….

…Por poco tiempo, pues las detenciones en las escuelas comenzarán dentro de 7 días.

*Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 52 – 56

En el crucero O’higgins

Las detenciones en el crucero O’higgins, Talcahuano.

Crucero CL O’higgins

 

Declaración Forzada del cabo 2° Arestey ante el Fiscal Jiménez después de una sesión de torturas. Diseño gráfico donado por W. Arestey

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 110 )

  La ola de arrestos en los dos viejos cruceros O’Higgins y Prat, inmovilizados en los diques, se inicia cuando el capitán Victor Henríquez Garat informa a Jorge Paredes, comandante de la Zona de Talcahuano, que se dispuso que el departamento A2 “vigilara a posibles sospechosos”. También indica que deben interrogar al cabo Aurelio Aravena, quien se habría reunido con los marinos Uribaldo Arestey y Maximiliano Domínguez. Y éste último había dicho “que el rancho era de mala calidad”. (Causa 3926, foja 64).

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 134 )

 En el proceso, aceptan haber formado parte del grupo los cabos Aurelio Aravena, Juan Arestey, Maximiliano Domínguez, (se agrega aquí al cabo Santiago Rojas Campos que no aparece en la página 366), así como los marineros, Juan Carlos Montecinos, Jaime Balladares, Silverio Lagos y Alejandro Rojas, aunque este último lo “confesó” bajo tortura, pero en realidad no fue parte del grupo.

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 366 )

La detención del Cabo Maximiliano Domínguez

(extracto del Testimonio del cabo maximiliano Domínguez)

 Estando embarcado en el crucero O”higgins que estaba atracado en Asmar Talcahuano,  a la hora de haber cumplido con un día más de trabajo y pronto para irme franco, el sub Oficial de división Escanilla me viene a buscar aduciendo que tenía que cumplir con una misión extraordinaria en el transporte que estaba atracado al lado del crucero O`hhigins , pero en vez de subir al buque, me suben a una camioneta donde ya estaba sentado el cabo Arestey para posteriormente llevarnos a el centro de entrenamiento militar de infantería de marina, ubicado en una zona llamada las canchas, ahí nos estaba esperando un camión con personal de infantería de marina. Armados con ametralladoras, en el camión ya estaba una cantidad de detenidos y nos empezaron a tirar como paquetes al camión, para luego continuar el viaje hasta el centro de entrenamiento donde empezó la tortura; nos sacaron la ropa nos dejaron desnudos en el mes de agosto, el mes, más helado del año, nos pusieron en posiciones de tendidos las cuales consistieron en manos arribas abiertas apoyados en una pared y piernas abierta para luego empezar a golpearnos por todas las partes del cuerpo, luego empezó el submarino que consistió en sumergir nuestras cuerpos con la cabeza en dirección al fondo del tambor con agua con barro, al cual fui sumergido en repetidas oportunidades combinado con la introducción de medio cuerpo  a un hoyo en la tierra, con la cabeza sumergida en el hoyo con el trasero al aire, durante todo el periodo de la tarde y noche  hasta el otro día, rotando entre los diferentes métodos de tortura; al otro día nos vistieron y nos llevaron al cuartel de orden y seguridad ubicado en la base naval frente a la entrada Asmar de Talcahuano, durante todo ese periodo estuve incomunicado. El 10 de septiembre de1973 somos divididos en dos grupos, unos llevados a la isla Quiriquina y otros enviados a la cárcel de Talcahuano. En noviembre de 1973 soy trasladado a la cárcel de Talcahuano, el 9 de septiembre de 1975 soy nuevamente trasladado, esta vez a la cárcel de Concepción, en octubre de 1976 soy puesto en libertad.

 La represión se extiende  a la familia, el  tio de Domiguez , Arcadio Ortiz fue detenido y torturado en la ciudad de Tomé, en la costa  a las afueras de Concepción. Su primo, Hernán Ortíz, también marino, fue detenido y torturado.

La detención del marinero  Silvero Lagos

(extracto del Testimonio del marinero Silverio Lagos)

    El 8 de agosto sacan de la enfermería del O’higgins con fusil al pecho, al marinero mecánico electrónico Silverio Lagos Muñoz, que padece de asma. En la guardia estaba Rafaél Jimenez quien vé cuando lo suben a una camioneta  y lo conducen al fuerte Borgoño, después lo bajan con violencia y una patada que le dan en la columna lo deja tendido en el suelo, luego lo llevan ante el capitán Kohler quién lo interroga sobre una reunión a la que había asistido en Las Higueras (se trata de la  reunión que organiza el marinero del Prat José Maldonado para el 7 de agosto). Silverio niega haber asistido a esa reunión, Kohler le amenaza de muerte y le dice:

“abre la boca huevón”, “puso su fusil en mi boca”, sentí con mi lengua el metal helado, ahí pensé: “será cuento corto, una muerte rápida”. No disparó, pero gritó: “este huevón ha estado en Cuba”, “hay que darle otro tratamiento”…después de unas sumergidas desnudo en el tambor de las aguas pestilentes, reconoce haber estado en la reunión de Las Higueras con dirigentes del MIR.

Posteriormente, después de la torturas, me conducen a una oficina a la entrada del cuartel, donde me esperaban alrededor de 6 personas sentadas a un escritorio, Kohler, el teniente infante de marina Cáceres “con el cual habíamos navegado en el crucero de La Esmeralda en 1970, cuando era subteniente egresado de La Escuela Naval”, también estaba el teniente primero Santiago Lorca González , quien fuera encargado del curso de electrónica en La Escuela de Operaciones y el jefe de los buzos tácticos que no tenía ninguna participación activa, “él solo miraba”, no así el capitán Vergara, que era el que ataba, por decirlo así, los nudos de las declaraciones que habían sido sacadas en base a torturas.

 “Mientras esperaba, escuché al marinero electricista, Jóse Maldonado (del Prat) gritar;  “ porque soy Marxista me persiguen ” al sacarlo de la sala, éste, sangraba de su rostro, después supe que el Tte. Cáceres le habia pasado por la cara un palo, algo asi como una astilla”                                                                                           

 “Al ser ingresado a esta improvizada oficina, pedían los nombres de todos lo que habían estado en la reunión de las Higueras, que relación teníamos. Los que asistimos allí éramos un grupo muy mezclado, yo, solo ubicaba a Mario Patricio Cordero y a José Maldonado que fueron los que me invitaron a la reunión. Los que nos tenían detenidos, trataban de hacerlo todo rápido ya que eran las dos de la mañana y tenían muchos por detener y esperaban las horas de la mañana para detener a un empleado civil de Asmar que era estudiante de la universidad de Concepción de apellido Jaramillo. Ví como lo trajeron a puras patadas y nos gritaban a nosotros; “ Sigan cantando Hueones que ya desarticulamos sus celulas ” . A éste jóven lo llevaron para la pista de obstáculos para ser pasado por los maltratos”.

 “Durante el interrogatorio el teniente Cáceres tomó una taza, la llenó mas de la mitad con polvo de nescafé, un poco de agua y me obligó a beber, me agarró del pelo echándome la cabeza hacia atrás obligandome a tomar el cafe… terminé vomitando”.

Una vez que me habián ubicado dentro de este enorme rompecabezas que era ésta gente “que se habían sublevado dentro de la marina”,  me pasaron a la próxima pieza donde habían muchos marinos tendidos boca abajo, ahí estaban Carlos García, Víctor López, Antonio Ruiz, Mario P. Cordero, José Maldonado, Bernardo Carvajal, entre los que recuerdo.

Algo anecdótico fue que, por el frio de Agosto todos tiritábamos y como el piso era de madera se movía toda la pieza con un sonido de terror. Pensé, cuando entré, que estaban horrorizados de miedo, era mas bien el frío del invierno. La tortura para nosotros fue una sorpresa, no estábamos preparados, aunque ya habíamos visto fotos de las torturas que fueron víctima los Tupamaros en Uruguay, pero en la práctica, la realidad era más salvaje.

En Fiscalía

  “Fuimos llevados a fiscalía en una camioneta, a mi me tocó en el grupo que tenía relación con nuestra emblemática reunión. Éramos cuatro con un infante armado, íbamos en la parte de atrás de un vehículo.

Al llegar a la fiscalía nos bajaron y nos obligaron entrar a la fiscalía a vuelta de carnero fueron alrededor de seis metros en que dabamos una y otra vuelta de carnero …Era parte de su humillación, era el camino a lo que se venía para Chile. Estábamos abandonados, sin justicia.

El interrogatario del fiscal si se le puede llamar asi, ya que las respuestas eran rechazadas y daba lo mismo lo que uno dijera, ellos la acomodaban dentro del esquema de sus planes golpistas. Si las respuestas no eran de su gusto, me amenazaban con enviarme al fuerte Borgoño con la amenaza de que “ahí me iban a resfrescar la memoria”. Puesto que no deseaba volver allí le dije …”ponga lo que Ud. quiera y le firmo, ya que no me cree” .Nunca acepté que pusiera que íbamos a matar oficiales esto era la falacia de parte de la Marina.    Después de las declaraciones en fiscalía, fuimos incomunicados por 10 días. También participa en mi detención el oficial de mar, teniente primero Kelly.

La detención del marinero René Alejandro Rojas Trincado

  El marinero René Rojas es detenido en el crucero O’higgins  y llevado a los altos del fuerte Borgoño de la Infantería de Marina, en el “sector canchas” (Causa 3926, foja 64), donde comienza a operar el sugundo grupo de torturadores. Rojas no es miembro del grupo y nunca a asistido a reuniones políticas, pero cuatro o cinco días antes, al final de un acalorado discurso golpista, había preguntado al oficial ¿qué ocurre si uno no está de acuerdo? esa pregunta le cuesta la detención.  El marino reconoce al capitán Luis Kohler herrera, “el jefe directo de todo lo que se hizo ahí”, y a los capitanes Boetsch y Alarcón, éste último apodado el “pata de cacho”. Poco tiempo antes, Kohler había dirigido los allanamientos a las industrias COSAF de Penco y Marco Chilena. (Chile Hoy 64, 31.8-73)

Rojas es acusado de ser miembro de MIR. Le exigen que “confiese”, dándole golpes con guantes mojados (para evitar huellas en el cuerpo) y sumergiéndolo en el siniestro “submarino”. Los torturadores pronuncian varios nombres de miristas con los que creen que se ha reunido, exigiéndole que hable de ellos. En medio de gritos y golpes el torturado escucha “hable de Marx y Lenin”. Por esos días, Rojas que desconoce a estos personajes, los toma por dos miristas. En su impotencia responde “si yo no los conozco”; pero insisten, “y yo juraba, les decía que no los conocía”. En un momento dado, el marino dice: “Mi capitán, si yo no tengo idea, no tengo idea de nada de lo que Ud. me está diciendo”. Kohler replica indignado: “Cómo sabís que soy capitán concha de tu madre”. “Si yo también fui infante y Ud. fue instructor mío”, responde Rojas, sin darse cuenta de que acaba de cometer un error. El capitán Kohler decreta entonces: “Ración doble porque éste sabe lo que le va a pasar: está entrenado para eso” ([E] Rojas, 2001)

En el crucero Prat

Las detenciones en el crucero Prat, Talcahuano.

CL Capitán Prat. Pintura en Acrílico, Mario Cordero Cedraschi

Registros fotográficos de los marineros detenidos en el crucero  Prat

Cabo Antonio Ruiz Uribe (Q.E.P.D.)
Marinero José Maldonado Alvear (Q.E.P.D.)
Marinero Mario Cordero Cedraschi
Marinero Víctor López Zambrano
Marinero Carlos García Herrera

 

Marinero Guillermo Castillo Esquivel

Mientras el personal detenido en Valparaíso en gran parte ya había pasado por el primer proceso de torturas, la acción del aparato represivo se expande a la segunda Zona Naval.

El martes 7 de agosto, el comandante del crucero Prat, capitán de navío, Maurice Poisson Eastman, ordena formar a la tripulación en el molo e informa que se han detectado en Valparaíso, células extremistas infiltradas en las naves y espera que en su buque no haya ninguno de estos elementos. El marinero electricista Mario Patricio Cordero miembro de la dotación, está en la formación, días atrás había salido a peticiones por conducto regular y logra una entrevista con el comandante. Cordero le presenta su solicitud de retiro por motivos políticos, por los desacuerdos que éste tenía con las estructuras de mando, que se sentía limitado en la institución, el mal trato, etc… El comandante le preguntó: “usted ha leído a karl Marx”, Cordero respondió:  “No mi comandante”…Poisson se alzó y en un tono violento le gritó: “ ¡ Fuera, váyase, retírese…que se vayan todos los marxistas y comunistas de aquí ! ”. después de este altercado, Cordero, 19 años de edad, abandona el camarote del comandante con la esperanza que se le diera curso a su solicitud.

Después de la arenga del comandante Poisson en el molo, el marinero José Maldonado, también electricista, se acerca a Cordero para decirle que había que hacer algo por los compañeros que estaban siendo detenidos en Valparaíso y le confiesa: “yo conosco a un civil de Asmar el cual tiene contactos con políticos”. Se refiere a Luis Jaramillo, empleado civil de Asmar, quién organiza una reunión con civiles en el sector de “Las Higueras”. La reunión es confirmada,  Maldonado tiene al parecer contactos con marineros del O’higgins y con Cordero van allí y se reúnen con algunos marineros fuera de la nave, Cordero por sorpresa se reencuentra con su camarada de la Escuela de Grumetes y con el cual había navegado en la Esmeralda el año 1970,  el marinero mecánico electrónico Silverio Lagos, a los otros no los conocía.

La reunión de “Las Higueras” sería la última reunión registrada de los marineros constitucionalistas para intentar frenar el golpe de Estado. Cordero recuerda:

“Era un día de invierno, lluvioso, frío, oscuro. Cuando abandonamos la nave con José Maldonado rumbo a esa reunión, nos rodeó un silencio, no intercambiamos palabra, creo que ya se nos había metido el horror en el cuerpo, sólo una pregunta le hice, presintiendo que el estado de derecho se desvanecía:  “ ¿y si nos torturan?”…no hubo respuesta, alzamos el cuello de nuestros chaquetones para combatir el frío de la noche cuando abandonamos el molo de abrigo. Sentí en esa caminata que él también tenía miedo, era casado y pensaba en su esposa. Además era dificil de preveer la dimensión de la catástrofe que se nos venía encima, sentíamos que la muerte nos pisaba los talones.

Al llegar a la ciudad-puerto, entramos a un Bar y nos ubicamos en la barra encargando algo para beber… aire denso por el humo de cigarrillos y el televisor “Antu”que comenzaba el noticiero… “infiltración de extremistas en unidades de la Escuadra”…mi mochila se hacía cada vez más pesada…Ya, esa noche del 7 de agosto, no había camino de retorno, para mí, el futuro de Chile estaba echado”.

“Nos subimos a la citroneta que nos condujo a Las Higueras, nos vendaron para no reconocer el camino, mi cabeza zumbaba por el movimiento y los efectos de los cigarrillos y el alcohol. Lo que tengo claro hasta hoy,  es lo que habíamos acordado antes con José: Nuestra misión era ir allí a informar de las detenciones en Valparaíso, que se estaban haciendo en este momento públicas y de lo que estaba ocurriendo. Por otro lado, informarnos si habían posibilidades de que álguien interviniera para parar todo esto. Pensábamos que el Presidente de la República tenía los mecanismos inmediatos para frenar lo que se venía.  Nosotros, no llevábamos ningún plan de toma de barcos, de matar a oficiales o algo por el estilo, se especuló sobre la posibilidad de neutralizar a los golpistas, pero a estas alturas esa era una alternativa imposible de realizar cuando ya las detenciones estaban en marcha.

El 8 de agosto, Cordero y Maldonado estaban de guardia a bordo del crucero Prat . Por la tarde se dá alarma de incendio, una nave menor se quemaba atracada en puerto. En ese contexto, según testigos, es desembarcado del crucero Prat el marinero Maldonado en condición de detenido.

Maldonado cubría guardia conmigo, pero no lo encontraba y me puse a buscarlo en los lugares que frecuentan los electricistas cuando están de guardia, ni señas de José… me puse intranquilo. Partí a mi ropero a buscar mi chaquetón presintiendo que había llegado la hora. Abrí la caja de mis pertenencias y controlé todo lo que había, cerré todo y me fuí al salón de máquinas, ahí llegó alguien que no recuerdo y me dijo que tenía que presentarme a la oficina del Jefe del Departamento de Ingenieria de la Nave. Al llegar allí, el jefe del Dpto. sentado detrás de su escritorio ordena al Tte. ¿ Orellana?  y me conduce  a un camarote donde me esperaban oficiales de la inteligencia naval, que ya tenían en condición de detenido al colega electricista Mr. 1° Bernardo Carvajal. Nos obligaron a desembarcar de la nave y nos subieron a una Camioneta Chevrolet de la Base Naval. Pregunté a dónde nos llevaban, el oficial de la inteligencia  desenfundó una pistola y amenazándonos, nos dijo que guardaramos silencio, que estabamos detenidos. Por momentos confié aún en el estado de derecho y llegué a pensar que nos conducirían a la Fiscalía Naval, pero el vehículo torció cerro arriba conduciéndonos al Fuerte Borgoño de la Infantería de Marina. Llegamos a la ciudadela en la parte de la cima del cuartel, donde nos aguardaba un batallón de Infantes de Marina en tenida de combate y mimetizados, me obligaron a desnudarme a punta de golpes de yataganes, culatazos, puntapiés, rodillazos y de puño, dándome un tratamiento de prisionero de guerra. Identifiqué desde el suelo que tenían al cabo Antonio Ruiz y al marinero Maldonado en unas casetas.

“ Me condujeron al interior de una caseta donde se encontraba el capitán infante de marina Köhler quién dirigía las torturas y vejámenes junto a un pelotón , le pedí que se respetara el fuero militar, ahí me colgaron de los pies y me sumergieron en un tambor con aguas servidas, me preguntaban por la reunión de las Higueras, que confesara que mataríamos a los oficiales, que me matarían y lanzarían mi cuerpo en “Tumbe” si no confesaba. Me golpeaban el tórax, estómago, espalda y nalgas con guantes mojados hasta el punto que me desmayaba, estaba bañado en sangre, me amenazaban de muerte si no denunciaba a colegas que tuviesen posiciones constitucionalistas. Reconocí haber estado en la reunión de las Higueras y en la del restaurante los Pingüinos en Valparaíso, después querían saber del lugar y los participantes, yo dije que no me recordaba porque andaba bajo los efectos del alcohol. Debía reconocer fotos de civiles que después me enteraría que eran de Altamirano, Garretón y Enríquez  y así continuaron durante toda esa noche hasta la mañana del día siguiente. Posteriormente me mantuvieron detenido, aislado e incomunicado bajo fuerte protección armada durante nueve o doce dias en el cuartel de “Orden y Seguridad” en la Base Naval de Talcahuano y me obligaron a repetir  la declaración ante el Juez Naval, bajo amenazas de seguir torturándome si no lo hacía. En la fiscalía al prestar declaración, me encontré en la sala de espera, con los marinos que trajeron de Valparaíso, algunos venían con los oídos reventados, al parecer ya habían pasado por las manos de Köhler”. ( Extracto del Testimonio del marinero Mario Patricio Cordero Cedraschi).

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 110 )

…en declaraciones arrancadas con torturas, algunos marinos mencionan una reunión el martes 7 en Las Higueras (Talcahuano) con representantes de algunos buques, entre ellos Patricio Cordero y José Maldonado ambos del Prat; el cabo Aurelio Aravena, Silverio Lagos y Juan Carlos Montecinos, del O’higgins, Luis Jaramillo y Humberto Lagos, de ASMAR; y los civiles Luis (probablemente Víctor Hugo Banvallet) y Cheto. Este último habría informado que los oficiales estaban a punto de perpetrar un golpe de Estado; para impedirlo había que inmovilizarlos encerrándolos, sin emplear violencia a menos que fuese necesario, tomar la sala de armas y la radio. Para esto los marinos recibirían cuatro revólveres. Otra declaración añade que se habría dicho que se necesitan 25 personas para mantener el control del buque sin navegar. Sin embargo, Luis Jaramillo afirma que el objetivo de la reunión era “hacer una evaluación de la reacción del personal a las detenciones”….

Extracto del Testimonio del marinero 1° Electricista Bernardo Carvajal

MI  SECUESTRO  Y  TORTURA

A partir de Julio – Agosto de 1973, altos oficiales de la armada, con el argumento de que se gestaba un plan subversivo, comienza a detener  y a torturar marinos para obligarlos a confesar que se conspiraba contra la armada apoyados por políticos de la época.

Fue así entonces que el día 08 de Agosto de 1973, aproximadamente a las 19:30 horas, entra al taller de electricidad del crucero Prat, un oficial y me pide que lo acompañe, llegamos a una oficina donde había un grupo de oficiales. Uno de ellos era el teniente primero JAEGGER, tenía una carpeta en la mano, supuse era la mía. Me dijo que lo acompañara donde el comandante del buque, siempre acompañados por los otros oficiales. Fuimos hasta el camarote del comandante, hablaron algo entre ellos. Entretanto otro oficial traía al marinero primero, también electricista, Mario Cordero. Después nos condujeron a una camioneta que estaba esperando afuera del buque. Este vehículo consta de tres corridas de asientos, atrás había dos oficiales sentados, nos hicieron sentar en el asiento del medio. JAEGGER se sentó junto al chofer, Mario estaba muy nervioso, me preguntaba que estaba pasando y a dónde íbamos. Yo le respondía que no sabía. Enseguida los oficiales sacaron sus armas y nos apuntaron en la cabeza y nos dijeron que guardáramos silencio. Sinceramente yo no entendía nada, en ese momento me hacía muchas preguntas y no tenía respuestas. Hasta ese momento yo estaba tranquilo pero me fui asustando cuando vi el camino de bosque por el cual íbamos, la oscuridad era total. Pensé Nos van a matar!!… pero …¿Por qué?… Comencé a tener la idea de lanzarme del vehículo, pero no tenía ninguna posibilidad… llegamos a un claro donde habían muchos infantes de marina con el rostro pintado, junto  las luces de otros vehículos, se veía muy aterrador. Había unas casetas de madera de 2×2 más o menos y distantes unas de otras.

Los oficiales y el chofer se bajaron del vehículo, quedamos solos adentro esperando algún tipo de desenlace. JAGGER  hablaba con otro oficial que al parecer estaba a cargo . Asombrados por lo que veíamos, se acercaron algunos infantes de marina que rodearon el vehículo, abrieron las puertas y nos sacaron. Nos agarraban de todos lados, ropa, cabellos, manos, piernas, nos tiraron abajo y comenzó la fiesta para ellos, nos golpearon con los fusiles, las manos, los pies, nos insultaron, después nos hicieron apoyarnos con los brazos extendidos y las piernas abiertas en la muralla de una caseta y nos revisaron buscando no sé qué cosa, tal vez en sus mentes enfermas, pensaban que llevábamos armas. Yo preguntaba porque estábamos siendo tratados de esa manera, pero era peor porque  los golpes e insultos se multiplicaban. Se llevaron a Mario al interior de una caseta, yo quedé esperando afuera apoyado en la pared  y me vigilaban algunos soldados con la orden de abrir fuego si yo intentaba escapar.

Desde allí sentía los gritos de dolor de Mario, lo estaban torturando, lo cual me puso muy mal y lo peor era que no sabía por qué. Todo me parecía tan injusto. Estaba con mis pensamientos cuando escuché ¡¡ Hagan pasar al siguiente!!  Los guardias me dicen que corra, yo no quise hacerlo y seguí caminando y recibí muchos golpes por esto, pero no los sentía ya, seguí caminando, tal vez el nerviosismo y la bronca que llevaba era la causa de no sentir dolor. Cuando entré en la habitación había muchos soldados con el rostro pintado, al igual que sus armas. Uno de ellos me dijo que me desnudara. Recuerdo el frío de esa noche, Agosto era terrible, ya no podía controlar mi cuerpo, temblaba entero, la única manera de parar ese descontrol de mi cuerpo era cuando me golpeaban, los golpes me daban calor , no temblaba y no sentía dolor.

Me preguntaban nombres de mis contactos políticos, me sorprendía todo eso pues nunca los tuve, sencillamente nunca se dieron a conocer ni tuve charla alguna con ellos. Como mis respuestas no les gustaban , seguían golpeándome. Optaron por traerme a Mario para que viera como había quedado, me decían que yo iba a quedar peor si no hablaba. Miré un instante a mi compañero, solo brevemente para que no me afectara y lo que vi me dejó muy impresionado, su rostro ensangrentado con una palidez mortal y todo mojado y una mirada llena de odio el cual transmitía. Agaché la cabeza para no verlo más, seguramente él ya no sentía dolor pero sí mucho odio, era tan intensa su ira que casi escupiéndole el rostro al oficial verdugo le gritó ¡¡ Mueran los Oficiales!! . Lo miré y lo vi tan decidido que produjo en mí un efecto contrario a lo que ellos esperaban. Dentro de mi sentí  una sensación tan extraña, alegría, felicidad de ver a mi compañero tan decidido y valiente, algo que ellos no esperaban. Las cosas les estaban saliendo mal porque en vez de doblegarnos, nos fortalecían, esa era mi alegría y satisfacción.

Esta vez cambiaron la técnica conmigo, me ataron las manos a la espalda, los soldados me izaron y me introdujeron en un tambor de 200 litros de agua cabeza abajo la cual topaba el fondo. Con las manos atadas a la espalda, los soldados agarrándome las piernas, me desesperaba, era una sensación horrible. Cuando estaba casi ahogado me izaban para pedirme nombres, contactos, etc. Como mi respuesta era negativa, volvían a zambullirme y cada vez era más tiempo dentro del agua. Mi desesperación era tan grande que en un momento logre zafar de las ataduras y de los soldados, ellos trataban de agarrarme para ponerme otra vez dentro del tambor nuevamente y yo luchaba con todas mis fuerzas, tiraba patadas y golpes de puño, mordía. Era una situación desesperada. Yo desnudo defendiéndome y los soldados tratando de agarrarme . De repente una voz de mando les pide a los soldados que se retiren , saca el seguro de su arma y me apunta. Viendo lo que se me venía , me dije “debo luchar para sobrevivir, me acordé de mi familia, mi mujer y mis dos hijos, uno de tres meses y otro de cinco años, no podía dejarlos a la deriva , debía luchar.

Le dije al oficial: “Ustedes no van a poder meterme adentro del  tambor nuevamente, déjenme meterme solo”… El oficial aceptó y eso me alegró porque me di cuenta de que el oficial era un tarado.

Esta vez metí los brazos primero, mi cabeza ya no tocaba fondo y mis manos ya no estaban atadas a la espalda, era otra sensación, más llevadera, menos desesperante. Después de un rato largo  en que los soldados me izaban y me zambullían nuevamente y como yo iba con las manos libres y adelante con lo cual me podía apoyar,  se aburrieron.

Después comenzó la tortura psicológica, iban a matar a mi familia si no cooperaba, sabían donde vivía.

Como yo no tenía contactos con ningún político, querían saber quiénes eran mis amigos en el buque y no queriendo comprometer a nadie, inventé un apellido Garcés y además di el nombre de Carlos Barroillet. Yo sabía que Carlos se había retirado de la armada mucho tiempo atrás y estaba viviendo en otro país junto a sus hermanos.

Con esto me dejaron tranquilo y me ordenaron ponerme la ropa. Recuerdo no poder hacerlo, mi rostro a pesar de no poder verlo lo tenía todo inflado y sangraba en forma abundante por la boca, nariz y oídos, era un desastre. Un soldado que me vigilaba, ya era un hombre mayor  me dijo:  “Hijo trate de vestirse pronto”. Estas palabras en medio de todo lo irracional, me emocionaron y solo atine a mover la cabeza en señal afirmativa.

Me separaron junto a  un grupo de marinos, éramos más o menos seis, nos hicieron formar en línea, uno al costado de otro con las manos en la cabeza frente a un pelotón de fusilamiento, pude ver de reojo a mi lado estaba Antonio Ruiz, que también era del buque, yo solo lo conocía de vista en ese momento pero después nos hicimos muy amigos.

En ese momento  deseé que las balas me dieran muerte enseguida, no quería quedar herido. Gritaron ¡¡Fuego!! Y no pasó nada, me di cuenta que estaban actuando, era otra forma de tortura psicológica ya que el susto, el nerviosismo y el miedo se quedaron por mucho tiempo.

Más tarde nos subieron a un camión tirados en el piso uno encima del otro y  todos los soldados sentados encima de nosotros. Nos trasladaron a unas oficinas que estaban en otro sector, al llegar nos bajaron del vehículo y nos tendieron en el piso boca abajo, nos llamaban de a uno para interrogarnos. Nuevamente lo mismo, esta vez el que dirigía todo, era el capitán Cohen, estaban también los oficiales Bustos, Letelier, Luna, Alarcón, Tapia, Maldonado. Algunos estaban sentados  detrás de un escritorio, dejaron una pistola encima de la mesa, seguramente como carnada , que ridículos y torpes eran. Dos oficiales estaban al lado mío, cuando me preguntaban algo y no les complacía mi respuesta, me quemaba con un cigarrillo distintas partes de mi cuerpo o me agarraban a bofetadas, también tenían una madera delgada como una regla con la cual me golpeaban el rostro ¡¡Como dolía eso!! , yo sangraba por todos lados, mi hombro izquierdo quemaba de dolor, estaba todo magullado cuando amaneció.

Nos pararon en línea de nuevo frente a una muralla pintada de blanco. Después de un rato comenzó a salir el sol y nos pegaba en la nuca, la luz solar comenzó a reflejarse en la pared y esta al rebotar  hacia nosotros nos ponía en una situación crítica. Después de una noche de tortura había que soportar esto, estábamos muy  agotados.

En un momento nos dieron permiso para orinar y no pude hacerlo, a pesar de tener ganas no podía, me dolía la vejiga y no podía orinar.

Después nos dieron un tazón con café, entonces pensé que significaba que nos querían con vida.Era mediodía cuando nos llevaron a declarar a la fiscalía. El fiscal un tal comandante Villegas, me amenazó con mandarme de vuelta al centro de tortura porque le dije que el apellido Garcés lo había inventado para que no siguieran torturándome, igual que el nombre de Carlos Barroillet.Fui trasladado al cuartel Rodríguez en calidad de incomunicado junto a 18 marinos más .

Nuestra detención y tortura  estremeció al país, organizaciones sociales, políticas y culturales junto a nuestras valerosas familias salieron a defendernos y a aclarar que las acusaciones en nuestra contra eran todas falsas y que nos imputaban cosas que no eran ciertas.

Primero se nos acusa de incumplimiento de deberes militares y después cambian la carátula de acusación y se nos acusa de sedición y motín frustrado.

Después de algunos días de incomunicación, dan de baja a la mayor parte de los marinos enviándolos a la cárcel de Talcahuano. Quedamos solo cuatro en cuartel Rodríguez. José Maldonado, Juan Carlos Montecinos, Maximiliano Domínguez y yo, Bernardo Carvajal.

Fuimos enviados a la Isla Quiriquina la tarde del 10 de Septiembre de 1973. Cuando llegamos a la isla cerca de las  22:00 horas, la escuela de grumetes salía con armamento de guerra hacia Talcahuano. Supuse que era el comienzo del golpe de estado…

Al día siguiente comenzó la gran pesadilla en Chile. Los que tenían dudas con respecto a las torturas, comienzan a experimentarlas en carne propia, el golpe de estado que denunciábamos, se hizo realidad y de paso queda al descubierto quienes eran los verdaderos amotinados y sediciosos y quienes defendíamos las leyes, las instituciones democráticas y la constitución.

A partir del 11 de Septiembre de 1973, se marca el inicio de nuevas vejaciones, se nos denuncia como traidores a la institución, se nos mantiene aislados en diferentes campos de concentración y cárceles, se nos mantiene como desaparecidos y aislados, dependiendo mucho del oficial de turno que estuviera a cargo. Ese era el trato que recibimos, tortura y más tortura como juguetes de los más sádicos oficiales e infantes de marina…

Bernardo Carvajal Sepúlveda

Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 134 – 138

La ola de arrestos en los dos viejos cruceros O’Higgins y Prat, inmovilizados en los diques, se inicia cuando el capitán Victor Henríquez Garat informa a Jorge Paredes, comandante de la Zona de Talcahuano, que se dispuso que el departamento A2 “vigilara a posibles sospechosos”…

…Después de la cena, hacia las 20:30 horas, un oficial de inteligencia irrumpe en la sala de artillería, donde Antonio Ruiz está interpretando planos.- “Vamos en comisión de servicio”, le dice. “ ¿Puedo ir a buscar mi chaquetón?”, pregunta Ruiz.- “No, así no más”. De inmediato salen del dique seco, suben a una camioneta y el oficial se sienta atrás, con él. Parten rumbo al fuerte Borgoño. Ruiz pregunta “ ¿Qué clase de comisión de servicio? ”, pero no obstiene respuesta. Cuando la camioneta se detiene, se termina el trato correcto. Un grupo de infantes se abalanzan sobre él, “se dejan caer como perros”, y lo golpean con furia. Lo obligan a desnudarse, mientras lo someten al interrogatorio de guerra: nombre, grado, serie, todo sin dejar de darle culatazos. Inmediatamente después lo llevan a un lugar de entrenamiento para el combate antidisturbios, llamado la “ciudadela”. Ahí lo cuelgan. Después de golpearle violentamente el estómago, lo amenazan de muerte y lo sumergen en un tambor lleno de agua con barro, orina y excrementos. Los torturadores vociferan preguntas sobre la reunión en Los Pingüinos, si conoce a éste o a otro, “si formaba una célula y si íbamos a matar oficiales, íbamos a bombardear Valparaíso, y contactos principalmente”.

En el crucero Prat, cuando Víctor López termina su guardia en el radar a la media noche, el teniente Santiago Lorca, su oficial de división, le pide que lo acompañe a buscar unos equipos a la Puerta de Los Leones. López responde que desea descansar. El teniente insiste, diciendo que no quiere despertar a los que duermen. A la salida del buque los espera una camioneta con otros oficiales. A los pocos minutos el vehículo se aparta del rumbo previsto y toma la pendiente hacia el fuerte Borgoño. El marino pregunta ¿qué ocurre? le gritan que se calle, qué él sabe dónde va. López , que piensa que han dado el golpe de Estado, intuye lo peor. Consigue engullir los papeles con contactos con el PC local que llevaba escondido en su chaquetón. Cuando abren la puerta de la camioneta, se abalanza un grupo de carapintadas que lo saca con violencia y le da una golpiza con puños, pies y culatas. El suplicio dura entre 10 y 15 minutos. Cuando ya no puede mantenerse de pie, los infantes lo arrojan a un galpón, lo obligan a desnudarse, y se colocan uno a cada lado con el que tortura delante. Ahí llega el interrogador exclamando: “vos sabís por qué estai aquí, tenís que hablar”. Ante el silencio de López, que intenta saber de qué lo acusan, lo golpean en el estómago hasta que vomita, lo dejan recuperar un momento y luego continúan con los golpes. A continuación traen ante él a Carlos García en un estado lamentable, “peor que yo”, y le preguntan “ ¿a este huevón lo conocís? ” ([E], López, 2003).

Carlos García es también un marino de la división electrónica del Prat, a quien Víctor López había reclutado para la organización ([E], López, 2003). Esa misma noche lo había despertado el teniente Santiago Lorca, quien dirige las detenciones en el crucero. El teniente era considerado como menos extremista que los otros –explica García – , pero luego se demostraría que era un oficial de inteligencia.

Más o menos lo mismo ocurre con otros marinos, despertados y llevados detenidos al fuerte Borgoño. Allí los desnudan, los hacen correr mientras los golpean, los sumergen en un tarro lleno con orina y excrementos, los llevan a una sala para preguntarles “quienes son los jefes del movimiento” y “por qué no confían en los oficiales”; les permiten tenderse en el suelo y, sorpresivamente, vuelven a comenzar. Así los tienen toda la noche; “era moler a palos”, recuerda García ([E], García, 2002)                              Victor López, ante García responde: “Sí, somos compañeros de buque”. Pero los torturadores le dicen: “este huevón habló ya”. López en situación difícil, se prepara a decir lo que su compañero podía haber dicho. No obstante, García disipa sus dudas, pues consigue decirle antes de que se lo lleven: “Yo no hablo ni una huevá”. Cuando vuelven a traer a García, en peor estado, uno de los verdugos exclama “ al duro colóquenlo allá abajo ”, lo que confirma su silencio. Víctor López es atado a una silla, donde continúan golpeándolo, pero la noticia de que García no había dicho nada lo ayuda a callar ([E], López, 2003).

Durante la noche llega el teniente Lorca, acompañado por el capitán (probablemente Köhler), quien le pregunta: – “¿Y a este huevón para qué lo trajiste?”. “No”, responde Lorca “si este huevón sabe, es del grupo de los que…” Víctor López había mantenido numerosas discusiones políticas con Lorca, y ante él no puede negar sus ideas de izquierda. Dice que es leal al gobierno, opuesto a un golpe de Estado que provocaría una masacre “me fui por lado político”, recuerda. Hacia las 4 de la madrugada lo arrojan, siempre desnudo, a una pieza glacial, sin nada para cubrirse. Al poco tiempo lo sacan y lo llevan al campo donde lo espera otro torturador, que vocifera: “Que te creís, qué somos huevones, nosotros sabemos todo lo que hiciste, huevón”. Y comienza una nueva golpiza, mucha más dura que las anteriores, que se prolonga unas dos horas. Lo hacen correr a la interperie. El frío y el efecto de los golpes anteriores son tales que la sensación de dolor es remplazada por un agotamiento de fondo. Afirma que va a hablar, y hace una nueva declaración basada en informaciones que sabe que ya conocen, insistiendo siempre en que defiende la Constitución.

Los detenidos de Talcahuano son mantenidos al interior de la base naval. Algunos quedan en libre plática limitada (pueden conversar con otros detenidos, pero no recibir visitas), al tiempo que otros son incomunicados entre tres días y una semana, según el caso. Otros son encerrados en los calabozos de un metro y medio de los torreones que forman la Puerta de Los Leones (hoy no existen), y luego en las cabañas del Club Naval, donde finalmente disponen de mantas y colchones. Más tarde les permirten hablar entre ellos y tener acceso a la radio. Así se enteran de las manifestaciones de solidaridad, que reivindican el derecho de los marinos a denunciar la conspiración y denuncian las torturas.

La movilización les dá cierta confianza, recuerda Carlos García, “estábamos todos optimistas en cuanto a que dentro de poco seguramente íbamos a ser liberados por el gobierno de Allende”

Días más tarde serán llevados provisoriamente a la cárcel de Talcahuano, para luego instalarlos en la cárcel pública de Concepción, donde pronto les asignan una galería especial: “Éramos los primeros presos políticos de la dictadura antes que comenzara la dictadura” , afirma Carlos García. El 1 de septiembre los hacen firmar la hoja de retiro de la marina”…

El miércoles 8 se inicia oficialmente la causa criminal 2737 –que luego fusionará con la 3926- por el delito de “Incumplimiento de deberes militares”. Se trata de un cargo menor previsto en el Código de Justicia Militar. El proceso está a cargo del contralmirante Jorge Paredes, del fiscal Fernando Jiménez Larraín y del secretario René Gajardo Alarcón, quién participa directamente en las torturas.

En el crucero Latorre

Crucero Latorre adquirido para la Armada de Chile bajo el gobierno de Allende. Construcción 1958, bajo el nombre de Göta Lejon al servicio de la Marina Sueca

 

Las detenciones en el crucero Latorre*

El lunes 6 en la maňana, el segundo comandante del crucero Latorre (Blaset dice que fue el comandante Carlos Fanta, pero la relación con el personal es generalmente tarea del segundo. Ibarra afirma que fue el segundo comandante) llama a todos a la toldilla (la parte de atrás de la cubierta) para informar que se ha descubierto un grupo de “terroristas” infiltrados: el sargento Cárdenas del Blanco ha sido detenido – dice -, pero hay otros, y sabe que a bordo hay un grupo de marineros involucrados en acciones sediciosas que él no va a aceptar. Todos van a ser enjuiciados. Quienes hubiesen tenido comportamientos de ese tipo que se acerquen a su camarote a conversar con él, voluntariamente, para evitar problemas ( [E] Blaset, Ibarra, Salazar, 2003). Por supuesto que nadie se entrega. Los marinos de cubierta (Salazar, Ibarra y otros) consiguen conversar rápidamente y deciden reunirse fuera del buque para evaluar los daňos a la organización y reestructurarla (Salazar, 2003).

El cabo Pedro Blaset es conducido por un teniente frente al (¿segundo?) comandante, quien le exige que confiese sus acciones sediciosas. Blaset responde que sólo ha intentado responder a la hostilidad de los oficiales contra el gobierno del presidente Allende y que está dispuesto a defender la Constitución y las leyes.-“No es eso lo que quiero que confiese”, replica el oficial, “quiero que usted me diga qué es lo que está haciendo para hacer un golpe de Estado”. El marino arguye que defiende al gobierno constitucionalmente legítimo. El oficial se indigna, cambia de tono y lo amenaza con torturas: “ Si no confiesas vas a recibir un trato frente al cual yo no voy a poder hacer nada y lo vas a pasar muy mal […] te insisto, tú vas a ser muy maltratado”. Blaset responde: “ Yo estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias”. Un grupo de infantes de marina lo desembarca ([E] Blaset, 2003), al tiempo que detienen a José Lagos ([E] Ibarra, 2003).

A Blaset lo hacen recostarse en el molo, le amarran las manos y le vendan los ojos, explicándole que es el procedimiento y le piden calma. Parten con destino desconocido, pero durante el trayecto, se escurre la venda y logra reconocer el fuerte Vergara y un lugar donde había estado en entrenamiento. Ahí lo desnudan y alcanza a ver que lo conducen al campo de entrenamiento de combate de los infantes. Desde el medio día hasta la noche será torturado: lo cuelgan, y en esa posición lo golpean constantemente, para luego introducirlo en tambores llenos de orines y excrementos; cuando se desvanece lo despiertan con chorros de agua y continúan los golpes, pidiéndole nombres de otros miembros del grupo y quieren saber si había asistido a las reuniones con Enríquez y Altamirano. Por la noche lo llevan al cuartel Silva Palma, a la celdilla de incomunicados, donde están José Lagos y Sebastián Ibarra ([E] Blaset, 2003).

El cabo Pedro Blaset es el segundo interrogado por el fiscal Bilbao. Reconoce la reunión del domingo con Carlos Díaz (Roberto). Al igual que Cárdenas, acepta “pertenecer al grupo en el Latorre para tomar el control del buque en caso de que la oficialidad tratase de llevar a cabo un golpe de Estado” (Causa 3926, foja 5). Blaset permanecerá aproximadamente una semana incomunicado. No tiene derecho al menor aseo personal y siente que los alimentos continen antiinflamatorios. Días depués, Bilbao le repite las preguntas. Blaset responde que nada de lo que ha declarado ahí es válido, pue lo había hecho bajo torturas. “Yo todavía tenía inflamada la cara y no podía caminar bien”, recuerda. Pero Bilbao  pregunta irónicamente: “ ¿De qué tortura me habla? ” y aňade:        “ ¿Así que sigues rebelde? ”. Y lo vuelve a enviar incomunicado. Lo vuelven a interrogar y se obstinan: “ Cuéntanos cómo van y hacer el golpe”. El cabo responde: “Aquí los golpistas son Uds.”: “ son Uds. los que tienen que escribir ahí, no yo” ([E] Blaset, 2003).

Bilbao* interroga a José lagos, quien también acepta formar parte del grupo organizado del Latorre ( Causa 3926,foja 6 ).

Mientras tanto, a bordo del Latorre, atiborrado de sacos de papas, muy por sobre lo normal ([E] Ayala, 2000), Ibarra y Salazar ven salir detenidos a Blaset y a J. Lagos. Durante todo ese largo lunes 6, se preguntan sobre lo que deben hacer. Cuando llega la ansiada hora de salida, a las 16 horas, el portalón se abre, parten a cambiarse, pero hacia las 16.10 escuchan la orden “portalón cerrado”, lo que significa que continúan recluidos a bordo. Lo mismo ocurre en los otros buques anclados en Valparaíso. Hacia las 17 horas llaman por los parlantes a los marinos de cubierta que habían participado en reuniones: Araneda, Ayala, Claros, Dotte, Ibarra, López, Salazar y Valderrama. Otros cuatro miembros de es grupo escapan a la detención. Los nombrados son llevados por separado a camarotes de oficiales, y luego a retirar sus pertenencias: El comandante Fanta   – reticente a dar el golpe – interroga a Ibarra: “¿Por qué hicieron esto? ¿Por qué no me vienen a hablar?”, y agrega que “se pueden conversar estas cosas”. No obstante, les exige que le entreguen toda la información, y ante el silencio, entrega los detenidos a los buzos tácticos.

Al anochecer del lunes, los detenidos del Latorre , amarrados y con la vista vendada, salen en una camioneta que hace un trayecto extraño: antes de llegar al Silva Palma pasa por otro lugar, probablemente el fuerte Vergara –intuye Ibarra- donde es posible que el recinto de torturas estuviera aún ocupado por el grupo que tortura al sargento Cárdenas. En el Silva Palma los introducen a un dormitorio. Allí hay entre 30 y 40 personas sobre literas, con guardia al interior y prohibición estricta de hablar entre ellos ([E] Ibarra,2003). Claros y Valderrama son los últimos en llegar esa noche.

Para otros detenidos, como Ayala, los interrogatorios comienzan esa misma noche. Allí son sacudidos, golpeados, amenazados de ser enviados donde los infantes de marina, pero aún no son torturados científicamente. Las preguntas revelan que los interrogadores tienen “el cuadro bien claro ya. No había información que sacar”. Como Ayala era encargado de la sala de armas, lo investigan minuciosamente. “Afortunadamente no faltaba nada”, recuerda ([E] Ayala, 2000).

Nadie les comunica el motivo de la detención. Los encierran en celdas individuales, con los barrotes tapiados y un “cosaco” que custodia cada puerta. Luis Ayala y David Valderrama permanecen unos quince días encerrados en una cueva subterránea, cavada en el cerro, húmeda y totalmente oscura, sellada con una puerta metálica. Pueden salir al baño sólo una vez al día, en la mañana. Como los marinos ignoran lo que los interrogadores conocen del grupo, continúan negando todo hasta que otros compañeros  consiguen hacerles llegar el mensaje de que pueden reconocer ciertas cosas ( [E] Ayala, 2000, Ibarra, 2003, Salazar, 2003, Valderrama, 2002).

La situación es diferente para Sebastián Ibarra, quien la noche del martes 7 es llevado al fuerte Vergara junto a José Araneda, el que había delatado al grupo. Aunque van vendados Ibarra se da cuenta de que están en el fuerte Vergara, donde los desnudan. Aún tres décadas más tarde , opta por detener su relato ahí. Lo que sigue fue simplemente terrible: “Prefiero no hablar de eso: hay tortura ¿ya? Durante 8 ó 10 horas”.

A diferencia de los torturadores de Talcahuano, que se presentan a rostro descubierto, los de Viña del Mar se ocultan. Sus víctimas conservan en todo momento la vista vendada. Sin embargo, escuchan las voces de otros detenidos y de los interrogadores e Ibarra reconoce la del teniente Jorge Muratto. Lo que más impresiona es que golpean y torturan horriblemente, pese a que ya tienen toda la información. Los interrogadores saben quién ha asistido a las reuniones con dirigentes políticos en Valparaíso y Santiago, aunque no tienen la lista completa de los marinos que han participado en ellas. Le pregunta a Ibarra si asistió a la reunión con el “Mayoneso”, apodo displicente con que la derecha se refiere a Carlos Altamirano.

“ A mí me preguntaron por ‘Mayoneso’ -¿Qué Mayoneso?…’Mayoneso, cómo no vai a conocer al loco Altamirano’ –No, les dije, tengo un contingente que se llama Altamirano, pero no le dicen Mayoneso.- ‘Huevón…’ Eso es parte de la anécdota, digamos”.

Al mismo tiempo, Ibarra cree escuchar, aunque sin poder ver, el interrogatorio al que es sometido José Araneda, quien es tratado aparentemente de la misma manera, aunque sin seguridad, “yo no lo ví”, insiste Ibarra. Al día siguiente los llevan de regreso al cuartel Silva Palma. Allí, José Velásquez, escucha a Araneda mofarsecruelmente de las reacciones de un colega durante la tortura ([E] velásquez, 2003).

Poco más tarde llevan a los detenidos a la Academia de Guerra. Allí deben declarar ante el fiscal Bilbao, mientras su secretario, el teniente Benavides, desenfunda su pistola, se pasea y juega con ella y los apunta a la cabeza ([E] Ibarra, 2003).

En resumen: en Viña del Mar torturan a Juan Cárdenas durante la noche del domingo 5 y todo el lunes 6; a Pedro Blaset y a José Lagos el lunes 6, desde el medio día. El martes 7, de noche, es el turno de Sebastián Ibarra y –quizá – de José Araneda, quién había comunicado a su superior la reunión del domingo 5. El conocimiento que los interrogadores tienen del grupo es bastante completo. En el cuartel Silva Palma, previsto para unos 20 detenidos, los marinos alcanzan un centenar. En los dormitorios agregan literas de a cuatro o de cinco([E] Valderrama, 2002).

* Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 126 – 129

 

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