EL FANTASMA DE CHILE

Han pasado 3 años del fallecimiento del autor de este libro, quien revive la historia de la marinería constitucionalista que se negara a apuntar las armas en contra de su propio pueblo. Diciembre 2019.

Para leer el libro completo pinche el Link abajo

http://www.caosmanagement.it/n42/EL_FANTASMA_DE_CHILE.pdf

Extracto del libro. Presentación y sobre el intento de la marinería para entrar en acción a la escena político militar.

EL FANTASMA DE CHILE

Presentación.

Para saber y contar la Historia… un libro.

El caso chileno tiene muchas aristas y provoca, hasta hoy,

reflexiones de diverso calibre, tono y destino. Se le vincula al  final

o semifinal de la Guerra Fría; no pocos, con sentido más de la

oportunidad que de los milenios, se esfuerzan por comprenderlo en

el pomposo fin de la historia, o algo así. En parecido curso, por aquí

y por allá se intentan enmendaturas a la doctrina marxista, a la

democracia y en general, al curso de los pueblos. Incluso, con la

impudicia y fungibilidad de los periódicos, la teoría económica

neoliberal se alza – todavía – sobre toda especie de cenizas mundiales,

inclusas las medioambientales y, una vez más, al caso chileno se lo

quiere hacer asomar como paradigma y garantía de bondades aquí e

incluso en el infierno.

Los porfiados hechos suelen ser inclaudicables para todos: para

aquellos que gozan expresamente de la plusvalía – ¿qué era eso? –

aunque sea en el infierno y para las multitudes que quisieran conocer,

alguna vez, un cielo. Basta una crisis mundial, “insospechada” y

repentina como para que la historia retome caminos, abra

perspectivas, desde las  oscuras hasta las sospechablemente

plausibles. Todos se encomiendan a Dios o a Marx e incluso a ambos:

pero la realidad, una vez más, ha llegado.

Dentro de ese cuadro mundial, ahora con timideces y

expectativas, se vuelve a gastar tinta sobre el sentido de los tres años

de la Unidad Popular en Chile: se intuye que la tinta que se gaste

será menor en la medida que toda suerte de personajes que

mantuvieron la batuta, deben dar demasiadas explicaciones;

hidalgamente, deben sostener demasiadas volteretas en el aire. Los

renovados, que son capitalistas vergonzantes, deben procurar

sensación de  fraternidad e igualdad: algo así como que el Estado

debe intervenir por aquí y por allá, porque todo es demasiado crudo,

ambicioso y porque la codicia ha destruido un mundo que funcionaba

y que funcionaba bien, o sin quejas mayores, al menos hasta

septiembre de 2008. Los capitalistas, impúdicos sempiternos, que

se renuevan en  dominio, poco y mal en  lenguaje, que persisten en

sus costumbres, entienden que el mercado debe “sufrir” regulaciones,

porque nada en la vida resulta monolítico, estable, rígido, ni dura

para siempre: excepto la privatización de las ganancias y

socialización de las pérdidas. Excepto el dominio a cualquier costo.

Todo dicho con voces engoladas, con posturas y ojos de viejos santos

medievales o con bien cortados ternos emprendedores: trajes a  la

medida, que incluirá desde putidoncellas de TV hasta sesudos (seudo)

economistas -¿alguien conoce otra clase de entreambos?– que hablan

y escriben sus desperdicios mundiales a escala, lógico, planetaria.

Así el caso chileno tiene su interminable oportunidad; dónde

debe ser ubicada esa joyita sociológica: ¿en el fin de la historia?, ¿en

el fin de la guerra fría?, ¿en el final del marxismo y en el comienzo

del no pensar o de no se sabe qué?, ¿en la renovación de la decrepitud

letal, en los oportunismos, en las claudicaciones, los gestos amarillos

de traición, los negros de cobardía y ocultamiento?, ¿paradigmas,

filosofías? Algunas preguntas pueden resultar “atrasadas” o

derechamente incómodas; pero, ¿es que alguna vez hubo

imperialismo? Alguien y algunos juegan a la inocencia, la

victimización, y hacen religión en vez de política: pero la economía

no la sueltan de la mano. Se cometieron errores u horrores, vaya uno

a saber. Cientos de miles – hay que decirlo – de torturados pavimentan

el futuro, la democracia y el progreso, aunque el progreso se haya

llamado modernización. Los desaparecidos y ejecutados están más

ahí que nunca, no se quieren retirar y no abandonan la partida. No

abandonan la partida inconclusa, y la historia vuelve a comenzar:

hasta los beneficiarios del sistema se hacen los perros cojos, al mismo

tiempo que van por la vida exhibiendo y ostentando los negocios,

que es la mejor manera de ocultarlos. Otros viven de medallas que

nadie reparte, y un poquito más lejos se ubican aquellos y aquellas

que hacen de heridas razones y de razones heridas: suficientes

motivos para no ver, no vivir, e irse para la casa, institucionalizando

el miedo y la anomia. Algunos fueron los racionalistas de ayer que

son los metafísicos de hoy y que aplican su razón pura a la

justificación de la sinrazón impudente; por su parte, los metafísicos

de siempre son variopinto, como suelen: fascistas, cristianos,

positivistas, ascéticos de la moda y la filosofía, fúricos militares

hieráticos, académicos engominados y ahora cada vez más light…

nobleza y plebeyismo de época obligan… sin dejar de ejercer

cumplidamente el servil oficio histórico o de verdugos o de asesores

espirituales y asistentes de verdugos. Por demás, un largo etcétera

de patologías sociales que anidan en el corazón de Occidente, se

extienden a Oriente y funden ominosamente las capas polares. Vivir

para ver, sostenían los antiguos; nosotros los nuevos, ya vamos

diciendo vivir para sufrir.

La fuerzas armadas o Fuerzas Armadas – la perspectiva nacional

o mundial cambia sustancialmente mayúsculas por minúsculas – están

por allí, inmaculadamente sucias en sus responsabilidades que

provienen de la protección de intereses y plusvalía, eso hay que

decirlo también. Pero además hay que clamar por la rigidez

emocional, corporal, biológica: las sociologías, contrariamente a lo

que piensan piadosas y mercantiles universidades y academias, se

desprenden del ser del grupo y su  espíritu, de su  práctica y violencia

inevitable de materia exasperada. Se hacen leyes –  dirección

generalizada del comportamiento humano – desde el martirio, el

genocidio, la trituración, componentes demasiado carnales – Freud

y Ciencias mediante – como para ir olvidándolos por la vida, o

haciendo de perdón que incita la sangre y la reiteración enferma…

Hay allí pura razón enferma.

De los auténticamente escarnecidos, no debe hablar nadie.

Como se ve, el interesante caso chileno es abigarrado, enredado

en su propia, patente paradoja. Eso sí, como en todo fenómeno

podemos aplicar esa ley de oro nietzscheano: no hay verdades, solo

interpretaciones…. Claro que hay algunas que son mejores que otras,

como sagazmente agregaba el filósofo de Basilea… Estamos en

presencia de una de las mejores interpretaciones de ese fenómeno

en curso  que parece crecer cada día. En breves páginas, no es fácil

condensar relevancia ni aporte: para eso está el texto mismo del

libro y resulta, en ese sentido, insustituible en  expositio y en

pedagogía.

Y puestos al caso, partiríamos precisamente por su rango

aleccionador: el texto no se escribe desde una nada sin interés, ni se

dirige hacia entelequias sin nombre ni espacio; se dirige hacia los

hombres del pasado, las generaciones del futuro, porque se

comprende que la política es vida o  es nada. Y se escribe con

honradez desde un determinado lugar, de una determinada clase

social, y desde determinados errores y falencias. Ese superior afán

estructura texto en el uso de repeticiones necesarias, frecuentemente

imprescindibles,  conforma frases y oraciones, conclusiones que se

vierten en riqueza de tipografías: cada hallazgo tiene morada, cada

peligro lugar, cada decepción un aliento, cada error una muerte.

Cursivas,  negritas,  subrayados, mayúsculas, exclamativos, etc., van

asumiendo  pasión y  fisonomía del curso de los acontecimientos;

notan y denotan las vacilaciones, las incomplitudes humanas, las

perversidades de los seres concretos, el movimiento general de masas

y clases… Drama y tragedia, y cuando se puede humor, asoman

desde la geografía encarnada de un texto que respira, sufre y hace

sufrir, en el gozo de una verdad-interpretación ya insoslayable, ya

integrada para siempre a la historia que examina y revive.

Pero para llegar a aquellas condensaciones, el autor ha debido

realizar un esfuerzo nuevo, prácticamente una inédita mirada, que

parece sencilla y es muy compleja, en la medida en que barre todas

las interpretaciones que se bastaban con mirar desde un solo ángulo

e interés los acontecimientos. El autor ha debido preguntarse, frente

al fenómeno del triunfo electoral de la UP, qué dijeron los

triunfantes, qué dijo la derecha, qué dijo el imperialismo: qué

realmente propusieron al futuro, que líneas de desarrollo y prácticas

innúmeras se desprendían de sus palabras… palabras que eran ideas,

ideas que fueron deseos, deseos que resultaron políticas, políticas

que dieron en historia e Historia. Alvarado se hace cargo de los

prejuicios, las máscaras, los papeles y las funciones de los individuos

y los conglomerados: el resultado, material palpable que tanto interesa

como indigna, duele como entusiasma. No olvida, como en un

mecanismo de apasionante relojería, desarmar el curso de los hechos

desde las declaraciones al acto, y desde el acontecimiento a la

declaración política: desde el mundo de los hechos al de las

ideologías; la vida pareció – y parece aún – un doble artificio, entre

ilusión y  concreción, en manifiesta copresencia.

Porque unos de los méritos mayores del texto radica en la mirada

aguda, sin perdonar ni perdonarse el propio autor: único modo de no

confundir la ilusión con lo ilusorio, la derrota con el fracaso, la

posibilidad con el adocenamiento. Y ese es el término exacto:

restituye el sentido de las cosas más allá de la confusión. Entonces,

la reacción asoma con toda la crudeza, el desparpajo y hasta la

impudicia de su dominio expreso, cruel y manifiesto, nunca

vergonzante, aunque siempre astuto. Allí está en efigie la fuerza

militar que los compone, los esencializa: brillando en la luz oscura

de la arrogancia, la soberbia y ese ocio hacia lo superior colectivo…

La izquierda aparece con sus perspectivas, sus insuficiencias

notorias: aparecen sus posibilidades concretas y sus escisiones, sus

necesarias escisiones. Y justamente allí, asoman las vacilaciones

llenas de miedo que confunde el tiempo histórico que se vivía y

que, tanto más grave, compromete y confunde futuro. De allí, en

verdad, la falta de una explicación, sino única y uniformada,

necesariamente coherente, lógica, respetuosa de lo que fue, lo que

se sostuvo, y medular, lo que verdaderamente se hizo y, peor, lo que

verdaderamente no se hizo. En tal sentido, el texto posee, a nuestro

juicio, no sólo un mérito estrictamente histórico, documental: sirve

para despejar ese verdadero agujero negro que es la abdicación y

que ha devorado el sentido de las posiciones, las líneas políticas,

las funciones en la historia de grupos y personajes… y que

desembocan hoy día en el patetismo más agudo, la inepcia nostálgica,

la incapacidad contumaz para ver el curso de los acontecimientos, el

sentido de los hechos, la función de capas sociales y los viejos y

novísimos problemas que plantea la realidad ,aquí, en Chile y en

todas partes. La inutilidad extrema.

Parecería “curioso”, en principio, lo que Alvarado hace – y logra

– porque los resultados duros insurgen muy nítidos en su plasticidad

y son “sobradamente conocidos y reconocibles”: el bombardeo de

La Moneda, la represión subsecuente del movimiento popular, la

tortura, el genocidio, el exilio, los largos años de dictadura, la

violencia económica, la negación y persecución de la cultura… un

largo etcétera que con facilidad – sin desconocer el justo lugar a la

sensibilidad de la especie – mueve a la emoción inmediata, que parece

asentarse como el único lugar de vida del análisis.

 Mas el autor exige no sólo sentir, con todo y más allá de lo

fundamental y fundante que ello sostiene. Exige comprender,

entender, analizar. Y por una cuestión insoslayable de método, antes

de los hechos, antes de los sentimientos, la palabra: las palabras

que representaban, personalizaban y encarnaban  los grupos

sociales, que representaban a la pugna, a la mismísima

contradicción. Desde allí salta el conocimiento, la pedagogía del

drama humano, de la historia y de un fragmento de ella. Entonces es

posible apreciar la conformidad entre los hechos, tan plásticos y

emocionantes, con el totalizador sentido humano de los mismos:

lo que los hombres quisieron, lo que los hombres se propusieron, lo

que resultó. Sí, los porfiados hechos: a condición de que se entienda

que los hechos son facticidad y reflexión, gesto y palabra, símbolo y

concreción, actualidad y resultados, acción y consecuencias… allí

estaban y están las palabras de los protagonistas que reflejan, expresan

la facticidad de los días, pero también su (in)medita reflexión, los

gestos que envolvían las palabras, los símbolos que conducían lo

concreto, el instante que engendraba panoramas, la acción previa

que trajo esas y estas (ina)movibles consecuencias.

Por eso está allí el imperialismo yanqui con toda la obscenidad

emanada de La Casa Blanca, alimentando el complot tanto

desembozado como sibilino, cuanto  la penetración de la inteligentsia

y la fuerza nacionales, dulcemente alertas a venderse, o arrendarse…

a todas las formas del comercio de la dignidad de lo humano. El

viejo dilema del cerdo y el afrecho… El imperialismo como la mano

brutal que sustentó la antítesis del proceso chileno y que calcina

todo sentido del honor, toda democracia, cualquiera proceso

nacional, todo aporte desde la identidad a la Humanidad.

 Datos duros, cifras que expresan movilización de energías de

la revolución y de la contrarrevolución, se acompañan de las

estrategias y tácticas que las fundamentaban y de las cuales

extraían fundamento: el lector será llevado y atraído al conocimiento

de la relojería atroz de la muerte de un proceso, en una secuencia

vertiginosa de hechos, con los entretelones “mal” o nunca sabidos,

con las masas expuestas y visibles en la esperanza o el exterminio,

con el susurro y eco de las maquinaciones, con el bullicio y estruendo

de los bloques sociales enfrentados, con el develamiento final del

verdadero interés que (en)cubría e informaba tanto empeño y sangre

que derramaron la clase dominante y el imperio, con la jactancia

ulterior que se prolonga, a su vez, en una insaciable escarnio

permanente, esencia de la agotada y extenuante política reaccionaria

ya en este siglo XXI… y toda esa desfigurada renunciación

concertacionista que hoy es traición, muchas veces, y que avala y

sentencia el dolor de un pueblo que se dijo representar y defender.

Cierto; es un largo cortejo y desfile de acontecimientos, actos,

acciones, declaraciones, palabras y gestualidades incluidas. Pero lo

que torna imprescindible este libro es que deviene largo, paulatino,

ascendente proceso de razón y reflexión: razón, en tanto es un intento

y logro por razonar, por pensar efectivamente, por abordar sin límites

– aunque con presupuestos e hipótesis – la verdadera configuración

del caso chileno. (Re)flexión, en el sentido de poner en relación y

conexión, de ponerse efectivamente a trabajar el material disponible,

en búsqueda ya no de la propia experiencia solamente ni el propio

pensar, únicamente: investigar desde las fuentes ideológico-políticas

de los protagonistas. Relevantes, sus medios de comunicación e

información, su propaganda, la difusión, las memorias personales,

los memorándums oficiales, hasta los trascendidos que tiempo y vida

confirman hechos y/o verdades; la toma de posición política, en

suma.

Allí quedan despejadas, por expuestas, la ingenuidad de los que

jugaban con una cierta fatalidad de la historia y el progreso que

conduciría necesariamente a buen puerto, se hiciese lo que se hiciese

y se omitiese lo que se omitiese; allí, además, los que resultaron

incapaces  de sostener sus presupuestos rupturistas y no supieron,

más que capturar, comprender el instante. Y en esa reflexión

saludable, el autor  devela psicología de dirigentes y protagonistas:

cómo, en tal vacilación, se escondía una visión mesiánica de los

asuntos humanos y hasta de los sacrificios a hacer; cómo, en tal otra,

el personalismo había sentado sus reales y enseñoreaba la

personalidad y la acción.  Ambas – y otras muchas -, concepciones

que eliminaban, sustituían, despojaban o limitaban seriamente la

participación fértil de las mayorías. En suma, en tanto humanidad

y especie, se estaba por debajo de lo requerido. Con agudeza el autor

comprende que también desde ese sitio se provocó la confusión: en

el fondo, progresivamente se daba una indistinción de líneas

políticas que convierte el accionar en pérdida, en incapacidad

teórico-práctica: en derrota.

Más allá de los deseos y las declaraciones, la izquierda  paró en

el inmovilismo porque finalmente no supo y no pudo construir una

estrategia y unas prácticas a la altura de la circunstancia histórica; la

derecha había comprendido que la crisis lo era del sistema y no

sobre el sistema, el pueblo, dialécticamente y en consecuencia,

resultaba obligado a querer lo que quería, tal como la reacción:

qué fuerzas humanas daban salida a la crisis para construir qué

sociedad, con cuáles fines, con cuáles orientaciones y con cuánto

dolor a pagar por quiénes… Con razón finalista – y con prescindencia

de toda ética futura, colectiva o de especie – un redactor de El

Mercurio ha sostenido, con el desparpajo, la asepsia y la crueldad

rencorosa de todo petimetre, que se darán golpes de Estado…cuantas

veces sea necesario… como única alternativa al “nunca más”. La

especie, el pueblo están notificados del mismo miedo y odio de

siempre: la lección del eterno retorno del mismo horror y sin sentido…

Este libro constituye un formidable recordatorio, ya lo dijimos,

una pedagogía inexcusable; ahonda en el pasado porque sabe, con

Goethe, que únicamente el que hunde la mirada en lo remoto puede

desentrañar el futuro. Las lecciones de la historia son eso: la verdad

se ilumina de lo pesaroso, pero también de la posibilidad. La especie

vive y se expresa en política no por afán de dominio: el sentido y la

dirección de la vida, es, en sí misma, también finalidad. Y si el pasado

es macabro, lo es en tanto no se lo entiende, porque ya no se

comprende el propio presente y desde allí se imposibilita el dibujo

del porvenir. Así, la criatura que pide sentido al mundo, incurre en la

negación absoluta y en la muerte: aquellas aguas de la historia

acarrean aquestos lodos del hoy…

En una propuesta audaz, estrictamente vital, Alvarado señala y

apuesta al sitio donde aguarda la historia su oportunidad; el lector

culminará su lectura de proceso y mecanismo con entusiasmo, no

nos cabe duda, y también con el asombro de contemplar la verdad

tan nítida como sepultada y escamoteada por décadas: le asombrará

constatar cómo la vida es una en sus continuidades y rupturas, y

como le concierne… del pasado y del futuro se participa y no hay

inocencias y sí responsabilidades.

Si Marx alguna vez aseveró que la historia una vez se podía

sostener como tragedia, y en otra oportunidad como comedia,  Zenón

Alvarado parece advertirnos ahora que dejemos estos tiempos de

mala comedia para restablecer sus lazos legítimos y humanos: la

historia como producto de la especie y de creciente participación y

felicidad, una humanización cotidiana, pero con grandeza, identitaria

pero con aporte a la humanidad, respetuosa pero digna en su derecho

a ser, modesta en su cosmología pero de praxis inevitable, inexcusable

para todos.

V.A.E.

Abril 2009

Agradecimientos del autor.

Extracto El Fantasma de Chile Tercera Parte, Pags. 267-268

Sin embargo, ese poder popular que acá se ha denominado como

no oficial, existió. No sólo eso, trató de irrumpir en el escenario. Y

cuando ello ocurrió fue, (para decirlo amablemente por ahora)

postergado, tramitado, negociado, reprimido y por último

simplemente encarcelado y sus dirigentes salvajemente torturados.

Todo esto ocurrió durante el mismo gobierno de la Unidad Popular

y el presidente Allende se prestó para dar la autorización a lo que se

conoció como la represión a los marineros de tropa de la marina de

guerra chilena. Acá se intenta un recuento y un análisis político y se

busca una clarificación de las responsabilidad política que la

izquierda tuvo en la suerte que corrieron los marinos antigolpistas.

Acá se reivindica el movimiento de los marineros de tropa, y se lo

coloca como un ejemplo auténticamente popular, surgido desde las

entrañas mismas del pueblo y engendrado por las condiciones llenas

de  injusticias, arbitrariedades, prepotencia y odio clasista que impone

en los buques y naves de guerra una oficialidad elitista, reaccionaria,

adiestrada en escuelas norteamericanas, con contenidos destinados

a producir mandos que defienden intereses de clase que no son los

de los trabajadores.Como una reacción histórica a tales condiciones,

en aquellos años surgió el movimiento de los marinos de tropa. Surgió

desde adentro; no tuvo ninguna necesidad de “contactar”

organizadores desde el exterior de los barcos. Se subraya aquello

de determinar las responsabilidades políticas, por cuanto se trata

precisamente de una discusión política,  que se aspira a que sea lo

más respetuosa y fraternal. Lo anterior no puede estar reñido con la

verdad de los hechos. A los marinos se les conoció con aquel nombre

en aquellos años, cuando se levantó una inmensa cadena de

solidaridad con ellos para evitar que los asesinaran.

——-

Extracto El Fantasma de Chile Tercera Parte, Pags.324-346

El intento para entrar en la escena que hicieron los

“marinos de tropa”.

Introducción.

El fracaso de las direcciones históricas que en la izquierda tenían

la “batuta” al momento del golpe puso de manifiesto una variada

gama de errores. El primero de ellos es conocido, aunque escasamente

reconocido y no sería exagerado expresar derechamente que ha sido

ocultado. El presidente Allende y las comisiones políticas de los

partidos y movimientos que a la fecha contaban con la confianza del

pueblo y lo dirigían, en los meses y semanas previos al golpe fueron

responsables de haber:

Frenado, obstaculizado, bloqueado e incluso reprimido

las iniciativas variadas que surgieron desde el seno del

movimiento de masas, desde el interior de las

organizaciones de izquierda, e incluso desde la base misma

de las instituciones militares del Estado, para superar

positivamente y en provecho del pueblo los conflictos de clase

que se estaba desarrollando.

Lo anterior se puede probar.

Aquí, al mencionar el error precedente, no se pretende negar las

virtudes que en algún momento tuvieron aquellas direcciones

históricas. En realidad, de lo que se trata es de detectar, además, la

parte que no son virtudes, es decir, los errores. Los hubo y bastantes

gruesos.

Los muros de contención y represión que se levantaron para frenar

al pueblo tuvieron distintos y variados modos de expresión,

practicados por las distintas direcciones políticas que a la fecha

existían adentro y afuera de la Unidad Popular. Es decir,  una política

practicada transversalmente aunque en distintas circunstancias y

utilizando distintos métodos, e incluso con distintos grados de

diferenciación ideológica y por lo tanto utilizando distintos lenguajes,

no exentos de vulgar verborrea.

El presidente Allende, por ejemplo, no tuvo inconvenientes en

dar el visto bueno al Almirantazgo de La Marina para que  encarcelara

y desarmara, la noche entre los días 6 al 7 de agosto del 73, la

organización de los marinos antigolpistas que habían surgido desde

la tropa y tripulaciones en los barcos en la Marina de Guerra. El

visto bueno presidencial fue aprovechado de muy buena gana por

los oficiales golpistas asesorados por los consejeros norteamericanos:

pusieron en práctica los brutales y aberrantes métodos de tortura

que se enseñan en la escuela de las América.

Antes tales hechos, las comisiones políticas de las organizaciones

de izquierda guardaron un cómplice y matizado silencio. Matizado,

por cuanto las protestas que en aquellos momentos se levantaron,

nunca llegaron a traducir la intención de proyectar y perfilar una

nueva dirección política que sobrepasara con hechos y que rompiera

definitivamente con la antigua dirección. Los que protestaron no

valoraron, o no quisieron valorar, en su dimensión real aquel hecho

represivo como un acto político que tuvo consecuencias criminales

devastadoras destinadas a eliminar del escenario un movimiento

político-militar con características inéditas y revolucionarias. Allí

se legitimaba prácticas represivas, violaciones a los derechos

humanos, a la vez que se asumía ofensiva para los

contrarrevolucionarios y se sumía en la defensiva a los verdaderos

revolucionarios, el pueblo y la clase obrera. Todo ello, conviene

reiterarlo, era un acto político, no un simple suceso más en el marco

de la lucha de clases, algo que iba a pasar desapercibido y sin

consecuencias: únicamente “ciegos” redomados no podían percibir

las nuevas condiciones que exigían, eventualmente, nuevas

condiciones de conducción… se llegó con retraso, esto es, tarde,

mal…y nunca.

El rasgo inédito manifiesta que el movimiento en la marina

surgió bastante al margen e independiente de la actividad orgánica

de las direcciones política. Aunque fue impregnado y contaminado

por procesos que aquellas direcciones recogieron del pueblo y en

parte iniciaron.

Tal movimiento tenía antecedentes históricos a principio de la

década de los treinta, cuando acciones encabezadas por los marinos

de la época estremecieron el acontecer social y político de aquellos

años, apoderándose de los barcos de guerra e iniciando una protesta

en contra del gobierno reaccionario de aquellos años, que en su

desfachatez había ordenado bajar los sueldos de gran parte de la

población.

En 1973 las protestas que se levantaron desde las direcciones en

la izquierda cuando se encarceló y torturó a los marinos, implicaron

y escondían un silencio cómplice; esta complicidad consistía en

confiar que aquellas mismas direcciones que aprobaron el

encarcelamiento de los marinos, irían a tomar medidas para “salvar

la situación”.

Aquí,  en las complicidades, radica la explicación de todas las

debilidades comunes que tuvieron las direcciones políticas de la

llamada izquierda revolucionaria de la época y que han sido ocultadas

y/o silenciadas en la historiografía de los últimos años. Cuando no

también ignoradas.

Todo esto puede causar  molestia en más de alguien que este

leyendo este trabajo. Comprendiendo la molestia, resulta también

comprensible y necesario no renunciar a respetar y revisar lo que se

puede, con propiedad, llamar  la majestad y la dignidad de  hechos

probados y comprobables, para contextualizarlos y luego extraer

conclusiones no únicamente morales, sino esencialmente políticas.

La represión desatada en la primera semana de agosto, en la

marina, fue un ejemplo muy clarificador de cómo se frenó  y en este

caso hasta se llegó a reprimir la energía del pueblo. Porque los

marinos eran pueblo y tenían energía. Sabido es que la energía se

puede expresar en infinidad de formas; luego se verá como se

expresaba en la marinería.

Los marineros habían buscado a las direcciones de la izquierda,

según ellos mismos lo declararon antes del golpe en la carta que

desde la misma cárcel enviaron al pueblo y a Allende. Además, habían

puesto a disposición de los dirigentes izquierdistas, un plan concreto

para superar la crisis que se estaba desarrollando.

No sólo los aspectos anteriormente señalados le trajeron los

marinos a la izquierda en aquellos difíciles días. Adicionalmente,

advirtieron oportunamente a los representantes del pueblo en ése

momento, “lo que se venía encima”.  Incluso más, los planteamientos

no eran palabras al viento. Sus ideas y proyectos tenían la particular

condición de provenir de gente con  poder material, portadores de

un calibre más que suficiente, contundente y hasta lapidario.

1:1

Lo que ilustra y prueba la nefasta actitud y responsabilidad del

presidente por un lado y por otro de las Comisiones Políticas de

aquella época, fue el aval que le dieron a la declaración del

Comandante en Jefe de la Primera Zona Naval, Contralmirante Daniel

Arellano Mac Leod,  reproducida en El Mercurio de Valparaíso

cuando apareció un artículo con  titular, “Lista del personal detenido

en el complot de la Armada” el sábado 25 de agosto en la página

10. Ahí se afirma, que el arresto y el mismo proceso, incoado por la

Justicia Militar  en contra los marinos:

“Este proceso se inició a requerimiento del Poder

Ejecutivo de conformidad con lo establecido en el Art. 26 de

la Ley Nº 12 927, sobre Seguridad del Estado”.

La declaración se producía tres semanas después de que se

iniciaran los primeros arrestos y cuando ya habían caído prisioneros

y luego torturados decenas de tripulantes de distintos barcos de la

Marina de Guerra.

Las protestas populares que se organizaron entonces en todo

Chile, encabezadas por los mismos familiares de los marinos

arrestados y sus abogados defensores, obligó al Alto Mando de la

Marina a hacer público la lista con el nombre de los prisioneros. A

ello se habían negado,  durante las tres semanas previas.

Junto con ceder a la petición de publicar los nombres de los

marinos, el Alto Mando en la declaración del Almirante mencionado,

pretendían desmarcarse de la acción represiva, descargando en el

gobierno la responsabilidad de ella. Intento absurdo e inútil, teniendo

en cuenta de que el mismo alto mando de la Marina había solicitado

y organizado la cacería de brujas, lo que formaba parte de un vasto

plan golpista, estimulado desde las sombras y aconsejado por la

embajada norteamericana y sus agregados militares. Quedó en pie

sin embargo y en el registro histórico, el hecho de que la declaración

antes citadas del Almirante nunca fue desmentida por el gobierno

de la Unidad Popular, ni por el mismo Allende. Al contrario.

La responsabilidad del presidente en la autorización que se le

había extendido al Almirantazgo para reprimir a la tropa tenía ya su

antecedente, cuando en la prensa de esos días se conocieron

expresiones con una condena explícita que Allende hizo en contra

de los marinos, solo algunas horas después de iniciada la cacería.

Una muestra se contiene en las expresiones presidenciales

reproducidas en El Mercurio de Valparaíso, agosto 10 de 1973. Pág.

8. Ahí se recogían los términos presidenciales pronunciados al

momento de tomar juramento a los integrantes de su nuevo gabinete

el día anterior, es decir el nueve de agosto. En el nuevo gabinete

había representantes de las Fuerzas Armadas. El presidente dijo en

ese discurso que el nuevo gabinete era de: “Seguridad Nacional”.

Agregó además que era “la última posibilidad”. Pero también sostuvo:

“…ayer se descubrieron tentativas de organización celular

en dos buques de la Armada Nacional. Se presume que

intervinieron miembros de la ultra izquierda. Una vez más

se dan la mano los extremistas de izquierda con los de

derecha, gente que no comprende el significado de este

proceso que el pueblo va a defender”

(Los subrayados y remarcados no son del diario).

Los represores y golpistas no perdieron tiempo después que el

presidente pronunciara esas condenatorias palabras. Así, según relatos

hechos posteriormente por algunos de los torturados de entonces,

las palabras de Allende fueron utilizadas en los calabozos de tortura

para desmoralizar a las víctimas, obligándoles a escuchar grabaciones

o frases textuales del mensaje presidencial. La condena del presidente

fue celebrada por los golpistas. Estos no se demoraron en utilizar las

palabras del presidente. En los calabozos y sesiones de tortura los

verdugos contaban con un recurso nuevo para debilitar moral y

políticamente a los marineros.

El futuro para los arrestados era muy incierto ya en aquellos

momentos previos a la declaración mencionada. Con las

declaraciones del presidente  la situación  “se colocaba color de

hormiga”, y se agravaba más, aumentando los maltratados y torturas,

sin derecho a legítima defensa. Se les aplicaría por orden del Gobierno

popular la Ley de Seguridad Interior del Estado. Luego, el presidente

en persona aparecía colgándolos en la plaza pública,

descalificándolos con una serie de adjetivos, tales como: ultra

izquierdistas, extremistas, que además,  se dedicaban a extenderle

y darle  la mano a los extremistas de derecha. Y como si todo lo

anterior fuera poco el presidente  agregó; “gente que no comprende

el significado de este proceso que el pueblo va a defender”.

Es decir, la campaña represiva y criminal en contra de los

marineros, fue:

Ejecutada y promovida, y de muy buenas ganas,  por sus

superiores en la Marina.

Aprobada, atizada y azuzada por la dirección de la Unidad

Popular. O parte de ella.

Iniciada, justificada y amparada por el propio presidente,

cuando dio su visto bueno.

En la misma Moneda y en la compañía de los mismos verdugos

de los marineros, es decir  oficiales y altos mandos de las FF AA., el

presidente los atacaba y desprestigiaba,  justo cuando estaban siendo

torturados y la persecución estaba aún en desarrollo.

En contra de los marineros, sus torturadores tenían objetivos

bien precisos y no se les estaban aplicando castigos sólo por el hecho

de que tenían claras simpatías izquierdistas. En aquellos momentos

para el Alto Mando era esencial saber los verdaderos alcances que

al interior de La Marina tenía el movimiento. Se trataba de hacerles

preguntas bien seleccionadas para  arrancarles declaraciones que

permitieran conocer hasta donde llegaba la red revolucionaria al

interior de la tropa.

¿Qué tipo de movimiento, con qué alcances, qué forma, qué

dimensiones y muy especialmente, quiénes lo dirigían?

Y desde luego, querían saber además, la profundidad y los

alcances al exterior de la marina. Esos datos, políticos y militares,

tenían una importancia vital y fundamental para los golpistas de la

Armada. Fue de vital importancia para los conspiradores averiguar

el nombre y el apellido de los marinos que no estaban con el golpe.

No hay que olvidar que los preparativos para el zarpazo final habían

comenzado. No se frenaron ante nada;  usaron todos los métodos

que habían aprendido en la Escuela de Las América panameña  y en

otras escuelas ubicadas en el propio territorio de EE-UU, para torturar

y  hacerlo metódica, sistemáticamente.

 En contra de los marineros se estaban aplicando ya, en pleno

gobierno popular, los métodos de tortura y represión que semanas

después se estarían aplicando en contra de todo el pueblo,

particularmente en contra de muchos de los mismos dirigentes de la

Unidad Popular que habían condenando a los marinos. La cosa

entonces era grave, no sólo por lo que le estaba sucediendo a aquellos

sino también por lo que les sucedería posteriormente a los que estaban

avivando la cueca en su contra. Y lo anterior no es otro detalle

soslayable, en tanto que los golpistas apresaron a los marinos con la

autorización de dirigentes partidarios y ministros del gobierno popular

y con la aprobación explícita y directa del presidente; medítese el

retroceso político-moral para unos y el avance para los otros: la

reacción, el imperialismo. Esos mismos torturadores y sus

superiores, pocas semanas después, las emprenderían en contra del

conjunto del pueblo, la izquierda y muchos de los mismos dirigentes

y ministros del gobierno que habían autorizado la cacería en contra

de los marinos.  Eran,…  las vicisitudes y miserias del proceso

chileno. Pero en tales vicisitudes y miserias, se contiene la clave

para entender las deficiencias e insuficiencias de una conducción

política que cometió errores fatales.

1:2

Sin embargo y a pesar de las declaraciones condenatorias de la

cúpula, en honor a la verdad histórica, habría que dejar establecido

que al interior de la UP,  entre los trabajadores, la juventud y el

pueblo en general,  los marinos contaban con bastante simpatía y

adhesión.  Después que se conoció la noticia de los primeros arrestos

se constituyó en todo Chile, de modo bastante espontáneo, una gran

cadena solidaria. Las principales revistas de izquierda, como “Punto

Final”, “Chile hoy”, dedicaron abundantes páginas con reportajes y

fotos en portadas. Se convirtió en símbolo del movimiento durante

esos días,  foto de álbum familiar, muy característica, con  forma de

elipse, que mostraba con uniforme al Sargento Juan Cárdenas

Villablanca.

El pueblo en esos días conoció de la valiente y decidida actuación

de Regina, compañera del sargento. A ella y a un equipo valiente de

abogados, de familiares de los marineros y muchos otros dirigentes

populares anónimos que surgieron en esas circunstancias, les

correspondió enfrentar y lo hicieron con coraje y decisión, a los

poderes fácticos de la época, llámese el Alto Mando de la Marina de

Guerra y el Gobierno que había autorizado la represión que estaba

en plena y descontrolada marcha.

Como si ya lo anterior fuera poco, Regina tuvo que hacerle frente

a la dirección de su propio partido, el Partido Comunista de Chile,

cuya comisión política estimó, en esos días, que a los marinos había

que pegarles en el suelo y de paso le quitó la calidad de militante

que tenía la valiente esposa del sargento Cárdenas.

La cadena de solidaridad que había surgido a contrapelo de las

instrucciones y disciplinas partidarias, en el seno de las

organizaciones del pueblo tuvo múltiples expresiones. No era

extraño ése hecho, puesto que el destino que estaban corriendo los

marinos desafiaba el sentido común de la gente.

Mientras tanto, y nuevamente a contrapelo de lo que era la

línea oficial que exigía el presidente, en las altas esferas de la

dirección de la Unidad Popular en esos días y en relación a la

campaña para salvar a los marinos, también hubo expresiones

significativas de apoyo moral y político. No era correcto

políticamente encarcelar y torturar a los que desde abajo y desde

el seno mismo de las organizaciones de la defensa nacional,

habían optado por defender el proceso que se estaba viviendo.

Un razonamiento simple y claro como el agua.

Una manifestación reveladora de lo que sucedía se expresó el

día 4 de septiembre de 1973,  con motivo de la celebración del

tercer aniversario del triunfo de la unidad popular en 1970 y cuando

ya había transcurrido un mes de la caída de los primeros prisioneros,

torturados reiteradamente. Un organismo de la UP, llamado Comité

Ejecutivo de la Unidad Popular,  emitió una declaración pública

en donde se condenaban las torturas en la Armada y se solidarizaban

con los familiares y los marineros flagelados. La declaración se

difundió entre otros diarios en  “Las Noticias de Última Hora”.

Entre otras cosas ahí también  se expresaba,

“2. Denunciar las torturas sin precedentes a que han sido

sometidos y que nadie ha podido desmentir, constituyendo

un atentado a los derechos humanos. El pueblo exige

garantías de corrección, trato digno y respeto por los

derechos inalienables de los marinos injustamente

acusados.”. (Los subrayados y remarcados no están el texto

original).

(La declaración completa se encuentra disponible en el archivo

que en Internet tiene el “derechista” Centro de Estudios Públicos,

en  el portal del www.cepchile.cl,  y que forman parte del libro,

“Los mil días de Allende”, capitulo 8, sección los días finales, una

compilación de documentos de la época, hecha por Miguel González

y Arturo Fontaine Talavera. La  declaración citada está en la página

863-4)

La solidaridad que recibían en esos momentos los marinos era

importante, necesaria y era lo mínimo que querían escuchar y que

podían esperar, estando en los calabozos de la Armada.

Sin embargo y para desgracia de ellos y sus familiares, no fue

lo último que escucharon de parte de las direcciones políticas de la

izquierda. Inmediatamente después de que se dio a conocer la

declaración  del Comité Ejecutivo de la UP a favor de los marinos,

al día siguiente, asomaron en la prensa, bajo la firma del  propio

presidente Allende, las siguientes palabras:

“El presidente de la República pidió al Comité Político

del Partido Federado de la Unidad Popular un

pronunciamiento sobre un comunicado de un órgano de

esta colectividad, que él rechazaba, referente a los procesos

que se instruyen en los tribunales de la Armada.

…Es decisión del Gobierno impedir el enfrentamiento

entre chilenos y por esa superior razón señala que las acciones

o declaraciones que contribuyen a dificultar un proceso

crítico como el que vive la nación, son altamente

perjudiciales.

El Gobierno ha insistido en que no puede deformarse

la realidad chilena con un falso antagonismo entre el

pueblo y las Fuerzas Armadas, instituciones éstas que

deben mantener su integridad y profesionalismo para

cumplir con las elevadas responsabilidades que imponen

la defensa y seguridades nacionales…”

(Ver la misma fuente del párrafo anterior, páginas 883-4. En la

época, la declaración de Allende fue publicada en el diario, “Las

Noticias de Ultima Hora”, bajo REVELADOR titular; “Es

decisión del Gobierno Impedir el Enfrentamiento”.  Septiembre

6 de 1973.)

La declaración presidencial, resultaba patética, entre otras

cosas. Patética si se piensa solamente en el significado real que

podía tener la frase  “es decisión del gobierno impedir el

enfrentamiento…”.

¿Acaso dependía de una decisión gubernamental, impedir el

enfrentamiento?

Y en el supuesto de que así fuera, es decir que el gobierno

tuviera la firme decisión de impedirlo; ¿Con qué fuerzas contaba

para ello?  Había que saber disparar, y no dispararse a los pies…

Profundizar en esos temas es inevitable y conduce directamente

a hacer una valoración de las posibilidades reales de acción que

tenía el gobierno y sobre todo de las que creía tener, de las que se

imaginaba que tenía. Por otro lado, ¿Cuál era la decisión de la

derecha, en sus distintas formas de expresión, y sobre todo cual

era la opinión que el gobierno norteamericano tenía sobre el tema?,

es decir sobre el enfrentamiento.  La respuesta a esas interrogantes

se supo bastante rápido; una semana después, el día 11 en la mañana.

También se supo aquella mañana que los mismos generales de

confianza del presidente, esos generales a los que el presidente les

garantizaba y aseguraba mantener “la integridad y

profesionalismo”  de los institutos armados, serían los encargados

de hacerle la encerrona en la Moneda y derrocarlo.

En fin, las declaraciones eran patéticas, pensando en las

preguntas anteriores. Se volverá sobre ellas. Ahora se trata de

retornar al tema de los marinos y su magra situación cuando el seis

de septiembre el presidente una vez más los deja solos y en las

manos de sus torturadores.

Así, el presidente exigiéndole al Comité Político de la UP que

desautorizara al otro comité de la UP daba con ello, entre otras

cosas,  una muestra de autoridad muy torpe.

Se sucedió en dicha coyuntura una seguidilla de declaraciones

con desautorizaciones y aclaraciones. Allende por una parte; luego

por otra, y a petición del presidente, entró en funciones rápidamente

un llamado, Comité Político de la UP.  Estos tenían la misión,

ordenada por el presidente, de explicar y aclarar  los verdaderos

alcances de la primera declaración del Comité Ejecutivo. Según

aquellos, lo que había expresado éste último no era lo que quisieran

haber dicho, había un mal entendido.

Con todo esto, la izquierda ofrecía un espectáculo desgraciado.

El capítulo, sin embargo,  no culminó ahí.

1:3

En La Marina, El Estado Mayor y los propios golpistas, de adentro

y afuera de la institución, tomaron debida nota de lo que estaba

sucediendo: registraron el tipo de despelote y desconcierto que se

había generado en la dirección de la Unidad Popular. Les preocupaba,

además, las dimensiones sociales que pudiera tener el movimiento

de solidaridad que se estaba levantando para proteger y defender a

los marinos. Comprendieron que si se seguían publicando más

antecedentes en relación a lo que estaba sucediendo – los métodos

de tortura y  la represión en marcha – y si ello no era detenido, la

situación se podría tornar difícil. Se sintieron respaldados por el

espaldarazo que recibieron cuando el presidente  impuso su autoridad

y acabaron por concluir que había llegado la hora para que ellos

también aprovecharan la situación favorable que se estaba generando.

Optaron por dar también una muestra de autoridad y golpeando la

mesa, decidieron  poner orden y cerrar la discusión.

Así, el día 7 de Septiembre, el fiscal que en La Armada estaba a

cargo del proceso en contra de los marinos  hizo publicar un

imperativo comunicado, que tenía toda “la pinta” y traza de una

orden y que el diario derechista-golpista  “La Tribuna”  (ni tontos

ni perezosos) editó íntegro,

“Con fecha de hoy el Tribunal en causa Rol Nº 3926 que se

sigue por sedición y presuntas flagelaciones ha dictado la siguiente

Resolución:

“En Valparaíso, a 7 de septiembre de 1973. Atendiendo a

los dispuesto en el artículo 25 de la Ley Nº 16 643 prohíbese

la divulgación por cualquier medio de difusión  de

informaciones relacionadas con el presente proceso por

presuntas flagelaciones, bajo apercibimiento de las

sanciones contenidas en la disposición precitada.

Publíquese la presente resolución en el diario El Mercurio,

de Valparaíso, El Mercurio de Santiago, y El Siglo de

Santiago.-

 Víctor Villegas, fiscal ad-hoc Pedro Benavides Manzini,

secretario”.

(Textual de la misma fuente anterior, página 890, los

remarcados no son del original ).

Con ello, en los calabozos de La Marina, se podría seguir y de

hecho se siguió torturando, y arrancando declaraciones y

autoinculpatorios. Los golpistas, represores y torturadores se sentían

en buena compañía,  protegidos por el silencio impuesto con el

amparo de La Ley… y de las autoridades.

1:4

Entretanto, fuera de los muros de La Marina de Guerra, lejos del

cuartel Silva Palma donde se tenía prisionero a los marinos,

continuaba el otro espectáculo ofrecido y brindado por  la dirección

política de la Unidad Popular, encabezada por el presidente y las

Comisiones Políticas que lo secundaban.

A nivel de los dirigentes de sindicatos, de los cordones e incluso

de muchos militantes de la misma izquierda en sus distintas versiones

e incluso en los cuarteles militares el tema no pasaba desapercibido.

A nivel de la base social, en donde la disciplina partidaria no

alcanzaba, en donde se podía conversar a lo amigo y compañero,

mano a mano, ahí las preguntas eran varias:

¿Cual había sido “el pecado” de los marinos?

Además, ¿Quiénes eran estos marinos?

¿Quién los había organizado?

¿Hasta dónde era verdad, la versión que se hizo circular entonces,

en cuanto a que estaban “en concomitancia” con elementos extraños

a las Fuerzas Armadas? Según se publicó, habían conversado con

los principales dirigentes de la izquierda.

¿Qué se había conversado?

También se supo que habían sido los mismos marineros los que

habían buscado a los dirigentes de la izquierda y habían expresado

su decisión de no obedecer órdenes golpistas. Siendo así, ¿por qué

Allende los rechazaba, los condenaba?

¿Por qué se les estaba torturando?

¿Por qué Allende, aparte de autorizar sus arrestos, los

descalificaba políticamente al acusarlos de aliarse y darse la mano

con la ultraderecha,  y como si todo lo anterior fuera poco, además

los inculpaba de ignorantes cuando les achacaba no entender lo

que estaba pasando en Chile?

Las preguntas eran legítimas teniendo en cuenta que en los

momentos de desarrollarse los hechos que se comentan, era aquella

una dirección política que daba muestras evidentes y públicas de

estar  a la deriva.  Una dirección política que había perdido el control

de la situación, esto es, era una dirección inerme. (Dato que conviene

dejar registrado y sobre ello es indispensable volver). Apta sólo para

disparar… a los propios pies.

Y todo ello a CINCO SEMANAS  o menos,  del golpe de Estado.

Igualmente,  preguntas que tenían que responder los que en la

izquierda ahora defendían a los marinos.

¿Que habían conversado, cuál era el contenido de las

conversaciones antes que ellos fueran  arrestados?

¿Desde cuándo los marinos habían estado en contacto con la

izquierda o parte de ella?

¿O había sido la izquierda o parte de ella la que había contactado

y/o organizado a los marinos?

O, ¿estos se habían organizado solos?

Y en el caso que ellos mismos hubieran pensado sus planes y se

los hubieran propuestos a la izquierda o parte de ella. ¿Qué les habían

respondido los dirigentes de la izquierda  a los marinos?

En las respuestas  se esconden los secretos de lo que realmente

sucedió en aquellos años. Esas respuestas permiten saber también

¿Cuál había sido el “pecado” de los marineros?  Evidentemente

que cuando se emplea el término “pecado”, se hace, no precisamente

en un sentido inculpatorio religioso, sino más bien jocoso, y bien

intencionado. Ello, porque en torno a la caída de los marinos, se

produjeron hechos políticos y reacciones que tuvieron dimensiones

trascendentales en aquellos días. Ya se ha relatado, por ejemplo, las

distintas intervenciones del presidente en contra de ellos. ¿Cómo

explicar esas condenas presidenciales, en contra de gente que estuvo

dispuesta a no obedecer las órdenes de derrocar al mismo presidente?

¿Cómo explicar, por otro lado, las expresiones de solidaridad muy

variadas, surgidas casi espontáneamente desde diferentes sectores

populares, cuando se supieron las torturas a que se les estaba

sometiendo? ¿Cómo explicar la misma crisis que ayudaron a generar

en la dirección misma de la Unidad Popular, que obligó la

intervención directa del primer mandatario, desautorizando a parte

de la misma dirección de la UP.?

¿Cómo explicar la amplitud y contundencia de los arrestos al

interior de la Marina, y sobre todo, cómo explicar el tipo de

organización que los marinos se habían dado, donde no tenían cabida

los oficiales y sólo había marineros y suboficiales?

¿Una organización, por y desde abajo?

¿En los buques de Guerra de la Armada chilena?

Es necesario repetir la pregunta, implícita ya anteriormente:

¿Una organización que excluía a los Oficiales?

Los marinos, que estaban siendo reprimidos brutalmente, eran

entonces muy interesantes desde varios puntos de vista. Es

indispensable seguir analizando el asunto para hacer claridad. Más

necesarios se hace tal análisis si se piensa en el hecho de que después

de 35 años, en la historia que se ha contado prácticamente los marinos

no existen.

¿Por qué, el “olvido”? ¿Por qué el silencio?

Está claro que olvido no es lo mismo que el silencio. Y debería

redundar claro que ni el silencio ni el olvido en política son cuestiones

fortuitas. Al contrario, en política los silencios y los olvidos se

planifican, se determinan, alguien o algunos los impulsa y promueve

y sacan provecho… en distintos y variados aspectos.

Esta diferenciación es vital para entender ya no sólo el

movimiento en cuestión, el movimiento de la marinería surgido en

aquellos años, sino también para comprender mejor las razones del

fracaso de aquel proceso que se desplegó entre septiembre de 1970

y que se ahogó en septiembre de 1973.

En una afirmación hecha ya en los primeros párrafos de este

trabajo, se sostiene que las direcciones políticas de aquella época,

incluido el mismo presidente Allende, frenaron el desarrollo y

práctica de soluciones nacidas desde el pueblo mismo para resolver

positivamente el conflicto existente en ese momento.  El autorizar el

presidente y las direcciones políticas que lo secundaron,  la represión

en contra de los marinos y en seguida someterlos a una condena

pública, cuando estos ya estaban todos encarcelados y torturados,

constituyen  datos contundentes para concluir de que sí frenaron y

reprimieron a los marinos.

Resta ahora esclarecer lo que los marinos propusieron y qué es

lo que realmente querían: con ello se completará mejor el cuadro de

hechos demostrativos del verdadero curso de los hechos y los

acontecimientos. Un intento por responder y discutir las preguntas

anteriores es indispensable. Y a ello están dedicadas las siguientes

páginas.

1:5

“El pecado” de los marinos. Y un recuento de cómo se habían

desencadenado los hechos.

Al finalizar la primera semana de agosto del 73, más exactamente

en la madrugada del día 6, un Servicio represor de la Armada recibe

la orden para proceder y detener selectivamente a un grupo importante

de tripulantes de los buques “Latorre” y “Blanco”. La explicación

pública que se dio en el boletín oficial, reproducido en El Mercurio

de Valparaíso de fecha agosto 8 del 73, señala:

“En los últimos días de la semana pasada fue detectada

por los Servicios de Inteligencia de la Armada, la gestación

de un movimiento subversivo en dos unidades de la escuadra,

apoyado por elementos extremistas ajenos a la institución.

De inmediato se procedió a la sustanciación de un sumario

interno, que ha permitido individualizar y detener a varios

tripulantes, presumiblemente comprometidos.

En el citado proceso que se instruye, se han formulado

cargos por faltas graves a la disciplina y a las disposiciones

del Código de Justicia Militar, al personal que habría

deliberado con elementos ajenos a la institución, cuya

vinculación y responsabilidades una vez esclarecida, será

sancionada rigurosamente de acuerdo con el Reglamento de

Disciplina de la Armada y el Código de Justicia Militar.

Estos hechos, son consecuencias evidentes de la intensa

campaña de propaganda perniciosa que han estado

desarrollando grupos extremistas mediante continuos

llamados a la desobediencia. La Armada Nacional condena

violentamente todo intento destinado al quebrantamiento

de la disciplina y la cohesión institucional  que afecta a la

Armada, expresando que será inflexible en la aplicación de

las medidas tendientes a controlar la situación y sancionar a

los responsables”. (Los remarcados no están evidentemente

en el original del diario mencionado).

El día siguiente, nueve de agosto, el mismo diario informa, en

un artículo de portada,  titulando que eran: “23 marinos arrestados

por motín”, todos pertenecientes al crucero “Latorre” y al destructor

“Blanco Encalada”. (Con el correr de las semanas, los arrestos

llegarían a más de un centenar).  Los detenidos estarían en el cuartel

Silva Palma, en Valparaíso. Por demás, se deja entrever en la

información, que en la Escuela de Ingeniería de la Armada la

Inteligencia Naval habría detectado otro foco, lo que indicaba

claramente de que se estaba sólo en el comienzo del

desmantelamiento de una organización bastante extendida. En

relación a la redada en marcha en la escuela de Ingeniería el artículo

proseguía:

“procediéndose a detener a varios de sus integrantes, por estar

implicados en dichos actos lesivos para la disciplina militar”. La

información asegura que aunque no se han dado los nombres de los

detenidos en su mayoría son suboficiales y marineros y no hay

oficiales de ambos buques comprometidos.

El diario, en el artículo mencionado cita declaración hecha en

Santiago, por el capitán de fragata  Pedro Barahona Lopetegui, jefe

del departamento de relaciones públicas:

“…la Armada solidariza plenamente con las expresiones

de repudio de los comandantes en Jefe del Ejército y de la

Fuerza Aérea de fecha 7 de agosto y reitera su firme y amplio

rechazo a todo intento de quebrantar la disciplina y romper

su cohesión institucional, intentos que comprometen el

indiscutible prestigio alcanzado por ellas y afecta

significativamente a la seguridad nacional”. (Los

remarcados y subrayados no estaban en la versión del diario

mencionado).

Quebrantar la disciplina,  romper la cohesión institucional y

afectar la seguridad nacional, según los altos mandos de la Armada,

habrían sido los pecados de los marinos. Entre los encarcelados y

los que estaban siendo perseguidos no había oficiales.

Datos todos ellos entregados por la propia armada, que desde

luego tenían una significación muy especial, relevante y reveladora

del tipo de movimiento.

Luego el día 10, el mismo Mercurio de Valparaíso, en portada y

al interior, destaca expresiones de Allende vertidas al momento de

poner en funciones su nuevo ministerio, que incluye a los Jefes de

las ramas de las FF-AA. Destacando especialmente las declaraciones,

(que se han reproducido en páginas anteriores)  en donde denuncia y

condena lo que el califica como la “organización celular en los

buques de la Armada Nacional”, donde “se dan la mano los

extremistas de izquierda con los de derecha, gente que no

comprende el significado de este proceso que el pueblo va a

defender”.

Pero, el diario agrega que luego el presidente sentenció:

“…en este país no habrá otras Fuerzas Armadas que

las que establece la Constitución, no habrá un ejército

paralelo, se mantendrá la verticalidad del mando.”.

Según el diario, el presidente:

“En seguida,  agradeció la lealtad de las FF AA y su

acatamiento al poder civil…Precisó también que el Gobierno

rechazará toda tentativa e infiltración subversiva en las FF

AA., Carabineros e Investigaciones”.

El párrafo del discurso del presidente, relativo a que en Chile

“…no habrá un ejército paralelo  y de que se mantendrá la

verticalidad del mando”,  tenía una connotación política muy especial

y es indispensable darle algunas vueltas, porque no eran “palabras

al viento”. Tales expresiones tenían destinatarios bien determinados

para que acusaran recibo del mensaje de Allende.

En primer lugar, un mensaje directo, un recado si se quiere,

dirigido a los marineros que estaban siendo torturados en el Cuartel

Silva Palma en Valparaíso. De paso también estaba dirigido a los

que en la izquierda habían sostenido conversaciones con los

marineros.

Este mensaje del presidente fue suscrito por las comisiones

políticas de los partidos de la Unidad Popular; esta sola circunstancia

hace plausible, y hasta ahora indesmentida, con hechos, la afirmación

del párrafo anterior: una “puesta en orden” de la propia casa UP,

de los que estaban más allá de la UP, y de los propios marineros

encarcelados… y de los que estaban, todavía, libres…

Las expresiones de Allende sobre la verticalidad de mando y las

seguridades de que en Chile no habría un Ejército paralelo, estaban

dirigidas muy especialmente a los Comandantes en Jefes y Estado

Mayor de las FF AA., dándoles seguridades de que no había de su

parte intención de dejar de contar con la “patriótica” colaboración  de

las instituciones uniformadas; consecuente era el hecho de que sus

representantes entraban una vez más al gabinete presidencial. No

en vano – y sintomático – era un “gabinete de “Seguridad” nacional”.

Viene al caso recordar que el famoso gabinete duró algo así como

14 días, debido a que inmediatamente después de la mitad y antes de

finalizar agosto, se produjeron determinados acontecimientos

políticos con consecuencias importantes, entre las cuales estuvo el

hecho de que el “gabinete de seguridad nacional” tuvo que ser

cambiado por otro. Ello no era raro, por el hecho de que los remedios

que el presidente y las comisiones políticas de esos momentos

proponían,  simplemente carecían de realidad y suelo político…

Pero,  ¿por qué las palabras del presidente debían ser

interpretadas como un mensaje en directo a los marinos y a los que

en la izquierda habían conversado con los ellos antes de que fueran

hechos prisioneros? ¿Qué sabía respecto a las características,  planes

y propósitos de los marineros?

¿Es que acaso el presidente tenía datos e informaciones especiales

sobre los planes, propósitos e intenciones de los marinos?

¿Sabía el presidente que los marinos estaban dispuestos a ir

más allá de la simple negativa para desobedecer las órdenes de los

golpistas?

Los marinos que en esos momentos estaban siendo interrogados

y sometidos a tormentos y sufrimientos,  ¿eran simplemente marineros

que se habían concertado para defender al gobierno del presidente,

eran, simplemente  marinos  antigolpistas?

 ¿O, eran algo más que antigolpistas?

Y sobre todo, interesa aclarar detalles nada de descartables y

que se pueden expresar formulando  preguntas de la manera siguiente:

El movimiento que estaba siendo desarmado en La Marina de

Guerra, ¿Qué carácter de clase tenía?.. ¿Hasta dónde era verdad,

de que los insurgentes eran marineros Allendistas, y como tales,

también compartían el criterio presidencial de  respetar la

verticalidad del mando?

Hasta dónde era verdad aquello que se expresa en el comunicado

de la Armada en cuanto a que no había oficiales involucrados, sino

que todo era un asunto entre suboficiales y tropa. Acaso, entonces,

Allende estaba al tanto  de lo que la organización  de los marinos

era, ¿un movimiento de clase, que llevaba en su seno efectivamente

un planteamiento para formar unas Fuerzas Armadas, diferente a las

que él mismo apoyaba y defendía?

¿Por qué al presidente ahora se le ocurría defender la verticalidad

del mando? ¿Por qué,  ahora se le ocurría decir en voz alta que en

Chile no habría un ejército paralelo?

¿Acaso los marinos se habían concertado para desobedecer las

órdenes de los oficiales golpistas?… pero ¿además, tenían como

objetivos por ejemplo, ROMPER LA VERTICALIDAD DEL

MANDO?

Y además, ¿ORGANIZAR OTRO TIPO DE EJÉRCITO,

DISTINTO AL EJERCITO VERTICAL, AUTORITARIO Y

GOLPISTA ACTUAL?

¿Eran  ésas las ideas y propósitos de los marineros.?,

De ser el caso, esto es,  si fueron esas las razones por las que

habían caído presos los marinos, entonces “la cosa”, cambiaba y

bastante.  Pues ello quería decir que las palabras de Allende, diciendo

que éstos eran gente que no comprende el significado del proceso,

eran palabras y juicios  totalmente errados. Y por ende, la imputación

sobre una supuesta incapacidad deviene  totalmente infundada.

1:6

EFECTIVAMENTE COMPRENDIAN EL SIGNIFICADO

DEL PROCESO.

El que no entendía el significado del proceso era precisamente

el presidente y sus consejeros,  incluidas las comisiones políticas

que estaban detrás y junto a él

Sería conveniente establecer aquí que para el pueblo en general,

para los militantes “comunes” de la izquierda, e incluso para los no

pocos militantes de la misma Unidad Popular que no tenían partido,

resolver aquellas preguntas e incertidumbres, dando respuestas

fundamentadas en aquellos días, eran bastante difíciles.

Pero no era una tarea imposible.

En primer lugar difícil, por cuanto los mismos marinos no

podían dar su versión.  Estaban presos. Y cuando pudieron hacerse

escuchar por medio de los reportajes y entrevistas que se hicieron en

la prensa escrita, o cuando ellos mismos lograron filtrar desde la

cárcel una carta al pueblo y a la izquierda, las prioridades políticas

del momento no estaban precisamente puestas en discusiones

ideológicas. Las prioridades eran en ése momento lograr que salieran

en libertad o que se pararan las torturas y  denunciar  la conspiración

en marcha para desatar el golpe. De esa forma, en aquel tiempo, con

el mismo golpe en las puertas, no era posible dedicarse a dar detalles

sobre los planteamientos particulares de los marinos. Así lo

entendieron todos y en buena  hora.

En segundo lugar difícil, por cuanto los dirigentes de la izquierda

que habían sostenido conversaciones con los marinos, se cuidaron

muy bien de no entregar una versión completa y detallada respecto

de los planteamientos que habían escuchado de los marinos. Estos

dirigentes de izquierda de entonces se limitaron a solidarizar con los

presos y torturados en concordancia con el ánimo general de lograr

la libertad de éstos. Por lo tanto, detalles sobre el contenido de las

conversaciones, tampoco hubo por ése lado.

En consecuencia, en esos instantes, las únicas versiones sobre

lo que realmente habían tenido en mente los marinos estaban en

las deducciones que se podían extraer de las distintas condenas y

recriminaciones explícitas  que hizo Allende al momento del

juramento del gabinete y las declaraciones de distintos oficiales y de

la oficialidad de la Armada.

Sin embargo esas deducciones, por razones bastante explicables,

no podían ser espontáneas ni masivas.

Además de la condena, estaban las afirmaciones del presidente

de que no habría un ejército paralelo y las seguridades que les daba

a sus generales en relación a que se mantendría la “verticalidad del

mando” al interior de las fuerzas armadas chilenas.

Luego, la rápida intervención directa del presidente cuando

ordenó desautorizar la declaración en apoyo que había hechos un

organismo de la UP. Tal desautorización era un gesto político del

presidente que tenía un significado y mensaje bien claro: si el

presidente condenaba a los marinos, caía por su propio peso que

no correspondía a los organismos de la izquierda ni a sus personajes

solidarizarse con ellos.

Luego están las versiones que dio el Alto Mando de la Marina

chilena que había entregado luces sobre la composición social del

movimiento de los marinos y las ramificaciones que éste tenía en

la armada y en los principales buques de guerra de la marina.

Atendiendo a éste último detalle se desprendía claramente que

los marinos tenían en sus manos, cuando cayeron presos, no sólo

una sino que “varias papas y muy calientes”.

Los marinos no tenían para ofrecerle al pueblo, palos, ni piedras.

La cosa era de otro “calibre”. En fin, tales versiones han sido

entregadas ya en las líneas anteriores.

Sin embargo y aparte de las fuentes anteriores para extraer

deducciones políticas en relación al verdadero carácter del

movimiento en la marina, se contaba con el documento que en forma

de carta pública a fines de agosto los marinos le habían mandado al

presidente de la república y a los trabajadores. Ahí partían

autodenominándose como: “nosotros, los marinos de tropa…”. Y

esta frase al inicio de la carta, conformaba un mensaje bastante

interesante por cuanto de inmediato se dejaba en claro el tipo de

gente que ellos eran y en qué lugar del escalafón estaban.

Desmentían además, en segundo lugar,  que hubieran sido

dirigidos por los partidos de izquierda.

Afirmaban: “Nosotros acudimos a distintas personalidades para

dar cuenta del golpe de Estado que preparaba la oficialidad

golpista…”. Incluso, advierten que el mismo fiscal que sustanciaba

el proceso les había dicho: “… que no iba a quedar después del

golpe ningún líder de izquierda vivo.”.

Repetían en su carta los marinos, el rostro clasista de los

golpistas, colocando además en evidencia cuál era su propia

extracción de clase, como “marineros de tropa”: Y por si a caso

alguien hubiera pasado por alto la primera frase de la carta,

“En el juicio que se nos sigue, podrán darse cuenta

ustedes, la ciudadanía de los tenebrosos planes que iba a

ejecutar la oficialidad golpista contra la clase trabajadora,

nuestra clase, porque nosotros los marinos de tropa somos

hijos del pueblo, por lo tanto, jamás haríamos fuego contra

él”.

La carta llevaba la firma de 33 nombres. Y efectivamente,  ahí

no hay ningún oficial. La cosa era de sargento para abajo, incluyendo

a marineros y operadores. Había varios artilleros, electricistas,

maquinistas y otras especialidades indispensables en el manejo de

los buques de guerra.

¡¡¡Un elenco estelar y de primera,… como quien dice!!!

Es absolutamente legítimo preguntarse hoy, ¿por qué , con los

antecedentes existentes en aquellos días, todos públicos y ninguno

secreto, tal como lo demuestran las fuentes que en las líneas anteriores

se han entregado, por qué con ése cúmulo de antecedentes no se

hicieron las deducciones y evaluaciones que correspondían para así

analíticamente haber llegado a la conclusión que con la represión en

la marinería, la derecha golpista estaba metiendo las manos en al

menos uno y quizás el más importante nido en donde se

encontraban los huevos de oro que tenía el pueblo en eso días

para haber mirado con optimismo el futuro?.

Un tal análisis exigía certeza  política y cierto rigor intelectual.

En aquellos días, los que eran las mentes más lúcidas en el lado del

pueblo, simplemente y por desgracia no lo lucieron. Ni la certeza

indispensable ni el rigor que se exigía, asomó.

Es más, con el correr de los años no se ha reconocido la necesidad

de aquello y tampoco se ha lamentado su ausencia. Se demuestra

con ello, cierto “horror” reiterado en el ambiente de izquierda, o si

se prefiere, en la cultura de izquierda, al reconocimiento de los

errores: de su verdadera entidad, de su verdadera naturaleza.

Efectivamente,  los planes de los marinos iban mucho más allá

de la simple defensa del gobierno, frente a los intentos golpistas que

estaban en camino, azuzados por la derecha en todas sus versiones.

Además, entendían los marinos,  que había necesariamente que

quebrar la verticalidad del mando. Si se quería realmente salvar la

situación, usando un término muy antiguo y de mucha tradición en

la izquierda para referirse a momentos claves en la historia.

La corrección de este planteamiento, es decir, quebrar la

verticalidad del mando, su justeza muy bien fundamentada y

justificada, se pudo revelar cuatro semanas después, cuando el once

de septiembre en la mañana los mismos generales a los que Allende

les había asegurado la verticalidad del mando, estaban

bombardeando y dando el golpe de Estado…

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