El recuerdo de los desaparecidos y desaparecidas, es un deber moral. Por Enrique Villanueva. Militar en retiro
- 30 agosto 2019
“¡¡Ni perdón ni olvido, justicia!!” una
consigna valida y pertinente, que ha recorrido el mundo entero y que resume el compromiso
de no olvidar nunca a los compañeros y compañeras que cayeron en las manos del
terrorismo de estado, luchando por un país distinto, inclusivo y mas
igualitario. Por ello, es un deber moral exigir la verdad de lo que pasó
con ellos y es un compromiso para con sus familiares y cercanos, de quienes
reconocemos en cada uno de ellos y ellas, el esfuerzo y el sacrificio que
hicieron para oponerse y resistir a la dictadura.
Los que fueron asesinados, asesinadas, desaparecidos y desaparecidas, fueron jóvenes
que pusieron en riesgo sus vidas por el amor a su pueblo, es algo necesario de
recordar, a quienes han caído en la amnesia colectiva. Ellos y ellas fueron
hechos desaparecer en un país, que en esos años, era un territorio ocupado
militarmente, donde no había estado de derecho y diezmado por la represión
política.
Inmoral resulta escuchar entonces, a quienes por distintos medios
pretenden ignorar esa realidad, argumentando que la democracia se conquistó
solo por la gracia de acuerdos políticos entre cuatro paredes y con la propia
dictadura. Por el contrario, la democracia que vivimos hoy costó mucho y
también sangre de patriotas. Costó muchas lágrimas y sufrimientos de las
madres, las esposas, las hijas de los héroes conocidos o ignorados que ofrendaron
sus generosas vidas en aras de nuestra libertad.
Cuarenta y seis años después del 11 de septiembre de 1973, es pertinente rendir
un homenaje a las mujeres y a los familiares de nuestros compatriotas
asesinados, asesinadas, desaparecidos y desaparecidas, un reconocimiento a los
cientos de mujeres que día a día y por muchos años esperaron largamente el
retorno de un hijo (a), de un esposo (a) desaparecido (a). Es necesario, porque
el olvido y la impunidad olvida o relativiza y a veces naturaliza,
el dolor y el drama que vivieron cada una de las esposas, esposos, hijos,
hijas, quienes llegaban a las puertas de los centros de detención,
cuarteles militares, a veces recorriendo largas horas de camino, para recibir
como respuesta una burla o un “no está aquí”, sin mas argumentos.
Se suma a esto, la esperanza perdida, que el tiempo esfumó, por las promesas
incumplidas durante los gobiernos post dictadura, los que hasta hoy han sido
incapaces de exigir la verdad escondida en la distorsionada memoria de torturadores
o mandos militares de la época, cómplices civiles y militares. Más aún, se le
agrega a ello, la indolencia de los gobiernos de los últimos treinta años, para
con los sobrevivientes de la dictadura, ex presos políticos, los que enfrentan
situaciones de marginalidad y pobreza, con pensiones de hambre y sin que se
cumpla el mínimo requisito exigido por el mandato de Naciones Unidas, de una
reparación justa por los daños morales y físicos causados.
Por todo esto, olvidar o dejar que la historia pase por nuestro lado, no es
opción para construir un país sano, el derecho a la verdad, a la
justicia, a la reparación, van de la mano para construir un país inclusivo, más
igualitario y para cambiar una sistema económico y social que se construyó por medio
de la violencia. Una sociedad en la que los derechos humanos no tienen otra
consideración más, que como una estrategia discursiva, como un derecho
subjetivo, que no se traduce en normas ni obligaciones y que vulnera los
derechos ciudadanos en todos los ámbitos de la vida diaria.
Por el contrario, el derecho objetivo ha dictado normas, como la ley de
amnistía y ha permitido que se mantenga el pacto de silencio, que favorece
hasta el día de hoy, a militar y civil comprometidos con crímenes de lesa
humanidad y que algunos de ellos nunca fueron juzgados. Lo obrado, el
haber juzgado y encarcelado a una parte mínima de los perores asesinos
militares, autores y cómplices de los crímenes más bárbaros que en este país se
cometieron en toda su historia, no fue ni es suficiente, porque al cabo del
tiempo dejan sin resolver el problema mayor y más importante para la sociedad
en su conjunto, el ocultamiento de la verdad y de las consecuencias de la
represión que ellos llevaron a cabo, dejando la puerta abierta para su repetición
en el tiempo.
Una consecuencia directa de la ambigüedad para tratar el tema de las
violaciones a los derechos humanos, lo que excede el ámbito puramente e
judicial es la reaparición y con relativa fuerza, de quienes se declaran de
manera abierta u oculta seguidores del “dictador y de su obra”. Defendiendo una
institucionalidad dictatorial que es contraria, en su esencia, al Estado de
derecho, a las elecciones libres, a la libertad de opinión y participación
política, los que determinan la democracia moderna.
Ha pasado el tiempo y el olvido ha nublado la visión del pasado, vivimos exigidos por la contingencia de un sistema que nos lleva día a día a la miseria, económica, política y moral, exigiéndonos mirar hacia delante y dejar atrás lo vivido. Pero las justas reivindicaciones exigidas por los chilenos y chilenas consientes continúan y continuaran siendo enarboladas hoy y mañana: Que las FFAA entreguen la información que permita, a los familiares de detenidos desaparecidos, conocer el paradero de los restos de sus seres queridos. Que se degrade a los militares involucrados en crímenes de lesa humanidad. Que se repare el daño causado a los miles de chilenos y chilenas que fueron víctimas de la represión y del terrorismo de estado. Que se reconozca y dignifique la actitud de los militares que se opusieron al golpe de estado de 1973 y su papel ejemplarizador, para las nuevas generaciones de Oficiales y Suboficiales. Que se reconozca oficialmente a los hombres y mujeres que murieron luchando en contra de la dictadura.
Todo esto es necesario porque el derecho a la verdad, que afecta principalmente a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, cometidas bajo la dictadura, se fundamenta en el respeto de la dignidad de la persona humana, que no sólo ha sufrido la vejación y vulneración de su dignidad. Sino que, además, por el transcurso del tiempo, la distorsión de los hechos producida por la propaganda oficialista, la falta de justicia oportuna y la paulatina desaparición de los actores, han generado un ambiente de impunidad cuyo efecto principal es una nueva vulneración de la dignidad de las víctimas, para quienes una reparación eficaz del daño causado, es parte del reconocimiento de la verdad de los hechos acaecidos.
Ni perdón ni olvido