Cabo 2° Pedro Lagos Carrasco miembro de la dotación del destructor Blanco Encalada.
Cabo 2° Radiotelegrafista Pedro Lagos (al centro), en parada militar en los años 70.
Fui detenido el 6 de Agosto, a las 22 horas. Me llevaron en avión a Carriel Sur (aeropuerto de Concepción), allí nos bajaron a todos los detenidos y nos hicieron subir a un camión. Nos obligaron a tendernos sobre la plataforma del vehículo en fila. Cruzados sobre nosotros colocaron a otros marineros. Encima se sentaron doce infantes de marina. Nos llevaron a un campo de prisioneros en el fuerte Borgoño. Allí estaban unos infantes de marina del regimiento Lynch, de Iquique. Yo los conocí porque los había visto antes. Ellos se portaron bien con nosotros. Primero nos hicieron desnudarnos. Eran la 23 horas y hacía frío en Talcahuano. Nos echaron a una especie de poza o piscina con agua barrosa y sucia. después que nos sacaron de allí y nos hubieron pegado bastante, nos llevaron a una garitas de madera que hay y nos suiguieron golpeando. Allí nos daban ocasión de fugarnos para darnos un tiro por la espalda, según decían. Nos amenazaban de muerte. Nos decían que si nos poníamos rebeldes nos traerían a las mujeres para escarmentar en ellas nuestra culpa.
Allí estaban Cárdenas, Salazar, Carvajal y Cisternas. Todos fuimos golpeados y flagelados. Nos apuntaban con los fusiles en al cabeza. En esto yo me caí y le salpiqué con barro la bota a un teniente. Éste me obligó a que se la limpiara con la lengua. Tenía la boca llena de sangre y por eso escupí. Me dieron con el cañón del fusíl en el cuello hasta que perdí el conocimiento. Cuando desperté me estaban haciendo masajes. Me volvieron a pegar y cuando volví a escupir me hicieron el tirabuzón (cuatro torturadores toman a la víctima por cada extremidad y lo tuercen hasta que pierda el aliento).
Había cinco infantes de marina y un teniente primero que ordenaba todo. Me volví a desmayar. Me dijeron que no me iban a dejar vivo. Yo vi cuando castigaban al sargento Cárdenas de la misma forma como lo hacían conmigo. Había un camión con los focos encendidos y a esa luz nos mostraban fotos de personas y nos exigían que dijéramos cuándo nos reunimos con ellas. Reconocí a Carlos Altamirano y Miguel Enríquez, a los otros no los conocí.
Después nos llevaron a la oficina de un teniente, donde había otros siete oficiales. Allí nos obligaban a decir que íbamos a bombardear Las Salinas, el Regimiento de Infantería de Marina Miller. Nos obligaban a decir que íbamos a bombardear la Escuela Naval. Yo les dije que cómo se les podía ocurrir, cuando mis padres viven por ahí cerquita de la Escuela Naval. Después nos llevaron a un local, donde nos dieron sacos de dormir. No pude dormir y me orinaba durante toda la noche sin darme cuenta. A las 8 nos sacaron a trotar al patio. Un soldado de infantería de Marina nos sacó. Ése nos trató bien. Gracias a las quejas del marino Carvajal [ tenía los tímpanos reventados ] nos llevaron a la enfermería. Allí me dieron calmantes hasta dejarme dopado totalmente. Me seguía orinando solo. Durante toda la noche nos despertaban para saber si seguíamos vivos. Nos preguntaban el nombre, la edad, el domicilio, el grado, el buque en que servíamos y otros datos, toda la noche lo mismo.
Un suboficial me reconoció y me fue a ver en la noche. Nos sacaron y nos llevaron ante el Fiscal [ Fernando Jiménez ]. Cuando llegué ahí me tuvieron que ayudar a sentarme, porque no me las podía solo. Allí había un capitán que me enterraba el dedo por la espalda para recordarme lo que tenía que decir al Fiscal.
Luego nos sacaron para la casa del deportista y cuando pasábamos por entre los marineros y los infantes de marina algunos lloraban. Hubo mucha gente que se portó muy bien con nosotros. deseo señalar que todo lo que declaré en la Fiscalía fue bajo presión y por las torturas a que fui sometido. Chile Hoy 64, 31. 08. 73.
* Carta del cabo P. Lagos comunicada por el abogado Emilio Contardo.