Testimonio del marinero constitucionalista Ricardo Tobar Toledo
Mi desazón, tristeza y decepción de las autoridades que no escucharon las denuncias que habíamos hecho, me produjo un profundo dolor no por mi, sino por lo que le pasaría en primer lugar a mi familia y a la ciudadanía en general, que con el correr del día, se iba confirmando todo aquello que sucedería con las personas que pensaban diferente. Que solo había uno de los dirigentes que nos había escuchado y creído de lo que pasaría, Miguel Enríquez, secretario general del Mir, y todo ese movimiento, que en los días de agosto marchaba por Valparaíso para que dejaran en libertad a quienes habían detenido y denunciando las flagelaciones a que estaban siendo sometidos.
El caos era general en Quintero, nosotros encerrados en casa de Bravo, quemando cuanto documento y libro comprometedor encontrábamos, Nelson tenía mucha literatura afín, escritos, etc. Parlamentábamos para saber que hacer y resolvimos salir, separadamente, en los momentos que se podía, a ver cual era la mejor salida de Quintero, dándonos cuenta que TODOS los accesos estaban cubiertos por militares pintarrajeadas sus caras, eran de la base aérea de la fach, nos quedamos en la casa a lo que fuera, no existía miedo, teníamos alguna esperanza, de que con lo que cada uno tenía como argumento probatorio de nuestra ausencia, pero sabíamos además que no era una coincidencia el estar juntos.
Pasado tres días del fatídico 11, el viernes 14 a las 21.00 pm, la ciudad se llenó del ruido de disparos, a diestra y siniestra, gritos de ¡¡“no se muevan, alto o mueren, tírense al suelo, ahí cayó uno, mata a ese otro, etc”!!, nada de eso vimos, ni siquiera nos asomábamos a la ventana. Al día siguiente Nelson salió a comprar pan, y a su regreso nos dice “el señor de la panadería dice que habían matado a 5 personas que estaban esperando movilización y que para él era el último día que vendería pan y otras cosas que tenía”, fue el primer conocimiento de personas asesinadas, en la tarde de esa jornada, 15 de septiembre, veíamos pasar camiones repletos de personas, ¿hacia donde iban? Ni idea. Pero en esa tarde , todas las casas estaban siendo tapadas sus ventans con frazadas, esto era realizado por militares y curiosamente, la casa de Nelson pasó por alto, cosa que nos dimos cuenta y lo comentamos, fue el día en que nos abrazamos pero sin alarmar a la esposa de Nelson, Angela, y sus dos pequeños hijos.
La siguiente jornada, el 16 de septiembre a las 19.00 hrs, estando sentados esperando no se qué, (cada uno de nosotros esperábamos alguna arremetida, Nelson de esa ciudad, además, alumno del liceo de esa localidad, de alguna manera algo sabrían de él como integrante del movimiento revolucionario) por lo que sabíamos que nos andarían buscando de la armada y tarde o temprano llegarían a nosotros, hasta que un fuerte ruido en la puerta y el perro que dejó de ladrar después de un balazo, habían matado al perro, entraron a la casa 6 militares a punta de fusil ametralladora M16, con su bayoneta calada (puesta en el cañón) apuntándonos y sacándonos al patio en donde nos pararon con las manos en alto contra el muro, nos pusieron, a Angela y sus dos pequeños, uno en brazos y el otro de la mano, yo, José y Nelson, mientras registraban la casa rompiendo lo que encontraban a su paso, pero encontraron el uniforme de Nelson y José además de un afiche detrás de una puerta, del Che Guevara. Mientras afuera, algunos de esos militares que se quedaron custodiándonos, nos golpeaban con las culatas de esas armas, querían saber que hacíamos, pero en esos momentos aparecen los que habían entrado a registrar, preguntando de quienes eran los uniformes de la marina que estaban ahí, a lo cual mis amigos contestaron que era de ellos, por supuesto a culatazos me preguntaron que quien era yo, a lo que les di mi grado y procedencia diciendo que también era de la armada pero que estaba con licencia médica, que lo demostrara me dijeron, a lo que saqué el documento que acreditaba tal condición y nunca más vi ese papel.
Al paso de minutos, los niños se pusieron a llorar, Nelson había sido “clavado” con un yatagán, y dio un grito terrible, esto hizo que Nelson lanzara un alarido de dolor y esto asustó a los niños que empezaran a llorar, pero el oficial (Tte. de aviación Almarza) le dijo a uno de ellos que lo hiciera callar, y éste le lanzó un culatazo sin contar que yo lo miraba a lo cual me lancé sobre el niño para protegerlo y la reacción del militar fue invertir el arma y retirarlo de inmediato pero había puesto mis manos para aguantar el golpe lo que al retirar el arma tajea mi dedo pulgar y al apoyarse en mi mano también la palma, sangro bastante, al pararme veo también sangrar a Nelson de su costado izquierdo, fueron momentos en que solo quería desaparecer. Luego nos trasladaron en un camión, pero no sin antes pasar por distintos lugares en que sacaban a personas y las “tiraban sobre nuestro”, creo que se llenó el camión de personas, todos nos bajamos del camión vendados los ojos ( lo hicieron cuando nos sacaron de la casa), nos llevaron al interior de esa base de la fach, nos sacaron la venda y empezó el interrogatorio en forma separada, mientras interrogaban a mis compañeros a una persona militar que ahí estaba, le pregunte como se llamaba el oficial que me había llevado a esa oficina y me contestó , “”Tte. De aviación Almarza” asi supe el nombre de ese oficial de cara negra al carbón con pintura de guerra que había hecho el allanamiento en casa de mi amigo. A las dos de la mañana nos trasladan a la repartición de origen, la Escuela de Armamentos de las Salinas, nos recibe la guardia que en esos momentos estaba y llaman al Comandante quien vivía al lado de la Escuela. Ordenan a que nos lleven al segundo piso, lugar de las salas de clases y mi primer sobresalto fue escuchar golpes y gritos de mujer, la estaban torturando, fue entonces que por detrás nuestro nos toman y con algunas patadas, nos tiran al suelo, nos amarran y nos ponen capuchas, ahí empieza lo que es sentir golpes, de toda clase, patadas, culatazos, el teléfono (golpes de mano en las orejas), combos, etc. En la madrugada o quizás en la mañana temprano soy conducido a la cancha de futbol, (conocía la escuela de memoria, estuve bastantes años ahí) y sabía donde pisaba, veía mis zapatos y el suelo, estaba oscuro, en esa cancha a un costado existía un paredón de barro con paja, donde los oficiales practicaban tiro de pistola, me pararon delante de ella y me informaron que me fusilarían, pero me dieron a elegir, que diera los nombre de todos los miembros de la escuela que estaban involucrados, sin que dijera que era Bravo u Ojeda, contesté de inmediato “solo somos los tres, nadie mas está en esto”, y me llegaban patadas y combos de quienes me sostenían de cada brazo; las preguntas se sucedían y me preguntaban si conocía a fulano o sutano a lo que les contestaba que si, y no me podía negar, ya que sabrían igual si era cierto o no, ya que a muchos si los conocía, habían estado en la escuela y con muchos fuimos seleccionados deportivos por lo tanto no les mentí, pero tampoco dije algún nombre que no había salido en alguna lista, a los golpe, mis gritos debieron escucharse en toda la región, sabía por el maestro de artes marciales que el grito, da fuerza y mitiga dolores de golpes, lo use en todos los interrogatorios que me hicieron con golpes, “cagaste” fue lo que me dijeron, hoy mueres como traidor a la patria, te fusilaremos y ahí al frente está el mar y te comerán los pescados, en realidad, lo que sentí en ese momento fue un hilo frio correr por mi espalda, pensé en mi familia, en mis amigos, en todo el mundo, estaba aterrado, pero fueron muy pocos segundos, porque sentí el tirón en mis brazos y dije “solo no me voy” “cada weon que me tiene sujeto se irá conmigo”, sentí la preparación de las armas, la voz de ese oficial que no supe quien era, estaba encapuchado, el tirón que realicé y la ráfaga que suena con eco aterrador por el silencio que había y que llega a mis oídos, sin dolor, sin angustia, sin conciencia, solo recuerdo que me levantan del pelo y me tiran sobre una silla y me sacan la capucha, detrás de un escritorio estaba el Capitán Cárdenas, él era jefe de estudios de la escuela, haciéndome mil preguntas, que además me dice, “Tobar, acaso se cayó que está sangrando”,ese capitán había sido nombrado fiscal pero se declaró incompetente; habían pasado más o menos cinco o seis horas, hasta ese momento no me había dado cuenta, mi espalda sangraba bastante, luego de ese momento de interrogatorio, alguien me dice por detrás, nuevamente estoy encapuchado, “desde la cancha te trajeron a patadas y un marino te clavó un yatagán a cada lado de tu espalda”, claro, en ese momento me llevaban al policlínico que existía en las salinas y me cocieron a ambos lados, bajo el omoplatos, asi nada mas, y lo hizo un enfermero estando yo, sentado en la camioneta, en la parte de atrás, creo que a Nelson también lo llevaron, no estoy muy seguro, estaba muy adolorido, que dicho sea de paso, nunca nos pusieron juntos, si dormí algo, no lo se, solo recuerdo que estuve en el paredón.
Esa tarde, 18 de septiembre, 18.00 hrs. Nos trasladan en un bus de la Armada, encapuchados, (como si no conociéramos el lugar de llegada) hasta el cuartel Silva Palma, la cárcel para uniformados de la armada, hasta antes del 11 de septiembre, ese lugar cumplía la función de mantener detenidos a los marinos que cumplían castigos de arresto con mas de 30 días, porque con menos, se hacía en las reparticiones de origen. Llegados ahí, nos lanzan como sacos de papa sobre un camastro, a mi me lanzan sobre la cama de J. Salazar, el cual me reconoce, pero otros, recuerdo, que no nos conocíamos, gritaron , cuidado con esos, no vayan a ser sapos, pero de inmediato , Salazar, Zuñiga, y Espinoza, que nos reconoce, les dice, hay que ayudarlos, son los de la escuela de armamentos. Sumamos algo asi como ochenta o más, que a la postre fuimos 88 los que estuvimos presos. Muchos por falta de meritos fueron puestos en libertad ( alrededor de 200 mas o menos sumábamos en total, según los procesos).
El interrogatorio que me tocó, sin describir la tortura propinada, se basó, en acusarme que era un infiltrado del MIR, (me lo decían por el poster que encontró la fach en quintero del Che Guevara) pero este movimiento nació el año 1965, y empecé mi carrera militar el 1964, que era cómplice del plan Z, que hasta esos momentos nos acusaban que nosotros lo habíamos planeado, que estaba en la marina para preparar guerrilleros, que queríamos matar a los oficiales, que nos tomaríamos los buques para bombardear Valparaíso, Viña del Mar y casa de los oficiales y un sinfín de falsas acusaciones, que a cada una de sus preguntas, me negaba rotundamente, en cada pregunta los golpes de diferentes formas caían sobre mi, provocando dolores intensos y por cada negativa que daba, ellos me decían que me condenarían a muerte porque estábamos en tiempo de guerra, que matarían a mi familia si no cooperaba ( a mis padres ya le habían informado que había sido fusilado cuando ellos me buscaban), estas y otras interrogaciones las realizaban en la fiscalía naval, y ahí además usaban las torturas psicológicas, como las descritas ya que cuando nos trasladaban desde el Silva Palma a la fiscalía, me llevaban encadenado, lo hacían entre los pantalones, y me decían lo que se les ocurriera con tal que les dijera quienes mas estaban involucrados, a cada interrogatorio nos llevaban separadamente y a cada uno le preguntaban por el otro. Estuve en el cuartel hasta el día que me hicieron Consejo de Guerra (caratulado A-14) el 24 de octubre de 1973, en donde me acusaron de Deserción Calificada en tiempo de Guerra, ¿Cuál guerra?, nada pudieron probar, pruebas en mi contra fueron los registros de las calificaciones anuales, que no eran las originales, sino según se lee en el expediente, copias fieles de los originales, no dejaron que mi abogado probara dichos antecedentes, pedían para mi, cinco años y un día, quedando finalmente en tres años y un día de cárcel, al igual que a José Ojeda , a Nelson Bravo, porque estaba con su decreto de retiro aprobado, lo dejaron en libertad desde ese día, recuerdo que todos quienes conocíamos a Nelson, le pedimos que saliera del país de inmediato, lo que su padre hizo con él, llevarlo hacia Argentina, (1978 regresó, era patriota y con el llamado de Pinochet se la creyó, y fue detenido en concepción, esa es otra historia).
El paso por Silva Palma, de dos y medio meses, se hizo largo, lleno de incertidumbres, a pesar de haber sido condenado a tres años y un día, la tortura psicológica continuaba, había personal que se encargaba de ello, sin embargo el apoyo recibido por mis compañeros fue un tremendo alivio, al igual lo hacía cuando hablaba a compañeros más jóvenes que yo, mutuamente nos la arreglábamos para darnos ánimo y mucha solidaridad. Vimos llegar a muchas y muchos detenidos que iban a ser interrogados, los encerraban en una especie de celdas no mas de metro y medio, permanecían paradas/os, y a veces debí llevar algún alimento, mandado por nuestros custodios, pudimos cruzar solo algunas silabas, no nos dejaban hablar, solo señas cuando poníamos algún cigarrillo y un fosforo y un pedazo de raspador en su interior, el plátano era perfecto para eso.
La llegada a la cárcel fue llegar a un mundo totalmente desconocido, encontrarse con cientos de personas que habían pasado lo mismo que me tocó soportar, torturados de diferentes formas, personas que habían sido encarceladas en buques mercantes, en la esmeralda, en centros de torturas que se habían habilitado para los efectos, jóvenes estudiantes, personeros del congreso nacional, gentes comunes que por el solo hecho de pensar diferente habían sido detenidos y castigados con las mas atroces de las torturas, sin diferencias de edades, ancianos, hombres de negocios, etc. Todos separados de los presos por delitos comunes, nos hicieron ocupar el tercer piso de la cárcel, tercera galería, y desde la segunda a la primera eran solo reos por delitos comunes, aunque el patio (cancha) era un espacio común al que accedíamos con algunos temores de encontrarnos con estos reos que se nos decía eran peligrosos, sin embargo aprendimos a sobrellevar esos peligros sin hacer nada mas que entender sus motivos y ganarnos su confianza para asi obtener el respeto que aisladamente a veces, ellos nos faltaban, éramos todos para todos en caso de algún problema.
Relacionarme con los demás presos políticos fue extraordinario, todos de diferentes pensamientos y posiciones sociales, que sin hacer distingos fueron enormes aportes, pasó lo mismo con mis compañeros que estaban separados de los civiles, en una especie de teatro que existía en la cárcel, al costado de una mini cancha que existía, el reencuentro fue muy emotivo, algunos lloramos, nos abrazamos y contábamos nuestras experiencias pasadas las que fueron originadas por los mismos compañeros de armas, encargados de tenernos detenidos y que en algunos casos, hasta nos interrogaban. La solidaridad estaba a flor de esas pieles que ya estaban casi aclimatadas en esa cárcel. El compañerismo con algunos de ellos ya se había plasmado cuando aún éramos uniformados, con los demás, que conocí ahí, empezaron a florecer nuevas y ricas amistades ya que cada uno ponía de lo suyo para que asi sucediera. Cada uno de nosotros puso de si para consolidar el compromiso adquirido en defensa del país cuando denunciábamos que las ffaa darían un golpe militar, ¿Quiénes fueron desleales con el gobierno que había sido elegido por el pueblo? Cada uno de ellos, los golpistas, se ufanaba de haber “limpiado a las ffaa de traidores”, sin embargo sabíamos que eso era lo contrario, que nuestro proceder fue apegado a las normas dictadas en las leyes, que respetábamos la constitución que regía en esos momentos, leyes y normas que nos habían enseñado cuando ingresábamos a las filas de la institución. Nunca se nos dijo que nos enseñaban para propiciar un golpe de estado, en ningún reglamento sale eso y ellos contravinieron dicho mandato de la ley.
Aun en el año 1973, noviembre y diciembre, fuimos trasladados en camiones, encapuchados y amarrados cual saco de papas, hasta Colliguay ( hasta el momento en que se nos trasladaba, no sabíamos nuestro destino), un campo de prisioneros de guerra y presos políticos, algunos de mis compañeros habían sido sacados con antelación de la cárcel con ese destino, habían ido a construir dicho campo, levantando alambradas y medias aguas como celdas de encierro. Le pusieron varios nombres, Operación X, Isla Melinka ó Isla Riesco, esto con el fin de desorientar a familiares que preguntaban por nosotros. El panorama que vimos al quitarnos la capucha fue desolador, alambres de púa alrededor, cerros inhóspitos, suelo gredoso y seco, el sol quemando con furia, y una voz que daba miedo al escucharla, Tte.2° González, el encargado de ese campo primero fue el sargento infante de marina Aguayo, el que con un grupo de marineros detenidos, construyeron ese campo, luego como encargado fue el Tte.2° (OM) González para quedar posteriormente el sub oficial (IM) Arancibia, que decía…” que ahí se haría lo que él mandase, que no estábamos de vacaciones, que tendríamos un régimen más que militar y si obedecíamos nadie saldría lastimado” ¿? Empecé a imaginar lo peor.
Nuevamente al conocer nuevas personas, también de diferentes partes, diferentes oficios, estudiantes, congresistas, alcaldes, regidores, trabajadores, obreros, etc, etc. Siendo cada uno de ellos un padre , un hermano, un amigo, un profesor, que ponía su voluntad para atender a los que llegábamos a ese campo prestando todas sus capacidades para hacernos sentir bien.
Los talentos afloraron, los deportes se sucedían, como también las amenazas por parte de quienes nos vigilaban, la tortura psicológica la aplicaban en todo momento, nos hacían cantar la canción nacional con aquella estrofa que los golpistas impusieron agregar, la debíamos cantar en la mañana y al ocultarse el sol por la tarde, nos hicieron cavar un pozo en suelo gredoso para tener agua, porque nos entregaban un vaso para beber y este pozo serviría para obtener algo más, sin embargo era agua llena de lodo, y servía para sumergir a alguno por razones de antojo ó castigo.
Por momentos el miedo se hacía sentir, sobre todo cuando me sacaron de ese campo, me amarran y me ponen una capucha, en realidad fue un grupo de los que estábamos ahí, nos embarcan en un camión y sentimos los mismos saltos que daba el camión por aquellos cerros sin caminos, el tiempo parecía no pasar, que después de mucho tiempo, la suavidad se sentía y hasta el olor a mar llegaba a mi nariz, nada veíamos, y al fin llegamos a destino, un bosque a la derecha y a la izquierda unas casas tipo A, alguien grito cuando le fue sacada la capucha…“son las casas de veraneo que construyó el compañero Allende para los trabajadores…estamos en Ritoque”, lo hicieron callar, nos sacan las amarras y nos ordenan seguir a quien oficiaba de jefe…” deben sacar esos materiales que vienen en ese camión..” era madera y mucho alambre de púa, clavos, y herramientas, era para cercar dicho campamento de veraneo el cual luego de algunos días se convirtió en campo de prisioneros políticos, después de la descarga de dicho material, retornamos a Colliguay, habíamos salido a eso de las 10.00 hrs a.m. y nuestra llegada fue a las 19.00 hrs, no participamos en alambrar dicho lugar.
Cada episodio vivido fue una situación de incertidumbre, no se sabía nada de nuestra situación, se vivía el día, sin saber que pasaría, ya que algunas noche se escuchaban disparos y que luego nos decían que eran terroristas que trataban de atacar ese campamento ¿?. Nunca escuchamos o vimos personas que no fueran uniformados.
Pasadas todas las experiencias relatadas, dejando el regreso a la cárcel de lado, siempre anhelé pertenecer a las ffaa. sobre todo en la marina de guerra, sin embargo pensando en una institución democrática, en la que se eligieran los mejores para ser quienes dirigieran o dirijan las ffaa, que cada persona demuestr hasta donde podría llegar, escalara hasta lo mas alto, con sus capacidades y talentos, y no en forma vertical como hoy se hace, deben ser los mejores y para eso debería existir una sola escuela y que desde ahí se graduaran aquellos que asi lo demuestren.
El pasado reciente a demostrado como se han comportado los oficiales, no tan solo con el personal existente dentro de las filas, sino con una ciudadanía que sufrió con el golpe de estado; tienen como consigna haber nacido con la patria, pero han dejado al personal subalterno en despoblado, por ser de clase media hacia abajo, la oficialidad nace de los apellidos o porque alguno es descendiente de algún personaje de la historia de este país o simplemente con apellidos que heredan de ingleses, franceses, alemanes, etc. y que tienen las condiciones para pagar altos aranceles para poder pertenecer a dicha élite. Yo solo quería ser marino, pero en la Armada no hay democracia y por eso se dio el golpe cívico militar.
Ricardo Tobar Toledo
Cabo 2º (Mec Elect.) (C.F.)
Contigente 1964 (Avanzado)